Continuamos en esta edición el estudio del libro Obras Póstumas, publicado después de la desencarnación de Allan Kardec, pero compuesto con textos de su autoría. El presente estudio se basa en la traducción hecha por el Dr. Guillon Ribeiro, publicada por la editorial de la Federación Espírita Brasileña.
Preguntas para debatir
137. ¿Qué significa la palabra aristocracia?
138. ¿Cuál fue la primera de todas las aristocracias?
139. ¿Por qué la autoridad de los patriarcas no perduró a lo largo del tiempo?
140. ¿Cómo surgieron las aristocracias en las que el poder del dinero y luego el de la inteligencia fueron el factor predominante?
141. La aristocracia de la inteligencia, ¿será la última? ¿Es esta la más alta expresión de la Humanidad civilizada?
Respuestas a las preguntas propuestas
137. ¿Qué significa la palabra aristocracia?
Aristocracia proviene del griego aristos, lo mejor, y kratos, poder. La aristocracia, en su acepción literal, significa, pues: Poder de los mejores. Obviamente, el sentido primitivo de esta palabra fue, en ocasiones, particularmente tergiversado; pero el Espiritismo, por su influencia, puede hacer que retome su significado original. Para ello, es necesario que tomemos las cosas desde el punto de partida y las sigamos a través de las épocas, para deducir de ahí lo que puede ocurrir más tarde. (Obras Póstumas – Las aristocracias.)
138. ¿Cuál fue la primera de todas las aristocracias?
En ninguna época y en ningún pueblo, los hombres viviendo en sociedad pudieron prescindir de tener jefes; se les encuentra incluso entre los pueblos más salvajes. Esto se debe a que, debido a la diversidad de aptitudes y a los caracteres inherentes a la especie humana, existen en todas partes hombres incapaces a los que es necesario dirigir, débiles a los que es necesario proteger, pasiones que es necesario reprimir; de ahí la necesidad de una autoridad. En las sociedades primitivas, esa autoridad fue conferida a los jefes de familia, a los mayores, a los ancianos, en una palabra, a los patriarcas. Esa fue la primera de todas las aristocracias. (Obras Póstumas – Las aristocracias.)
139. ¿Por qué la autoridad de los patriarcas no perduró a lo largo del tiempo?
El motivo fue que, al volverse las sociedades más numerosas, las querellas entre los diferentes pueblos ocasionaron combates; entonces, para dirigirlas fue necesario, ya no ancianos, sino hombres fuertes, vigorosos e inteligentes; de ahí surgieron los jefes militares. Victoriosos, a esos jefes se les otorgó autoridad, contando con su braveza como garantía contra los ataques de los enemigos; y muchos, abusando de su posición se apoderaron de ella por su propia voluntad. Después, los vencedores se impusieron a los vencidos, o los redujeron a la servidumbre, viniendo de ahí la autoridad de la fuerza bruta, que fue la segunda aristocracia.
En la secuencia de los hechos, los fuertes con sus bienes, transmitieron su autoridad, de manera muy natural, a sus hijos, y los débiles sometidos, que no se atrevían a decir nada, se habituaron poco a poco a considerarlos como los herederos de los derechos conquistados por sus padres y, en consecuencia, como sus superiores. Derivó de ello la división de la sociedad en dos clases: los superiores y los inferiores, los que mandan y los que obedecen, surgiendo de ahí, como consecuencia, la aristocracia de nacimiento, que se volvió tan poderosa y tan preponderante como la de la fuerza. Al tener el poder en las manos, los que lo detentaban se otorgaron muchos privilegios; para darles el prestigio de la legalidad, hicieron leyes, pero esto no siempre fue suficiente. Vino entonces, la idea de otorgarles el prestigio del derecho divino, para volverlos respetables e inviolables. Y para asegurar el respeto de la clase sometida, que se volvía más numerosa y más difícil de contener, incluso por la fuerza, solo había un medio: impedirle ver con claridad, es decir, mantenerla en la ignorancia. (Obras Póstumas – Las aristocracias.)
140. ¿Cómo surgieron las aristocracias en las que el poder del dinero y luego el de la inteligencia fueron el factor predominante?
Con el tiempo la clase sometida pudo ver con claridad y percibió la poca consistencia del prestigio que se le oponía; sintiéndose fuerte por lo numerosa, abolió los privilegios y proclamó la igualdad ante la ley. Ese principio marcó en algunos pueblos el fin del reinado de la aristocracia de nacimiento, que pasó a ser sólo nominal y honorífica, porque no ya tenía derechos legales. Se erigió entonces un nuevo poder, el del dinero, porque con dinero se dispone de los hombres y de las cosas. Lo que ya no se le concedía más al título, ahora se le concedía a la riqueza, y ésta tuvo iguales privilegios.
Se percibió después que para hacer fortuna era necesaria cierta dosis de inteligencia, y el dinero perdió poco a poco su prestigio moral, naciendo de allí otra aristocracia: la de la inteligencia, ante la cual todos se podían inclinar sin envilecerse, porque pertenecía tanto al pobre como al rico. (Obras Póstumas – Las aristocracias.)
141. La aristocracia de la inteligencia, ¿será la última? ¿Es esta la más alta expresión de la Humanidad civilizada?
No, porque la inteligencia no siempre es garantía de moralidad, y el hombre más inteligente puede hacer mal uso de sus facultades. Por otro lado, la moralidad – aislada – puede ser incapaz. Es, pues, necesaria la unión de estas dos facultades, inteligencia y moralidad, para crear una preponderancia legítima, a la que las masas se someterán ciegamente, porque les inspirará plena confianza por sus luces y su justicia.
Esa sí será la última aristocracia, la que constituirá la consecuencia, o mejor, la señal del advenimiento del reino del bien en la Tierra. Ella llegará naturalmente por la fuerza de las cosas; cuando los hombres de esa categoría sean suficientemente numerosos para formar una mayoría imponente, las masas les confiarán sus intereses.
Como vemos, todas las aristocracias han tenido su razón de ser, pues nacieron del estado de la Humanidad, aunque ninguna de ellas tuvo por base el principio moral. Sólo ese principio puede constituir una supremacía duradera, porque está animada por los sentimientos de justicia y caridad, a la cual llamaremos: aristocracia intelecto-moral.
Tal estado de cosas, ¿será posible con el egoísmo, el orgullo, la codicia que reinan soberanos sobre la Tierra?
“Sí”, responde Kardec con firmeza. No solo es posible, sino efectivamente se concretará, porque es inevitable.
Hoy la inteligencia domina; es soberana, nadie puede negarlo; y eso es tan verdadero que vemos al hombre de pueblo llegar a cargos de primera categoría. Esa aristocracia, ¿no es más justa, más lógica, más racional que la de la fuerza bruta, la del nacimiento o la del dinero? ¿Por qué, pues, sería imposible unir a ella la moralidad? Evidentemente, para ello es necesario que la moralidad domine numéricamente y hay mucho que hacer. Pero, reiteramos, sería una vana presunción decir que la Humanidad ha llegado a su apogeo, cuando se la ve marchar, sin cesar, por la senda del progreso.
Los buenos no son del todo tan raros en este mundo como se cree; los malos son numerosos, eso es verdad lamentablemente; pero lo que hace que los hace parecer más numerosos es que son más audaces y sienten que esa audacia les es necesaria para triunfar. Los buenos, al contrario, no exhiben sus cualidades; no se ponen en evidencia; he ahí por qué parecen tan poco numerosos. (Obras Póstumas – Las aristocracias.)