¿Qué hacer delante de una enfermedad
grave?
Nuestra colaboradora en el área de traducciones y
articulista Eleni Frangatos, en el artículo titulado “Tratamiento
espiritual y tratamiento médico tradicional”, teje
oportunas consideraciones acerca de la pregunta que da
título a este texto. Su artículo es uno de los relieves
de esta edición.
La inspiración para el artículo fue la noticia del
fallecimiento del conocido presentador y periodista
Marcelo Resende. De acuerdo con lo que fue divulgado por
la prensa, atacado de un cáncer de páncreas y ya sin
condiciones de cura, él tendría recusado el tratamiento
por medio de la quimioterapia, después de someterse a la
primera sesión y sentir sus efectos. Marcelo Resende
tendría, entonces, según se supo, buscado un tratamiento
alternativo, sin ningún suceso.
La articulista – que también tuvo un cáncer y está
curada – escribió en el fin de su artículo:
“Termino enfatizando que quien está con una enfermedad
grave necesita buscar el médico especialista, sí, y
seguir su orientación. De acuerdo con su creencia y fe,
puede y debe, sí, buscar el soporte espiritual para un
momento tan difícil como ése. Uno complementará el otro,
sin duda.”
Nada más lógico y correcto, porque la medicina terrena
existe exactamente por eso, y es justamente para atender
a los problemas relacionados a la cuestión de la salud
entre nosotros, los encarnados, que médicos y enfermeros
estudian tanto.
Cuando la persona menosprecia lo que la ciencia médica
nos ofrece y busca otros caminos, el resultado es
generalmente desastroso y puede llevar hasta a la muerte
del individuo, como Divaldo Franco narró y Raul Teixeira
relató, en respuesta a una pregunta que le propusieron:
“El nuestro Divaldo, oportunamente, nos narró un
episodio por él conocido, al respecto de un ciudadano
que sufriendo de intensas y continuadas cefaleas fue
‘orientado’ por alguien irresponsable a
‘desarrollarse’, porque era médium, y que en eso
encontraría la cura esperada.
Buscados núcleos de médium sin orientación cristiana,
hechos los ‘trabajos’, etcétera., el problema no
cedió, al contrario, se agravó. Después de frustradas
tentativas allá y acá, el muchacho fue llevado a una
institución seria, donde el servidor de la mediúmnidad
que lo atendió constató, por la información de los
Bienhechores Espirituales, que la familia debería
providenciar atendimiento médico para el muchacho.
Hecho el electroencefalograma, se verificó una
tumoración cerebral ya sin posibilidad de cura, debido
al estado adelantado del problema.”(Directrices de
seguridad, pregunta 96.)
Aun cuando la cuestión sea claramente de origen
espiritual, como las obsesiones, que pueden ser
perfectamente tratadas en el ambiente de la institución
espírita, utilizándose de los recursos propuestos por el
Espiritismo, la medicina terrena no debe ni puede ser
ignorada. Quien conoce la doctrina espírita sabe lo que
Allan Kardec escribió al respecto:
“La cura de las obsesiones graves requiere mucha
paciencia, perseverancia y dedicación. Exige también
tacto y habilidad, a fin de encaminar para el bien
Espíritus muchas veces perversos, endurecidos y
astuciosos, por cuanto hay los rebeldes al extremo.
En la mayoría de los casos, tenemos de guiarnos por las
circunstancias. Cualquier que sea, sin embargo, el
carácter del Espíritu, nada se obtiene, es eso un hecho
incontestable por la coacción o por la amenaza. Toda
influencia reside en el ascendiente moral. Otra verdad
igualmente comprobada por la experiencia tanto cuanto
por la lógica, es la completa ineficacia de los
exorcismos, fórmulas, palabras sacramentales, amuletos,
talismanes, prácticas exteriores, o cualesquier señales
materiales.
La obsesión muy prolongada puede ocasionar desórdenes
patológicos y reclama, por veces, tratamiento
simultáneo o consecutivo, sea magnético, sea médico,
para restablecer la salud del organismo. Destruida la
causa, resta combatir los efectos.” (El Evangelio
según el Espiritismo, cap. XXVIII, n. 84, nota
final.)
(La negrita es nuestra)
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br