Lo que puede tornar feliz una persona
En su edición de 14 de febrero de este año la revista
VEJA publicó una materia especial sobre el tema
felicidad, cuyo merito fue presentar al lector un
resumen al respecto de los estudios y de las
investigaciones científicas que están desmenuzando la
forma como el organismo y el medio social, juntos,
predisponen las personas a ser felices.
Mitad de la propensión del ser humano a la felicidad,
dicen los investigadores, es determinada por la
genética; la otra mitad depende de factores externos.
Algunos de estos dependen de aspectos sobre los cuales
no tenemos control total – casamiento, hijos, trabajo y
dinero. El restante se relaciona con la forma como
encaramos lo que la vida nos presenta.
Investigación conducida por la Universidad Harvard hace
casi ochenta años indica que el factor en común entre
los individuos felices es la calidad de sus relaciones –
familiares, amorosas o de amistad. Los que nutren
relacionamientos satisfactorios presentan niveles más
bajos de estrés.
Otras investigaciones muestran que tener un propósito en
la vida es un componente fundamental. Cuando tenemos en
vista una meta, un objetivo, se queda más fácil
sobrevivir al tedio y a las situaciones desagradables
del día a día. En ese sentido, las personas que tienen
fe llevarían ventajas.
La materia destaca dos informaciones importantes que
tienen, cada cual su modo, relación con lo que
aprendemos en el Espiritismo. La primera: con la
difusión de las ideas cristianas, ganó fuerza en el
mundo la doctrina de que la felicidad duradera no
pertenece a este mundo. La segunda: el padre de la
psicoanálisis, Sigmund Freud, consideraba la felicidad
un estado huidizo, inalcanzable plenamente, debido al
conflicto entre los deseos del ser humano y las
imposiciones sociales.
¿Cómo el Espiritismo trata la cuestión?
Antes de contestar, recordemos un pasaje contenido en el
libro El Gigante Tumbado – Vida y obra de Jerônimo
Mendonça, escrito por Jane Martins Vilela, actual
directora responsable por el periódico El Inmortal:
“En Brasília, en una entrevista para la televisión hubo
permiso para preguntas de los telespectadores. Una
señora le preguntó:
- Jerônimo, creo que tú eres un ejemplo para todos
nosotros. Sé que eres muy culto y que podría hacerte
preguntas difíciles, pero quiero sólo preguntar lo que
es la felicidad para ti.
Él meditó breves segundos y contestó alegre:
- Para mí, señora, que estoy en esta cama hace 25 años,
sería por un minuto sólo acostarme de boca abajo.” (Obra
citada, p. 149.)
Para los que ignoran quien fue Jerônimo, nos acordemos
que él fuera en las últimas décadas de su vida
tetrapléjico y ciego.
En mensaje transmitido en
París, titulado La felicidad no es de este mundo,
el Espíritu de François-Nicolas-Madeleine, que fuera en
la Tierra el cardenal Morlot, abordó con precisión el
tema, explicando por qué las personas buscan, a veces
inútilmente, ser felices y no lo consiguen.
(Cf. El Evangelio según el Espiritismo, cap. V, ítem
20.)
Se ve que, aunque la felicidad duradera no sea frecuente
en nuestro planeta, hay determinados momentos en la vida
en que la gente se siente muy feliz, tal como Jerônimo
Mendonça declaró en la entrevista arriba reproducida.
Así se da cuando nace un hijo, cuando casamos, cuando
pasamos en un concurso, cuando ingresamos en la
Universidad, cuando recibimos nuestro diploma de
graduación, cuando nuestro equipo es campeón… Pero son
momentos que pasan y, muchas veces, seguidos de periodos
de aflicción y de tristeza, de modo que, en la visión
del Espiritismo, la felicidad duradera no es,
efectivamente, privilegio del orbe donde vivimos.
La explicación de ese hecho que intriga a todos,
conforme, evidentemente, las enseñanzas espíritas, puede
ser deducida de las cuestiones abajo constantes d’ El
Libro de los Espíritus, de Allan Kardec:
920. ¿Puede el hombre gozar de completa felicidad en la
Tierra?
“No, por eso que la vida le fue dada como prueba o
expiación. De él, sin embargo, depende la suavización de
sus males y el ser tan feliz cuanto posible en la
Tierra.”
921. Se concibe que el hombre será feliz en la Tierra,
cuando la Humanidad esté transformada. Pero, en cuanto
eso no se averigua, ¿podrá conseguir una felicidad
relativa?
“El hombre es casi siempre el obrero de su propia
infelicidad. Practicando la ley de Dios, a muchos males
se recubrirá y proporcionará a sí mismo felicidad tan
grande cuanto lo comporte su existencia grosera.”
922. La felicidad terrestre es relativa a la posición de
cada uno. Lo que basta para la felicidad de uno,
constituye la desgracia de otro. ¿Habrá, no obstante,
alguna suma de felicidad común a todos los hombres?
“Con relación a la vida material, es la posesión del
necesario. Con relación a la vida moral, la conciencia
tranquila y la fe en el futuro.”
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br