Alrededor del
dolor
“Bendito sea
Dios, el Padre
de nuestro Señor
Jesucristo, el
Padre de las
misericordias,
Dios de toda
consolación, que
nos conforta en
todas nuestra
tribulaciones,
para que, por la
consolación con
que nosotros
mismos somos
consolados por
Dios, podamos
consolar los que
están en
cualquier
angustia.” (2
Cor 1, 3-5)
Dios consola los
humildes. No que
prefiera unos en
detrimento de
otros. Ya dice
la sabiduría del
evangelio: Dios
no hace
distinción de
personas. Es que
solamente los
humildes
consiguen
percibir el
consuelo.
Así, Dios
transmite la
consolación para
todos los seres,
con la misma
fuerza, con la
misma
“cantidad”,
con el mismo
amor, pero pocos
son los que la
comprenden.
Según Emmanuel,
si aprendemos a
comprender, y
ejercitarnos esa
virtud,
estaremos, ya,
amando. La
comprensión es
un paso para la
conquista de la
indulgencia,
característica
de los
protectores.
Paráclito es
designación del
Espíritu Santo.
Paráclito,
etimológicamente,
significa:
“aquél que
permanece al
lado”,
entonces puede
ser interpretado
como
“Consolador”,
como muchas
biblias más
antiguas
interpretaron.
Sin embargo, ese
término griego,
con el tiempo,
pasó a designar
“abogado”,
como gran
parte de las
biblias más
modernas
interpretan.
La Vulgata,
traducción
latina del texto
griego, contorna
el problema no
traduciendo el
término,
satisfaciéndose
con la similitud
entre Paráclito
y Espíritu
Santo. Según
Emmanuel, la
designación
Espíritu Santo
significa una
pléyade de
Espíritus
redimidos que
trabajan en
nombre de Jesús.
Toda adquisición
debe tornarse
útil para
nuestros
hermanos.
Nuestra
experiencia con
el dolor debe
ser compartida.
Si por
casualidad
nuestra
experiencia sea
de consolación,
estaremos en
condiciones de
comunicar el
consuelo
recibido. Paulo
deja bien claro
que todo
sufrimiento debe
ser valorado por
la confianza. El
sufrimiento del
cristiano es un
privilegio.
“…porque a
vosotros os es
dado no
solamente creer
en Cristo, pero
aún por él
sufrir.” (Fl 1,
29)
Solamente quien
sufre con
confianza,
resignación y
paciencia, sufre
por Jesús. Es
necesaria la
empatía con el
corazón que
sufre para
comunicar algún
consuelo. Y
solamente es
capaz de
empatía quien
entiende el
dolor del otro
por el propio
dolor. Entonces
la importancia
de los grupos de
apoyo.
“Fundamentalmente
considerado, el
dolor es una ley
de equilibrio y
educación.” Y
“el dolor sigue
todos nuestros
pasos: nos
acecha en todas
las vueltas del
camino. Y,
delante de esa
esfinge que lo
mira con su
mirada extraña,
el hombre hace
la eterna
pregunta: ¿Por
qué existe el
dolor?” (El
problema del
ser, del destino
y del dolor,
de Léon Denis,
cap. 26.)
Los cristianos
son acusados de
hacer apología
del dolor. La
propia gloria de
Jesús fue
conquistada con
el sacrificio de
la propia vida.
Lo que
valoramos, no
obstante, no es
el dolor en sí,
y sí la
experiencia
edificante que
él posibilita.
Si bien
vivenciado, el
dolor nos
enriquece con
virtudes, en
especial la
humildad. Ella
es importante
por ser un medio
de reparación de
actos
equivocados y
fuente de
esperanza.
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