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En la conquista de la libertad |
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“Fuisteis llamados a la libertad, pero no uséis la
libertad, favoreciendo el libertinaje; en vez de eso,
santifiquemos la libertad, a través del amor, buscando
servir.” Pablo
(Gálatas, 5:13.)
Meditemos en la libertad com que el Cristo nos liberó de
las esposas de la ignorancia y de la crueldad, pues es
de esa libertad que el apóstol Pablo nos habla.
Nadie en la Tierra fue más libre que el Divino Maestro.
Libre incluso de la posesión, de la tradición, de la
parentela, de la autoridad. Sin embargo, nadie más que
Él se hizo esclavo de los Designios Superiores, para
beneficiar e iluminar el mundo, asevera el benefactor
espiritual Emmanuel, en el libro Palabras de Vida
Eterna, lección 133.
Se habla mucho de libertad para los jóvenes, se pide
libertad para los niños, pero, si tuviéramos una mirada
atenta a lo que ocurre alrededor de nuestras vidas,
percibiremos la necesidad de la disciplina para un
crecer saludable y seguro. El volante sin obediencia a
las leyes del tráfico, por ejemplo, lleva a desastres
dolorosos para todos los envueltos.
Buscar la libertad en Jesús es vivir Sus enseñanzas. No
es tenerlo sólo a nuestro lado, sino dentro de nosotros.
Es comprender el significado de sus palabras de que
estaría con nosotros hasta el final de todos los siglos,
hasta que aprendiéramos.
Somos millones de seres que pasan por la vida como si
fuera un parque de diversiones. Miramos todo y no
percibimos nada. Experimentamos un poco aquí, un poco
allí, sin darnos cuenta de lo que ocurre en torno a
nosotros. Y podemos citar la negligencia, el desprecio o
la indiferencia con lo que ocurre con la Naturaleza de
la cual somos parte integrante, pues precisamos de ella
para sobrevivir.
Así, prendidos a las esposas de la indiferencia y de la
pereza, muchos de nosotros no se acuerdan de hacer algo
por el bien colectivo, necesitando siempre de alguien
que nos despierte para esa realidad, para la libertad
que tenemos que realizar algo por la comunidad en la
cual estamos incluidos. Y
no hablamos de grandes realizaciones, sino de pequeñas
actitudes que sirvan de ejemplos para aquellos que nos
acompañan en esta jornada sobre el planeta que nos
recibe tan gentilmente para esa nueva reencarnación. Es
el papel en el suelo, es el uso indebido de lugares
reservados a los ancianos e incapacitados; es la bolsa
de basura en la vía pública, atascando los boquetes; es
el uso indebido de lugares reservados a pasajeros
especiales en el transporte colectivo; es la falta de
respeto, finalmente, con todo aquello que es de todos
nosotros, como si fuera propiedad particular.
Los benefactores espirituales alertan para un hecho
bastante interesante en relación a eso: si ya tenemos
algún conocimiento evangélico, podemos, además de hacer
nuestra parte, ayudar a esos compañeros que aún se
encuentran esposados en ilusorias fantasias a
reerguirse. Y la mejor manera es mostrar a ellos que es
posible, sí, hacer alguna cosa por el semejante, por la
vida que late a nuestro alrededor.
Emmanuel recuerda, aún, que no basta recomendar a
alguien que haga eso o aquello, de esta o de aquella
forma. Quién receta virtud y servicio debe preparar la
comprensión del otro a través del ejemplo. Es semejante
al profesor que exige del alumno la lectura de un texto,
sin enseñarlo a leer.
La advertencia del apóstol Pablo sobre el uso de la
libertad es bastante expresiva, porque el mayor valor de
la independencia relativa que disfrutamos reside en la
posibilidad de ayudarnos mutuamente, glorificando el
bien, exaltando el amor al prójimo, como el Excelso
Amigo nos invita a hacer.
Somos invigilantes en relación a nuestras conductas del
día a día, y podremos ser sorprendidos por personas que
buscan presionarnos a leer el abecedário de la realidad
por sus ojos – y no por los nuestros –, y a interpretar
las enseñanzas de lo cotidiano por sus cabezas – y no
por las nuestras. Desfiguran los preceptos de la
verdad, fantasean hechos, arman trampas para nuestro
orgullo y nuestro egoísmo – aún tan presentes en esta
existencia planetaria –, llevándonos a la rebelión, al
pesimismo, al vicio y a la inutilidad. Somos blancos
fáciles porque aún no despertamos para la verdad de
Cristo que nos invita, constante e incansablemente, a la
modificación de nuestras disposiciones íntimas para el
crecimiento espiritual. Somos reincidentes, porque
insistimos en saber más que Él; en imaginar que
conocemos más nuestras necesidades que Él; y en pensar
que tenemos mucho tiempo por delante y que es preciso
“aprovechar la vida”.
Conviene, pues, prevenirnos para no ser limitados en
nuestra libertad de actuar, pensar y sentir. Jesús nos
convierte en hijos emancipados de la Creación y no en
esclavos de sistemas fantasiosos. Mejor será quedemos
vigilante en relación a lo que Jesús nos enseñó, sin
deformaciones, sin ilusiones vanas, sintiendo,
verdaderamente, la necesidad de encontrar esa ampliación
en amor y sabiduría, a través del trabajo en el bien,
del conocimiento de la verdad que libera y de la
iniciativa de buscar el mejor camino para hacernos
buenos.
Insiste Emmanuel en recordar que el hombre gozará
siempre de libertad condicional y, dentro de ella, podrá
alterar el curso de la propia existencia por el buen o
mal uso de semejante facultad, en las relaciones con los
otros. Sin embargo, es forzoso reconocer que son pocos
los que usan de la libertad que poseen de forma
edificante.
Es posible destacar algunas situaciones en que eso
ocurre: delante del ofensor, escogemos la represalia,
aunque mentalmente; delante de la calumnia, preferimos
la replica; delante de momentos de incomprensiones, en
lugar de la fraternidad y benevolencia, reclamamos
reparación. Dios concede sí, relativa
libertad a todos nosotros, pero nos observa la conducta.
Por todo eso, es importante entendamos que, si
quisiéramos ser libres, necesitamos aprender a obedecer,
asimilando de Cristo el sentido de la disciplina,
trabajando en la extinción de las adicciones e
imperfecciones morales, combatiendo nuestra rebeldía a
las leyes divinas, tan presente en las actitudes que
mantenemos, porque queremos tener nuestros caprichos y
deseos atendidos, independientemente de ser útiles o no
para la necesaria evolución espiritual.
Esas actitudes de desaliño en relación a las enseñanzas
del Maestro los mantienen, aún, prendidos a las cosas de
la Tierra, esclavos de sentimientos contrarios al amor
que Él vino a enseñarnos, haciendo que permanezcamos
padeciendo aflicciones, angustias, miedos...
La ingratitud, la incomprensión, la hipocresia son
algunas esposas pesadas que nos retienen en esos estados
de desequilibrio y sufrimientos. Necesitamos salir de la
sombra del “hago lo que quiero” para la
libertad del “debo servir”, que genera
progreso y sublimación.
“Es justo reflexionar siempre en cuanto a todo eso,
porque solamente cuando atendemos, en todo, las
enseñanzas vivas de Jesús, es que podremos romper la
esclavitud del mundo en favor de la liberación eterna”
– afirma
el estimado benefactor espiritual.
Y si ya alcanzamos un rayo de luz del Evangelio,
avancemos en la dirección del Divino Liberador, Nuestro
Señor Jesucristo. Sabemos que no es fácil tal viaje,
pero con determinación conseguiremos, aunque por el
camino podamos encontrar quién nos invite a la
indisciplina y al estacionamiento.
El Maestro está en el timón y nosotros tenemos fuerza
para remar. ¡Prosigamos, pues!
Bibliografia:
XAVIER, F.C. – Palavras de Vida Eterna,
ditado pelo Espírito Emmanuel – 20ª edição, Edição CEC,
Uberaba/MG – lições 17, 28 e 133 – 1995.
___________ - Fonte Viva, 31ª
edição, FEB, Rio de Janeiro/RJ – lição 172 – 2005.