Especial

por Jorge Leite de Oliveira

El adiós de Kardec y la constitución del Espiritismo

En octubre de 1868, la Revista Espírita (RE) publicó una "Profesión de fe materialista", firmada por A. Regnard, el cual defiende tal postura, apoyado en ideas antiguas, desde Aristóteles y [...] "Epicuro hasta Bacon, hasta Diderot, hasta Virchow, Moleschoff y Büchner, sin contar los contemporáneos y compatriotas [...]" (KARDEC, 1868, P. 425).

En una demostración de que no teme tales ideas, las cuales considera nefastas al espíritu humano, el Codificador del Espiritismo, después de tejer algunas consideraciones sobre el texto de Regnard, remata con esta profética frase:

El materialismo es una consecuencia de la época de transición en que estamos; no es un progreso, lejos de eso, sino un instrumento de progreso. Desaparecerá, probando su insuficiencia para el mantenimiento del orden social y para la satisfacción de los espíritus serios, que buscan el porqué de cada cosa; para esto era necesario que lo vieran en acción. La Humanidad, que necesita creer en el futuro, jamás se contentará con el vacío que él deja detrás de sí, y buscará algo de mejor para compensarlo (KARDEC, 1868, p. 427).

Admitida la verdad espírita de la inmortalidad del alma, lo que nos debe preocupar pasa a ser la finalidad de la vida, o sea, el deber y no sólo el placer, que debe ser tenido en su relativa importancia y fugacidad aquí en la Tierra. El papel de los médiums es el de comprobar, por la experiencia, lo que afirma la teoría.

En diciembre de 1868 (p. 504), Kardec propuso una “Constitución Transitoria del Espiritismo”, también publicada en Obras póstumas. En ella, el Codificador del Espiritismo explica que solamente al ser desarrolladas todas sus partes la Doctrina Espírita estaría plenamente definida (p. 505). Por ese motivo, clasificó de “transitória” la constitución espírita (p. 507).

En sus “consideraciones preliminares”, explica Kardec que, al ser consolidados sus puntos principales, el Espiritismo formaría un cuerpo armonizado; y sólo entonces se podría tener una idea formada sobre la Doctrina. Pasó entonces a comentar algunos tópicos de su informe presentado a la Sociedad Espírita de París, publicado em la Revista de junio de 1865, que consideró preliminares indispensables (p. 507):

Cuando concebí la idea de El Libro de los Espíritus, era mi intención no ponerme de modo alguno en evidencia y permanecer desconocido [...]. Si mi nombre tiene ahora alguna popularidad, seguramente no fui yo que la busqué, pues es notorio que ni la debo a la propaganda, ni a la camaradería de la prensa, y que jamás aproveché de mis relaciones para lanzarme en el mundo, cuando esto me habría sido tan fácil. Pero, a medida que la obra crecía, un horizonte más vasto se desplegaba a mi frente, reculando sus límites; comprendíentonces la inmensidad de mi tarea y la importancia del trabajo que me restaba hacer para completarla. Lejos de apavorarme, las dificultades y los obstáculos replegaron mis energías; vi el objetivo y resolví alcanzarlo con la asistencia de los Espíritus buenos. Sentía que no tenía tiempo que perder y no lo perdí ni en visitas inútiles, ni en ceremonias ociosas; fue la obra de mi vida: a ella di todo mi tiempo, le sacrifiqué mí reposo, mi salud, porque el futuro estaba escrito delante de mí en caracteres irrecusables (RE, 1868, p. 509- 510).

Otra gran preocupación de Kardec fue con los “cismas” que podrían surgir entre los espíritas. Después de algunas consideraciones, informa él que ese aspecto dice respecto al lado “esencialmente progresivo” de la Doctrina Espírita.

Por el hecho de ella no embalarse con sueños irrealizables, no se sigue que se inmobilice en el presente. Apoyada tan sólo en las leyes de la Naturaleza, no puede variar más de lo que estas leyes; pero, si una nueva ley es descubierta, tiene ella que ponerse en consonancia con esa ley. No le cabe cerrar la puerta a ningún progreso, bajo pena de suicidarse. Asimilando todas las ideas reconocidamente justas, de cualquier orden que sean, físicas o metafísicas, ella jamás será desfasada, constituyendo eso una de las principales garantías de su perpetuidad (RE, 1868, p. 514).

Se preocupa, entonces, el Codificador, con la “dirección central superior, guarda vigilante de la unidad progresiva y de los intereses generales de la Doctrina”. Era preciso una “autoridad moral” para conducir los trabajos y preservar la unión de los espíritas y la unificación de sus postulados básicos. Debería ser alguien dotado de “abnegación”, “dedicación”, “desinterés” y “humildad” (id., p. 518). Para eso, consideraba la necesidad de existir una “comisión central”. Y así explica su opinión sobre el asunto:

Durante el periodo de elaboración, la dirección del Espiritismo tuvo que ser individual; era necesario que todos los elementos constitutivos de la Doctrina, salidos, en el estado de embriones, de una multitud de focos, si dirigieran para un centro común, para ser ahí examinados ycotejados, de suerte que un sólo pensamiento presidiera a la coordinación de ellos, a fin de establecerse la unidad en el conjunto y la armonía entre todas las partes. Si no fuera así, la Doctrina se habría asemejado a esos edificios híbridos, proyectados por varios arquitectos, o a un mecanismo cuyas ruedas no se engendrán con precisión unas en las otras (RE, 1868, p. 521).

A esa “comisión central, o consejo superior” es que cabría el liderazgo, ahora no más de una sólo persona, sino de una autoridad colectiva, que debería tener la concordancia de la mayoría y, en algunos casos, de la aprobación de una “asamblea-general” representativa, pero no muy extensa, a fin de no haber tumulto en las deliberaciones de la comisión central. Preveía también la instalación de “congresos” formados por delegados de las sociedades particulares, regladamente constituidas y colocadas bajo el patrocinio de comisión” que a ella adheriese y se conformasen a sus principios.

La decisión de un grupo caracterizado por su idoneidad moral y alto conocimiento posee mayor autoridad que la de una sola persona, cuya opinión personal estaría superada por la del grupo, en el caso de divergencias. Deduce Kardec que “Es frecuente que una persona rechace la opinión de otra, por entender que se humillaría, si se sometiera a esa opinión, y acatar sin dificultades la de muchos” (RE, 1868, p. 523).

En relación a las obras fundamentales de la Doctrina Espírita, el Codificador esclarece que está en consonancia con las personas que proponen ediciones de coste bajo, a fin de popularizar el Espiritismo. También informa sobre la construcción del museo espírita, que aguardaba un local conveniente para su construcción y ya habría recibido ocho grandes cuadros, “verdaderas obras-primas de arte” donados por su autor, artista renombrado en la época. Enseguida, informa:

En hallándose organizado por la constitución de la comisión central, nuestras obras se harán propiedad del Espiritismo, en la persona de esa misma comisión, que las gestionará y cuidará de la publicación de ellas, por los medios más apropiados a popularizarlas. Ella también deberá cuidar de que sean traducidas en las principales lenguas extranjeras. La Revista fue, hasta ahora, y no podía dejar de ser, una obra personal, ya que formaba parte de nuestras obras doctrinarias, constituyendo los anales del Espiritismo. Por su intermedio es que todos los principios nuevos fueron elaborados y entregados al estudio. Era, pues, necesario que conservara su carácter individual, para que se estableciera la unidad (RE, 1868, p. 527).

Enseguida, Allan Kardec hace esta declaración de la más alta importancia:

Para completar la obra doctrinaria, nos falta publicar varios trabajos, que no forman la parte menos difícil, ni menos penosa. Si bien ya dispongamos de todos los elementos para ejecutarlo y el programa de cada uno esté trazado hasta el último capítulo, podríamos dispensarles más primorosa atención y activarlos, si, por instituida la comisión central, estuviéramos libres de otros cuidados que absorben gran parte de nuestro tiempo (RE, 1868, p. 528).

Creemos que, en la imposibilidad del Misionero-Jefe del Espiritismo dar continuidad a sus trabajos, algunos de los cuales fueron publicados en Obras póstumas por sus sucesores, la Espiritualidad proveería esa laguna, como esperamos demostrar al final de este artículo. En su sanidad, sin embargo, y sintiendo ya problemas cardíacos que lo llevaron a diversas consultas médicas, como fue informado en esa obra, Kardec ya había establecido las bases para la continuación de la gran obra de su vida y del advenimiento del Consolador prometido por Jesús, conforme se lee en 14:16 del Evangelio de Juan. De ese modo, propuso diversas “atribuciones principales” a la comisión central, que pueden ser leídas en Obras póstumas y en las páginas 528 a 530 de la Revista Espírita de diciembre de 1868, de entre las cuales destacamos: “ Cuidar de los intereses de la Doctrina y de su propagación; mantenerle la unidad, por la conservación de la integridad de los principios firmados; proveer al desenvolvimiento de sus consecuencias”.

Diversas otras atribuciones fueron recomendadas, como “[...] el estudio de los nuevos principios, susceptibles de entrar en el cuerpo de la Doctrina [...]; el mantenimiento, la consolidación y la extensión de los lazos de fraternidad entre los adeptos y las sociedades particulares de los diversos países”; la edición de las obras básicas con precios bajos, promoción de cursos, etc. Los demás tópicos, igualmente importantes, como el de la construcción del museo y de la biblioteca espíritas, el auxilio a los necesitados, los cursos espíritas, entre otros, pueden ser leídos en las obras citadas.

Después de discurrir sobre las “vías y medios” apropiados a la época en que vivía, Kardec concluyó:

Tales son las bases principales de la organización que nos proponemos dar al Espiritismo, si las circunstancias nos lo permiten [...]. Los detalles serán objeto de una reglamentación minuciosa, en la cual todos los casos serán previstos de manera a levantar todas las dificultades de ejecución.

Consecuente con los principios de tolerancia y de respeto a todas las opiniones, que el Espiritismo profesa, no pretendemos imponer esta organización a nadie, ni presionar quien quiera que sea a someterse a ella. Nuestro objetivo es establecer un primer lazo entre los espíritas, que lo desean desde mucho tiempo y se apenan de su aislamiento. Ahora, ese lazo, sin el cual el Espiritismo, permaneciendo en el estado de opinión individual, sin cohesión, sólo puede existir con la condición de religarse a un centro por una comunión de vistas y de principios. Ese centro no es una individualidad, sino un foco de actividad colectiva, actuando en el interés general y en la cual la autoridad personal se borra (RE, 1868, dic. p. 536).

El verdadero espírita, dice Kardec (RE, 1869, ene., p. 36) es el que practica sus enseñanzas y se esfuerza en hacerse mejor. No es cierto llamar  espírita, como ocurría el siglo XIX, a personas que practicaban la “magia negra” y los charlatanes, aunque tales personas se digan espíritas. De la misma forma, no consideramos médico quien no está habilitado por la academia a ejercer esa sublime profesión. Kardec va más lejos, dice que la Doctrina Espírita “repudia toda solidaridad con la magia, los fetiches, los sortilégios, la cartomancia, los adivinos, los leedores de suerte y todos aquellos que tienen el oficio de comerciar con los Espíritus [...] pretenda tenerlos a sus órdenes [...]” (id., p. 37).

Enseguida, nos explica el Codificador de la Doctrina Espírita que los Espíritus, como individualidades que gozan del libre-albedrío, por ser las almas de los hombres, como nosotros, “que vivieron sobre la Tierra”, no están sujetos a nuestras órdenes. Ellos se manifiestan cuando, donde quieren y siempre con la finalidad de instruirnos y nos incentivan a nuestra mejoría moral. Lógicamente, se refiere a los Espíritus superiores. A estos no cabe nos ayuden a resolver nuestros problemas materiales, lo que podemos hacer personalmente. Sin eso, ¿dónde estarían nuestro libre-albedrío y mérito?

Concluye Kardec que “[...] ignorar esas cosas es ignorar el abecé del Espiritismo”. La primera ley espírita es la “del amor al prójimo” y su máxima está contenida en esta frase: “Fuera de la caridad, no hay salvación” (p. 38).

El Espiritismo entra en una fase solemne, pero en la cual aún tendrá grandes luchas que sostener; es preciso, pues, que sea fuerte por sí mismo y, para ser fuerte, debe ser respetado. Cabe a sus adeptos dedicados hacerlo respetar, inicialmente predicándolo por la palabra y por el ejemplo; después, desaprobando, en nombre de la Doctrina, todo cuanto pudiera perjudicar la consideración de que debe ser rodeado. Es así que podrá afrontar las intrigas, la burla y el ridículo. (RE, 1869, p. 71.)

El 31 de marzo de 1869, víctima de un aneurisma, el gigante cayó en la Tierra para ser abrazado en el Plano Espiritual. Su misión estaba cumplida. Las obras que pretendía publicar vendrían por la psicografia de Fernando de Lacerda, en Portugal, Amalia Domingos Soler, en España, Wera Krijanoswski, en Rusia y, principalmente, en Brasil, por intermedio de la pluma iluminada de una Zilda Gamma, Yvonne Pereira, Francisco Cândido Xavier y, aún entre nosotros, Divaldo Pereira Franco, entre otros médiums no menos extraordinarios de la materialización, como Ana Prado, de Pará y Peixotinho (Francisco Peixoto Lins), de Ceará, entre otros. Desde entonces, el Espiritismo viene desmontando el Materialismo, que tantos perjuicios ha causado a la Humanidad, pero que tiene sus días contados.

 

Referências:

KARDEC, Allan. Obras póstumas. Tradução de Evandro Noleto Bezerra. Rio de Janeiro: Federação Espírita Brasileira, 2009.

______. Profissão de fé materialista.  Revista Espírita, 1868. Tradução de Evandro Noleto Bezerra. Disponível em:www.febnet.org.br. Acesso em 16 dez. 2016.

______. Constituição transitória do Espiritismo. Revista Espírita 1868. Tradução de Evandro Noleto Bezerra. Disponível em: www.febnet.org.br. Acesso em 16 dez. 2016.

_______. Processo das Envenenadoras de Marselha. Revista Espírita, 1869. Tradução de Evandro Noleto Bezerra. Disponível em: www.febnet.org.br. Acesso em 17 dez 2016.

______. KARDEC, O Poder do ridículo. Revista Espírita, 1869.Tradução de Evandro Noleto Bezerra. Disponível em:www.febnet.org.br. Acesso em 17 dez 2016.


Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita