Editorial 

 

¿El fin del mundo está cerca o lejos?

 

En el artículo titulado El fin del mundo en 2019, uno de los relieves de la presente edición, nuestro colega Humberto Werdine teje consideraciones oportunas acerca de una tontería que se propaga en nuestro medio, al respecto de una supuesta profecía atribuida a Chico Xavier, relativamente a la extinción del planeta donde vivimos. Según los partidarios de esa idea, sólo 26 meses nos separan entre el hoy y el postrero mañana. 

Que el lector, sin embargo, no se preocupe: “No habrá – dice Humberto Werdine – fin del mundo en 2019”, como él, con peculiar objetividad, muestra en su artículo.

Aunque con motivaciones diferentes, el hecho nos remite, inevitablemente, a lo que ocurrió en el fin de 1999 en la ciudad paranaense de Maringá, un hecho que ya comentamos en esta revista.

Dieciocho años atrás, un conocido líder evangélico anunció durante meses seguidos que la Tierra iría desaparecer del 24 al 31 de diciembre de aquel año, cuando entonces Jesús llevaría consigo sus fieles seguidores. El año en causa era 1999 y el 3º Milenio se anunciaba pronto.

Cuando la noticia, divulgada inicialmente en la ciudad de Maringá, se extendió por la Provincia, los órganos de comunicación alertaron la sociedad para los peligros y los perjuicios relacionados con ese tipo de predicción. Obviamente, aquélla no era la primera vez que hechos semejantes se dieron en el mundo, y ciertamente no sería la última, porque las personas ingenuas y sin cultura son fácilmente engañadas por los que tienen la palabra envolvente.

El hecho es que fieles innúmeros de aquella iglesia deshicieron de sus bienes – casas, fincas, coches – donando los recursos financieros a la caja de la institución, sin percibir que el líder que los engañaba objetivaba, en realidad, otra cosa y no aquello que ellos, ingenuamente, imaginaban.

Jesús había dicho, en el llamado sermón profético, que muchos falsos profetas se harían oír en el mundo, y fue eso lo que, de hecho, ocurrió.

Así que llegó el mes de diciembre de 1999, el pastor, evidentemente, no esperó el día que él anunciaría con tanta convicción, atribuyéndolo a una revelación recibida del propio Espíritu Santo, y semanas antes del“fin del mundo”, por él predicho, viajó para muy lejos, llevando consigo la esposa y dejando sin rumbo los fieles de su iglesia, en la cual era el principal dirigente. Días después, envió de Londres una carta de renuncia al puesto de presidente de la institución que ocupara por 25 años.

Divulgada la noticia, miles de fieles se movieron para obtener informaciones acerca del pastor, cuya actitud dejó atónitos a todos, especialmente sus compañeros de la directiva, que no sabían, en el primer momento, si las finanzas de la iglesia habían sido afectadas.

¡Gran engaño! No fue sólo el pastor que desapareció; el dinero de la iglesia también se esfumó!

De inmediato, delante del golpe, los sucesores del pastor buscaron excluir la institución de responsabilidad sobre la infeliz predicción. “Como mínimo, tenemos que pedir disculpas a los fieles por haber creído en una actitud desastrosa, que decía ser una profecía”, declaró uno de ellos a la época.

El Orden de los Pastores Evangélicos de Maringá igualmente condenó la actitud del líder que huyó. “Nuestra indignación es como las personas fueron usadas”, dice Nilton Tuller, uno de los fundadores del Orden. “La Biblia dice que en el fin de los tiempos habría falsos profetas y él es uno de ellos.”

En el año siguiente el pastor volvió de Inglaterra e intentó reasumir el comando de su iglesia, pero sus compañeros lo impidieron. Él no se conformó y fue a los tribunales, sin suceso. Fundó entonces una nueva iglesia, que, como si nada hubiera ocurrido, ya se expandió en la misma región en que tantos fueron engañados. No hubo ningún pedido de disculpas y nadie resarció los perjuicios de aquellos que vendieron casas, fincas y coches, preparándose para el “fin del mundo” que acabó no ocurriendo.

 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita