Espiritismo para
los niños

por Célia Xavier de Camargo

 

El esfuerzo de la semilla


La semillita se soltó del árbol y cayó en el suelo, y ahí se quedó. Un día, el viento pasó soplando fuerte y la arrastró lejos.

En ese lugar extraño, lejos del lugar donde siempre había vivido, lejos del árbol madre que la había protegido, la semillita se sentía solitaria, pero confiaba que su vida iba a cambiar. Una mañana, mirando hacia lo alto, vio pesadas nubes que se juntaban en el cielo y sintió que iba a llover.

Luego, el viento comenzó a soplar y la lluvia cayó fuerte, mojando la tierra, acumulándose en charcos y después formando un pequeño riachuelo.

La semillita, asustada, se vio arrastrada por la inundación por un largo trecho... hasta que se dio cuenta de que se había detenido. El lodo terminó por envolverla y allí se quedó, escondida en la oscuridad, cubierta por la tierra.

Sin poder ver nada, la semilla se sentía muy triste. Estaba sola y sin poder salir de aquel lugar donde no entraba luz. No le gustaba la oscuridad, ni la humedad, ni la tierra que la mantenía presa impidiéndole ver el sol.

Sin embargo, ella no perdía las esperanzas de tener un futuro mejor. Confiaba en que el Creador no la había hecho nacer en vano.

Y la semilla sentía la vida palpitando dentro de sí: Toc... toc... toc... Eran los latidos de su corazón. ¿Pero de qué servía tener un corazón, sentirse viva, si no podía hacer nada, sometida a la inutilidad bajo la tierra?

Entonces, la semilla, en lágrimas, oró con mucha fe:

- Ayúdame, Señor. ¡Quiero tener una vida diferente, hacer algo útil y bueno! No me dejes aquí sin poder hacer nada.

Después, cansada de llorar, la semilla terminó por acomodarse, durmiéndose acurrucada en la tierra.

Cierto día, algún tiempo después, ella despertó. Había dormido bastante. Se sentía descansada. Tuvo ganas de estirarse.

Llenó el pecho de aire y abrió los brazos con fuerza. Entonces, vio que dos delicados brotes surgían de su cuerpo. Más animada, empezó a hacer fuerza. Se estiró... estiró... estiró bien los brazos... ¡y, llena de alegría, logró romper el suelo!

Y un espectáculo hermoso surgió ante sus ojos maravillados: el cielo azul, los árboles verdes y floridos que existían allí cerca, los pájaros, y especialmente el sol, cuyos rayos tibios calentaban su cuerpo, fortaleciendo su savia.

Pocos días después, ya era una linda plantita, fuerte y decidida, llena de pequeñas ramas y de hojas verdes.

En breve, había crecido y se había transformado en un bello arbusto. No tardó mucho, y era un árbol, de tronco robusto y cuyas ramas crecían hacia todos los lados formando una gran copa.

¡Sorprendida y feliz, descubrió que era un manzano!

Ahora, mirando todo desde lo alto, el manzano pensaba en cómo había cambiado su vida. Los pájaros venían a hacer nidos en sus ramas; los pequeños animales se abrigaban bajo su copa; las personas se protegían bajo su sombra, los niños subían a sus ramas y, en el momento oportuno, cosechaban sus frutos, alimentándose con sus dulces y sabrosas manzanas. Y hasta los gusanos que había en la tierra se beneficiaban, aprovechando los frutos estropeados que caían al suelo.

Y el manzano acogía a todos, satisfecha por poder ser útil. Ahora se sentía feliz y realizada.

Su corazón grande y generoso, repleto de gratitud, reconocía cuánto le debía a la tierra que la acurrucó en su seno por tanto tiempo, al agua que mantuvo latente su vida y al calor del sol que le había dado condiciones de crecer y desarrollarse.

Entendía ahora que sin las dificultades que había pasado no podría haber llegado a ser el hermoso árbol en que se había transformado.

Y, desde luego, agradecía a Dios que la había creado, consciente de que necesitaba pasar por aquel proceso de aprendizaje para crecer y realizar la tarea que le había sido destinada. Se sentía importante; había dejado de considerarse inútil. Su tarea podría ser pequeña, pero solo él la podía realizar, y por eso ahora se consideraba muy feliz.

 

TIA CÉLIA
 

 
 
Traducción:
Carmen Morante: carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita