La terapéutica espírita es toda fundamentada en el amor
Tomar la mano de un violento enfermo mental y pedir, con
mucho cariño, que lo suelten – mismo oyendo la
observación de la policía de que ese enfermo necesitó de
tres hombres para ser atado – y él, una vez suelto,
dócilmente, acompañar la persona a una de las muchas
habitaciones pequeñas construidas para ese fin en el
fondo del patio…
Así hicieron algunos espíritas en diversos rincones del
país, imbuidos de una autoridad moral indiscutible,
dando inicio a lo que podemos llamar de verdadera
“psiquiatría espírita”. Cairbar Schutel y Anita Borela
de Oliveira fueron protagonistas de episodios como lo
relatado.
Mucho allá de la obsesión, la enfermedad mental aún hoy
es poco conocida. Un diagnóstico de esquizofrenia lleva
cerca de diez años para ser minuciosamente categorizado.
Además de eso, no existe un término propio separando
obsesión de enfermedad mental.
Un respetado psiquiatra espírita, también médium e
integrante del grupo de desobsesión del hospital
espírita en que actuaba, nos dio cierta vez, en público,
el testimonio de que, en varias oportunidades, un caso
evaluado inicialmente como siendo obsesión era, en
verdad, enfermedad mental. Y en otra circunstancia,
presentándose alguien con clara indicación de una
supuesta enfermedad mental, se constató después tratarse
de un caso de obsesión, tal la semejanza de las crisis
causadas en uno y otro caso.
Neio Lúcio afirma, en uno de sus relatos constantes del
libro Jesús en el Hogar, que el Maestro dice
cierta vez en casa de Pedro, en Cafarnaúm, que “el
amor cubre una multitud de pecados”.
Luego, la terapéutica espírita es toda fundamentada en
el amor. El amor debe revestir el cuidado que se debe
tener con los pacientes, sin descuidarse de la
observancia de las normas y protocolos pertinentes al
atendimiento seguro y científico de los pacientes.
El equipo de enfermería, más directamente en contacto
con los pacientes, debe estar siempre entrenada,
capacitada y actualizada para adecuarse a la enfermería
diferenciada inherente a los nosocomios de salud mental.
Debemos todos acordarnos de que, al cuidar de esos
pacientes especiales, podremos estar también cubriendo
una multitud de errores pretéritos.
El problema del amor aplicado a actitudes concretas ganó
una nueva dimensión, a partir de las enseñanzas
espíritas.
El amor no es, evidentemente, una panacea que cura todo
y cualquier dolor. Pero será siempre bienvenido y
surtirá efecto cuando atingir el corazón del sujeto,
inspirándolo a la decisión de también ayudarse.
La felicidad es heredera de la confianza. La confianza
en Dios es privilegio de los espíritus esperanzados.
Llevar al prójimo esperanza, confianza y sentimientos
sanos debería ser el objetivo primero del equipo de
médicos y de enfermaría y de todos los profesionales
responsables por el cuidado de aquél que sufre. De
cierta manera, todo el complejo hospitalario debería ser
un templo del amor de Dios consagrado al objetivo de
transmitir amor a los enfermos que allí son tratados,
tanto cuanto a los que allí trabajan sin descanso.
Con todo eso, puede desarrollarse todo un plan de
trabajo, diferenciado de los hospitales de afecciones
generales. No sólo por la necesidad de especialización,
pero también por la posibilidad de reunir esfuerzos
alrededor del atendimiento por amor.
Ésa es, ciertamente, una realidad difícil de
concretizar, porque muchos son los estorbos, a empezar
por la falta de comprometimiento de los profesionales de
salud. Además de eso, las opiniones de los psiquiatras
son, en general, discordantes, una vez que ni todos son
espíritas y ni todos aceptan terapias alternativas, como
el uso de la bioenergía y hasta mismo de la homeopatía.
Aún existe mucho prejuicio en el medio médico, una
realidad que es necesario cambiar – y tengamos certeza
de que todos seremos beneficiados con eso.
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br