El cielo puede estar muy cerca
En el especial titulado “El día en que fui al
cielo”, nuestro cofrade y amigo Marcelo Teixeira,
uno de los articulistas de nuestra revista, evoca un
momento de gran felicidad que él pudo vivenciar treinta
años atrás. Vale la pena leer el artículo, porque su
testimonio confirma una tesis conocida de los espíritas
al respecto de los beneficios de la caridad, tanto para
quien es de ella el objetivo, como para quien la
práctica.
San Vicente de Pablo, cuya obra social dedicada a los
pobres es muy conocida de los católicos y no católicos,
a punto de tener sido declarado en 12 de mayo de 1885,
por León XIII, patrono de todas las obras de caridad de
la Iglesia Católica, se refiere al asunto en un mensaje
transmitido mediúmnicamente e inserido por Allan Kardec
en el cap. XIII d’ El Evangelio según el Espiritismo.
Del mensaje firmado por el campeón de la caridad,
destacamos los puntos abajo:
- Toda
eterna felicidad se contiene en este precepto: “Amaos
unos a los otros”. No puede el alma elevarse a las
altas regiones espirituales, sino por la devoción al
prójimo; solamente en las éxtasis de la caridad
encuentra ella ventura y consuelo.
- Sed
buenos, amparad vuestros hermanos, dejad de lado la
horrible llaga del egoísmo. Cumplido ese deber, se os
abrirá el camino de la felicidad eterna.
- ¿Cuál
entre vosotros aún no sintió el corazón latir de júbilo,
de íntima alegría, a la narrativa de un acto de bella
dedicación, de una obra verdaderamente caritativa?
- Si
únicamente buscaseis la voluptuosidad que una acción
buena proporciona, os conservaréis siempre en la senda
del progreso espiritual. No os faltan ejemplos; rara es
sólo la buena voluntad.
- La
caridad es la virtud fundamental sobre qué hay de
reposar todo el edificio de las virtudes terrenas. Sin
ella no existen las otras.
- Sin
la caridad no hay que esperar mejor suerte, no hay
interés moral que nos guie; sin la caridad no hay fe,
pues la fe no es más que pura luminosidad que torna
brillante un alma caritativo.
- La
caridad es, en todos los mundos, la eterna áncora de
salvación; es la más pura emanación del propio Creador;
es su propia virtud, dada por él a la criatura. ¿Cómo
despreciar esa bondad suprema? ¿Cuál el corazón, de eso
consciente, bastante perverso para recalcar en sí y
expulsar ese sentimiento todo divino? ¿Cuál el hijo
bastante malo para rebelarse en contra esa dulce
caricia: la caridad?
- Hombres
de bien, de buena y firme voluntad, uníos para continuar
ampliamente la obra de propagación de la caridad; en el
ejercicio mismo de esa virtud, encontraréis vuestra
recompensa; no hay alegría espiritual que ella no
proporcione ya en la presente vida. (Fragmentos
del mensaje publicado en el cap. XIII, ítem 12, d’ El
Evangelio según el Espiritismo.)
Leyendo las palabras de San Vicente de Pablo, se torna
más fácil comprender la alegría descrita por Marcelo
Teixeira que se encuentra en el importante acto por él
practicado en una edad en que mal había salido de la
adolescencia y que, como vemos, lo marcó para el resto
de la vida.
Imitémoslo y, sin duda, cosecharemos alegría semejante,
impregnada de la justa sensación de que el cielo puede
estar mucho más cerca de lo que imaginamos.
Traducción:
Elza Ferreira Navarro
mr.navarro@uol.com.br
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