Es fácil que percibamos ciertas etapas de nuestra
historia evolutiva – el caminar por las savanas, la
comunicación por gestos, los gritos de socorro, las
primeras herramientas, la creación de adornos, el
establecimiento de vínculos afectivos, la formación de
grupos sociales organizando estratégias de dominación y
rituales de convivencia.
Conquistamos, gradualmente, la marcha bípedo, el
lenguaje hablado, la habilidad artística, formamos los
grupos étnicos, acumulamos una cultura, la afectividad y
la religiosidad.
El niño de hoy repite, en
parte, ese proceso filogenético – esa trayectoria
evolutiva está presente en sus primeros pasos, en el
balbuceo, en las primeras palabras, en el manoseo de los
juguetes, en el apego familiar y en la sociabilización
del grupo escolar.
¿La mediumnidad fue una conquista de la evolución
humana?
¿Estamos autorizados a identificar una evolución y una
transmisión hereditaria en la mediumnidad?
Siendo una propiedad
orgánica que se procesa en el cerebro del médium, esa
posibilidad merece estudio – de lo contrario ella sería
un “talento metafísico”, un don divino obtenido por
gracia, mérito, privilegio, punición, compromiso o
necesidad.
La mediumnidad es un
proceso de comunicación entre dos inteligencias: el
Hombre, un ser encarnado, y el Espíritu, um ser
desencarnado.
La inteligencia es una
aptitud cerebral y como tal es un buen ejemplo para
identificar el peso de la herencia genética y la
actuación de un ambiente rico en estimulación
perfeccionando su capacidad. Veremos eso más adelante.
Vamos a ver lo que enseña la Filosofía y la Ciencia
Hipócrates:
“El cerebro, y solamente el cerebro, es la fuente de
nuestros placeres, alegrías, sonrisas y encantamientos,
así como de nuestras tristezas, dolores, lutos y
lágrimas. Es, especialmente, el órgano que usamos para
pensar y aprender, ver y oír, distinguir lo feo de lo
bello, lo bueno de lo malo y el placer de lo
desagradable. El cerebro también es la morada de la
locura y de los delirios, de los miedos y terrores que
nos asaltan por la noche o de día, del insomnio y del
sonambulismo, de los errores embarazosos y de los
pensamientos que no ocurrirán, de los deberes olvidados
y de las excentricidades.”
Vamos a comprender bien lo que dice Hipócrates: él
atribuye exclusivamente al cerebro y sólo al cerebro
toda nuestra actividad mental y, principalmente,
nuestros comportamientos. Las neurociencias de hoy no
dan crédito a esas afirmaciones de Hipócrates – se
apoyan exclusivamente en esa visión materialista.
René Descartes, Espinoza y Damásio:
No se cuestiona la existencia del cerebro y de la mente,
pero siempre existió el dilema: ¿dualismo o monismo –
cerebro y Mente o cuerpo y Alma son entidades diferentes
o una cosa única?
Descartes fue el filósofo del dualismo, separando la
cosa física en el cerebro y la espiritual en la mente.
Ese filósofo francés intuyó que la sede del alma estaría
en la glándula pineal, que compatibilizaría los
fenómenos mentales con el cerebro.
Espinoza propuso que
cuerpo y Alma serían una sola cosa, lo que ocorre en uno
ocurre en la otra.
Y en nuestros días el neurocientífico António Damásio
enseña que los procesos cerebrales tienen siempre una
repercusión psicológica y todo fenómeno psicológico
tiene una representación en el cerebro.
Darwin:
La evolución ocurre cuando
aparece en determinado organismo una característica que
le favorezca una mejor adaptación por el medio ambiente
aumentando su oportunidad de sobrevivir – es el proceso
de selección natural, por el cual sobrevive y procrea el
más apto.
En esa teoría la gran
dificultad es justificar el nacimiento de organismos con
tales modificaciones y portadores de características
ventajosas – una determinada variación, que ocurriría
por casualidad, sólo permanecerá a lo largo de la
reproducción si esa característica fuese más adaptativa
y ventajosa para la supervivencia. Hay de eso una
infinidad de ejemplos: podemos atenernos a los
diferentes formatos del pico aviar, las plumas en las
aves, la posición de oponencia del pulgar, la visión
binocular.
Mendel:
Estudiando el cruzamiento
de los guisantes, Mendel percibió que, ciertas
características, como el color de las semillas, tenían
una frecuencia de descendientes mayor y otras más
pequeña. Denominó unas de características dominantes y
otras de recesivas, cuando sólo en determinados
pareamientos ellas aparecen. Podemos ver ese fenómeno
fácilmente en los cruzamentos humanos cuando se observa
el color de la piel o de los ojos, la altura de la prole
o la tendencia a la obesidad.
Mendel ignoraba que factores biológicos estaban siendo
transferidos de un organismo para otro marcando sus
características. En el ni Darwin sabían de la existencia
de cromosomas y genes, que vinieron a explicar
minuciosamente el mecanismo de transmisión de la
hereditariedad.
Mendel en Dinamarca, Darwin en Inglaterra y Kardec en
Francia – contemporáneos que no conocían el trabajo unos
de los otros, pero bajo la orientación de la
espiritualidad mayor –, introducían en la Humanidad las
primeras nociones de nuestra responsabilidad evolutiva y
de nuestros compromissos con la hereditariedad.
Hoy, el mapa genético
permite que se identifique el gen conectado a
determinadas características físicas, psicológicas y
patológicas del organismo humano; muchas de esas
situaciones son poligénicas, como es el caso de la
inteligencia, que se atribuye a por lo menos 52 genes.
Piaget:
El biólogo y psicólogo
francés Jean Piaget hizo un estudio longitudinal de sus
2 hijos analizando el desarrollo de la inteligencia. Él
percibió que hay etapas a recorrer en la adquisición de
cualificaciones específicas en el desarrollo de la
inteligencia. Su teoría es aceptada hoy con ciertas
restricciones, pero queda patente su universalidad – o
sea, hay en el cerebro del niño una programación
biológica que le permite desarrollar una cualificación
que denominamos de inteligencia.
Y Kardec, ¿qué nos enseña?
El paradigma espírita
Existen varias corrientes
religiosas que hablan de la vida después de la muerte.
Una de ellas enseña que el alma gozará de paz y
felicidad si su vida fue sin pecados o, vivirá tormentos
eternos se desobedeció a las Leyes de Dios. Una otra
dice que después de la muerte las Almas dormirán un
sueño sin despertar, aguardando la resurrección de Jesús.
En ninguno de los dos casos las Almas, después de la
muerte, vuelven para nuevo contacto con los parientes o
amigos que dejaron en la Tierra.
El Espiritismo entiende
que, después de la muerte, los Espíritus se sitúan en
otro plan de la vida, en tareas que los atraen tanto por
el interés como por la necesidad, y millones de ellos
permanecen a nuestro lado, manteniendo sintonía con
nuestros pensamientos, interfiriendo en nuestras vidas,
sugiriéndonos tanto buenas cómo malas conductas en
nuestras decisiones. En la mayoría de las veces nuestro
contacto con ellos es sutil e insospechable, pero, a
través de los médiums, es ostensivo, vibrante y
conmovedor.
El Cerebro y la
Mediumnidad
Enseña Kardec que el
fenómeno mediúmnico se procesa a través del cerebro del
médium: es en el cerebro del médium que el Espíritu
comunicante va a buscar elementos para producir su
trabajo. En toda comunicación inteligente hay una
contribución del dominio del conocimiento del próprio
médium.
La inteligencia y toda
capacidad mental de un individuo son propiedades del
Espíritu, siendo el cerebro sólo un instrumento que le
permite manifestarse en ese mundo. Pero la
predisposición orgánica del cerebro del médium debe
poseer las condiciones adecuadas para la manifestación
del Espíritu.
Los programas cerebrales
heredados
Todo niño al nacer muestra un conjunto de actividades
reflejas e instintivas fáciles de percibirse en una
evaluación trivial. Sus manitas cojan cualquier objeto
que toca, el chupete o el mamar de la madre desencadena
rápidamente el mecanismo de succión.
Entre los 5 y 7 años de edad los niños son llevados
hasta la escuela donde son estimuladas a aprender a leer.
En esa edad ellas ya saben dar significado al que ven y
al que oyen – es un gatillo, es un pajarito o es la voz
de la mamá que ella identifica como diferente de un
extraño.
Para lectura, el cerebro no crea una nueva área, una
nueva región, construye sólo una nueva función
aprovechando las áreas donde el niño ya habla y deletrea,
oye y comprende los fonemas, y ve los símbolos que
representan las letras. Ese programa es biológico,
orgánico, son conexiones de neuronas determinadas
genéticamente. El aprendizado, el ejercicio, el
entrenamiento desarrolla esa habilidad para la lectura.
En la mediumnidad, el hecho de ver, oír, hablar o
escribir bajo el dominio inteligente de un Espíritu
desencarnado no debe crear un fenómeno nuevo en el
cerebro – serían las mismas conexiones puestas en marcha
en asociación y complicidad entre encarnado y
desencarnado.
Traducción:
Isabel Porras - isabelporras1@gmail.com