Una mirada sobre los males de la vida y
sus causas
El tema pruebas y
expiaciones, mecanismos básicos en el proceso evolutivo,
es examinado por nuestro colega Rogério Miguez en el
Especial de la presente edición.
El lector, aunque neófito en materia de Espiritismo, ya
leyó ciertamente materias publicadas en esta revista que
nos informan que el planeta Tierra es, en verdad, un
mundo de expiación y pruebas, lo que explica los
innumerables problemas de orden moral que caracterizan
nuestro orbe.
Espíritus aún en evolución, pero más próximos de la
animalidad que de la manera angelical, es evidente que
no nacemos en este mundo por casualidad, puesto que la
causalidad no existe y que todo en la vida obedece a una
meticulosa planificación, aunque no nos demos cuenta de
eso.
La necesidad de expiar las tonterías cometidas, he aquí
una de las razones por que aquí estamos. La otra razón,
inherente al proceso evolutivo, es experimentar
situaciones que revelen el grado de madurez –
intelectual y moral - que tengamos alcanzado.
El tema es tratado en varias obras de Allan Kardec y por
autores innúmeros, encarnados y desencarnados.
En la obra en que examina las enseñanzas morales del
Cristo, Allan Kardec nos ofrece informaciones
valorativas sobre los llamados males de la vida, que él
divide, para fines de estudio, en dos partes: una
constituida de los males que el hombre no puede evitar,
es decir, que ocurren independiente de su procedimiento;
y la otra compuesta por las atribulaciones de que él se
constituyó la causa primaria, por su incuria o por sus
excesos.
Esta segunda parte, dice
el codificador de la doctrina espírita, excede, en
cuantidad, de mucho la primera.
(El Evangelio según el
Espiritismo, cap. XXVII, ítem 12.)
Ejemplos mencionados por
Allan Kardec de algunos de los males que el hombre no
puede evitar, pero cuyo número, como vimos, es inferior
a los males que componen la segunda parte: - pierda de
entes queridos o de los que son el amparo de la familia;
accidentes que ninguna previsión puede impedir; reveses
de la fortuna, que frustran todas las precauciones
aconsejadas por la prudencia; desastres naturales;
enfermedades de nacimiento, sobre todo las que sacan a
tantos infelices los medios de ganar la vida a través
del trabajo; las deformidades, la imbecilidad, el
retraso mental; muertes de niños en tierna edad
etcétera. (El
Evangelio según el Espiritismo, cap. V, ítem 6.)
Los males y tribulaciones que son descritos remiten, en
la visión espírita, a causas unidas a las existencias
anteriores de aquellos que los soportan, delante del
axioma según el cual todo efecto tiene una causa y, por
lo tanto, tales males son efectos que han de tener una
causa y, desde que admitamos un Dios justo y
misericordioso, esa causa también hay que ser justa.
Otra información muy importante y que explica la función
y la finalidad de las pruebas en el proceso evolutivo de
la criatura humana encontramos en el texto abajo
reproducido, de autoría de Allan Kardec:
“No hay como creer, no obstante, que todo sufrimiento
soportado en este mundo denote la existencia de una
determinada falta. Muchas veces son simples pruebas
buscadas por el Espíritu para concluir su depuración y
activar su progreso. Así, la expiación sirve siempre de
prueba, pero ni siempre la prueba es una expiación.
Pruebas y expiaciones, todavía, son siempre señales de
relativa inferioridad, por cuanto lo que es perfecto no
necesita ser probado. Puede, pues, un Espíritu haber
llegado a cierto grado de elevación y, nada obstante,
deseoso de adelantarse más, solicitar una misión, una
tarea a ejecutar, por la cual tanto más recompensado
será, caso salga victorioso, cuanto más rudo haya sido
la lucha. Tales son, especialmente, esas personas de
instintos naturalmente buenos, de alma elevada, de
nobles sentimientos innatos, que parece nada de malo que
hayan traído de sus precedentes existencias y que
sufren, con resignación toda cristiana, los mayores
dolores, solamente pidiendo a Dios que las puedan
soportar sin murmurar. Se puede, al contrario,
considerar como expiaciones las aflicciones que provocan
quejas e inducen el hombre a la indignación en contra
Dios. Sin duda, el sufrimiento que no provoca lamentos
puede ser una expiación; pero es indicio de que fue
buscada voluntariamente, antes que impuesta, y
constituye prueba de fuerte resolución, lo que es señal
de progreso. (El Evangelio según el Espiritismo, cap.
V, ítem 9.)
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br