Orar, así como ser grato, hace bien a
todos
El tema gratitud es el asunto central de la entrevista
publicada en esta edición, en la cual el médico cirujano
Jean Rafael Rodrigues, hablando a la periodista Giovana
Campos, enumera los beneficios que el sentimiento de
gratitud confiere a las personas de todas edades, como
propiciador de salud y espiritualidad en nuestras vidas.
La gratitud es mencionada en el Espiritismo como uno de
los objetivos de las oraciones que todos nosotros
hacemos – o deberíamos hacer – diariamente.
Según la cuestión 659 d’ El Libros de los Espíritus,
tres cosas podemos hacer por medio de la oración:
alabar, pedir y agradecer.
Alabar es reconocer y enaltecer a Dios por todo lo que
Él creó. Significa aceptar con alegría todo lo que nos
rodea, lo que, en lo que se refiere a la participación
del Señor en nuestra vida, es siempre justo, equilibrado
y perfecto.
Ejemplo de oración de alabanza es el conocido Salmo 23
de David:
El Señor es mi pastor; nada me faltará.
Acostarme en pastos verdiales; guíame mansamente a aguas
tranquilas.
Refrigera mi alma; guíame en las veredas de la justicia
por amor de su nombre.
Aunque yo ande por el valle de la sombra de la muerte,
no temeré mal alguno, porque tú estás conmigo; tu vara y
tu cayado me consuelan.
Preparas una mesa ante mí en la presencia de mis
enemigos; unges con aceite mi cabeza, mi cáliz
transborda.
Ciertamente que la bondad y la misericordia me seguirán
todos los días de mi vida, y habitaré en la casa del
Señor por largos días. (Salmos, 23:1-6.)
Pedir es lo que más hacemos en nuestras oraciones. Son
del tipo grueso los cuadernos en que apuntamos, en la
Casa Espírita, los nombres de las personas que recurren
a los Bienhechores Espirituales. Y ellos luego se quedan
llenos, requiriendo pronta sustitución.
El tercer tipo – oraciones de agradecimientos – es, sin
embargo, poco acordado por las personas, que pierden con
eso óptima oportunidad de ejercitar el sentimiento de
gratitud, por ignorar, ciertamente, sus inmensos
beneficios.
Ocurre aquí algo que, hasta bien poco tiempo, se
averiguaba con relación al perdón y sus positivos
resultados, que no son sólo de naturaleza moral, sino
también de naturaleza física, dado que la persona que
perdona vive mejor y es más resistente a las
enfermedades.
Las oraciones son mucho más importantes en nuestra vida
de que podamos imaginar, sea cual sea su finalidad –
alabar, pedir o agradecer.
En las cuestiones 658 a 666 de El Libro de los
Espíritus, de Allan Kardec, los instructores de la
espiritualidad hicieron revelaciones importantes al
respecto de la oración.
He aquí, de modo resumido, lo que ellos nos enseñan:
a.)
La oración es siempre agradable a Dios, cuando dicha por
el corazón. Es, así, preferible al Señor la oración que
viene del íntimo a la oración leída, por más bella que
sea, caso sea leída más con los labios de que con el
corazón.
b.)
La oración es un acto de adoración, con lo cual podemos
proponernos tres cosas: alabar, pedir y agradecer.
c.)
La oración torna mejor el hombre, porque aquél que ora
con fervor y confianza se hace más fuerte en contra las
tentaciones del mal y Dios le envía buenos Espíritus
para asistirlo.
d.)
El esencial no es orar
mucho, pero orar bien. Existen, sin embargo, personas
que suponen, de manera equivocada, que todo el mérito
está en la anchura de la oración y cierran los ojos para
sus propios defectos. Tales criaturas hacen de la
oración una ocupación, un empleo del tiempo, nunca
un estudio de sí
mismas.
e.)
Podemos pedir a Dios que nos perdone las faltas, pero
sólo obtendremos el perdón cambiando de proceder, dado
que las buenas acciones son la mejor oración y los actos
valen más que las palabras.
f.)
Las pruebas por las cuales pasamos están en las manos de
Dios y hay algunas que tienen de ser soportadas hasta el
fin, pero Dios lleva siempre en cuenta la resignación.
La oración trae para junto de nosotros los buenos
Espíritus, que nos dan fuerza de soportarlas
corajosamente.
g.)
La oración nunca es inútil cuando bien hecha, porque
fortalece aquél que ora. Es obvio que la oración no
puede tener por efecto cambiar los designios de Dios,
pero el alma por quien oramos experimenta alivio y
siente siempre un refrigerio cuando encuentra personas
caritativas que se compadecen de sus dolores.
Joanna de Ángelis, que es, según pensamos, quien mejor
trató del tema hasta hoy, afirma que el acto de orar con
fervor, con confianza y fe, es importante por sí mismo,
independientemente de la respuesta que la oración
tendrá. Al orar, dice Joanna, la persona se pone en
contacto con las fuerzas superiores que rigen la vida y
con eso se vitaliza.
Ése es ciertamente el motivo por el cual investigaciones
recientes en el área médica vienen comprobando el valor
de la oración y de la religión en los procesos
terapéuticos e inmunológicos.
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br