Editorial 

 
Hacer el bien y no el mal, he aquí nuestro lema


Como el lector puede ver en esta edición, leyendo el texto concerniente al estudio de la Revue Spirite de 1862, en el día 25/5/1862 el periódico francés Abeille Agénaise publicó un artículo titulado Charlas Espíritas, donde el Sr. Cazenove de Pradine presentó un resumen del Espiritismo y, en el final, lo clasificó como una doctrina perversa. Un  lector, el Sr. Dombre, radicado en la ciudad de Marmande, escribió al referido periódico contestando la crítica, pero su carta no fue publicada, bajo la alegación de que el periódico no podría propagar dichas ideas, porque para ellos, eran esencialmente peligrosas.

Las personas tienen todo el derecho de manifestar lo que piensan y de gustar o no de ése o de aquel orden de ideas, tanto en el campo de la política, como en lo que se refiere a la filosofía, al arte o a la religión.

Para atribuir la cualidad de perverso a una doctrina, como el Espiritismo, es necesario, sin embargo, que el crítico indique las razones en que se fundamenta.

El adjetivo perverso, conforme leemos en uno de los mejores léxicos de la lengua portuguesa, significa: traicionero, maligno, malvado, que muestra perversión, que tiene pésimas cualidades, que tiene intención de hacer el mal o de perjudicar.

Pero nada de eso se aplica a la doctrina enseñada por los Espíritus superiores, y solamente la ignorancia de las enseñanzas espíritas o de la maldad, el prejuicio y los intereses innecesarios pueden llevar una persona a semejante afirmativa.

Si el Sr. Cazenove tuviese leído por lo menos la Introducción de la principal obra espírita, jamás tendría hecho tal acusación, y eso lo saben muy bien los que frecuentan las casas espíritas y asisten a las conferencias públicas ofertadas diariamente a sus frecuentadores.

Con efecto, leemos en la mencionada Introducción d’ El Libro de los Espíritu

“Las diferentes existencias corpóreas del Espíritu son siempre progresivas y nunca regresivas; pero la rapidez de su progreso depende de los esfuerzos que haga para llegar a la perfección.

Las cualidades del alma son las del Espíritu que está encarnado en nosotros; así, el hombre de bien es la encarnación de un buen Espíritu, el hombre perverso la de un Espíritu impuro.

El alma poseía  su individualidad antes de encarnar; la conserva después de haberse separado del cuerpo.

En su retorno al mundo de los Espíritus, encuentra ella todos aquellos que conociera en la Tierra, y todas sus existencias anteriores se le diseñan en la memoria, con el recuerdo de todo el bien y de todo mal que hizo.

La moral de los Espíritus superiores se resume, como la del Cristo, en esta máxima evangélica: Hacer a los otros lo que querríamos que los otros nos hiciesen, eso es, hacer el bien y no el mal. En este principio encuentra el hombre una regla universal de proceder, mismo para sus menores acciones.” (El Libro de los Espíritus, Introducción, VI.)

¿Dónde la maldad, la perversidad, la traición en los textos arriba o en cualquier otro que integre las obras espíritas?

La perversidad, al contrario de eso, ya hizo morada en otros corazones y en otros credos, no en el seno del Espiritismo.

Veamos:

- ¿Quién inventó e incentivó las Cruzadas?

- La Inquisición no fue obra del Espiritismo ni de los espíritas.

- ¿Quién cometió las barbaridades criminosas de la desgraciada Noche de San Bartolomé?

- No fue un predicador espírita que pisó y aplastó, delante de las cámaras de la tele, una estatua de Nuestra Señora.

- ¿Qué religiosos tienen prendido fuego a los centros espíritas y a los núcleos mantenidos por umbandistas y por nuestros hermanos del Candomblé?

Los cristianos se revelan por sus obras y, según Jesús, por sus frutos los conoceremos, como él advirtió en uno de sus magníficos sermones:

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros vestidos  con pellejos de ovejas y que dentro son lobos devoradores. Por sus frutos los conoceréis.

¿Por ventura se cosechan uvas de los espinares, o higos de las zarzas?

Así, todo árbol que es bueno produce buenos frutos, y todo árbol que es malo produce frutos malos.

No puede un árbol bueno producir frutos malos; ni un árbol malo producir frutos buenos. Todo árbol que no produce frutos buenos será cortado y será echado en al fuego. Por lo tanto, por sus frutos los conoceréis.” (Mateo, 7:15-20.)

 

Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br

 

 

     
     

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 Revista Semanal de Divulgação Espírita