La sabiduría de contentarse con poco
Se observó una escena común en uno de los muchos
momentos que marcaron el carnaval de este año.
Cuando se presentaba de arriba de un trío eléctrico, una
famosa cantante vio cuando un muchacho hurtaba el móvil
de una joven desprevenida. De micrófono en la mano, ella
luego reprendió el joven diciendo: “No haga esto. Yo
también vine del lugar de donde tú vienes. Yo y los
cantantes… [y declinó sus nombres] vinimos del
mismo lugar, pero nunca sacamos lo que es de los otros.
Cuando la gente dispone de pocos recursos es necesario
trabajar, esforzarse, pero jamás hurtar.”
Exceptuada la intervención de la cantante, el episodio
por ella testimoniado es, infelizmente, escena común en
las grandes y medias ciudades de nuestro país. Y, en
muchos casos, acompañado de actos de violencia y
brutalidad, como los medios de comunicación enseñaron
por ocasión del último carnaval, donde varias víctimas
no fueron sólo asaltadas, sino también perdieron la
propia vida.
La dependencia química está, como nadie ignora,
íntimamente unida a hechos de ese porte. La compulsión
por la droga lleva el individuo a deshacerse de lo que
tiene y, llegado a ese punto, apropiarse de lo que
pertenece a los otros, dentro o fuera de casa.
Evidentemente, el asalto, el hurto, el robo, la
violencia y la corrupción no se explican tan solamente
por la necesidad de drogarse. Hay en esas enfermedades
algo mucho más profundo, que evidencia en primer lugar
la condición de inferioridad que caracteriza el mundo
donde vivimos y, en segundo lugar, la absoluta
ignorancia acerca de la finalidad de la vida.
Reportándose al tema de la no permanencia y de la
transitoriedad de los bienes de que disponemos a lo
largo de la vida, Lacordaire (Espíritu) escribió:
“Sabéis contentaros con poco. Si sois pobres, no
envidiéis los ricos, porque la riqueza no es necesaria a
la felicidad. Si sois ricos, no olvidéis que los bienes
de que disponéis sólo os están confiados y que tendéis
de justificar el empleo que les disteis, como se
prestaseis cuentas de una tutela.
No seáis depositario infiel, utilizándolos únicamente en
satisfacción de vuestro orgullo y de vuestra
sensualidad.
No os juzguéis con el derecho de disponer en vuestro
exclusivo provecho de aquello que recibisteis, no por
donación, pero simplemente como préstamo.
Si no sabéis restituir, no tenéis el derecho de pedir, y
acordaos de que aquel que da a los pobres, salda la
deuda que contrajo con Dios.” (El Evangelio según el
Espiritismo, cap. XVI, ítem 14.)
Gran valor tienen lecciones como ésa establecida por el
respetable educador, académico y religioso francés.
Antes de criticarlas o menospreciarlas, acordemos que
parten de personas que pasaron por aquí, que vivieron en
el medio en que nos encontramos, pero que reúnen
informaciones, percepciones y experiencias que sólo los
desencarnados detienen, como alguien que se encuentra
parado en el alto de la montaña, mientras nos debatimos
en la planicie, ignorando los motivos que nos llevan a
enfrentar las pruebas, las carencias, las dificultades y
los desafíos de la vida.
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br