Era el día en que la
familia se reunía para
hacer el Evangelio en el
Hogar. Después de la
oración hecha por el
papá, dieron por
terminada la reunión.
Tomaron un vasito de
agua fluidificada y
conversaron, mientras la
mamá colocaba la mesa
para la merienda,
hablando sobre el tema
que el Evangelio,
abierto al azar, les
había traído para
reflexionar, mostrando
la necesidad de
desarrollar el amor al
prójimo.
Mientras la mamá
preparaba la merienda,
el papá y los niños
comentaban sobre el
texto, hablando de la
importancia de ayudar a
todas las personas que
lo necesitaran. En
ese momento, Julio dijo:
|
- ¡Papá, pero
hay personas que
abusan de
nuestra buena
voluntad! Muchas
veces ni
siquiera
necesitan y
piden algo por
hábito.
Carla, su
gemela, escuchó
sus palabras y
dijo:
- Pero, Julio,
¡el Evangelio
nos invita a
ayudar a todos
los necesitados!
¡¿ Cómo |
saber quién
realmente lo
necesita o quién
está abusando de
la gente?!... |
El niño pensó un poco y
respondió:
- ¡Es solo ver cómo
piden! ¡Hay personas que
tienen todo en casa y
viven pidiendo!...
El padre, deseando
mantener el ambiente de
paz que se había creado
con la reunión,
intervino:
- ¡Hijos míos! No
juzguen. Vamos a tomar
la merienda que mamá
preparó para nosotros.
Los niños estuvieron de
acuerdo y comenzaron a
servirse, hambrientos.
Al otro día, Carla fue
al colegio y vio a su
amiga Viviana con ropa
vieja e incluso raída.
La profesora Aurora,
viendo a la alumna sin
el uniforme escolar, le
preguntó por qué había
venido sin él, a lo que
ella respondió:
- Mi mamá lavó mi
uniforme, pero no pudo
lograr que se secara por
culpa de la lluvia.
Entonces, para no faltar
a clases, pensé que
mejor era venir así -
respondió ella, roja de
vergüenza.
- ¿Pero solo tienes un
uniforme, Viviana?
- ¡Sí, profesora! Es que
nuestra casa fue
afectada por las lluvias
que cayeron en estos
últimos días. ¡Entonces
mi mamá está lavando y
limpiando todo, mientras
mi papá repara el daño
que hizo la lluvia! Se
rompió el techo y el
agua inundó nuestra
casa. ¡Un
horror!...
Los estudiantes se
echaron a reír, pero la
profesora hizo una señal
a fin de parar la broma,
diciendo:
- ¡Esto es serio! ¡Es
una compañera suya que,
debido a las lluvias,
necesita ayuda! ¿Y si
fueran ustedes quienes
estuvieran en su
condición? Por eso,
todos ustedes deberían
ayudar a Viviana para
que pueda tener otro
uniforme.
Los alumnos bajaron la
cabeza, sintiéndose
avergonzados por haberse
burlado de la situación
de su compañera.
Después, una de las
alumnas levantó la mano
y dijo:
- Profesora,
Viviana y yo
tenemos la misma
talla; pensé en
darle una
camiseta. ¡Mamá
me compró tres
porque estaban
en oferta!
- Muy bien,
Betina. ¿Quién
más desea
compartir lo que
tiene con
Viviana?
- Yo te puedo
dar un pantalón.
¡Somos del
|
|
mismo
tamaño! - dijo
otra. |
Luego, otro levantó la
mano y ofreció una blusa
de lana; otra compañera
ofreció un par de
zapatillas, y así
sucesivamente.
- ¡Gracias, amigos!
¡Realmente necesito
uniformes! – contenta,
agradeció a sus
compañeros.
En ese momento, Carla
tuvo una idea:
- ¿Por qué no vamos a la
casa de Viviana? Así
sabremos lo que
realmente necesita la
familia.
Todos aplaudieron. Se
pusieron de acuerdo que,
al terminar las clases
de ese día, los
compañeros acompañarían
a Viviana a su casa. Al
sonar la campana, los
alumnos salieron juntos
rumbo a la casa de su
compañera, después de
avisar a sus familias
que irían a la casa de
una compañera con la
profesora.
Al llegar, se pusieron
tristes por el daño que
había hecho la lluvia,
pero se ofrecieron a
ayudar en la
reconstrucción. La
profesora llevó pan y
queso para prepararles
la merienda, y la mamá
de Viviana hizo
sándwiches para todos,
ya que no tendrían
almuerzo, y se pusieron
a trabajar: cargaron
madera, ladrillos, sacos
de cemento, cal y mucho
más. Cuando
terminó el día, estaban
cansados, pero felices.
Todos se abrazaron
preparándose para volver
a sus hogares. Se
sintieron muy
satisfechos por haber
trabajado ayudando a la
familia de su compañera.
Los padres de la niña
agradecieron la ayuda de
la clase y abrazaron a
todos los niños.
La unión entre ellos
había crecido mucho y
todos estaban felices.
Alguien recordó que
había otras personas con
problemas a causa de las
lluvias. Y,
intercambiando una
mirada, decidieron que
iban a ayudar a otras
familias. ¡Después de
todo, ahora tenían
experiencia y sabían
cómo hacerlo! ¡Podrían
ayudar a mucha gente!...
Terminado el servicio,
antes de irse,
sintiéndose contentos
por haber podido ayudar
a esa familia con buena
voluntad, sus pequeños
rostros se iluminaran
con lindas sonrisas.
Acordándose de su casa,
Julio sugirió:
- ¿Podemos hacer una
oración, dando gracias a
Jesús por haber podido
ayudar?
Los padres de Viviana
sintieron sus ojos
llenos de lágrimas y
estuvieron de acuerdo
con la propuesta.
- ¿Quién hará la
oración? - preguntó el
padre de Viviana.
- ¡Yo puedo hacerlo! -
dijo Julio, lleno de
buena voluntad.
Y cerrando los ojos, dio
las gracias a Jesús por
el día que habían
tenido, pidiendo paz
para esa casa y para las
casas de todos los
alumnos, incluyendo la
suya.
Antes de salir, se
despidieron de los
padres de Viviana con un
abrazo. ¡Todos
estaban felices!
MEIMEI
(Mensaje recibido por
Célia X. de Camargo, en
28/01/2017.)
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