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¿La reencarnación está en la Biblia? |
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Muchas personas dicen que, por el hecho de no constar en
la Biblia, la reencarnación no existe. Es decir una gran
tonteria. Hechos bíblicos serán presentados en este
atentamente, para que no haya la más pequeña duda de
aquello que estamos afirmando. Veamos, sin embargo, si
podremos encontrarla de forma indirecta. Buscaremos
también, en el restante de este texto, verificar la
lógica de la reencarnação. estudio, a fin de quedar
claro para todos que, en algunos casos, el término
resurrección puede ser entendido como reencarnación.
Analicemos estos atentamente, para que no haya la más
pequeña duda de aquello que estamos afirmando. Veamos,
sin embargo, si podremos encontrarla de forma indirecta.
Buscaremos también, en el restante de este texto,
verificar la lógica de la reencarnación.
Analicemos, pues, sin ningún tipo de prejuicio
religioso, si la idea sobre la reencarnación, puede, en
algunas situaciones, ser vista en la Bíblia, como uno de
los significados del término resurrección.
Hecho 1 – JESÚS NO DICE TODO
En Juan 16,12, Jesús afirma no haber dicho todo, pues
las personas que vivían en aquella época no lo
comprenderían si él hablara determinadas cosas a sus
seguidores. La palabra reencarnacción es un ejemplo
típico de esto. Siendo así, podemos deducir, con total
seguridad de aquello que estamos afirmando, lo
siguiente: aunque o Divina Rabi no hubiera hablado cosa
alguna acerca de la pluralidad de las existencias, no
quiere eso decir que ella no exista. A fin de cuentas,
el propio Cristo dijo que “no nos había enseñado todas
las cosas que sabía”. Si Él nos dice que dejó de
mencionar “muchas cosas”, es porque omitió la mayor
parte de sus enseñanzas, suministrando apenas aquello
que sus discípulos podían comprender en aquel momento.
Hechos 2 – JESÚS HABLA DE LA REENCARNACIÓN
INDIRECTAMENTE Y LA IDENTIDAD DE ELIAS Y JUAN BAUTISTA
Analicemos cuidadosamente a Mateo 11,7-15: de entrada,
atentos para los versículos 9 y 10 de esa narración, en
que Jesús se refiere a Juan como aquel que vino a
cumplir la profecía de Malaquias (Ml 3,1). De manera
alguna sería mencionado ese hecho si Cristo no se
hubiera basado en las vidas pasadas de Juan
Bautista. Enseguida, atentemos para esa frase que se
encuentra en Mateo, pero que parece aún pasar
desapercibida para una gran gama de personas. He ahí:
“Desde los días de Juan Bautista hasta ahora...” De esa
forma no quedaría sin sentido ese tramo bíblico, pues
Elias y Juan Bautista eran la encarnación del mismo
Espíritu, hecho este corroborado por Jesús: “Y, si
quisierais dar crédito, él es el Elias que debe venir.”
(Mateus 11,14.)
Algunos dicen que Jesús, al decir esa frase, estaba
refiriéndose a la semejanza que había entre el profeta
Elias y aquel joven, su primo, que bautizaba a las
personas en las aguas del río Jordán. Sin embargo,
decimos: no confundamos el vocáblo “uno”, que puede ser
un numeral, un artículo indefinido, un pronombre
indefinido o un sustantivo masculino, dependiendo de la
situación en que se encontrase, con la palabra “lo”, que
significa un artículo definido, un pronome
demonstrativo, un pronome personal, un sustantivo
masculino y otros, conforme el caso en que esté
empleado.
Les daremos dos ejemplos:
1. – La frase: “Nunca más surgirá Rui Barbosa"; no es
sinónimo de nunca "más surgirá el Rui Barbosa”.
2. – “Ronaldinho Gaúcho es un verdadero Pelé"; no es
igual a la sentencia: "Ronaldinho Gaúcho es el verdadero
Pelé".
Por lo tanto, no tenemos duda en afirmar, con toda la
certeza, que, de hecho, Juan Bautista era aún la
reencarnación del profeta Elias, lo que nos es narrado
en la propia Biblia, como ya demuestramos anteriormente.
Ahora, la reencarnación podría ser perfectamente
aplicable en ese caso, pues ella significa la vuelta del
alma o espíritu a la vida corpórea, pero en otro cuerpo
especialmente formado para él, el cual nada tiene a ver
con el antiguo.
Finalmente, vemos a Cristo respetando el libre-albedrío
de cada uno, terminando esa narración diciendo: “¡Quién
tenga oídos, oiga!” (Mateo 11,15). En otros términos:”
crea quién quiera y pueda”.
Hecho 3 – PREGUNTA DE JESÚS A LOS DISCÍPULOS
Nos parece evidente que el pueblo de aquella época creía
en una vida posterior a la muerte, pues se pensaba que
Jesús podría ser Elias, Jeremias o alguno de los
profetas (Mateo 16,13-14; Marcos 8,27-28 y Lucas
9,18-19). Eso se debe al hecho de creer sea posible el
alma de una persona que había perdido el envoltorio
físico volver a habitar un nuevo cuerpo. A esto, muy
juiciosamente, llamamos reencarnación. Hacemos una única
reseña: Juan Bautista no tendría condiciones de
reencarnar en el físico de Jesús, por ellos haber sido
contemporáneos.
Como el arameo, que era el idioma del que el Maestro
Nazareno se comunicaba, tenía grandes limitaciones en su
vocabulario, afirmamos que podemos deducir con total
convicción que, en los pasajes bíblicos arriba, los
discípulos del Amado Rabi se referían a la
reencarnación, y no a otra cosa.
Hecho 4 – DUDA DE HERODES EN CUANTO A QUIÉN REALMENTE
ERA JESÚS
En Marcos 6,14-16 y Lucas 9,7-9, tenemos pasajes
parecidísimos con Mateo 16,13-14; Marcos 8,27-28 y Lucas
9,18-19, las cuales fueron citadao inmediatamente
arriba, siendo de fundamental importancia referirnos al
detalle que se encuentra en las dos primeras, en que el
rey Herodes habría oído decir que Juan Bautista había
resucitado de entre los muertos. Lógicamente, el término
resucitado, usado en Marcos 6,14-16 y Lucas 9,7-9,
quería, sin sombra de dudas, significar reencarnación,
porque en vez de Juan habría surgido, en la concepción
de Herodes, la persona de Cristo.
Hecho 5 – DESPUÉS DE LA TRANSFIGURACIÓN, JESÚS HABLA
SOBRE LA REENCARNACIÓN A SUS DISCÍPULOS
A nuestro modo de ver, Mateo 17,10-13 y Marcos 9,11-13,
son algunos de los tramos bíblicos que nos hablan más
claramente acerca de la reencarnación.
Al descender del monte Tabor, Jesús, juntamente con sus
apóstoles Pedro, Santiago y Juan, presenciaron la
transfiguración de Cristo y, en esta, vieron a Jesús
conversando con Elias y Moisés (Mateo 17,3 y Marcos
9,4), hecho que los dejó confusos en cuanto a la
profecía de Malaquias de que Dios enviaría al profeta
Elias (Ml 3,23). A fin de cuentas, ellos pensaron que
esa predicción no podría ocurrir, pues vieron al profeta
Elias confabulando con el Rabi, instantes atrás. (Este
vaticínio es, de hecho, una fuerte evidencia de que la
reencarnación está presente en la Bíblia.)
El Maestro es, entonces, cuestionado por ellos en cuanto
al hecho: “¿Por qué razón los escribas dicen que es
preciso que Elias venga primero?” (Mateo 17,10 y Marcos
9,11). Al responder que “Elias ya vino, pero no lo
reconocieron” (Mateo 17,12 y Marcos 9,13), Él afirma a
sus discípulos de forma categórica, el motivo de Juan
Bautista ser em verdade la reencarnación del profeta
Elias (Mateo 17, 13).
Para aquellos que puedan argumentar: “Pero Jesús no dijo
esto”, afirmamos que en Mateo 11,14, Cristo habló: “Y,
si quisierais dar crédito, él [Juan] es el Elias que
debe venir”. Y, sabiendo que habría quién no creyera,
añadió: “¡Quién ha oídos, oiga!” (Mateo 11,15).
Podemos verificar en los siguientes pasajes bíblicos la
ley de Causa y Efecto” o Acción y Reacción”, íntimamente
conectadas a las vidas sucesivas: Mateo 7,1-2; 16,27;
26,52; Juan 8,34; 2 Coríntios 5,10 y Galatas 6,7.
Mencionamos eso porque en 1 Reyes 18,40 es mencionado
que Elias había matado los profetas de Baal por
degollamiento. Muchos años después, Elias, como Juan
Bautista en nueva encarnación, murió igualmente
degollado (Mateo 14,6-11), o sea, de la misma forma con
que exterminara los profetas de Baal. Popularmente se
dice: "¡Quién planta coge!"
Hecho 6 – EL DIÁLOGO DE JESÚS CON NICODEMOS
El célebre colóquio entre el Divino Rabi y el Doctor de
la Ley, en Juan 3,1-12, sin sombra de dudas, es el mejor
tramo bíblico en que se puede constatar la veracidad de
la reencarnación. gran parte del tercer capítulo del
Evangelio de Juan es dedicado a ese diálogo.
Pensamos que Nicodemos había entendido perfectamente las
palabras del Rabí Nazareno que le habló: “quién no
naciera de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan
3,3). Su duda quedó sólo como eso ocurriría, pues no
imaginaba que un hombre de elevada edad, igual a él,
pudiera volver al útero de su madre (Juan 3,4).
Es cierto que solamente el Espíritu nace de nuevo, hecho
este que es corroborado por el Amado Rabi, que dice: “En
verdad, en verdad, te digo: quién no naciera del agua y
del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios” (Juan
3,5). En ese versículo
bíblico, muchas personas levantan la suposición de que
la palabra agua habla respecto al bautismo. Esta
hipótesis, sin embargo, no procede de manera alguna, por
el hecho de que:
1) La práctica ritualista de la época era la
circuncisión, no el bautismo.
2) En cuanto al último, este fue creado por Juan
Bautista y no todos los judíos siguieron o mencionaron
el ritual.
3) Nicodemos era uno de los principales fariseos,
letrado en lo que concierne a la ley de Moisés y a las
enseñanzas farisaicas, miembro del Sinedrin y, bien
probablemente, cualquier asunto relacionado al bautismo
no le interesaria.
El Sublime Nazareno separa distintamente el cuerpo
físico del elemento espiritual. Nos dice, en otros
términos, que el primero no puede poseer los atributos
del segundo (Juan 3,6). En Juan 3,8 Jesús nos dice, en
un lenguaje figurado, que el espíritu reencarna
dondequiera, y no sabe de dónde vino (o sea, su última
encarnación), ni para dónde va (cuál será la próxima).
Este versículo aclara el pensamiento de Jesús. A fin de
cuentas, no se sabe de dónde vino el espíritu (si fuera
creado en el momento de su concepción, se sabría), ni
para dónde va (si nuestra alma fuera para el cielo o
infierno, Cristo no afirmaría lo desconocido de su
paradero).
Distorsionar esa aclarada conversación de Jesús con
Nicodemos (Juan 3,1-12), atribuyéndola a una simple
apologia al bautismo, es un verdadero insulto a la
inteligencia humana.
Hecho 7 – LA REENCARNACIÓN EN EL APOCALIPSIS
En el Apocalipsis, obra de autoría de Juan, considerada
profética, igualmente notamos la existencia de la
reencarnación. Observemos esto: “Vi entonces tronos, y a
los que en él se sentaron fue dado el poder de juzgar.
Vi también las vidas de aquellos que fueron decapitados
a causa del Testimonio de Jesús y de la Palabra de Dios,
y de los que no habían adorado a la Bestia, ni su
imagen, y ni recibido la marca sobre la frente o en la
mano: ellos volvieron a la vida y reinaron con Cristo
durante mil años” (Apocalipsis 20,4).
Si está escrito “vi también las vidas”, y no “vi también
la vida”, es porque es más de una, o sea, son vidas
múltiples, lo que es igual a la reencarnación.
Podemos añadir también que si "ellos volvieron a la
vida", como nos dice la frase bíblica, eso significa que
reencarnaron. Para aquellos que no entendieron,
explicaremos: cuando hablamos que una persona está
“llena de vida”, esta “vida” a que nos referimos, es la
del cuerpo físico, no la de el espíritu. Encontraremos
otro ejemplo de eso que acabamos de aclarar, el cual
está en el propio versículo, cuando encontramos las
palabras: “ellos volvieron a la vida.” Aprovecharemos
esta sentencia, pues, en este caso, siempre se consideró
la vida física y no la espiritual; además de todo, este
periodo nos da una noción clara de la pluralidad de las
existencias. Volviendo al principio de este paso,
afirmamos que si en Ap 20,4, se habla de “vidas” (más de
una), una persona encarnó y reencarnó varias veces, por
muchas vidas. Más una vez la Biblia nos habla
veladamente sobre la reencarnación.
Hecho 8 – MORIR APENAS UNA VEZ
En Hebreos 9,27 se encuentra uno de los versículos
bíblicos más usados para contestar las vidas futuras que
tendremos. Este nos revela: “Y como es hecho que los
hombres deben morir una sola vez, tras lo que viene un
juicio”, o sea, el juzgamiento o “juicio“, según
algunos, dice respecto al Juicio Divino, que será
aplicado a todos los seres humanos, a fin de separar los
buenos de los malos.
Es de veras extraño mencionar el texto de un autor
desconocido, para contradecir aquello que Jesús dijo.
Esta idea de morir una sola vez es completamente
incoherente, pues Lázaro, el hijo de la viuda de Naim y
la hija de Jairo, en consonancia con los relatos
bíblicos, resucitaron para, más tarde, morir una segunda
vez (Juan 11,14; Lucas 7,11-12; 8,41-42.49 y Marcos
5,22-23.35).
Finalmente, ¿cómo eso se dio? Y si esos hechos realmente
ocurrieron, ¿por qué nosotros no seremos resucitados
también? ¿No somos igualmente, en relación a los
personajes de arriba, “hijos de Dios”? ¿Qué tienen ellos
mejor de lo que la gente? Solamente por vivir en el
mismo periodo que Cristo no los capacita a obtener un
privilegio del Creador. Si eso fuese aún verdad, ¿cómo
queda: “... Dios no hace acepción de personas” (Romanos
2,11)?
¿Y qué podemos decir sobre el dicho juicio del fin de
los tiempos, el cual, por la suposición de diversas
personas, nosotros tendremos? Teniendo todo esto en
vista, les preguntaremos: ¿cuántas muertes nos ocurrirá?
Por lo tanto les decimos que solamente en los caminos
del mal, es que vemos las sombras, las cuales impiden
que admiremos la gloriosa vida que poseemos.
Jamás nos olvidemos de que el Supremo Creador del
Universo es Dios de los vivos inmortales. En Lucas
20,38, Jesús nos esclarece a ese respecto, diciéndonos:
“Ahora, él no es Dios de muertos, pero sí de vivos;
todos, con efecto, viven para él”. Con estas palabras,
el Sublime Mesías pone abajo el argumento de algunos que
dicen hacer el Creador distinción entre seres materiales
e inmateriales, pues son todos sus hijos
independientemente de la condición en que se encuentran.
“Dios no hace acepción de personas”, repetimos. Y
ultimando esta nuestra argumentación, reiteramos:
“únicamente debemos considerar la muerte de la
conciencia”, o sea, cuando esta se encuentra en el
camino del mal, podemos decir que está muerta. Si no hay
buen sentido, si maltratamos a nosotros mismos y a
nuestro prójimo, si caminamos por los desvarios del
crimen, no estaremos agradando al Creador,
acontecimiento ese que nos es mostrado en Proverbios
12,2, que nos hace ver el descontento de Dios en base de
las intenciones perversas, siendo las Dádivas Divinas
solamente alcanzadas por los hombres que sean buenos.
Nuestro Padre Mayor nos creó para que trillásemos
siempre el camino del bien. Ese nos es transmitido en
Efésios 2,10.
Vimos que la palabra resurrección, encontrada en las
Escrituras, puede muy bien, en algunos casos, ser
interpretada como reencarnación.
Siendo así, aseveramos que: para aquel que tiene una
comprensión más completa de la Biblia, el hecho de no
haber específicamente el término reencarnación presente
en las Escrituras de manera alguna puede transformarse
en empecinamiento para que no se vea la realidad de las
vidas sucesivas en la Bíblia.
Teniendo todo esto en cuenta, no nos resta la más
pequeña sombra de dudas que la pluralidad de las
existencias es una realidad bíblica. De esta forma, la
única conclusión a que podemos llegar es que la
reencarnación, juntamente con su Infinita Justicia,
Soberana Bondad e Incomensurable amor, son los mayores
regalos que Dios podría ofrecernos.
Traducción:
Isabel Porras -
isabelporras1@gmail.com