¡Los alumnos estaban
animados!
Habría una fiesta ese
fin de semana y ellos
fueron llamados a
colaborar con los
arreglos de la escuela.
Las profesoras avisaron
a los estudiantes que
necesitarían la ayuda de
todos por lo mucho que
tendrían que hacer.
Felices de participar,
los alumnos se
ofrecieron para el
servicio.
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- ¡Muy bien! Entonces,
los que quieran ayudar
vengan a la escuela el
sábado a las ocho de la
mañana. Quien colabore
recibirá un punto más en
la nota. ¿De acuerdo?
Satisfechos, los alumnos
levantaron los brazos,
ofreciéndose a estar en
la escuela el sábado muy
temprano.
Pero algunos no querían
trabajar, y uno de ellos
dijo:
- ¡No voy a levantarme
temprano el sábado solo
para ayudar en la
fiesta!...
Voy a dormir.
El día señalado, muy
temprano, los alumnos ya
estaban |
en el colegio,
listos para el
trabajo. La
profesora
encargada trajo
papel de colores
y tijeras para
que ellos
recortaran las
banderas. A
otros les dio la
tarea de hacer
carteles,
pegando imágenes
e invitando a
todos a la
fiesta.
Y así, los que llegaban
recibían una tarea
diferente. |
Todos estaban felices,
disfrutando de trabajar
en equipo y conversar.
Más tarde apareció uno
de los alumnos que, al
ver a los demás
trabajando, pidió ayudar
también, lo que fue
aceptado, quedándose en
el grupo. Otros fueron
llegando y también
recibieron una tarea
para realizar.
Al final del día, la
profesora salió y vio a
un alumno que estaba en
la calle sin hacer nada,
y le preguntó:
- ¿Por qué no estás
ayudando también, como
tus compañeros?
- ¡Ah, profesora! Es que
ayer falté a clases
porque no me sentía
bien, y no supe que era
para ayudar.
¡Pero me gustaría
trabajar también!
- Entonces ve a la
escuela y recibirás una
tarea; hay trabajo para
todos.
El niño se puso feliz y
corrió hacia la escuela,
donde le dijeron lo que
podía hacer.
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Así, el día de la
fiesta, todos estaban
satisfechos y orgullosos
del trabajo realizado.
La escuela estaba bella,
muy bien decorada,
encantó a todos y la
fiesta fue excelente.
Todo transcurrió en
orden. Los alumnos y los
profesores se sentían
orgullosos de la belleza
de la celebración.
El lunes, los alumnos
llegaron
|
comentando sobre
la linda fiesta,
como todo salió
bien, y que a
todos los
invitados les
había gustado. |
Las profesoras
agradecieron a los
alumnos por su ayuda y
dieron a cada alumno un
punto más en la nota,
como fue acordado. Sin
embargo, los que habían
llegado primero al
trabajo reclamaron,
considerando que era una
injusticia.
Uno de ellos reclamó:
- ¡Profesora! ¿Todos
recibieron lo mismo, es
decir, un punto más en
la nota?
- ¡Sí, Marcelo! Eso es
lo que los responsables
acordaron, apreciando la
ayuda de los que
trabajaron.
- ¡Profesora, pero hay
alumnos que llegaron a
última hora y recibieron
lo mismo!
¿Le parece eso justo?
La profesora pensó un
poco y respondió:
- Marcelo, sólo les pedí
que ayudaran a organizar
la fiesta. ¿No puedo dar
a los que trabajaron
solo una hora,
esforzándose para
aprovechar el tiempo, lo
mismo que di a los que
llegaron primero? Quien
llegó al último, pero se
esforzó bastante,
precisamente para
compensar el tiempo
perdido, ¿no es justo
para reciba lo mismo?
- ¡Pero nosotros nos
quedamos en la escuela
trabajando todo el día,
profesora!
- Es verdad, Marcelo.
Sin embargo, durante ese
tiempo jugaron, se
divirtieron, comieron,
conversaron, no solo
trabajaron. Y Jorge, que
llegó a última hora
porque estaba enfermo,
dio todo de sí para
compensar el tiempo
perdido.
¿No merece recibir
también su parte por la
colaboración?
Marcelo bajó la cabeza,
no muy satisfecho, pero
entendió el punto de
vista de la profesora.
Se disculpó con Jorge,
por haberlo tratado mal
y le dio un abrazo.
Felipe, el menor de la
clase, que escuchaba
todo en silencio,
resuelto el problema,
viendo que todos estaban
callados, murmuró:
- La profesora tiene
razón. Jesús actuaría de
la misma manera si
estuviera aquí.
Todos voltearon hacia
él, el menor de la
clase, y alguien le
preguntó:
- ¿Por qué dices eso,
Felipe?
- ¡Es que Jesús enseñó
una parábola que habla
del mismo tema! –
explicó.
La profesora sonrió
feliz al ver que un
alumno tan pequeño como
Felipe conocía las
palabras de Jesús y le
preguntó:
- ¿Leíste esa parábola,
que trata de los
Trabajadores de la
Última Hora?
- Es que fue el texto
que se leímos en la
última reunión del
"Evangelio en el Hogar"
que hacemos cada semana
en nuestra casa -
respondió Felipe.
- ¡Ah!... ¿Y por qué
hacen ese... "Evangelio
en el Hogar", Felipe?
- Es que ayuda a todos
los que participan,
profesora. Con solo
media hora, hace que la
casa sea más alegre,
llena de paz y de amor,
estudiando las palabras
que Jesús nos dejó.
Escuchando aquello, los
alumnos dijeron que les
gustaría participar
también, y Felipe,
satisfecho, los invitó a
ir a su casa la semana
siguiente.
La clase, que comenzó
difícil, con Marcelo
quejándose del beneficio
que la profesora había
dado a los estudiantes
por el esfuerzo en la
fiesta, ahora estaba
bien.
La profesora estuvo de
acuerdo, y preguntó:
- Si los estudiantes
quieren participar en el
"Evangelio en el Hogar"
en tu casa, Felipe, ¿por
qué no hacemos nuestro
propio "Evangelio" aquí
en la clase? ¡Podemos
organizarlo para el
lunes, al inicio de las
clases, si media hora es
suficiente!
¿Qué piensan?
¡A todos los estudiantes
les gustó la idea y
aplaudieron! El
siguiente lunes, ellos
harían en clase el
primer estudio del
"Evangelio en el Hogar".
MEIMEI
(Recibida por Célia X.
de Camargo, el
25/04/2016.)
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