Respuesta de la vida
Beto estaba jugando en la vereda frente a su casa cuando
la pelota se fue a la calle y él fue a buscarla.
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En ese
momento, un carro dio vuelta a la esquina y no tuvo
tiempo de frenar, atropellando al niño frente a dos
compañeros asustados.
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Inmediatamente el conductor paró su vehículo y corrió a
socorrer al niño desmayado. Los compañeros llegaron y el
conductor preguntó dónde vivía el chico que había
atropellado, pidió que avisaran a la familia, mientras
él llevaba al niño al hospital. |
Dejó su nombre, dirección y número de teléfono para que
pudieran hablar con él, y salió en dirección al hospital
más cercano, donde Beto fue atendido rápidamente en
emergencias y después llevado a un cuarto.
En poco tiempo, la mamá de Beto llegó asustada:
- ¡¿Qué pasó con mi hijo?!...
Pálido, el desconocido que velaba por él sentado en una
silla, se levantó y explicó:
- Señora, mi nombre es Carlos. Fui yo quien atropelló a
su hijo Beto. Él está bien, ya fue socorrido y su pierna
fue enyesada, pues tenía una fractura. Pero él está
bien; solo tomó un analgésico para el dolor y está
descansando, pero estaba muy nervioso, pensando que sus
padres estarían molestos con él.
La mamá se acercó a su hijo y le dio un beso entre
lágrimas:
- ¡Pobre Beto! Pero ¿cómo pasó ese accidente?
- ¡Yo pasaba en el carro por esa calle cuando vi un niño
que corría detrás de una pelota! ¡No me dio tempo para
nada! ¡Cuando lo vi, él estaba en la calle recogiendo la
pelota!... ¡Pasó demasiado rápido! Perdóneme, pero no me
dio tempo de frenar.
La mujer, llorando, lo miró con cara de pocos amigos y
sugirió:
- De seguro estaría corriendo mucho, ¿verdad?
- No, señora. ¡Al contrario, iba lento! Si hubiese ido a
velocidad, no habría podido frenar, ¡se lo aseguro!
La mamá de Beto estaba muy nerviosa y sugirió que él ya
podía irse fuera, porque ella se ocupará de él. Carlos
se disculpó una vez más, le dio una tarjeta para que
pudiera hablar con él en caso de necesidad, y se
despidió.
La mamá se quedó en el hospital, preocupada por el
estado de su hijo. Más tarde, el papá de Beto llegó y
explicó que, al llegar a casa para el almuerzo, se
enteró que Beto estaba en el hospital y corrió hacia
allá. Después preguntó:
- ¿Cómo está nuestro hijo, Sonia?
- Está bien. No te preocupes. Parece que solo fue una
pierna rota.
¡Gracias a Dios!...
- Pero, ¿y el conductor? ¿Lo viste? ¿Qué te dijo? ¿Dejó
su dirección
por si fuera necesario?
¡Porque podríamos necesitarlo!...
- ¡Calma, Rodrigo! Él dejo sus datos en caso fuera
necesario.
¡Aquí están!
Y Sonia le dio al marido los datos del conductor, que
examinó todo cuidadosamente.
De repente él se paró y dijo:
- ¡Sonia!... ¡¿Sabes quién es ese sujeto que atropelló a
nuestro hijo?!...
- ¡Claro que no! ¡Nunca lo vi en la vida!
Rodrigo miró por largo rato a su esposa moviendo la
cabeza y dijo:
- ¡Él es el padre de ese niño pequeño que tú
atropellaste hace algunos años!
- ¡No puede ser, Rodrigo! ¡Ese hombre es mucho más mayor
que el padre de ese niño!...
- Pues es él mismo. Estoy absolutamente seguro.
Necesitamos hablar con él, conversar.
Más tarde, ese mismo día, Beto estaba bien y fue a casa.
Apenas llegaron a casa, lo dejaron con la hermana mayor
y fueron a la casa de Carlos.
Sabían dónde vivía. Tocaron el timbre y pronto su esposa
fue a abrir. Al verlos, los recibió muy bien y llamó a
su marido que acababa de tomar un baño.
Cuando Carlos
llegó, saludó a las visitas y se sentó al lado du su
esposa.
Sonia, la madre del niño, no sabía cómo disculparse por
lo sucedido:
- ¡Carlos, perdóneme! ¡Estaba tan trastornada que no lo
reconocí!...
- No tiene importancia. ¿Cómo está el niño?
¿Está bien?
- Sí, ya está en casa.
¡Pero lamento todo lo que le dije hoy, Carlos!
¡Estaba tan nerviosa que no imaginaba que fuera usted!
¡Usted, que perdió un hijo por mi culpa!
Él sonrió tristemente y respondió, sereno:
- No se preocupe, Sonia. Lo que ocurrió en el pasado iba
a suceder de cualquier manera. Estoy seguro de que
nuestro pequeño Arturo iba a quedarse poco tiempo en la
Tierra. Hoy, nosotros somos espíritas y creemos que todo
lo que sucede está bajo las Leyes Divinas sabias y
perfectas. Así que no se preocupe. Estamos bien, nuestro
pequeño hijo Arturo está bien y vive en el Mundo
Espiritual.
Sonia y Rodrigo escucharon las palabras de Carlos y se
miraron, sin entender bien lo que él quiso decir con
eso.
- ¡¿Quiere decir que “su hijo Arturo” está vivo en algún
lugar?!...
- ¡Sí, estoy seguro! Y es ese pensamiento el que nos
hace vivir con alegría y serenidad. Si quieren conocer
cuál es la razón por la que estamos serenos y viviendo
bien, solo tienen que aceptar acompañarnos a un Centro
Espírita, donde encontrarán todas las respuestas a sus
preguntas.
¿Aceptan?
Sonia y Rodrigo se miraron y aceptaron la invitación
animados. Después, las parejas se abrazaron y Sonia se
disculpó con Carlos por la manera cómo lo había tratado
esa tarde.
Y así, debido a ese accidente, ellos se volvieron
grandes amigos y frecuentadores de una Casa Espírita,
con el amparo de los Amigos Espirituales y del pequeño
Arturo, ¡que está muy feliz!...
MEIMEI
(Recibida por Célia X. de Camargo, en Rolândia,
01/8/2016.)
Traducción:
Carmen Morante:
carmen.morante9512@gmail.com