Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

Tema: Honestidad

 
Lo encontrado puede ser robado


Tonico iba deprisa en dirección a su clase, pues la campana del colegio ya iba a sonar. Algunos pasos adelante, también apurado, cargando una cantidad de cosas, entre mochila, suéter, cuadernos y hojas, iba su compañero Marcos.

Cuando giró a la derecha, en el pasillo donde quedaba su salón, Tonico ya no vio más a Marcos. Él acababa de entrar. Tonico iba a entrar también cuando se dio cuenta de que, en el piso, un poco antes de la puerta, había dos billetes enrollados.

Tonico pensó que el dinero debía ser de Marcos, ya que su amigo había acabado de pasar por ahí. Pero la campana tocó en ese mismo momento y él solo tuvo tiempo de recoger el dinero, guardándolo en la mochila, y entrar en la clase.

Sentado en su carpeta, Tonico se sintió contento, pues se acordó del dicho que dice “lo encontrado no es robado”. Decidió que compraría una merienda en la bodega con el dinero que había encontrado.

A la hora del recreo, Tonico salió muy contento. Escogió la merienda que quería y después fue a jugar con sus amigos, satisfecho. Cuando la campana sonó indicando el final del recreo, Tonico fue a su clase como todos los niños

No se había dado cuenta, pero Marcos no había salido a jugar. Estaba sentado en su carpeta, triste.

- ¿No saliste, Marcos? – preguntó Tonico a su amigo.

- No – respondió secamente el niño.

- ¿Por qué? – insistió Tonico.

- Porque alguien me robó mi dinero. Estuve un largo tiempo buscando y no lo encontré. Y además de perder todo el tiempo del recreo además me quedé sin comer.

Tonico se congeló. No pudo decir nada. Quería explicar que había encontrado el dinero, pero pensó que su amigo estaría molesto con él.

Cuando encontró el dinero, Tonico sabía que era muy posible que fuera de Marcos. Pero la idea de comprar la merienda era tan increíble que él no se preocupó de saber si lo era. Prefirió aprovechar la “suerte” que tuvo, olvidándose de que su suerte era la desdicha de su amigo.

La profesora pidió que todos se sentaran, pues tenía algo muy serio que conversar con el salón.

Ella contó que el dinero de Marcos había desaparecido y pasó a hablar de lo errado que era coger las cosas del otro y lo importante que es la honestidad. Estaban pensando que el dinero había sido robado. Tonico no tuvo el coraje de decir nada, pero se sentía muy mal con esa situación.

Cuando llegó a su casa, su mamá pronto se dio cuenta de que él no estaba bien. Le preguntó a su hijo qué había pasado en el colegio, pero él no le quiso contar. Ella fue hacia su mochila para ver si había algún recado de la profesora. Entonces se dio cuenta que la merienda que ella había preparado para su hijo todavía estaba ahí, intacta.

- Hijo, ¿quieres comer algo? ¿Tienes hambre? – preguntó ella.

- No, mamá, ahora no. Después como – respondió Tonico.

- Entonces debes haber comido toda tu merienda. ¿Estaba deliciosa? – continuó ella.

- Sí lo estaba – respondió Tonico, sin querer prolongar el asunto.

- ¿Pero qué merienda deliciosa comiste? – preguntó la mamá, mostrando la lonchera. - ¡La tuya está todavía aquí!

Tonico intentó pensar rápido en alguna disculpa, pero no pudo. Comenzó a llorar, soltando toda la presión y tristeza que estaba sintiendo. Después, más calmado, contó todo lo que había pasado.

Hablando con su mamá, se sintió mejor, pues ella creía que él no había robado, y sí había encontrado el dinero. Sin embargo, la mamá enseñó:

- Hijo, cuando encontramos algo que no es nuestro, debemos intentar saber de quién es y devolverlo. Si, después de intentar encontrar al dueño, de todas las maneras posibles, y no lo logramos, así sí, podemos quedarnos con lo que encontramos, pero tendremos, entonces, la conciencia tranquila.

A Tonico no le gustó escuchar eso. Era justamente ese el problema, su conciencia no estaba ni un poco tranquila. Su mamá, dándose cuenta de la situación, dijo:

- Todo irá bien, querido. ¡Todo se va a solucionar! Yo te voy a ayudar.

- ¿Ayudar cómo? ¡Yo no quiero que nadie lo sepa! – dijo Tonico asustado.

- Hijo así no quieras que nadie lo sepa, tú lo sabes. ¡Y Dios también! Si tú no devuelves el dinero a Marcos, siempre vas a sentirte mal cuando te acuerdes de eso.

Y continuó:

- Vamos a hacer esto: voy a preparar una merienda muy deliciosa, con pastel, jugo y pan relleno para él y para ti. Y tú vas a sacar de tu cofrecito dos billetes, del mismo valor que las que usaste, para devolvérselos.

- Pero, mamá... ¿funcionará? – preguntó el niño, receloso.

Confiada, ella respondió:

- Pienso que sí. Si tú lo explicas, pides disculpas, dices que ahora vas a reparar el error, ofreciéndole la merienda y devolviéndole el dinero, creo que él va a entender y seguirá siendo tu amigo, por verte actuar con honestidad y sinceridad. Algunas veces se necesita coraje para poder hacer lo que es correcto. Pero tú lo vas a conseguir.

Escuchando a su mamá hablar así, con tanta seguridad, Tonico se convenció de que era lo mejor que se podía hacer. Al día siguiente, cuando la campana sonó, anunciando el inicio del recreo, él fue directo al encuentro de Marcos. Le dijo que había traído una merienda para él e inició la conversación.

Llegó a casa ese día, de manera muy diferente al día anterior. Alegre, conversador…

- Mamá, Marcos preguntó si él puede venir a jugar a la casa, el sábado. Y si puedes hacer más pastel de chocolate para nosotros – dijo, mientras jugaba con Duque, su perro.

Ella sonrió y respondió que sí. El asunto estaba cerrado y con un final feliz.



Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com
 

 


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