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Construyendo nuestro capital espiritual |
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De acuerdo con los diccionarios, el sustantivo capital presupone
la idea de valores, dinero, numerário, más allá de ser
algo susceptible de producir lucros o ventajas, entre
otras cosas. De modo general, la noción de valor tiene
papel crucial en el significado del vocáblo capital. Y
valor, a su vez, representa algo útil, significativo, de
cualidad, excelencia, talento e importancia. En síntesis,
cuando estamos hablando de capital queremos expresar
básicamente el cúmulo de cosas de real valor – sea cual
fuera la medida utilizada.
Originalmente, el concepto de capital designaba apenas
los medios de producción social, o sea, aquellos
utilizados em actividades que se incluiria em la
división del trabajo. Por consiguiente, cumple destacar
que el capital de una firma envuelve los recursos
productivos, a saber: equipamientos, instalaciones,
estok y así por delante. A lo que todo indica, el
concepto inicial de capital deriva del desenvolvimiento
comercial generado en la Edad Media, esto es, a partir
de la creación de las nuevas formas de escrituración
mercantil para la gestación de los negócios.(1)
Los científicos sociales modernos han sido
extremadamente creativos en desvelar y/o expandir el
significado de la palabra capital para otras áreas del
saber. Em ese sentido, cabe mencionar que el llamado capital
humano es visto como el conjunto de habilidades,
conocimientos y capacitaciones que los trabajadores
utilizan para la realización de sus tareas y de los
objetivos organizadores.(2)
De esse modo, uma organización que no posea un capital
humano adecuado no consigue sobrevivir en el regimen de
intensa competición, que predomina en nuestro mundo
presente en casi todos los sectores empresariales e
incluso entre naciones. La cualidad de ese capital
humano (básicamente formado de pensadores, científicos y
técnicos) es determinante, por señal, para que sean
vislumbradas nuevas posibilidades de avances, soluciones
y descubrimientos para el atendimiento de las
necesidades materiales humanas. A propósito, la tan
propagada capacidad de innovación y creatividad deriva
fundamentalmente de esa forma de capital.
Intrinsecamente unida se encuentra el capital
intelectual, que determina la suma de todos los
recursos intangibles de conocimiento que un
emprendimiento puede emplear para obtener ventaja
competitiva y elevado desempeño financiero.(3) Ciertos
autores sugieren que tal concepto abarca simultáneamente
los capitales: social, organizacional y humano a la
medida que proporciona al emprendimiento un
entendimiento pleno de los recursos críticos.(4) El
hecho primordial es que conocimiento se transformó, en
el mundo moderno, en un activo altamente diferenciador
para quien lo poseyó.
Cabe también resaltar la importancia del
desenvolvimiento de relaciones humanas com vistas a la
materialización de las ideas y proyectos por medio del capital
social. Esa forma ha sido intensamente explorada por
aquellos contratados en la ciencia política, estudios
del desenvolvimiento, sociologia, urbanismo, estudios
organizadores y gestación.(5) Además, la
utilización de ese tipo de capital es imprescindible
para la elaboración de soluciones para los problemas que
afligen a la sociedad, ya que no vivimos en siglos
pasados. De ese modo, el capital social crea condiciones
para la implantación de acciones prácticas. En el plano
individual, también somos instados a desenvolver nuestro
proprio capital social a lo largo de la vida, que podrá,
por extensión, abriéndonos puertas. En efecto, conocer a
alguien en una hora crítica puede atenuar nuestros
reveses y dificultades.
Entre tanto, los eruditos también proponen otra
modalidad, que tal vez sea aún más impactante de lo que
los capitales humano y social sumados, o sea, el capital
psicológico. Esta alternativa es vista como un
constructor de alto orden a la medida que incorpora la
autoeficacia/confianza, el óptimismo, la esperanza y la
resistencia. Es importante acentuar que el capital
psicológico ha sido intensamente testado en diferentes
contextos de trabajo y regiones del planeta – lo que le
concede enorme validad científica. (6)
No podemos también perde de vista el valor del capital
de sabiduría aun mas en esta época de acentuada
ignorancia y desprecio por la experiencia. La literatura
no presenta aun una definición precisa y clara sobre lo
que realmente abarca ese tipo de capital. No obstante,
él está de alguna forma asociado a la capacidad de
obrar, pensar y juzgar con sabiduría, especialmente en
los lugares de trabajo, aunque el raciocinio pueda ser
perfectamente expandido para otras dimensiones de la
vida. De modo general, se espera que un individuo sabio
– normalmente más viejo – haya aconseguido conquistar un
capital de sabiduría (esto es, conocimiento útil,
experiencia, percepciones, visión, virtudes, emociones
positivas, valores esposados, empatía, capacidad de
solidaridad y espiritualidad, entre otras cosas) a lo
largo de la vida. Obviamente, es un tema que merece más
desenvolvimiento teórico. (7)
En ese punto, vale esclarecer que prevalece un
entendimiento general, en los distintos enfoques dados
al termino capital, que se trata de algún tipo de valor
asociado al contexto laboral y explorado por las
organizaciones humanas.
Por fin, cabe examinar su vertiente, por así decir, más
transcendente. Bajo esa perspectiva, el capital
espiritualreina absoluto en términos de valor y
relevancia. Inicialmente, se puede afirmar que un
individuo sabio construye naturalmente su capital
espiritual. Todavia, hay poco consenso – si es que hay
alguno – en cuanto a esa modalidad. Por ejemplo, el
historiador Bradford Verter sugiere que “El capital
espiritual puede ser acumulado y cambiado, pero también
puede ser desperdiciado [...] El capital espiritual
pobremente invertido puede llevar a la ruína personal”. (8)
Todavia, su análisis está centrado en los movimientos
religiosos y en sus dinámicas particulares. Tal
percepción carece, en mi visión, de un profundamiento
acerca de los aspectos intangibles inherentes al asunto.
Más específicamente, cuando se menciona acúmulo del
elemento espiritual se está hablando de algo, a rigor,
que no puede ser cuantificado y/o medido por los
patrones materiales.
Por eso, el trabajo de los renombrados investigadores
Dana Zohar e Ian Marshall me parece estar más volcado a
la realidad espiritual. Para esos autores, el capital
espiritual ya transcendió la condición de idea y se
transformó en un nuevo paradigma. Ellos recuerdan aun
que los nuevos paradigmas presentan una riqueza y
complejidad que llevan a muchas otras direcciones
complementarias. (9)
En el entendimiento de Dana Zohar cada religión tiene su
contribución, pero la verdadera espiritualidad envuelve
algo más profundo, más subyacente y más primario que
cualquier otra consideración. A propósito, Zohar define
el capital espiritual como “...la riqueza, el poder y la
influencia que ganamos obrando a partir de un profundo
sentido de significado, nuestros más profundos valores y
un sentido superior de propósito, y todos estos son
mejor expresados a través de una vida dedicada al
servicio. Con base en esa definición, la inteligencia
espiritual es la inteligencia por la cual
construimos el capital espiritual. Es buscando
significado en nuestras vidas y actuando de acuerdo con
nuestros valores más profundos, que podemos comprometer
la vida de servicio basada en la capacidad que somos
mejor adecuados a cualquier cosa que escojamos hacer
personal o profesionalmente”. (10)
Por tanto, la definición de arriba comporta la conexión
entre trabajo, dedicación y aprovechamiento del
potencial humano alineados a valores más transcendentes.
Por consiguiente, tenemos así elementos más adecuados
para perfeccionar nuestro entendimiento al respecto de
lo que envuelve, de hecho, capital espiritual. Creo que
el Espiritismo puede – a pesar de no haber encontrado un
abordaje más explícito en torno del asunto –
proporcionar rico contenido para reflexión.
Puesto esto, inicio mi discusión recordando que la
Doctrina está absolutamente basada en la moral
cristiana. Esta constituye la base filosófica de la cual
la doctrina extrae sus principios y orientaciones a la
humanidad. Sin tal recurso, además, el Espiritismo
estaría circunscrito a la experimentación empírica entre
vivos y muertos. Y en ese particular no hay ninguna
novedad por lo menos desde que los humanos habitan esa
morada.
Siendo así, dada la latitud en que el Espiritismo opera,
ciertamente mucho puede hacer para auxiliar a las
criaturas humanas en el sentido de desenvolver su
capital espiritual. O sea, es posible conectarlos al
tema bajo aprecio a través del éxamen de los contenidos
de los evangelios, así como de los mensajes de los
Espíritus mensajeros de Dios. En ese sentido cabe
recordar, una vez más, que la realidad espiritual es un
tema aun insuficientemente reflexionado por la
humanidad, esto es, poco se debate acerca de nuestro
origen y propósito de vida. De lo contrario,
observaríamos conductas más equilibradas y actitudes más
sanas en las relaciones humanas, en la administración
del planeta y en la manera como lidiamos con el medio
ambiente. Reiterando esa percepción, el Espíritu
Emmanuel observa: “Ciertamente, numerosas criaturas
atravesarán el día a la manera del irracional, en
movimentos casi mecánicos. Se yergue del lecho,
alimentan el cuerpo perecible, absorven la atención con
bagatelas y duermen de nuevo, cada noche. El aprendiz
sincero, todavia, sabe que alcanzó el cenáculo simbólico
del corazón. Sin embargo no pueda cambiar de ideas
diariamente, cual ocurre a los muebles de la casa, les
da nuevo brillo a cada instante sublimando los impulsos,
renovando concepciones, elevando deseos y mejorando
siempre las cualidades estimables que ya posee. El
hombre simplemente terrestre se mantiene en la
expectativa de la muerte orgánica; el hombre espiritual
espera al Maestro Divino, para consolidar la redención
propia”. (11)
Gracias al sabio pensamiento de Emmanuel se puede
deducir que muchos atraviesan los pórticos de la muerte
absolutamente desprovistos de valores espirituales (sin
capital). En otras palabras, llegan a otros planos de la
vida sin una chispa de luz propia, sin conquistas
interiores, sin hechos en el área de la solidaridad o
compasión, sin, en fin, la presencia de Dios en sus
recuerdos más queridos. Dicho de otra manera, esas almas
no llevan ningún patrimonio espiritual para las esferas
más allá de la vida material.
Por otro lado, la humanidad ya fue debidamente alertada
por JesuCristo en cuanto a la necesidad de acumular
capital espiritual, o sea: “Más juntad tesoros en el
cielo, donde ni la polilla ni la herrumbre consumen, y
donde los ladrones no minan ni roban”. (12)
El apóstol de los gentiles sabia perfectamente que el
apego excesivo a los intereses materiales desvían a los
individuos del imperativo de meditar sobre asuntos más
elevados. Lamentablemente, el problema persiste, pues en
la actualidad aun se mide el éxito de las personas a
través de la posesión de bienes materiales, de sus
cuentas bancarias, del status social por ellas
obtenidos, en fin. Las virtudes y cualidades
ético-morales son raramente mencionadas. Por conocer las
flaquezas humanas, el apóstol Pablo enfatizo. “Más
tú, el hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la
justicia, la piedad, la fe, el amor, la paciencia, la
mansedumbre”.(14) O sea, él deja
nítidamente expreso aquí el camino para el
desenvolvimiento del capital espiritual de las criaturas
humanas. Y remata más adelante: “Quien haga bien,
enriquecerán en buenas obras, repartan buenamente, y
sean comunicables; que atesoren para sí mismos un buen
fundamento para el futuro, para que puedan apoderarse de
la vida eterna”. (15)
Se ven claramente en las orientaciones del valiente
apóstol argumentos incuestionables para que trabajemos
por algo definitivamente superior. En otras palabras,
hay otras conquistas a ser obtenidas por los individuos
que no pueden ser menospreciadas. Son esas, al final,
que garantizan un futuro realmente feliz; pero, al
desconsiderarlas, nos apartamos de los estados de paz y
armonía permanentes. Por eso recomendaba Pablo, además,
con mucho acierto, para aspirar a los “dones
superiores”, esto es, otras capacidades y
potencialidades del Espíritu. (16)
Sea como fuera, llegamos a un momento crítico en el cual
la humanidad tiene la oportunidad de reencontrarse con
la divinidad, así como entender su esencia. Por medio
del desenvolvimiento de su inteligencia espiritual,
concepto multifacético que abarca las virtudes y
potencialidades humanas al servicio del bien, los
individuos pueden acumular su capital espiritual – único
valor que, de hecho, llevaran después de la muerte
física. Como bien aconsejó Pablo, “Pensad en las
cosas que son de arriba, y no en las que son de la
tierra” (17), o aun “Si vivimos en
Espíritu, andemos también en Espíritu” (18).
En resumen, el sabio emisario del Señor nos dejó serios
apuntes para la construcción de nuestro capital
espiritual.
También consistente con ese entendimiento, Allan Kardec
escribió uno de los pensamientos (i.e., “el hombre de
bien”) más profundos acerca de esa tarea – y
perfectamente alineada a los propósitos de este texto –
que vale la pena rescatar: “ El Espíritu prueba su
elevación cuando todos los actos de su vida corporal
representan la práctica de la ley de Dios y cuando
anticipadamente comprende la vida espiritual.
Verdaderamene, hombre de bien es el que práctica la ley
de justicia, amor y caridad, en su mayor pureza. Si
interrogara a la propia conciencia sobre los actos que
prácticó, preguntará si no transgredió esa ley, si no
hizo el mal, si hizo todo el bien que podía, si
nadie tiene motivos para quejarse de el, en fin, si hizo
a los otros lo que deseara que le hiciesen. (19)
El “hombre de bien” delineado por Allan Kardec abarca la
incorporación de una serie de virtudes que sumadas
caracterizan un corportamiento humanístico. Faltará que
llegue luego el día en el cual las recomendaciones allí
contenidas sirvan de brújula para el perfeccionamiento
moral de las personas. Al interiorizarlas, los
individuos estarán dando pasos significativos para la
evolución del planeta. Concluyendo, la Doctrina Espírita
ofrece un sólido armazón – respuestas concretas para un
tema delicado de la vida y que merecen nuestra más
profunda reflexión – para que construyamos nuestro
capital espiritual y obtengamos las recompensas de ahí
derivadas.
Notas bibliográficas:
1. OS
ECONOMISTAS. Dicionário de economia. São Paulo,
SP: Abril Cultural, 1985, pp. 46-47.
2. PENNINGS,
Johannes M.; LEE, Kyungmook; VAN WITTELOOSTUIJN, Arjen.
Human capital, social capital and firm dissolution. Academy
of Management Journal, v. 41, n. 4, pp. 425–440,
1998.
3. YOUNDT,
Mark A.; SNELL, Scott A. Human resource configurations,
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of Managerial Issues, v. 16, n. 3, pp. 337–360,
2004.
4. SU,
Hwan-Yann. Business ethics and the development of
intellectual capital. Journal of Business Ethics, v.
119, n. 1, pp. 87–98, 2014.
5. AYIOS,
Angela; JEURISSEN, Ronald; MANNING, Paul; SPENCE, Laura
J. Social capital: a review from an ethics perspective.Business
Ethics: A European Review, v. 23, n. 1, pp. 108-124,
2014.
6. LUTHANS,
Fred; YOUSSEF, Carolyn M.; & AVOLIO, Bruce J. Psychological
capital: developing the human competitive hedge. Ney
York: NY, Oxford University Press, 2007.
7. VASCONCELOS,
Anselmo F. Older workers as a source of wisdom capital:
broadening perspectives. Revista de Gestão, v.
25, n. 1, pp. 102-118, 2018.
8. VERTER,
Bradford. Spiritual capital: theorizing religion with
Bordieu against Bordieu. Sociological Theory, v.
21, n. 2, p. 169, 2003.
9. ZOHAR,
Dana; MARSHALL, Ian. Spiritual capital: wealth we can
live by. San Francisco, CA, Berrett-Koehler
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10. ZOHAR,
Dana. Exploring spiritual capital: an Interview with
Danah Zohar. Spirituality in Higher Education
Newsletter, v. 5, n. 5, p. 3, 2010.
11. XAVIER,
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12. Mateus,
6:20.
13. 1
Timóteo 6:10 .
14. 1
Timóteo 6:11 .
15. 1
Timóteo 6:18-19 .
16. 1
Coríntios 12:31.
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3:2 .
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19. KARDEC,
Allan. O Livro dos Espíritos, questão 918.