|
Las obras de Emmanuel no son “iglesiadas” y ni de
autoayuda! (Parte
1) |
|
Introducción – La
pregunta 625 de El Libro de los Espíritus establece
que “Jesús es el Espíritu más perfecto que Dios ofreció
al hombre para servir de modelo y de guía”. Esta
pregunta está incluída en la tercera parte de LE, la
cual trata de las “Leyes Morales”. La obra El
Evangelio según el Espiritismodesarrolla justamente
la discusión concerniente a esa tercera parte de LE,
denotando que el estudio del Evangelio de Jesús, en la
visión de Allan Kardec, y de la Falange del Espíritu de
Verdad que lo orientó, consiste en una directriz de
seguridad para el profundizar en el entendimiento de las
“Leyes Morales”. Eso ocurre pues las “Leyes Morales”
constituyen una importante parte de las Leyes Generales
de la Creación, así como las leyes que rigen la materia,
las cuales son estudiadas por la física, por la química
etc.
Vale registrar que, más allá de la presencia inicial en
LE y de la constitución central del tema del tercer
libro fundamental de la obra de Allan Kardec, que es
ESE, Jesús y el Evangelio son discutidos en buena parte
de la última obra fundamental publicada por Kardec, La
Génesis, los milagros y las predicciones según el
Espiritismo, la cual fue publicada en primera
edición en 1868, aproximadamente un año antes de la
desencarnación de Allan Kardec. Eso sin hablar en de la
obra El Cielo y el Infierno, la cual contempla,
indirectamente, tópicos al respecto de nuestro destino
espiritual más allá de la tumba, lo que no deja de tener
relación con varias enseñanzas registradas en los
Evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan y de las obras
LE (incluyendo la tercera parte), ESE y LG.
Sobre esa correlación, es interesante recordar que en el
capítulo primero de El Evangelio según el Espiritismo,
denominado “No vine a destruir la Ley”, Kardec
correlaciona las denominadas “tres revelaciones”:
Moisés, Jesús y el Espiritismo. El Maestro de Lyon
destaca el sentido de secuencia pedagógica en el
aprendizaje del conocimiento espiritual. Discusión
semejante es también la desarrollada en el capítulo
primero de LG, caracterizando el Espiritismo como una
Revelación de aspecto doble, esto es, una Revelación al
mismo tiempo Humana y Divina, y secuencial en relación a
las contribuciones previas de Moisés y Jesús. Además, en
la Revista Espírita (RE), hay un ítem en el cual Allan
Kardec caracteriza al Apóstol Pablo, importante
referencia para el pensamiento emmanuelino, como
precursor del Espiritismo (“San Pablo, Precursor del
Espiritismo” en la edición de Diciembre de 1863).
De hecho, es inseparable doctrinariamente la correlación
entre el legado de Jesús, a través de su Evangelio, y el
Espiritismo. Sólo podríamos admitir la supuesta
separación si rechazáramos, de forma drástica, gran
parte de las obras de Allan Kardec, lo que es
inconcebible para todo Espírita consciente. La obra de
Allan Kardec es un todo muy bien construido, en el cual
las partes constituyentes se corroboran y auxilian
mutuamente a formar un conjunto conceptual
extremadamente coherente y auto consciente.
La comprensión del triple aspecto del Espiritismo
precisa ser más bien enfatizada en nuestros
acampamientos para que ese bloque de ideas
científico-filosófico-religiosos sean más bien asimilado
en sus principios inter-relacionados y también en lo que
dice respecto a sus diversas implicaciones doctrinarias.
Dentro de ese contexto, una de las dudas que surgen en
muchos compañeros, la cual está muy en boga actualmente
en las discusiones de grupos y fóruns espíritas, es la
siguiente: ¿Qué papel y qué valor tienen las obras del
Espíritu Emmanuel dentro del contexto doctrinario? El
presente artículo discute algunos ángulos de ese tema
tan debatido actualmente en el Movimiento Espírita
Brasileño (MEB).
La propuesta de Emmanuel
Así como Manoel Philomeno de Miranda (MPM) deja claro en
uno de sus libros obtenido por la mediumnidad de Divaldo
franco que su propósito, con sus obras sobre el mundo
espiritual y los procesos de obsesión/desobsesión, es
desarrollar uno de los filones rotulados inicialmente
por Allan Kardec en la segunda parte de la obra El
Cielo y el Infierno o la Justicia Divina según el
Espiritismo, Emmanuel busca contribuir con el
entendimiento espírita al respecto de las Leyes Morales
y del Evangelio de Jesús. Esa temática doctrinaria, a
semejanza de lo que ocurre con los estudios de MPM, fue
también iniciada magistralmente por el Maestro de Lyon,
en ese caso com distinción de dos libros: El Libro de
los Espíritus y más notadamente en El Evangelio
según el Espiritismo.
Si rechazamos ese contenido en sí, considerando que lo
mismo no sería propiamente doctrinario, tendríamos que
rechazar igualmente varios otros autores espiritistas,
altamente respetados en el Movimiento Espírita (ME), en
la totalidad de sus obras o por lo menos parcialmente,
tales como: Cairbar Schutel (autor de “Parábolas y
Enseñanzas de Jesús”; “El Espíritu del Cristianismo”;
“Vida y Actos de los Apostoles” y “Interpretación
sintética del Apocalipsis”, entre otros); Pablo Alves
Godoy (autor de “Las Maravillosas Parábolas de Jesús”,
entre varias otras obras sobre pasajes del Evangelio);
Therezinha Oliveira (autora de Parábolas que Jesús contó
y valió para siempre”, entre otros); Herculano Pires
(“Revisión del Cristianismo y Espiritismo”, entre
otros); Leon Denis (“Cristianismo y Espiritismo”, entre
otros); Rodolfo Calligaris (Parábolas Evangélicas a la
luz de la Doctrina Espírita) etc.
Lo que Emmanuel escribió y cómo Emmanuel es leído
Emmanuel desarrolla uno de los ángulos doctrinarios
desbrozados por la obra de Kardec, desde LE (primera
edición em 1857) y con especial distinción para el ESSE
(primera edición em 1864) y denota tener por objetivo, a
través del profundización de las discusiones de los
pasajes e imágenes del Evangelio a la luz de la Doctrina
Espírita, traer un conocimiento de la Verdad y una
sincera búsqueda de transformación moral, aplicando el
binômio Evangelio-Doctrina Espírita-Reforma Íntima
constituye, indiscutiblemente, tema central en cualquier
abordaje de valor a la luz del Espiritismo.
La tendencia a discursos superficiales de autoayuda
viene creciendo en los centros espíritas, por parte de
compañeros que no demuestran poseer una formación sólida
tratandose de las obras fundamentales del Espiritismo,
y, muchas veces, ni del Evangelio. Es evidente que el
pensamiento optimista y la autoayuda, de una forma
general, forman parte del contexto del aprendizaje
espírita, más de forma alguna el conocimiento del
Espiritismo es restringido a la autoayuda, que, puede,
inclusive, ni ser espiritualista, y menos espiritista.
Muchos leen a Emmanuel como libros de autoayuda apenas,
o meramente como lectura introductória para reuniones
espíritas, sin un mínimo análisis crítico, de una forma
que podríamos caracterizar como “igleseira” o, en lo
mínimo, protocolaria. No queremos afirmar que la lectura
de los mensajes de Emmanuel sea inadecuada como texto de
preparación para las reuniones públicas de los centros
espíritas. Consideramos tal iniciativa positiva en la
preparación inicial de nuestras reuniones. Sólo estamos
resaltando que las obras de Emmanuel no deberían quedar
reducidas sólo a esa función, debido a la cualidad
elevada de su contenido.
De cualquier manera, no podemos atribuir a Emmanuel la
manera equivocada con la cual frecuentemente sus textos
son leídos o aprovechados en nuestro movimiento espírita
(ME). Emmanuel es responsable por el contenido de su
obra y nosotros somos responsables por las estratégias y
por la seriedad del estudio que aplicamos o no a ese
estudio así como por la asimilación intelectual y por la
vivencia práctica del mismo en el día a día. Ese
raciocinio vale igual para los textos de Allan Kardec y
de cualquier otro autor espírita. En otras palabras, ni
Kardec, ni Emmanuel, ni cualquier outro autor espírita
puede ser responsabilizado por las interpretaciones
limitadas y/o equivocadas que, eventualmente, se puede
hacer de sus respectivas obras.
Como es sabido, no siempre el Movimiento Espírita
consigue representar, de forma coherente, el contenido
espiritista. Vale recobrar la famosa frase de Leon Denis
en su obra “En lo Invisible” (NI): “El Espiritismo será
aquello que los hombres hicieran de el”. Obviamente,
Denis, al utilizar el término “Espiritismo”, se refiere,
en ese contexto, al Movimiento Espírita, y no a la
Doctrina Espírita propiamente dicha.
Considerar la obra de Emmanuel apenas autoayuda
superficial o meramente mensaje de preparación de un
ambiente psíquico para oraciones, sin estudio, sin
reflexión sobre el contenido y sin meditación sobre sus
implicaciones morales y doctrinarias consiste en
menospreciar el valor del Evangelio dentro del contexto
del Espiritismo. Y, además, sería una especie de
repetición de hábitos religiosos de denominaciones
religiosas tradicionales, las cuales leen textos
evangélicos de forma, por regla, meramente formal, con
comentarios explicativos mínimos o inclusive
inexistentes sobre los mismos. Más ese fallo,
reiteramos, tiene que ser atribuído a la parcela de los
Estudiantes del texto emmanuelino que obran de esa forma
y no al próprio autor espiritual Emmanuel.
Es curioso que estudiosos serios y comprometidos con el
Evangelio de Jesús no consigan entrever el valor
evangélico-doctrinario de libros como “Fuente Viva”;
“Camino, Verdad y Vida”; “Pan Nuestro”; “Viña de Luz”;
“Palabras de Vida Eterna”; “Cofre de Luz”; “Siega de
Luz” etc. Es posible, para no decir probable, que,
después de los estudios evangélicos a la luz de la
Doctrina Espírita elaborados en la obra de Allan Kardec,
los estudios de Emmanuel constituyen los contenidos más
consistentes y amplios, cualitativa y cuantitativamente,
de análisis sobre los textos de Jesús de Nazaret y sus
Apóstoles y discípulos de que disponemos en el
Movimiento Espírita. Tal vez, una alternativa aceptable
de estudio del Evangelio a la luz de la Doctrina
Espírita sería estudiar los textos sobre el Evangelio de
Kardec como obra principal, como el apoyo de las obras
de Emmanuel como obra subsidiaria.
Sobre los pasajes obscuros de los textos emmanuelino
En primer lugar, ningún autor espírita detenta el sello
de “infabilidad”. La postura de atribuir un carácter
infalible a cualquier autores corresponde a un fanatismo
religioso inadmisible dentro de la propuesta espírita.
Luego, todos pueden errar, y todos los autores deben ser
sometidos al más riguroso análisis crítico, para que la
lógica del pensamiento espírita ofrezca crecimiento
doctrinario a los estudiosos del Espiritismo. Eso vale
para todos, sin excepción.
En lo que se refiere específicamente a Emmanuel, muchos
alegan que la resistencia al referido autor es debida a
fallos doctrinarios o a determinadas “marcas” de un
supuesto catolicismo del Benefactor Espiritual.
Ese argumento parece débil o por lo menos
superdimensionado.
Analicemos, primeramente, la cuestión concerniente a
eventuales fallos doctrinarios.
En la obra emmanuelina hay, realmente, pasajes extraños
y/o obscuros. Todavia, ellos no son exclusividad de este
autor espiritual. Y es evidente que, en el caso de
Emmanuel, el saldo es inmensamente positivo, pues su
legado de buenos textos es inmensamente superior al
número de sus escritos que pueden ser considerados
cuestionables del punto de vista doctrinario.
Sería el caso de preguntarse: ¿qué autor espírita que
pasó totalmente incólume a eventuales errores, o, en lo
mínimo, a pasajes considerados cuestionables del punto
de vista doctrinario?
Muchos conceptuados autores espíritas también tienen
textos, en lo mínimo, muy cuestionables. Al final, no
admitimos, resaltando nuevamente, como algo admisible
del punto de vista espiritista el mito de la infabilidad
para ningún texto existente actualmente en la Superficie
terrestre.
Veamos algunos ejemplos de autores espíritas respetables
que no siempre publicaron y/o tuvieron actitudes
irrepensibles del punto de vista espírita.
Leon Denis publicó al final de su vida física “El Génio
y el Mundo Invisible”, que es un libro que presenta
pasajes muy cuestionables, del punto de vista espírita.
De hecho, Denis rechaza la contribución espiritual de la
ascendencia latina del pueblo francés y exalta la
ascendencia celta de Francia de forma muy extraña.
Evidentemente, la formación cultural de un pueblo
consiste en una influencia en sus valores y en su
manera de proceder. Pero, principalmente, cuando la
discusión se refiere a una ascendencia antiquísima, como
es el caso, el estudio queda muy flojo a la luz del
conocimiento reencarnacionista, sobre todo dentro de la
óptica espírita. Es importante resaltar que se trata de
una obra publicada por uno de los principales, junto con
Gabriel Delanne, sucesores de Alan Kardec. Realmente, si
consideramos la reencarnación, constatamos, cómo Jesús
explicó a Nicodemos, que “lo que es nacido de la carne
es carne, y lo que es nacido del Espíritu es Espíritu” y
que “ El Espíritu sopla donde quiere, pero no sabemos
donde, y ni de dónde viene ni para dónde va...”. Luego,
es bien cuestionable tal énfasi empleado por el
respetable trabajador espírita.
Leon Denis también defiende en su aclamada obra “El
Problema del Ser, del Destino y del Dolor”, la polémica
y muy cuestionable idea de que Jesús habría sido la
reencarnación de Khrisna. No aceptamos esta conjetura
como verdadera, lo que es un rechazo común a muchos
compañeros. El hecho es que tal posicionamiento, así
como la cuestionable obra “El Génio Céltico y el mundo
invisible”, no hicieron que el ME perdiese el respeto,
la gratitud y la divulgación de las obras de gran valor
de Léon Denis.
Hermínio C. Miranda, erudito autor espírita, con varias
obras de relevancia en el contexto espírita, escribió
diversos libros altamente especulativos con relación a
supuestas reencarnaciones de figuras en su mayoría
famosas, de la historia universal. Los subsídios que
ofrecieron las bases para las respectivas tesis son
meras hipótesis con pocas e inconcluyentes “evidencias”
( presuntas evidencias, las cuales, en su mayoría, no
resisten al menor análisis). Son diversas las obras que
contemplan tales conjeturas, tales como “Las Marcas del
Cristo I y II”, “Yo soy Camille Desmoulins” (en conjunto
con Luciano dos Anjos); “De Kennedy al Hombre
Artificial” ( en conjunto com Luciano dos Anjos); “Las
Vidas de Fénelon”; “Los señores del Mundo”. A pesar de
eso, Hermínio continúa siendo un autor respetado y
tenido en alta cuenta en el medio espírita.
(Este
artículo será concluido en la próxima edición de esta
revista.)