He ahí que etapas a etapas estamos venciendo grandes
desafíos. Partimos de la divinidad y a ella volveremos.
El camino es largo, a veces pedregoso, a veces florido.
A veces hay en que lágrimas brotan de nuestras mejillas,
otras hay en que brota el aroma sutil que guía. Habremos
así de hacernos héroes de una batalla en que el vencedor
será el amor en nosotros y por nosotros. Lo difícil es
creer en esta hipótesis y, por eso, nos armamos con las
herramientas disponibles y capaces de destrozar y
destruir, siendo la peor de ellas la lengua felina
que
se estira de nosotros y alcanza lo que se encuentra más
distante, incomodándolo, retirando de él su confort
personal, psicológico y familiar. Es propio aún del
hombre en sus estádios primeros cuando sólo observa las
primícias del Reino de Dios en sí.
Es necesario avanzar, sorprenderse, intercambiar
conexiones neuronales, utilizándose de la
neuroplasticidad para fomentar el progreso espiritual.
El tiempo actual está lleno de informaciones sabias y
contundentes acerca de la vida y su dinámica. El tiempo
del “yo no creo” ya pasó. El desacreditar presupone
propuesta nueva, diferente e innovadora y no la simple
negación sin sentido o atributos que la sostengan. He
ahí entonces que surge la neuroplasticidad también
conocida como plasticidad neuronal, refiriéndose a la
capacidad del sistema nervioso de cambiar, adaptarse y
moldearse a nivel estructural y funcional a lo largo del
desarrollo neuronal y cuando es sujeto a nuevas
experiencias.
Antes la información era la de que no cambiábamos. Lo
que fuera establecido y archivado en el cerebro se
repetiría toda la vida. Así, el palo que naciera torcido
moriría torcido, según la expresión popular. Nada sería
capaz de enderezar aquella madera moldeada erróneamente
por la naturaleza. Y el individuo torcido tendría que
ser aceptado o eliminado, dependiendo del tiempo y de
la civilización a la cual perteneciera. Reglas, leyes,
dogmas, costumbres, usos, cultura.... Si él no se
adaptaba era considerado la oveja negra, el patito feo,
la mula sin cabeza que más servía para asustar que
contribuir. Y los así considerados ningún esfuerzo
hacían para modificaciones, una vez que ya estaban
rotulados y traían en sí, colgado en su ser, el guizo de
su marca.
Según André Luiz, el cerebro es el nido de la mente
Según la ciencia, la neuroplasticidad es un proceso
coordinado, dinámico y continuo que promueve la
remodelación de los mapas neurosinápticos a pequeña,
media y larga duración, para perfeccionar y/o adaptar la
función de los circuitos neuronales. Se sabe que los
circuitos neuronales son formados a partir de nuestras
elecciones y vivencias, necesidades y realizaciones.
Siendo así, todos nos modelamos según nuestras
perspectivas y archivos del inconsciente. Hay, con
todo, actualmente la propuesta de la remodelación. Nos
dice la neurociencia que “... esta remodelación
compromete el estado básico de la actividad neuronal y
promueve una ruptura en el balance de la actividad
normal del cerebro”. Ocurre al nivel de la liberación de
neurotransmisores que actúan en los cambios de las
formaciones de las redes neuronales. A guisa de
información colocamos aquí que el neurotransmisor, o
agente químico elaborado por una célula pre-sináptica,
atraviesa la sinapse, asegurando la transmisión de los
influjos nerviosos, llevando comunicaciones para que el
cerebro funcione de la forma como desea el Espíritu.
Continúa la ciencia informándonos que esta plasticidad
ocurre en variados niveles e incluye numerosos eventos,
desde la apertura de ciertos canales iónicos que
promueven despolarización de las membranas de las
neuronas, formación de potenciales de acción y la
remodelación de las estructuras sinápticas (nivel
celular/molecular) hasta la reorganización de los
circuitos neuronales y mapas sinápticos a ellos
asociados (nivel de circuitos), creando conexiones
neu-ronales más duraderas. Es toda una maquinaria al
servicio de la mente, pues, según André Luiz, el cerebro
es el nido de la mente. Siendo así la mente que, según
Emmanuel es “el espejo de la vida” estaría subdividida,
según aún el autor, a un taller y sus diversas secciones
de servicios, en que la voluntad es la gerente
esclarecida y vigilante, gobernando los sectores de la
acción mental. De esta forma, cuando la voluntad está
aureolada por la razón después de laboriosa y
multimilenario viaje del ser por las provincias
obscuras del instinto, puede operar maravillas en los
campos de la acción, reacción, construcción y
remodelación.
Por la voluntad el Espíritu cambia el rumbo de su vida
“El cerebro es la dínamo que produce energía mental,
según la capacidad de reflexión que le es propia; sin
embargo, en la voluntad tenemos el control que la dirige
en ese o en aquel rumbo, estableciendo causas que
comandan los problemas del destino” – informa Emmanuel
en el capítulo 2 del libro Pensamiento y Vida. La
voluntad es, según él, “el impacto determinante”. Así,
por la voluntad el Espíritu cambia el rumbo de su vida y
en ese requisito él es soberano. Jesús nos dijo: “Sea el
vuestro hablar sí, cuando sea sí, y no cuando sea no” En
este momento Él atestó nuestra soberanía en las
elecciones, pero nos orientó en lo tocante a las mismas
elecciones direccionándolas para dos eventos: o la
elección correcta o la elección errada. Y es lo que
hacemos continuamente: escogemos lo correcto o lo errado
y respondemos por eso. Escoger está directamente
conectado a nuestras convicciones, que se manifiestan en
el cerebro a través de los circuitos neuronales. Ahora,
el Espíritu sabedor de sí, buscador de sus avances,
aplica en sí lecciones y experiencias renovadas buscando
su perfeccionamiento constante.
Así, constantemente él necesita modificar sus conexiones
neuronales buscando vislumbrar nuevas premisas y/u
horizontes. Entonces hay un mecanismo que promueve esos
cambios. La ciencia nos indica que es en el cambio de la
fuerza de transmisión sináptica, modelada por el ritmo
la que los neurotransmisores son liberados y
capturados, que reside la base para el fenómeno de
plasticidad. Esta dicta los cambios molecularmente
complejos estructurales y funcionales al nivel sináptico
que se refleja en la dinámica de las redes neuronales.
La neuroplasticidad está, por lo tanto, íntimamente
relacionada con la reestructuración cerebral promovida
por cambios coordinados, por el mando del Espíritu, en
las estructuras sinápticas y proteínas asociadas que
llevan al remapeamiento de los circuitos neuronales y,
así pues, al procesamiento de información y formación de
memo-rias.
Podemos cambiar en el tiempo y en la hora que deseáramos
Al principio estos términos parecen de difícil
asimilación; nosotros los preservamos en el objetivo de
promover el pensamiento de seriedad que viene siendo
estudiado por los neurocientíficos. Se sabe hoy que
podemos realizar cerca de sesenta trillones de sinapses
en nuestros cerebros. Esto nos capacita a vivir en el
mundo de relación, enriquecidos y pertinentes de
informaciones que nos conduzcan a aprendizajes
renovables, posibles por la plasticidad de esas
sinapses. O sea, nada es rígido. Podemos cambiar el
tiempo y en la hora que deseáramos. El famoso dicho “soy
así, voy a vivir así y morir así” sólo vale para
aquellos que sinceramente lo desean.
Emmanuel nos recuerda en el libro Pensamiento y Vida,
capítulo 4, que “dos alas conducirán el espíritu humano
a la presencia de Dios. Una se llama amor; la otra,
sabiduría. Por el amor, que, por encima de todo, es
servicio a los semejantes, la criatura se ilumina y
transforma por dentro, emitiendo, en favor de los otros,
el reflejo de sus propias virtudes; y por la sabiduría,
que comienza en la adquisición del conocimiento, recoge
la influencia de los vanguardistas del progreso, que le
comunican los reflejos de la propia grandeza,
impuláandolas para lo Alto”. Se ve ahí la importancia de
estar siempre atentos y listos a los cambios. Imaginemos
que lo Alto está lleno de datos aún no captados por el
Espíritu humano y que sólo lo hará si estuviera listo
para modificarse permanentemente.
La neuroplasticidad y la neuromodelación tienen un
papel importante en la alteración del estado de
excitabilidad del cerebro y en la regulación de estados
comportamentales. Continuemos extrayendo de la ciencia
sus preciosas informaciones: “La capacidad del cerebro
sufrir alteraciones sinápticas hace que los circuitos
neuronales sean capaces de transformarse y es esta
característica única que está en la base del aprendizaje
y de la memoria. Este es um proceso constante y
continuo, a que está impreterriblemente conectado a una
adaptación al ambiente circundante y a las nuevas
experiencias que van surgindo”.
Nuestros cuerpos físicos pueden sufrir alteraciones no
heredadas
Aquí podemos pensar en los estudios del Evangelio y de
la Doctrina Espírita. A medida que nos vamos apropiando
de los contenidos teóricos, vamos modificando
comportamientos y estos alteran nuestras sinapses y
construcciones neuronales. Dentro de un determinado
tiempo el Espíritu, atento y vivificante en los cambios,
automatiza sus contenidos y pasa a ser cristiano sin
rotulación poderoso de la verdad cristiana, porque es
apropiada en sí. Cambia de categoría conforme nos indicó
Allan Kardec em El Libro de los Espíritus,
cuestión 110.
Ahora veamos que en la base del proceso de aprendizaje y
almacenamiento de memoria está el proceso hebbiano de
neuroplasticidad que implica más per-sistencia por
parte del agente modificador, el Espíritu. De ahí
percibimos que la fe y la perseverança deben estar
juntas para que nos transformemos seriamente y nos
modifiquemos interiormente. Nos dijo Jesús que debemos
hacer brillar nuestra luz. Emmanuel nos habla que “la
lección de Jesús debe ser aplicada en todas las
condiciones, todos los días”. Corroborando así con la
ciencia que pide persistencias para que las redes
neuronales se modifiquen y estableced cómo un nuevo
patrón de comportamiento. Entonces el acto de
evangelizarse pasa por principios teológicos,
filosóficos y científicos. Teológico por una necesidad
que la criatura siente, en determinado momento de su
evolución, de conectarse definitivamente al Creador; de
ahí el esfuerzo de cambio. Filosófico porque necesita
adquirir conocimientos para operar tal cambio en sí; y
científico como un elemento empírico necesario a la
consolidación de la experiencia.
Junto con la neurociencia y la neuroplasticidad contamos
aún con las informaciones de la epigenética. El término
“epigenética” tiene origen en el griego, en que “epig.”
significa “arriba, cerca, a continuación”, y estudia los
câmbios en las funciones de los genes, sin alterar las
secuencias de bases de la molécula de ADN. En otras
palabras significa decir que nuestros cuerpos físicos
pueden sufrir alteraciones no heredadas de nuestros
ancestrales.
Vivir en gloria con el Señor es ser uno en dos
De esa forma, el Espíritu modifica su estructura tanto
cerebral en cuanto el organismo como un todo, en
consonancia con sus opciones, comportamientos y
decisiones. La epigenética es un estudio nuevo y
corrobora con lo que Emmanuel ya había dicho en 1958
cuando el lanzamiento del libro Pensamiento y Vida.
Está en el capítulo 5: “El cuerpo humano, debidamente
estudiado, se reveló, no más como materia cohesiva,
sino una especie de vehículo energético, estructurado en
partículas infinitesimales que se atraen y se repelen,
recíprocamente, con el efecto de microscópicas
explosiones de luz. En la intimidad de ese glorioso
imperio de la energía tenemos los rayos mentales
condicionando los elementos en que la vida se expresa”.
Explosiones de luz, rayos mentales, condicionamiento de
elementos, todo eso siendo vivido y alterado por
opciones del gerente que es el Espíritu. Cambiamos
nuestros cerebros y organismos en consonancia con lo
que deseamos. Es siempre bueno que nos acordemos de las
palabras de Jesús cuando nos dijo que Dios es justo y da
cada uno en consonancia con sus obras. Deseando un
cerebro confuso, basta permitirme confuso. Deseando un
cuerpo enfermo o deficitario, basta comportarme como
enfermo y deficitario. “Estemos, así, buscando
incesantemente el bien, ayudando, aprendiendo, sirviendo,
disculpando y amando, porque, en esa actitud,
reflejaremos a los cultivadores de la luz, resolviendo,
con seguridad, nuestros problemas de compañía” – nos
dice Emmanuel en el capítulo 8 del libro Pensamiento
y Vida.
De hecho, nuestras compañías reflejan en nosotros lo que
son y, por nuestra parte, reflejamos en ellas lo que
somos, en una permuta permanente de enriquecimientos del
mal o del bien. Deseando sinceramente vivir en la
gloria del Señor, necesito buscar su presencia, su
compañía. Esto puedo hacer, puedo cambiar, capacitarme y
ser otro a partir de mí mismo, una vez que vivir en
gloria con el Señor es ser uno en dos, como nos dijo
Jesús: “Yo y el Padre somos uno”. (Juan 10:30)
Translation:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com