La
experiencia
Un día, el
profesor
conversaba con los alumnos cuando uno de ellos le dijo
desanimado:
- Profesor Joel, ¡no entiendo por qué me he sacado tan
baja nota! Yo pensé que tenía la respuesta correcta,
pero estaba mal.
¡Estoy muy triste!...
- Lucas, no pensaste bien al responder las preguntas. Si
hubieras pensado mejor, habrías acertado. Ustedes
necesitan reflexionar sobre la pregunta y, después,
encontrar la mejor respuesta, ¿entendiste? – dijo el
profesor al escuchar el reclamo del niño.
- Más o menos, profesor. ¡Pienso que no entendí lo que
usted quería!
- Exacto, Lucas. La pregunta era para que ustedes
pensaran y respondieran de la mejor manera posible.
Los alumnos se miraron entre ellos como si no
entendieran. El maestro los miró y propuso:
- ¿Qué tal si hacemos un ejercicio?
Los alumnos estuvieron de acuerdo con la sugerencia.
Entonces, el profesor movió la cabeza, puso las manos en
los bolsillos de su pantalón y sacó los billetes que
tenía. Después, separó los cinco que eran de igual
valor.
- ¡Bien! Vamos a ver quién quiere participar en el
ejercicio.
Necesito
cinco
alumnos.
Varios alumnos levantaron la mano y el profesor escogió
a cinco de ellos.
Después,
explicó:
- Voy a darles un billete de 10 reales a cada uno de los
alumnos participantes. La próxima semana, ustedes
deberán devolverme los 10 reales, más lo que hayan
conseguido reunir con su trabajo, ¿está bien?
Los niños estuvieron de acuerdo y toda la clase
aplaudió.
El
profesor
informó:
- Ustedes, los demás alumnos, serán los jueces,
decidiendo quién trabajó mejor con el dinero que
recibió.
Entonces,
¡buen
fin
de semana para todos!
Los alumnos salieron del salón pensando. ¡¿Qué hacer con
los 10 reales?!... Pero ese era el problema de los
alumnos que estaban participando en el juego.
El primero, Roberto, era un niño muy pobre. Al llegar a
casa, vio que su mamá no tenía nada para el almuerzo.
Metió la mano en el bolsillo del pantalón y, sintiendo
el billete, decidió que no tenía importancia no ganar,
pero en ese momento necesitaba dar el billete a su mamá,
a fin de que compre algo para el almuerzo de la familia.
El segundo, Miguel, llegó a casa pensando en qué hacer
que el billete produzca más. Recordó que a su mamá le
gustaba hacer dulces, entonces le dijo a su mamá:
- ¡Mamá, gané 10 reales y necesito hacer que el dinero
aumente; me acordé que tus dulces son muy buenos!
¿Podrías hacerlos?
La mamá estuvo de acuerdo. Entonces, después del
almuerzo, arregló la cocina y salió a comprar lo que
necesitaba. Ella gasto exactamente los diez reales y
volvió a casa. Puso los ingredientes en el fuego y,
después de un tiempo, el buen olor del dulce se esparcía
en el aire. Sacó la olla del fuego y puso el dulce en
una bandeja, la esparció bien y después lo cortó. Luego,
se secaron y quedaron con un olor apetitoso. Miguel
cogió una canasta, puso los dulces adentro y salió a
venderlos. Media hora después volvió sin nada, y con el
bolsillo
lleno de dinero. ¡Los 30 dulces rindieron 30 reales!
El tercero, Juan, pensaba en cómo hacer rendir su
dinero. Pero al llegar a casa vio a su mamá afligida. El
hijo de tres años se había caído y se había lastimado, y
su mamá necesitaba comprar medicina. Juan sintió el
billete en su bolsillo y respiro profundo; metió la mano
en su bolsillo y entregó el billete a su mamá. Aliviada,
ella fue a la farmacia, trajo
la medicina para quitar el dolor de su hijo y se quedó
feliz. Pronto, el pequeño estaba durmiendo aliviado.
El cuarto, Gabriel, dejó el colegio pensando qué hacer
con su dinero. Pasando por una placita, vio a sus amigos
jugando a las canicas apostando. Entonces, decidió hacer
lo mismo. En su turno, ganó algunas monedas más.
Animado, siguió jugando. Solo que perdió lo que había
ganado y también lo que había recibido. Sin nada en el
bolsillo, volvió a casa muy triste.
El quinto, Murilo, sabía que la situación en su casa era
grave. No había dinero para nada. Con su papá y su mamá
desempleados, la familia no tenía qué comer y sus
hermanos lloraban de hambre. Entonces, Murilo entregó
los 10 reales para que su mamá comprara algo para
alimentarlos. Ese día, Murilo se sintió feliz al ver el
rostro alegro de los pequeños. Había perdido la
oportunidad de hacer rendir su dinero, pero tenía la
consciencia tranquila.
En el día señalado por el profesor, después de clases,
los alumnos escogidos tenían que explicar cómo habían
usado el billete de 10 reales, y cada uno de ellos fue
contando lo que había hecho con el dinero recibido. Al
final, el profesor preguntó a los alumnos qué pensaban
del resultado del ejercicio. Cada uno dio su opinión
sobre lo que habían hecho
con los 10 reales. Y el profesor explicó:
- ¿Se dieron cuenta? Cada uno tuvo que usar la cabeza
para decidir cómo usar el dinero que habían recibido.
Estoy contento al ver que, en general, ellos actuaron
pensando en la familia y no en ellos mismos, ¿vieron?
Todos estuvieron de acuerdo. Pero Alina levantó la mano
y consideró:
- En general, ellos usaron bien su dinero. Sin embargo,
hay alumnos que pensaron más en las necesidades de la
familia que en las suyas. ¡Pienso que eso es muy
importante, profesor! Con la excepción de Gabriel que
actuó mal por haber
pensado
solo en él mismo. Quedó encantado con ganar más dinero,
que era suyo, sin preocuparse por nadie más.
Pienso que él mereció perder.
Bajando la cabeza, avergonzado, Gabriel estuvo de
acuerdo con su compañera, diciendo:
- Tienes razón, Alina. Viendo cómo los demás gastaron su
dinero, entiendo que ellos han sido mucho mejores que
yo, y aprendí cuánta necesidad existe que nosotros
desconocemos.
Los alumnos aplaudieron y el profesor agradeció la
colaboración de todos.
- ¿Entendieron lo que yo deseaba en el examen? ¡Que
reflexionaran sobre las situaciones de cada uno y
presentaran la mejor solución!
MEIMEI
(Recibida por Célia X. de Camargo, en Rolândia, el
21/11/2016.)