Intolerancia es siempre inaceptable
Cuando esta revista apareció, once años atrás, se vivía
en el medio espírita brasileño un momento conturbado que
esperábamos que se normalizase con el paso del tiempo.
No fue lo que se pasó.
Hay en nuestro medio una exasperación de ánimos
semejantes a lo que se averigua en el escenario político
nacional.
Tres hechos ocurridos en los últimos noventa días,
envolviendo personalidades de realce en el movimiento
espírita de Brasil, comprueban este pensamiento. Pero el
clima malo, desagradable, incompatible con las
enseñanzas espíritas, se instaló, en verdad, hace más
tiempo. Según algunos, pocos meses después de Chico
Xavier haber regresado a la patria espiritual.
El Espiritismo, desde que surgió, tuvo que lidiar con
adversarios implacables. Las persecuciones recibidas de
todos lados se asemejaron al que ocurrió en la fase que
precedió la Reforma y en los años que a ella se
siguieron, tema del especial “La Reforma protestante
y el Espiritismo”, uno de los relieves de la
presente edición, de autoría del cofrade André Luiz
Alves Jr.
Solamente para recordar, uno de los precursores de la
Reforma, el sacerdote y profesor Jan Huss (última
reencarnación de Hippolyte Léon Denizard Rivail, antes
de retornar como Allan Kardec), que luchó por la
verdad cristiana y en contra la corrupción en la
Iglesia, fue condenado a la hoguera, dieciséis años
antes de Joana d’Arc ser quemada viva, por el simple
motivo de “oír” los Espíritus.
Curiosamente, atenuadas las persecuciones externas, los
espíritas parece que decidieron discutir entre sí, en
sintonía evidente con individuos que, estando o no
desencarnados, no quieren que las ideas espíritas y el
movimiento que las representa cumplan sus objetivos.
La exasperación de las posiciones ideológicas y la
intolerancia para con los que piensan de manera
diferente no se armonizan con la propuesta evangélica,
ni, evidentemente, con el pensamiento y las
recomendaciones de Allan Kardec, el codificador de la
doctrina espírita.
De Jesús, nadie ignora
esta enseñanza apuntada en el cap. V del Evangelio según
Mateo: “Amad a
vuestros enemigos; haced el bien a los que os odian y
rogad por los que os persiguen y calumnian”.
Cuanto a Kardec, su recomendación - expresamente
colocada en el cap. XXVIII, ítem 51, d’ El
Evangelio según el Espiritismo - es que
debemos, no sólo amar, pero también rogar por ellos, sin
exclusión de los que se presentan como enemigos del
Espiritismo.
En este sentido, escribió el codificador:
“De todas las
libertades, la más inviolable es la de pensar, que
abarca la de conciencia. Lanzar alguien anatema sobre
los que no piensan como él es reclamar para sí esa
libertad y negarla a los otros, es violar el primer
mandamiento de Jesús: la caridad y el amor del prójimo.
Perseguir a los otros, por motivos de sus creencias, es
atentar en contra el más sagrado derecho que tiene todo
hombre el de creer en lo que le conviene y de adorar a
Dios como lo entienda. Constreñirlos a actos exteriores
semejantes a los nuestros es mostrarnos que damos más
valor a la forma que al fundamento, más a las
apariencias, de que a la convicción.” (El
Evangelio según el Espiritismo, cap. XXVIII, ítem 51.)
En la secuencia de esas palabras, Kardec nos presenta
un modelo o sugerencia de la oración que nosotros,
espíritas, debemos hacer por los adversarios y enemigos
de la doctrina que abrazamos.
Pero (alguien ciertamente dirá): ¿Cómo ser tolerantes y
afables con nuestros enemigos y, al mismo tiempo,
intolerantes e inamistosos con nuestros propios
compañeros, sólo porque en ese o en aquel punto pensamos
de forma diferente?
¿No habrá en eso un enorme contrasentido?
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br