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Pensando la fatalidad material ante la libre elección
moral |
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Thomas Magill, un estadounidense de 22 años, sufrió una
caída del 39º piso de un edificio en Manhattan, Nueva
York (EEUU). Él cayó sobre un coche estacionado en la
calle, su cuerpo atravesó el cristal trasero del Dodge
Charger y se estrelló en el asiento de cuero. Thomas
cayó, más o menos, a una velocidad de 160 kilómetros por
hora y sobrevivió.
¿Prodígio "sobrenatural"? "¿Acaso?” ¿Fatalidad? ¿El
destino? - En
la pregunta 621 de El Libro de los Espíritus estudiamos
que la Ley de Dios está grabada en nuestra conciencia.
[1]. Empecemos esta reflexión por evaluar el por qué de
la libertad de conciencia, y de su progresividad a
medida que la realizamos en nosotros. El término
fatalidad y/o “destino”, según los Espíritus, sólo puede
ser abarcada como un componente de la ley de libertad,
esto es, cuando adoptamos una cierta actitud,
determinamos una consecuencia, que será buena o mala, de
acuerdo con el contenido del acto. A cada nueva
existencia experimentamos nuevos desafios,
inexorablemente, hasta alcanzar la perfección relativa.
Conforme enseñan diferentes religiones, la fatalidad
(“destino”) es un plan creado por Dios que no puede ser
alterado por los seres humanos. El Espiritismo, a su
vez, no admite que exista una predestinación absoluta y
defiende que Dios dotó al hombre del libre albedrío (el
poder para tomar sus propias decisiones). Nuestra
ponderación es en el sentido de remodelar el concepto
“destino”, retirándole los contenidos determinantes,
para una visión larga y transcendental, más conveniente
con los aspectos educativos y rectificadores de los
procesos reencarnatorios.
Consecuencias de nuestras opciones – Sobre
la temática fatalidad, el Codificador explica en El
Libro de los Espíritus que percibe la fatalidad como
la predeterminación completa de los eventos. En la obra,
Kardec expone los motivos por los cuales no puede
existir la fatalidad en el sentido extremo, de una
predeterminación de todo cuanto ocurre. El maestro
lionés delinea las circunstancias especiales en que
puede haber un cierto tipo de predeterminación de los
acontecimientos. [2] El alcance oportuno de esos temas
requieren un éxamen crítico de múltiples conceptos
filosóficos, a saber, determinismo, libre albedrío,
causalidad, “destino”...
Cada acontecimiento en nuestras vidas tiene un
fundamento causal, en general bastante intrincado,
abarcando diversos episodios, próximos o remotos en el
espacio y en el tiempo. Tales factores han de estar
presentes para que el “acaso” sea una ilusión. El
Espiritismo señala algunos conceptos con diferentes
matices al afirmar que si las causas de los
acontecimientos más importantes de nuestras existencias
físicas, dichosos o dolorosos, no pudieran ser
localizados en la vida actual, seguramente existirán en
experiencias anteriores a nuestro renacimiento.
Los efectos de nuestras elecciones (nuestros actos), en
conformidad o contrarios a la ley de amor, justicia y
caridad pueden ser inmediatos o derivan en póstuma
circunstancia más o menos distante en el tiempo. De este
modo, es eso, episodicamente, que permite aprender
muchas de las diversidades en las condiciones físicas, y
clases sociales etc., dos seres humanos dentro de los
parámetros y confirmaciones de la providencia divina.
Cada persona se encuentra en una coyuntura parcialmente
asentada por el conjunto de sus libres deliberaciones de
esta vivencia actual, de las vivencias antecedentes y de
las temporadas en las zonas más allá de las tumbas, de
contínuo, impelidas por sus necesidades de
perfeccionamiento moral a través de las nombradas
situaciones de pruebas y del entrenamiento de la razón y
del sentimiento.
“Acaso”, una palabra vacia de sentido – Hay
muchos fenómenos naturales que desafían la razón humana
y permanecerán por un largo tiempo en la dimensión de lo
inaccesible en el circulo de la ciencia tradicional. En
el episodio Magill, ¿será que hubo una intercesión del
Plano Espiritual, o sea, habrían los Espíritus
neutralizado los efectos de la “Ley de la Gravedad” (al
final él cayó del 39º. Piso) y por consecuencia
diminuído la extensión del impacto sobre el coche?¿Por
qué en varios otros hechos semejantes no hay ese tipo de
supuesta intervención espiritual?
Convengamos que el término “acaso” es una palabra vacia
de significado y ni siquiera existe en el diccionario
espírita. ¿Milagro? Para los espíritas, el milagro sería
postergación inconcevible de las leyes eternas fijadas
por Dios – obra que son de su voluntad – y sería poco
digno de la Suprema Potencia exorbitar de su propia
naturaleza y variar en sus decretos. ¿Entonces, habrá
fatalidad en los accidentes y/o otros acontecimientos
diversos son predeterminados? ¿Y el libre albedrio, cómo
quedaria?
En verdad, como ya resaltamos, la fatalidad existe
unicamente por la elección que el Espíritu hizo al
encarnar, de esta o de aquella prueba para sufrir. Y más
aun, “fatal”, en el verdadero sentido de la palabra,
sólo el instante de la muerte (desencarnación), según el
Espiritismo. Así, cualquiera que sea el peligro que nos
amenace, si el instante de la muerte (desencarnación)
aun no llegó, ¿será que moriremos? Según los Espíritus,
no desencarnaremos y sobre eso tenemos muchos ejemplos.
Libertad dependiente – De
hecho, en todas las épocas, muchas criaturas han salido
ilesas de las más extremas situaciones de peligro. Por
otro lado, sin embargo, habrá quien cuestione: - ¿Más
con qué fin pasan ciertas personas por tales peligros
que ninguna consecuencia grave les causan? En la
pregunta 855 de El Libro de los Espíritus, el
asunto es más bien explicado por los Benefactores
espirituales: “Si escapas de ese peligro, cuando aun
bajo la impresión del riesgo que corriste, piensas, más
o menos seriamente, de mejorar [moralmente], conforme
sea más o menos fuerte sobre ti la influencia de los
Espíritus buenos”. [3]
El tema tiene múltiples facetas. Deben ser considerados
bajo diversos ángulos. Reafirmando el tiempo todo lo que
la fatalidad existe únicamente por la elección que
hacemos, al encarnar, de esta o aquella forma para
soportar. Escogiéndola, instituímos para nosotros una
especie de “destino”, que es la consecuencia natural de
la posición en que vengamos a encontrarnos colocados. Si
estamos cumpliendo, en el uso de nuestro libre albedrío,
la programación reencarnatoria, no hay como, pues, ser
visitados por la “fatalidad”. En verdad, no hay libre
albedrío ni determinismo absolutos en los procesos
reencarnatorios, sino libertad condicionada.
Bajo el punto de vista moral la “fatalidad” no es
“fatal” – La
Doctrina de los Espíritus no respalda la idea de
fatalidad, mereciendo por eso lectura y reflexión.
Podemos elucubrar, ¿cuál es la finalidad de esos
accidentes que causan tanto espanto? ¿Cómo la
Providencia Divina puede ser percibida en esas
situaciones extremas (caso Magill)? ¿Por qué algunas
personas escapan, y otras no, de caídas, por ejemplo,
como vimos arriba, recordando que fatalidad, destino,
azar, suerte y acaso son palabras siempre citadas en
situaciones como esas?
El mecanismo de causa y efecto tiene por objetivo el
bien de la criatura. Ella no tiene, como generalmente se
imagina, un carácter punitivo, pero sí una acción
educadora, en el sentido de hacer al ser reconocer su
error, e indicarle el camino más corto del acierto por
el trabajo en el bien en el limite de las fuerzas de
cada cual. Cuando el apóstol Pedro, dice en su epístola:
“El amor cubre la múltitud de pecados”[4], quiere
enseñarnos que no es preciso sufrir para reparar un
error, sino a través de la experiencia del amor, podemos
alcanzar el mismo blanco de una forma más amplia y sin
agonias de la aflicción.
La existencia del “destino” supone que nada ocurre por
acaso, pero que todo tiene una causa predeterminada,
esto es, los acontecimientos no surgen de la nada, pero
sí de esa fuerza desconocida. La corriente filosófica
del determinismo defiende que todos los pensamientos y
todas las acciones humanas se encuentran causalmente
determinados por una cadena de causa y consecuencia.
Para el determinismo radical, no existe ningún
acontecimiento que sea por acaso o coincidencia, al paso
que el determinismo flexible sustenta que existe una
correlación entre el presente y el futuro, sometida a la
influencia de eventos aleatórios.
La fatalidad física, el momento de la muerte
(desencarnación), vendrá naturalmente, en el tiempo y
manera pre-establecida, a no ser que lo precipitemos,
por el siniestro uso de nuestro libre albedrío, a través
del suicidio, por ejemplo.
Instante es un momento, una fracción de tiempo
indefinido, más o menos flexible, diferente de hora,
minuto y segundo de la desencarnación. Es evidente que
Dios a todo previene y aprovisiona, pero los
acontecimientos no están a eso condicionados; Dios
“antevió” nuestras acciones, pero nosotros no obramos
porque Dios “pronosticó”, sino porque utilizamos nuestra
libertad de elección (libre-albedrío) de esta o de
aquella manera, y el Creador omnipresente en la
conciencia del Espíritu inmortal tenía y siempre tiene
ciencia de nuestra manera de obrar.
Notemos, si usamos bebidas alcohólicas y conducimos un
vehículo a 200km/h, o atravesamos una avenida de intenso
flujo de automóviles, con los ojos cerrados, por
ejemplo, estamos exponiéndonos y sujetándonos a la
“fatalidad”, pero, antes de nuestro procedimiento
equivocado, utilizamos nuestra libertad de hacer o no
hacer algo o alguna cosa ante la ley del libre albedrío.
¿Qué tienen esas reflexiones con el caso del americano
que cayó del 39º piso de un edificio en Manhattan, New
York? Bien, pero sí, pero no, creemos que la
espiritualidad superior no tiene ningún compromiso con
la fatalidad, pudiendo alterar programaciones
reencarnatorias de acuerdo con la necesidad y el
merecimiento del reencarnado. Para tal, bajo el prisma
espiritual, la “fatalidad” no es “fatal”, pudiendo ser
modificada, ya que es posible renovar nuestro destino
todos los días, y no dudemos de eso.
La mayoría de los tópicos que forma la subdivisión del
tema fatalidad contenida en El Libro de los Espíritushace
alusión directa o indirectamente a la tesis de la
programación preexistencial física. Esa programación
puede encajar el principio general que estamos
analizando aquí.
Optando por lo cierto y/o errado – En
la medida en que nos perfeccionamos moralmente, nos
volvemos más conscientes, podremos medir por nosotros
mismos las principales acciones efectivas y, en el
estado de desencarnado, podemos delinear algunos eventos
para nuestra ulterior encarnación, comúnmente ayudados
por Espíritus más esclarecidos. Así es que, por ejemplo,
elegimos libremente nuestro futuro cuerpo, nuestra
composición racial, nuestro medio social y cultural,
nuestro grupo familiar, con vistas a los imperativos
reparatorios con vista a nuestro perfeccionamiento
espiritual.
Teniendo, sin embargo, en cuenta que entre la época de
la programación y de la ocurrencia programada para
nosotros, continuaremos eligiendo lo cierto y lo errado,
lo que podrá alterar parcialmente el resultado de una
elección pre-programada. Los detalles de los
acontecimientos dependen de circunstancias que creamos
por nuestras elecciones.
Fatalidad sólo puede existir ante las pruebas físicas – Los
Benefactores distinguen la “fatalidad” entre los
acontecimientos materiales y los de orden moral, dicen
ellos: “Si hay, a veces, fatalidad, es en los
acontecimientos materiales cuya causa reside fuera de
vosotros y que no dependen de vuestra voluntad. En
cuando a los actos de la vida moral, esos emanan siempre
del proprio hombre que, por consiguiente, tiene siempre
la libertad de escoger. En lo tocante, pues, a esos
actos, nunca hay fatalidad.”[5]
Consideremos el hecho, antes señalado, de que apenas la
materia, por ser inanimada e insensible, puede con
exactitud estar contenida a un previo reordenamiento
inevitable. Ya nuestras acciones, estas se emparejan en
cada momento a nuestra libre elección. Igualmente, un
cuerpo deforme o perfeccionado, una molestia grave o la
recuperación de la salud, un accidente fatal o apenas un
incidente podrán ser siniestros, en el sentido más
estricto del término. Pero un homicidio, una
maledicencia, una reconciliación, unos donativos
benevolentes jamás serán fruto de la fatalidad.
Tal afirmación vale para todos los seres entrelazados,
incluso los que estén en la condición de víctimas.
Ninguna persona reencarna para ser objeto de difamación
o asesinato, porque eso determinaría que alguien naciese
con la “incumbencia” de difamar o asesinar, lo que es
obviamente una aberración. Es por esa razón que la
respuesta de la pregunta 851 indica que la fatalidad
sólo puede existir com relación a las pruebas físicas
(como algunas enfermedades y desastres que no se
alcanzan impedir), jamás, con todo con relación a las
pruebas morales, a saber, las infidelidades, las
contrariedades con la conducta de personas queridas, los
envilecimientos y humillaciones.
La vida es sabia, sepamos vivirla en plenitud.
Referências bibliográficas:
[1] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos,
questão 621, RJ: Ed. FEB, 2001
[2] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos,
questão 851, RJ: Ed. FEB, 2001
[3] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos,
questão 855, RJ: Ed. FEB, 2001
[4] 1 Pedro 4:8
[5] KARDEC, Allan. O Livro dos Espíritos,
questão 861, RJ: Ed. FEB, 2001.
Traducción:
Isabel
Porras - isabelporras1@gmail.com