Espiritismo para
los niños

por Célia Xavier de Camargo

 

Neli, la oruga


Un día, Rose, una niña que tenía mucho miedo a los insectos, vio un animalito que se arrastraba por el jardín y, asustada, se subió en una piedra y se puso a gritar:

- ¡Socorro! ¡Socorro! ¡Ayuda!...

El animalito dejó de caminar con el griterío de la niña; después dijo:

- ¡¿Qué pasa?!...

La niña, al verlo hablar, dejó de gritar, se limpió las lágrimas y preguntó:

- ¿Tú hablas?

- ¡Sí! ¡Como tú! ¿Cuál es la causa de ese griterío, niña?

Rose paró de llorar y, mirando al bichito, dijo:

- ¡No sabía que hablabas!

- ¡Ni yo sabía que gritabas tanto! – respondió él.

- Me das miedo –explicó ella.

 

- ¿Por qué? ¿Yo te lastimé? Además, tú eres mucho más grande que yo.

Más calmada, la niña se sentó en la raíz de un árbol y se quedó observando a la pequeña oruga.

- ¿Cómo te llamas? – preguntó el bichito.

- Rose, ¿y ?

- Yo soy una oruga. Mi nombre es Neli.

- ¡Ah! ¿Y qué haces?

- Busco animalitos para alimentarme. Y tú, ¿qué comes?

- Bueno. Yo acostumbro a comer carne, verduras, granos… Esas cosas.

- ¡Ah! ¿Entonces no te alimentas de animales como yo?

- Bueno. Pensándolo así, es verdad. ¡Yo como animales también!

- ¡Increíble! ¡Pensé que los humanos escogían mejor lo que comen! Pero, como comen animales, ¡no hay diferencia entre nosotros!

- ¡¿No?!...

- No. Porque nos alimentamos de la misma manera, ¿no?

- Es verdad. Tienes razón. Voy a dejar de comer carne…

Neli pensó un poco y después consideró:

- ¡Pero puedes alimentarte de otras cosas!

- Sí, puedo comer pan, verduras fresquitas, legumbres… ¡un montón de cosas!

- ¡Ah! Entonces, tú tienes más opciones que yo. Las orugas se alimentan de lo que encuentran en el suelo, y no siempre tenemos comida.

- Entonces, ¿tienen que buscar en el suelo lo que van a comer? – preguntó la niña, mirándola llena de piedad.

- Claro, y no siempre logramos encontrar alimento.

- Bueno. Entonces busca en los contenedores de nuestra basura. ¡Allí siempre encontrarás algo para comer!

- ¡Gracias, niña Rose, por la sugerencia! ¡Voy a buscar! ¿Y tú sabes que ayudamos a los humanos? ¡Sí! ¡Porque comemos insectos que les haría mal a ustedes!...

La niña sonrió y le dijo que era muy simpática. Antes le tenía miedo, pero ahora que la conocía, el miedo había desaparecido. Y completó:

- ¡Mi mamá no sabe esto!... ¡Aparece allá en casa! Yo voy a dejar en la basura bastante comida para ti, que eres mi amiga, y mi mamá se va a poner contenta cuando sepa que tu especie nos protege.

- Gracias. ¡Eres una gran niña, Rose! La mejor que haya encontrado. Ahora somos amigas, ¿no? ¡Hasta otro día! – se despidió la oruga, sonriendo y agradeciendo.

Rose regresó a casa muy feliz. Al entrar en la cocina, vio a su mamá tirando  los restos de verduras y gritó:  

- ¡No, mamá! ¡No los tires! ¡Las orugas comen restos de verduras!

- ¿Ah, sí? ¿Cómo sabes eso, hija mía? 

- ¡Tengo una amiga, Neli, que solo come restos de verduras!

- ¡Increíble! ¿Y cómo la conociste, Rose?

- Caminando por el patio. ¡Pero es una larga historia, mamá!... Otro día te cuento esa historia.


MEIMEI

 


(Recibida por Célia X. de Camargo, em 9/10/2017.)

 

 
 
Traducción:
Carmen Morante: carmen.morante9512@gmail.com

 

 

     
     

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