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Cómo el Espiritismo transformó la vida de un
médico |
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Vanderlei Antonio Padoves (foto), natural de São
José do Rio Preto y residente de Itápolis, ambos municipios paulistas, es médico y se vincula al Centro
Espírita A Nova Era, donde trabaja como pasista y
esclarecedor en un grupo mediúmnico.
¿Cómo y cuándo se volvió espírita?
Mi familia era católica. Alrededor de los 11 ó 12 años
yo comencé a cuestionarme. ¿Por qué tanta pompa cuando
hablaban en nombre de Jesús y Él fue pobre y sencillo?
¿Cuánto dinero se quita a los pobres de las más diversas
formas, mientras que el obispo vivía en un palacio?
¿Podía una simple confesión limpiar todos los pecados?
¿Por qué Dios, siendo Padre, ponía en el mundo pobres y
ricos, saludables unos, enfermos los otros y lisiados de
nacimiento? ¿Si todos son sus hijos, porque sucedía eso?
Le preguntaba a mi madre y la pobre no sabía responder.
Quedaba afligida y me decía que dejara de preguntarle
porque le hacía perder la fe. Entonces, no recuerdo
dónde, compré una novela espírita.
Le di un vistazo y me pareció interesante. La leí, me
gustó y compré otras. Sentí
que aquello tenía lógica. Fue entonces que, tampoco
recuerdo cómo, me volví socio de un club del libro
espírita. Allí leí Nuestro Hogar y Acción y
Reacción de André Luiz. Fue allí que comencé a
entender los porqués. Gracias a Dios, no fue por el
dolor que me volví espírita.
En su experiencia y en la actividad profesional, ¿cómo
influyó el conocimiento espírita?
Creo que me volví más comprensivo, tal vez más humano.
También que no necesitamos mucho dinero para vivir.
Quizás también haya hecho que trate de mantenerme
actualizado, dentro de lo posible.
¿Qué le llamó más la atención de la Doctrina Espírita:
la lógica y el buen sentido o las realidades que trae su
contenido?
Todo. El Evangelio según el Espiritismo es
realmente extraordinario. Todo sigue una lógica
impresionante. ¡Si yo pudiera seguir una pequeña
fracción de lo que ahí se enseña!
De sus recuerdos en el terreno profesional, ayudado por
el conocimiento espírita, ¿qué le marcó más?
Una vez yo estaba solo en el centro quirúrgico cuando
una enfermera, afligida, me llamó porque una gestante
estaba dando a luz. Se trataba de un parto dificilísimo.
La pelvis de la paciente era muy estrecha y el feto
estaba sufriendo. Una cesárea era imposible. Muy
ansioso, traté de extraer a la criatura manualmente pero
no lo conseguía. Súbitamente escuché una voz: -
Deténgase y cálmese, porque el niño va a girar. Me
aparté, el niño rodó lateralmente y nació. Atribuyo lo
ocurrido exclusivamente al plano espiritual.
En las actividades del centro espírita, ¿qué le llama
más la atención en relación al público, a los estudios,
así como los intereses que pueda despertar sobre los
temas traídos por el Espiritismo?
Me pongo muy feliz cuando el público es numeroso, pero
lo que más me entusiasma es percibir que las personas
están atentas. Cuando eso ocurre, tengo la certeza de
que una buena parte va hacer varias preguntas, regresar
otras veces y, sobre todo, adquirir literatura y, quién
sabe, informarse sobre las actividades de la Casa,
convirtiéndose en un futuro trabajador.
En las aficiones naturales de un paciente ante los
cuadros difíciles de las enfermedades, simples o
complejas, ¿cómo conectar el trabajo médico con la
posibilidad de calmar y orientar a pacientes afligidos,
pues no siempre los profesionales de la medicina aceptan
la interferencia espiritual en el tratamiento de las
enfermedades o del valor de la oración y de la confianza
en Dios?
Con frecuencia digo: la medicina es muy buena, pero por
encima de todo está Dios. Yo le pido muchas veces a los
familiares que oren. En cuanto a los pacientes, depende.
Algunos encaran esto como un tipo de extremaunción.
Si le pudiese decir algo al gran público, especialmente
a los enfermos que buscan ayuda y también a los
espíritas, ¿su corazón qué le pide decir?
No sé si muchos van a estar de acuerdo conmigo, pero
cuanto más me acerco a la espiritualidad más cosas
buenas ocurren, aun cuando el paciente esté en una fase
terminal. A veces el paciente está sufriendo tanto, y la
medicina no puede hacer nada, que le pido a Dios que se
lo lleve. Pero ocurren a veces verdaderos “milagros” que
la medicina no puede explicar. Aun con todo lo dicho, en
hipótesis nadie debe quitar la esperanza al paciente. El
contacto, las palabras de cariño tienen un poder mágico.
El enfermo necesita sentir que no es solo uno más.
Necesita saber que él les importa.
¿Algo más que le gustaría añadir como palabras finales?
Por más penosa que sea la vida, no podemos olvidarnos de
dos cosas muy dichas, pero nunca olvidadas: Si sufro es
porque hay una causa que necesito entender. Y la vida es
demasiado corta para lamentaciones. Aprovechemos el
tiempo. Limpiemos nuestra casa mental. Vivamos con
alegría.