Editorial 

 
¿Por qué fracasamos?


Hemos leído en uno de los textos de Allan Kardec, conforme el lector puede conferir consultando el cap. XX d’ El Evangelio según el Espiritismo, que muchos entre los llamados para el Espiritismo se extraviaron – y con certeza otros tantos continúan a extraviarse, a apartarse de la rectitud o del deber.

¿Por qué se da eso?

La pregunta es pertinente, ante la claridad de las enseñanzas espíritas, que no engañan a nadie y nos muestran que en la carretera de la vida, tal como aprendemos también en el Evangelio, cada persona cosecha lo que siembra.

Enseña el Espiritismo que nuestras existencias terrenas son precedidas de un largo preparo y, salvo las excepciones habituales, ejercemos papel decisivo en la llamada programación reencarnatoria.

En un artículo publicado en la Revista Espírita de junio de 1866 Kardec nos dice que al dejar la Tierra, conforme las facultades aquí adquiridas, cada cual busca el medio que le es propio, al menos que, no estando aún desprendido, esté en la noche, nada viendo ni oyendo. Tiempos después, cuando prepara para reencarnarse, somete sus ideas a las decisiones del grupo a que pertenece. El grupo discute el asunto, investiga, aconseja. El Espíritu puede, entonces, aconsejado, esclarecido, fortificado, seguir, si quiere, su camino, consciente de que tendrá en la jornada terrena una multitud de Espíritus invisibles que no lo perderán de vista y lo asistirán.

Tenemos, como se ve, razones innúmeras para vencer las pruebas y las dificultades que aparecen en nuestro camino y, sin embargo, pocos son los que triunfan.

En su libro titulado Los Mensajeros obra psicografada por Chico Xavier, André Luiz nos da noticias al respecto del asunto.

En visita al Centro de Mensajeros, del Ministerio de la Comunicación, uno de los órganos directivos de la colonia “Nuestro Hogar”, André Luiz se enteró de que los Mensajeros preparan trabajadores para que se transformen en cartas vivas de socorro y auxilio a los que sufren en el Umbral, en la Corteza y en las Tinieblas.

Se capacitan allí numerosos compañeros para la difusión de esperanzas y consuelos, instrucciones y avisos, en los diversos sectores de la evolución planetaria.

Grupos compactos de aprendices para la reencarnación son organizados, y salen de la institución, a centenares, anualmente, médium y doctrinadores, tantos cuantos trabajadores del confort espiritual en cuantidad considerable, habilitados por el Centro de Mensajeros.

Raros, sin embargo, son los que triunfan. Algunos consiguen ejecución parcial de la tarea, pero la mayoría fracasa de todo.

Leyendo ése y otros libros que tratan del asunto, se percibe que las causas del fracaso son variadas, pero hay un elemento común presente en todas ellas, que es la manifestación del orgullo y de sus hijos preferidos – la vanidad y el egoísmo.

Muchas personas, en verdad, desean ser felices a cualquier costo, olvidándose que no puede haber felicidad encima de la infelicidad ajena y que, ante los obstáculos, las barreras y los espinos de la caminata, el mal que nos hace mal es el mal que hacemos, no el mal que supuestamente nos hacen.

 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br 

 

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita