Especial

por Leda Maria Flaborea

En la conquista de la libertad 

“Fuisteis llamados a la libertad, pero no uséis la libertad, favoreciendo el libertinaje; en vez de eso, santifiquemos la libertad, a través del amor, buscando servir.” Pablo (Gálatas, 5:13.)


Meditemos en la libertad com que el Cristo nos liberó de las esposas de la ignorancia y de la crueldad, pues es de esa libertad que el apóstol Pablo nos habla.

Nadie en la Tierra fue más libre que el Divino Maestro. Libre incluso de la posesión, de la tradición, de la parentela, de la autoridad. Sin embargo, nadie más que Él se hizo esclavo de los Designios Superiores, para beneficiar e iluminar el mundo, asevera el benefactor espiritual Emmanuel, en el libro Palabras de Vida Eterna, lección 133.

Se habla mucho de libertad para los jóvenes, se pide libertad para los niños, pero, si tuviéramos una mirada atenta a lo que ocurre alrededor de nuestras vidas, percibiremos la necesidad de la disciplina para un crecer saludable y seguro. El volante sin obediencia a las leyes del tráfico, por ejemplo, lleva a desastres dolorosos para todos los envueltos.

Buscar la libertad en Jesús es vivir Sus enseñanzas. No es tenerlo sólo a nuestro lado, sino dentro de nosotros. Es comprender el significado de sus palabras de que estaría con nosotros hasta el final de todos los siglos, hasta que aprendiéramos.

Somos millones de seres que pasan por la vida como si fuera un parque de diversiones. Miramos todo y no percibimos nada. Experimentamos un poco aquí, un poco allí, sin darnos cuenta de lo que ocurre en torno a nosotros. Y podemos citar la negligencia, el desprecio o la indiferencia con lo que ocurre con la Naturaleza de la cual somos parte integrante, pues precisamos de ella para sobrevivir.

Así, prendidos a las esposas de la indiferencia y de la pereza, muchos de nosotros no se acuerdan de hacer algo por el bien colectivo, necesitando siempre de alguien que nos despierte para esa realidad, para la libertad que tenemos que realizar algo por la comunidad en la cual estamos incluidos. Y no hablamos de grandes realizaciones, sino de pequeñas actitudes que sirvan de ejemplos para aquellos que nos acompañan en esta jornada sobre el planeta que nos recibe tan gentilmente para esa nueva reencarnación. Es el papel en el suelo, es el uso indebido de lugares reservados a los ancianos e incapacitados; es la bolsa de basura en la vía pública, atascando los boquetes; es el uso indebido de lugares reservados a pasajeros especiales en el transporte colectivo; es la falta de respeto, finalmente, con todo aquello que es de todos nosotros, como si fuera propiedad particular.

Los benefactores espirituales alertan para un hecho bastante interesante en relación a eso: si ya tenemos algún conocimiento evangélico, podemos, además de hacer nuestra parte, ayudar a esos compañeros que aún se encuentran esposados en ilusorias fantasias a reerguirse. Y la mejor manera es mostrar a ellos que es posible, sí, hacer alguna cosa por el semejante, por la vida que late a nuestro alrededor.

Emmanuel recuerda, aún, que no basta recomendar a alguien que haga eso o aquello, de esta o de aquella forma. Quién receta virtud y servicio debe preparar la comprensión del otro a través del ejemplo. Es semejante al profesor que exige del alumno la lectura de un texto, sin enseñarlo a leer.

La advertencia del apóstol Pablo sobre el uso de la libertad es bastante expresiva, porque el mayor valor de la independencia relativa que disfrutamos reside en la posibilidad de ayudarnos mutuamente, glorificando el bien, exaltando el amor al prójimo, como el Excelso Amigo nos invita a hacer.

Somos invigilantes en relación a nuestras conductas del día a día, y podremos ser sorprendidos por personas que buscan presionarnos a leer el abecedário de la realidad por sus ojos – y no por los nuestros –, y a interpretar las enseñanzas de lo cotidiano por sus cabezas – y no por las nuestras.  Desfiguran los preceptos de la verdad, fantasean hechos, arman trampas para nuestro orgullo y nuestro egoísmo – aún tan presentes en esta existencia planetaria –, llevándonos a la rebelión, al pesimismo, al vicio y a la inutilidad. Somos blancos fáciles porque aún no despertamos para la verdad de Cristo que nos invita, constante e incansablemente, a la modificación de nuestras disposiciones íntimas para el crecimiento espiritual. Somos reincidentes, porque insistimos en saber más que Él; en imaginar que conocemos más nuestras necesidades que Él; y en pensar que tenemos mucho tiempo por delante y que es preciso “aprovechar la vida”.

Conviene, pues, prevenirnos para no ser limitados en nuestra libertad de actuar, pensar y sentir. Jesús nos convierte en hijos emancipados de la Creación y no en esclavos de sistemas fantasiosos. Mejor será quedemos vigilante en relación a lo que Jesús nos enseñó, sin deformaciones, sin ilusiones vanas, sintiendo, verdaderamente, la necesidad de encontrar esa ampliación en amor y sabiduría, a través del trabajo en el bien, del conocimiento de la verdad que libera y de la iniciativa de buscar el mejor camino para hacernos buenos.

Insiste Emmanuel en recordar que el hombre gozará siempre de libertad condicional y, dentro de ella, podrá alterar el curso de la propia existencia por el buen o mal uso de semejante facultad, en las relaciones con los otros. Sin embargo, es forzoso reconocer que son pocos los que usan de la libertad que poseen de forma edificante.

Es posible destacar algunas situaciones en que eso ocurre: delante del ofensor, escogemos la represalia, aunque mentalmente; delante de la calumnia, preferimos la replica; delante de momentos de incomprensiones, en lugar de la fraternidad y benevolencia, reclamamos reparación. Dios concede sí, relativa libertad a todos nosotros, pero nos observa la conducta. Por todo eso, es importante entendamos que, si quisiéramos ser libres, necesitamos aprender a obedecer, asimilando de Cristo el sentido de la disciplina, trabajando en la extinción de las adicciones e imperfecciones morales, combatiendo nuestra rebeldía a las leyes divinas, tan presente en las actitudes que mantenemos, porque queremos tener nuestros caprichos y deseos atendidos, independientemente de ser útiles o no para la necesaria evolución espiritual. 

Esas actitudes de desaliño en relación a las enseñanzas del Maestro los mantienen, aún, prendidos a las cosas de la Tierra, esclavos de sentimientos contrarios al amor que Él vino a enseñarnos, haciendo que permanezcamos padeciendo aflicciones, angustias, miedos...

La ingratitud, la incomprensión, la hipocresia son algunas esposas pesadas que nos retienen en esos estados de desequilibrio y sufrimientos. Necesitamos salir de la sombra del “hago lo que quiero” para la libertad del “debo servir”, que genera progreso y sublimación.

“Es justo reflexionar siempre en cuanto a todo eso, porque solamente cuando atendemos, en todo, las enseñanzas vivas de Jesús, es que podremos romper la esclavitud del mundo en favor de la liberación eterna” – afirma el estimado benefactor espiritual.

Y si ya alcanzamos un rayo de luz del Evangelio, avancemos en la dirección del Divino Liberador, Nuestro Señor Jesucristo. Sabemos que no es fácil tal viaje, pero con determinación conseguiremos, aunque por el camino podamos encontrar quién nos invite a la indisciplina y al estacionamiento.

El Maestro está en el timón y nosotros tenemos fuerza para remar. ¡Prosigamos, pues!

 

Bibliografia:

XAVIER, F.C. – Palavras de Vida Eterna, ditado pelo Espírito Emmanuel – 20ª edição, Edição CEC, Uberaba/MG – lições 17, 28 e 133 – 1995.

___________ - Fonte Viva, 31ª edição, FEB, Rio de Janeiro/RJ – lição 172 – 2005.

                  
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita