Editorial 

Año 11 – Nº 526 – 23 de Julio de 2017

 
Nuestro compromiso con Dios requiere el cuidado con el prójimo


“Es necesario tener en cuenta que toda tarea en la Tierra, en el campo de las profesiones, es invitación del Padre para que el hombre penetre los templos divinos del trabajo.” (Clarêncio, en el libro Nuestro hogar, mencionado por Marcus De Mario en el artículo “Tener diploma y ser un buen profesional”, uno de los relieves de esta edición.)

Existen profesiones y existe trabajo. Una profesión es tan solamente una actividad en potencial, que puede ser una habilidad aprendida en las escuelas, o en la transmisión del maestro al aprendiz. El templo divino del trabajo sólo puede ser alcanzado por el ejercicio ético y piadoso (en el sentido de dedicación a Dios). El trabajo tiene siempre origen divino, que invita a todos los hombres a ejercer ese ministerio.

“Sabemos que el trabajo, según la enseñanza espírita, es una ley divina, lo que nos lleva a entender que ejercer una profesión es atender una invitación de Dios y no simplemente garantizar un empleo seguro y un buen sueldo.” (Marcus De Mario, en el artículo mencionado.)

“Mis hermanos se perdieron en la vida por cuenta de aventuras”. (Renato Teixeira en Romería.)  

Pocos aceptan recibir poco; generalmente buscamos los mejores sueldos y sacrificamos lo que nos es necesario espiritualmente en búsqueda de ilusiones. La invitación de Dios lega al hombre como la oportunidad de asumir un alumnado, un verdadero ministerio. Eso tenemos que aprender con buena parte de los evangélicos. Su dedicación al trabajo, su ética profesional. Mi padre siempre decía que estaremos en buenas manos cuando contratamos un evangélico. Es obvio que hay excepciones, lo que no invalida la regla.

“Cuando nos enteremos que el trabajo, y cualquier ocupación útil recibe esa clasificación por parte de los Espíritus Superiores en El Libro de los Espíritus (cuestión 675), es oportunidad constante de aprendizaje y no de demostrar conocimiento y ejercer autoridad sobre los otros, y que servir a Dios en la construcción del bien común es estar de acuerdo con la ley divina, entonces, cuando tuviéramos esa comprensión, la responsabilidad profesional, la conducta ética y el comprometimiento con la vida harán del diploma una ficha de servicio bendito por la luz del amor.” (Marcus De Mario, en el artículo mencionado.)  

Cualquier ocupación útil es trabajo. Estudiar, entonces, es trabajo. ¿Quién nunca oyó decir al respecto de un peque que, al ir para la escuela, decía al padre y a la madre que iba a trabajar? Es por eso que, en el Espiritismo, las actividades envueltas de caridad son trabajo; y que “trabajar” es sinónimo de actividad elevada. 

“Servir al prójimo con el lema ‘amaos unos a los otros’, enseñado y ejemplificado por el Maestro Jesús, debe ser la nuestra distinción en el ejercicio profesional.” (Marcus De Mario.)

Amar, el impulso de todo cristiano, y de buena parte de los religiosos del mundo. Porque casi todas las religiones consideran el amor el ápice de la sublimación. Y como dice Pablo, el apóstol: “Todos cuantos practican la caridad son discípulos de Jesús, sea cual sea el culto a que pertenezcan.” (El Evangelio según el Espiritismo, cap. XV).

“Es justo que reflexionemos con profundidad sobre lo que hacemos con nuestros títulos académicos, pues, repitiendo el escritor Pedro de Camargo (Vinícius), ‘no es de conocimiento que necesitan los hombres de la actualidad, responsables por la situación aflictiva de los días que corren: es de sentimiento’.” (Marcus De Mario.)

Nuestro compromiso primero es con Dios. El segundo es con el prójimo. Pero el compromiso con Dios ya requiere el cuidado con el prójimo, con nuestra familia, con nuestros hermanos en Humanidad, lo que Jesús nos recomendó expresamente.
 
 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

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