Ni todo nos conviene
De las innúmeras contribuciones que Pablo de Tarso nos
legó para la perfecta comprensión de las enseñanzas de
Jesús y de las leyes establecidas por el Creador, hay
una frase inolvidable y, sorprendentemente, actual:
“Todo me es lícito, pero ni todo me conviene”, a la
cual el Apóstol de los Gentíos agregó: “Todas las
cosas me son lícitas, pero no me dejaré dominar por
ninguna”.
No existe en la doctrina espírita nada que se asemeje a
una lista de lo que es o de lo que no es permitido.
La posición espírita con relación al nuestro
comportamiento a lo largo de la vida es idéntica a la
sugerida por Pablo, que enfatiza el valor de un atributo
inherente de forma especial a los seres humanos: el
libre albedrío.
Libre albedrío implica, sin embargo, responsabilidad y
es fundamentado en ese principio que responderemos ante
la ley por todo lo que hubiéramos hecho, gracias a
decisiones que libremente tomemos, hecho que no pasó
desapercibido a las enseñanzas de Jesús.
A toda acción corresponde una reacción.
Todos los que lanzan mano de la espada, a espada
morirán.
No se cosechen higos de los espinos.
Aquél que siembra poco, también poco segará.
La siembra es libre, pero la cosecha es obligatoria.
Para bien comprender el fragmento “ni todo me
conviene” de la frase dicha por Pablo, es
necesario, evidentemente, que la persona tenga real
noción de los objetivos que la vida corpórea nos
presenta.
¿Por qué nacemos?
¿Cuál la finalidad de que estemos en este mundo tan
complicado e injusto?
¿Terminada nuestra etapa en la corteza terrena, que nos
espera?
¿Podremos ser felices un día?
Estas reflexiones son excelentes para que podamos
iniciar un nuevo año, que todos, ciertamente sin
excepción, deseamos que sea bien mejor que 2017.
Para ayudar en las reflexiones sugeridas, reproducimos
aquí una cariñosa advertencia hecha por un representante
que dejó marcas luminosas en su pasaje por la Tierra:
“No puede el alma elevarse a las altas regiones
espirituales, sino por la devoción al prójimo; solamente
en los éxtasis de la caridad encuentra ella ventura y
consolación. Sed buenos, amparad a vuestros hermanos,
dejad de lado la horrenda llaga del egoísmo. Cumplido
ese deber, se os abrirá el camino de la felicidad
eterna. A los demás, ¿cuál entre vosotros aún no sintió
el corazón latir de júbilo, de íntima alegría, a la
narrativa de un acto de bella dedicación, de una obra
verdaderamente caritativa? Si únicamente buscaseis la
voluptuosidad que una acción buena proporciona, os
conservaréis siempre en el camino del progreso
espiritual. No os faltan los ejemplos; rara es sólo la
buena voluntad. Notad que la vuestra historia guarda
piadoso recuerdo de una multitud de hombres de bien. ¿No
os dijo Jesús todo lo que concierne a las virtudes de la
caridad y del amor? ¿Por qué despreciar sus enseñanzas
divinas? ¿Por qué cerrar el oído a sus divinas palabras,
el corazón a todos sus bondadosos preceptos? Quisiera yo
que dispensasen más interés, más fe a las lecturas
evangélicas. Desprecian, sin embargo, ese libro,
considerando un repositorio de palabras vacías, una
carta cerrada; dejan en el olvido ese código admirable.
Vuestros males provienen todos del abandono voluntario a
que votáis ese resumen de las leyes divinas. Leed las
páginas brillantes de devoción de Jesús, y meditadlas.”
– S. Vicente de Pablo, Espíritu. (El Evangelio según
el Espiritismo, cap. XIII, ítem 12.)
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br