Bajo la tutela de Jesús
– gobernador espiritual
de este mundo – almas
dotadas de elevada
inteligencia y capacidad
han sistemáticamente
ayudado en el progreso
humano. De hecho,
nuestra civilización
pasó por grandes cambios
y transformaciones a lo
largo de los milenios.
Los descubrimientos del
fuego, del hierro, de la
escritura, entre otras
tantas innumerables, son
señales inequívocas de
la superación de los
límites humanos siempre
en la búsqueda de una
existencia física mejor.
En ese sentido, son
notables los avances
obtenidos, sobre todo la
velocidad en la cual
ellos están siendo
generados,
particularmente a partir
de mediados del siglo
pasado. Por todo lo que
alcanzamos y
desarrollamos, es
indiscutible que
entramos en otro nivel
de conocimientos y
aplicaciones.
Sin embargo, conviene
recordar que “El
progreso completo
constituye el objetivo.
Los pueblos, sin
embargo, como los
individuos, sólo paso a
paso lo alcanzan.
Mientras no se les haya
desarrollado el sentido
moral, puede aún ocurrir
que se sirvan de la
inteligencia para la
práctica del mal. La
moral y la inteligencia
son dos fuerzas que sólo
el tiempo llegan a
equilibrarse” (pregunta
780b de El Libro de
los Espíritus).
De ese modo, cuando el
proceso de desarrollo no
contempla apropiadamente
el imperativo moral se
crea un escenario de
desequilibrio,
desigualdades e
injusticias. Con el
advenimiento de la era
de la informática – de
forma más incisiva con
el ordenador ENIAC en
1946 –, las
transformaciones han
sido gigantescas,
especialmente las
relacionadas al mundo
del trabajo. Con efecto,
quedaron celebres las
fotos de las oficinas de
los años 1960 en las
cuales se mostraban
centenares de personas,
prácticamente apiñadas,
ejecutando su trabajo
casi mecánicamente. Las
centrales telefónicas,
por su parte, retrataban
decenas de mujeres
recibiendo las
conexiones y
simultáneamente
conectando los hilos en
paneles a su frente. Las
líneas de montaje de las
fábricas fueron un
capítulo a la parte
dadas sus
características y
arreglos.
El papel del trabajo em
el progreso humano
Sea cómo sea, es preciso
reconocer que en aquel
periodo de la historia,
el obrero, el trabajador,
el ejecutivo,
finalmente, recibían una
valorización muy
diferente de la
actualidad. Las familias
eran formadas y, a
despecho de las
dificultades salariales
y renta, todos
conseguían sobrevivir e
incluso prosperar. Era
gran motivo de orgullo
para los padres cuando
los hijos conseguían ir
a la universidad. Tal
hecho representaba una
perspectiva segura de
nuevas conquistas y
realizaciones para los
individuos. Había, por
así decir, espacio para
todos a través del
bendecido trabajo.
De hecho, la relevancia
de la ley del trabajo
fue debidamente
explorada por Allan
Kardec en la cuestión nº
676 del ya citado El
Libro de los Espíritus:
“¿Por qué el trabajo se
impone al hombre? Por
ser una consecuencia de
su naturaleza corpórea.
Es expiación y, a la
vez, medio de
perfeccionamiento de su
inteligencia. Sin el
trabajo, el hombre
permanecería siempre en
la infancia, en cuanto a
la inteligencia. Por eso
es que su alimento, su
seguridad y su bienestar
dependen de su trabajo y
de su actividad. Al
extremadamente débil de
cuerpo otorgó Dios la
inteligencia, en
compensación. Pero es
siempre trabajo” (énfasis
mío).
De ese modo, ante la
espiritualidad, el
trabajo tiene un papel
vital en el progreso de
las criaturas. Sería
sensato, por lo tanto,
que, delante del colofón
de experiencias humanas
fracasadas – me refiero
a las crisis cíclicas
que alcanzan el universo
laboral siempre
produciendo nefastas
consecuencias a las
personas y a sus vidas
-, la creación de
oportunidades de trabajo
ya debería haber sido
considerada una
obligación moral en ese
orbe por todo lo que el
asunto representa. Pero
aún no es el caso. Para
ilustrar el argumento
vale mencionar un
estudio conducido por el
Pew Research Center
enfocando en la
generación de los
milennials (jóvenes
entre 18 y 34 años). Los
resultados revelaron
que, por primera vez en
130 años, los jóvenes
están prefiriendo
continuar viviendo con
los padres, entre otras
razones por limitaciones
financieras o salarios
cada vez más bajos. En
resumen, el precario
nivel de remuneración
del trabajo en la
actualidad no posibilita,
por lo menos para muchos
individuos de ese faja
etária, las necesarias
condiciones para que
constituyan sus propias
familias o tengan
independencia financiera.
La pesadilla generada
por el progreso
tecnológico
Los progresos
tecnológicos tampoco han
sido suficientemente
eficaces para ayudar a
corregir tales
distorciones. Por el
contrário. De hecho, sus
efectos e impactos han
sido trágicos
especialmente para los
trabajadores menos
cualificados. Como
destacó otro estudio
recientemente publicado
por la International
Labour Organization
(OIT) titulado “ASEAN in
transformation: How
technology is chaging
jobs and enterprises” (disponible
en:
https://goo.gl/p5icf4)
envolviendo naciones del
sudeste de Asia, varios
sectores industriales y
un contingente de 632
millones de personas,
los “avances
tecnológicos e
innovaciones están
desafiando el orden
existente”. Para los
autores, los empleos,
particularmente los
relacionados a las
actividades que
requieren baja
cualificación y
pertenecientes a
sectores que demandan
intensa mano de obra,
están condenados a ser
desactivados por la
tecnología y cadenas
globales de suplementos.
Tal cuadro es, en la
visión de ellos,
altamente desafiador
demandando
intervenciones precisas.
El progreso tecnológico
actual está generando
una pesadilla no sólo
para los trabajadores
considerados menos
cualificados (lower-skilled
workers), conforme
sugieren los resultados
del estudio arriba, pero
igualmente – y ahí se
identifica una clamorosa
paradoja – para los
trabajadores más
cualificados (higher-skilled
workers). En
consonancia con noticias
publicada por la revista
Época Negocios, la
automatización exagerada
– advinda de la adopción
de softwares
poderosísimos - está
amenazando hasta a los
profesionales del
mercado financiero que
trabajan en Wall Street.
Así pues, destacadas
organizaciones del
sector deberán reducir
significativamente sus
instalaciones físicas
como, por ejemplo, el
Goldman Schas.
Los profesionales que
ejecutaban análisis
prácticamente
“artesanales” y
proyectaban escenarios
probables están siendo
sustituidos por
programas de ordenador
que generan respuestas
extremadamente rápidas.
A propósito, en el
sector bancario
brasileño se tiene una
ostensiva batalla entre
los dos mayores
players por el
dominio del concepto de
institución más
digitalizada. No es
complicado deducir que
el interés es el de
reducir gastos fijos con
agencias y personas,
dejando a los
clientes-consumidores la
obligación de hacer sus
operaciones cada vez más
por internet y/o
smartphones. Sólo falta
declarar: “Vengan a
nuestras agencias lo
mínimo posible o incluso
hasta nunca”.
Consecuencias de los
desmoronamentos
tecnológicos
La saña de los nuevos
descubrimientos
tecnológicos ya produjo
softwares capaces de
escribir textos
periodísticos, aunque no
muy complejos – lo que
coloca una sombra sobre
los profesionales del
área – por lo menos de
momento... Otro ejemplo
importante es la
búsqueda casi
ensandecida que algunas
empresas están
realizando para
desarrollar el coche sin
conductor. ¿Imaginemos
lo que sería de los
conductores de taxi de
ciudades como São Paulo
o New York impedidos de
ganar su salario?
Algunos podrían
argumentar que ellos
pueden ser preparados
para asumir otras
funciones – así como
otros trabajadores
duramente alcanzados por
los desmoronamientos
(1)
tecnológicas – como si
tal cosa fuera simple de
ejecutar, especialmente
en áreas donde el factor
moral es puesto de lado.
La situación es tan
inquietante que el
creador del Fórum
Económico Mundial, Klaus
Schwab, autor del libro
La Cuarta Revolución
Industrial, entre otras
obras, manifestó su
preocupación al declarar
que “Las nuevas
tecnologías están
acelerando los cambios
en la naturaleza del
trabajo [mecanismo
propiciador, cabe
enfatizar, de desarrollo
intelectual, moral y
material al Espíritu
encarnado]: hasta el
2020, casi la mitad de
las profesiones pueden
ser afectadas por los
avances en la robótica [en
absoluto detrimento de
los que necesitan
trabajar para al menos
sobrevivir]. Dado que
esos cambios ocurren a
uma velocidad sin
precedentes, serán
necesarias reformas em
uma larga escala de los
gobierno y de los
negócios”.
Aunque Schwab vaya al
centro de la cuestión,
infelizmente, no tenemos
conocimiento de ninguna
iniciativa que esté
siendo tomada para
disminuir ese
descalabro. Al parecer,
incluso organismos
internacionales como la
OIT están pasando de
largo del tema. El
interés es aún más
pequeño cuando se trata
de los gobiernos.
Prácticamente no se ven
debates y discusiones
más profundas – aún en
um ámbito académico - al
respecto. Por lo menos
en la vasta literatura
científica sobre ética
empresarial,
organizaciones y
sociedad escasean
análisis más profundos
sobre las consecuencias
de ahí derivadas. Es
igualmente sorprendente
notar la negligencia del
movimiento sindicalista
acerca de tan palpitante
asunto. En síntesis, la
gravedad del problema no
fue detectada o no
despertó interés
exactamente en los
grupos que podrían y
deberían actúar en el
encaminamiento de
soluciones aceptables y
equilibradas.
Sugiriendo sensatos
caminos para el
enfrentamiento de la
cuestión, Schwab observa
que “Nosotros deberíamos
considerar las máquinas
como un complemento de
nuestros esfuerzos,
ayudándonos a construir
un mundo más próspero,
global y sostenible. Las
inovaciones deben ser
usadas para beneficiar a
toda la humanidad”. Y
remata sus ponderaciones
al proponer que
necesitamos de una
“cuarta revolución
ideológica, centrada en
el ser humano, para
ayudarnos a encontrar
valores que sirvan de
base para nuestro futuro
colectivo”.
¿Delante del
desenvolvimiento
tecnológico, qué hacer?
Considerando la manera
descontrolada e inhumana
como el desarrollo
tecnológico viene siendo
implantado en el
planeta, es notorio que
sólo beneficiará a
algunos grupos de
privilegiados – nada
más, y nada menos. Si
tal escenario continuara
prevaleciendo, es
evidente que tendremos
un recrudescimento de la
pobreza y de
marginalización de las
masas. Urge, por lo
tanto, que los gobiernos
del mundo y los
organismos
internacionales
conectados al universo
del trabajo tomen
medidas concretas para
que el problema sea,
finalmente, ecuacionado.
No se trata de sugerir
aquí que haya una
discontinuidad en el
avance tecnológico. Pero
es perfectamente
practicable concebir que
moratórias en ciertos
sectores puedan ser
practicadas. Además de
eso, puede ser puesto en
práctica entrenamiento y
capacitación permanente
para los trabajadores,
así como la recolocación
de los afectados para
otros sectores, pero
bajo condiciones dignas
de remuneración y
valorización.
En síntesis, lo que
sugiero es que los
avances tecnológicos
sirvan siempre a los
intereses de toda la
humanidad sea a través
de leyes específicas o
de principios generales.
Para tal fin, es
indispensable que la
monitorización de las
iniciativas pertinentes
deba ser hecha con todo
el rigor. A fin de
cuentas, aún vivimos en
un mundo donde están
fuertemente presentes
los sentimientos de
egoísmo e indiferencia.
Como bien observa Schwab,
“el aumento de la
productividad no puede
ser el único objetivo de
la cuarta revolución
industrial. Yo creo que
ella también será una
revolución de valores,
donde iremos a incluir
ideas como decisión,
propósito e inclusión em
nuestro foco económico”.
De mi parte considero
que esa es una gran
oportunidad para ir un
poco más allá. En ese
sentido, lo que propongo
es que el desarrollo
tecnológico abarque
también la realidad del
Espíritu y sus
necesidades de evolución
bajo los auspícios del
amor, de la solidaridad
y de la compasión. El
verdadero progreso
humano pasa
necesariamente por la
absorción de esas
virtudes, de tal manera
que las instituciones
las reflejen igualmente
en el cumplimiento de su
papel. De lo contrario,
sólo se podrá vislumbrar
más pruebas para la
humanidad.
Como destaca el ilustre
Espíritu Joanna de
Ângelis en la obra Días
Gloriosos (psicografia
de Divaldo Pereira
Franco), “Conocimiento y
sentimiento uniéndose se
armonizan en la
sabiduría que es la
conquista superior que
el ser humano deberá
alcanzar, por lo tanto,
plenitud
intelecto-moral,
conforme acentúa el
noble Codificador del
Espiritismo, Allan
Kardec”.
(1)
Disrupções, plural de
disrupção, lo mismo que
dirupção: ruina,
desmoronamiento, rotura,
ruptura.
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