“Ya que viviremos eternamente, debemos colocarnos arriba...” Leí
de alguien el otro día, en una entrevista para internet.
Colocarnos por encima de contrariedades, de
frustraciones pasajeras, de disgustos y de opiniones
ajenas. ¿Sin embargo, conseguiríamos realizar tal
intento en el curso estresado del día a día? ¿Venimos
consiguiendo practicar esa sabia actitud de conservar
una ‘visión de arriba’?
Finalmente, en consonancia con la comprensión de un
porcentaje enorme de seres, eso no pasa de mera
conjetura; de afirmación, como mucho, empírica. Mas,
fatalmente, las realidades mayores de la vida
comprobarán, para cada uno, que no se trata, la
afirmación, de un reducionismo simplista.
Cuestión de tiempo. Y cada cuál en su momento, todos
serán confrontados con evidencias, que contrariarán la
tendencia aún persistente de considerarse como hecho
consumado sólo el requerido por los postulados
científicos limítrofes de una realidad material–
despreciándose, con eso, de forma imprevisora, las
vivencias extradimensionales;las incontables
experiencias individuales relatadas por el mundo fuera
en este territorio, aunque consideradas, erróneamente,
sólo como frutos de subjetividad.
No. La ciencia, poco a poco, y aún esta, ya se acerca de
lo demostrado y comprobado, hasta entonces, por la
pretendida ‘óptica empírica’. Cada vez más se habla,
abiertamente, de multidimensionalidad, en los universos
paralelos. La Física Quántica se acerca. En otras
nacionalidades, las vivencias mediúmnicas, bajo
terminologías solamente diferentes, son estudiadas,
demostradas, y permiten intercambios preciosos con los
habitantes de incontables otros sectores de la vida
extrafísica.
Se expanden los debates valientes sobre la vida fuera de
la Tierra, y no solamente en otros mundos densos, pero
en varios niveles energéticos y frecuenciales.Y teniendo
en cuenta el universo estrictamente espiritualista, no
hay que hablar más, aquí, somentiendo el contexto
abordado, hasta entonces,en libros respetables de la
Doctrina Kardecista o en la literatura mediúmnica,
versando sobre las ciudades y colonias espirituales de
las esferas invisibles adyacentes a la superficie.
Mucho más existe. Mundos múltiples se desvelan para un
estado de conciencia humana que va rápido al encuentro
de un punto de maduración, que le permitirá transcender
límites de comprensión de lo que es la evolución
espiritual, la riqueza mucho más vasta de la vida en el
Cosmo, en sus más inimaginables formas de manifestación.
Gradualmente, y a despecho de creencias o descrencias de
la humanidad reencarnada, la vida sigue con majestad en
el influxo evolutivo de los seres de la Creación, en
todos los niveles del universo– y arrastra, con ella,
todo y todos.
El ámbito de conciencia de la colectividad humana, poco
a poco, se expande; las realidades se interpenetran se
revelan por sí, a la rebeldía de la resistencia metódica
de las investigaciones científicas materialistas,
restringidas a los límites cartesianos, y más allá de
las palpitaciones aleatórias; y el crecimiento asombroso
del número de médiums de sensitivos por todo el mundo,
viviendo y discurriendo abiertamente sobre el asunto en
varios frentes, y bajo diversificadas terminologías, en
breve impondrá que la vieja y tacaña visión de
considerarse la vida humana como una, aleatória, fruto
de un caos sin sentido, sin línea continúa y despojada
de mayores implicaciones y responsabilidades - ¡eso sí!
– acercará lo empírico, el absurdo y lo improbable.
Es preciso que se considere como verdad que, ya de hace
décadas, grupos de seres reencarnan continuamente,
originados de sectores extradimensionales múltiples.
Llegan a la Tierra dotados de niveles conscienciales
aventajados, comparándose a los vivientes de la
densidad de los siglos y de las décadas pasadas,
estando, por lo tanto, preparados para sembrar, también
en la esfera material del planeta, la conducta de
naturalidad necesaria para lidiar con esta realidad
mayor de la vida, de la cual ninguno de nosotros se
exime.
El avance espiritual evolutivo, de este modo, no es
característica solamente de las esferas materiales de
vida, o aún sólo de sus correspondientes etéreas
adyacentes al orbe. Ocurre, incesante, también en la
multiplicidad de destinos cósmicos para los cuales cada
uno de nosotros se encamina, tras varias estancias en la
materia, obedeciendo a los patrones de sintonía acordada
para cada alma viviente.
De esta forma, y tomando como cosa cierta lo que todas
las miles de mentes de vanguardia ya admiten
pacíficamente, en un comienzo de era de mayor madurez de
la jornada espiritual humana, resta saber si, en lo
cotidiano de percepciones restringidas de la
materialidad, actuamos y actuaremos de manera compatible
a las revelaciones inéditas de las expansiones de
conciencia ocurriendo en orden creciente.
¿Estaremos diariamente preparados para ‘colocarnos
arriba’, cada vez más, de nuestros principales
obstáculos íntimos? ¿Y así hacer justicia a estados
existenciales cada vez más felices, en otras esferas, y
en el rumbo seguro de la realización de una condición de
plenitud verdadera, de orden espiritual?
Porque las pruebas mayores, más difíciles, son justo las
aparentemente más pequeñas. Son los diarios. Los
triviales. Aquellos que, justamente por residir en el
lugar común, en el aparentemente desconsiderado
repertorio de amenidades del día a día, recorgiéndonos,
de manera repetida, en fragorosas muestras de flaqueza,
de pequeñez, de inmadurez espiritual.
Son episodios desconsiderados de la rutina diaria que
nos sorprenden desagradablemente. Lanzan luz sobre
nuestras fragilidades más empedernidas, decepcionándonos
acerca de nosotros mismos, y afrontando nuestras
percepciones más generosas sobre lo que reputamos como
nuestras mejores cualidades personales.
¿Conseguiremos, así, colocarnos arriba, en la conciencia
de que viviremos eternamente, sin exasperarnos, en el
momento del embotellamiento de tráfico, que nos roba del
descanso del cuerpo extenuado horas tenidas como
preciosas en el retorno para casa?
¡¿Conseguiremos colocarnos arriba delante de
convivencias familiares o profesionales difíciles, que
nos prueban la capacidad, la tolerancia, o aún nuestra
disposición en reevaluar errores de concepto o de
conducta, en un contexto envolviendo intereses de una
coletividad?! ¿O al testificar la multiplicidad de
ocurrencias estresantes en una ciudad grande, con su
histórico crónico de inseguridad; ante la falta de
respeto de muchos para con las leyes de
tráfico?¿Presenciando un repertorio caótico, persistente
y aparentemente infinito de incorrecciones personales y
colectivas; de errores clamorosos en el sistema de
tráfico urbano, y en la infraestructura social de las
ciudades de un país continental en estado aún sufrible
de desarrollo, de consolidación del bien valioso de la
educación en las almas de un pueblo?
¿Conseguiremos colocarnos arriba en los momentos de
crisis, de enfermedad, o del sufrimiento de un ente
querido? ¿Ante las diferencias de percepción durante un
simple debate rutinario, en una rueda de amigos?
¡¿Venciendo la compulsión enferma del juicio ajeno en
situaciones incontables, buscando recordar nuestra
condición de vivientes eternos que, muy posiblemente, ya
deparamos o podremos deparar dilemas prácticos idénticos
a los vividos por los blancos de nuestras críticas más
impiadosas?!
¡¿Conseguiremos colocarnos arriba, para considerar que
no somos singularidad superior de una raza, situación
social, país o cultura...recordando, aunque
intuitivamente, o aún intentando considerar apenas
empíricamente la oportunidad de que ya hayamos, en el
vasto pasado espiritual,transitado por esos mismos
pueblos, etnias y culturas del momento presente, tan
duramente estacionados en las características
transitorias de su diversidad, por regla sometidas a
contextos políticos y económicos críticos y
completamente desfavorables al desarrollo secular de sus
naciones de origen?!
¿Conseguimos colocarnos arriba, para admitir las anchas
oportunidades de que podamos guardar lazos de amor del
pasado, valiosos, en estas mismas culturas entonces
despreciadas, formateadas por los clichés inclementes de
la xenofobia de la hora que pasa? ¡¿Y qué, de futuro,
así actuando, puede aguardarnos el flagelador
remordimiento de descubrir, entre esos seres así
maltratados por el clamor transitorio de los prejuicios
interesados, un antiguo cónyuge, un hijo, o una madre
amorosa de otros tiempos?!
¿Conseguiremos, finalmente, colocarnos arriba para, de
la óptica global, planetaria, observemos como se debe,
prioritariamente, todos los seres humanos como hijos de
un único Dios, y pertenecientes transitórios de una sola
raza de este mundo? ¡¿Apenas en proceso diversificado de
aprendizado y de evolución colectiva o individual
ocurriendo en sectores diferentes y momentáneos de
espacio y de tiempo?! ¡¿Y, sin embargo, vertiendo las
mismas lágrimas de dolor, las mismas sonrisas de
alegría; experimentando amor u horror, según las
circunstancias de escenarios más favorables o
desfavorables de regiones de prosperidad económica mayor
o más pequeña, o de guerras sangrientas, originadas en
la comprensión política hasta hoy insoluble, en un
planeta donde se insiste en las ilusiones de poder
eterno sobre tierras, naciones, bienes materiales, o aún
sobre conciencias, sobre la propia vida humana?!
¡La gran y definitiva verdad es que nada traemos, nada
poseemos!
Sólo estacionamos temporalmente en sectores sucesivos de
la vida, para desarrollar, coger y sembrar mejorías
personales y colectivas; para aprender y coleccionar
experiencias, y así seguir adelante – cargando con
nosotros nada más que nosotros mesmos. Nade más allá de
las capacidades y virtudes cultivadas para la mejor
continuidad de un camino sin fin rumbo a la felicidad
soñada, en dirección a la Luz– como girasoles obedientes
al mismo movimiento instintivo que les rige la función
vital buscando el mismo Sol.
Imperativo, para tanto, que aprendamos el arte divino de
‘colocarnos arriba´.
Nuestra existencia es eterna– queramos o podamos, o no,
aceptar, en el presente estado de nuestra comprensión.
Sin embargo, mientras más pronto miremos la gran verdad,
mejor nos capacitaremos para percibir que la onda
caudalosa que nos amenazaba la embarcación en medio del
mar, de mucho más
alto, en la visión global del océano, no pasaba de
pequeño movimiento sinuoso, impulsando a los viajeros
para adelante, en el continuo curso de la danza de la
vida en su anhelo irresistible por un encuentro
definitivo con un estado pleno de amor y de felicidad.