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Al final, ¿a quién
pertenece El
libro de los espíritus? |
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Delante de la inmensidad
de principios abarcados por las leyes de Dios, cubriendo
no sólo aspectos morales, así como los materiales o
físicos, se destacan muchos puntos merecedores de la
atención de aquellos en contacto con el Espiritismo por
la primera vez.
Entre tantos en evidencia
uno de ellos ciertamente es la comprensión de la
existencia y naturaleza de los Espíritus. Es común
observar en los recién llegados al movimiento espírita
cierta dificultad en el entendimiento de tales
entidades, siendo esta inclusive una de las varias
motivaciones conduciendo un interesado a la Casa
espírita, o sea, desea esclarecimiento sobre los
llamados muertos, tanto como explicaciones al respecto
de apariciones de todo orden.
Esclarece la Doctrina,
inicialmente en El libro de los espíritus, sobre
la existencia de dos principios básicos en el Universo:
el principio espiritual (fuente de creación de los
Espíritus) y el principio material. En la secuencia de
las obras del Pentateuco, se esclarece más un poco sobre
estos fundamentos aquí, otro tanto allí, y en la última
obra, La Génesis, Allan Kardec discurre sobre
estos principios de manera amplia y detallada, los
cuales, sumados a Dios, forman la así llamada Trinidad
Universal espírita.
Como la percepción común
considera las almas o Espíritus entidades a parte
habitantes del plano etéreo de donde eventualmente, sin
embargo “muertos”, se presenta para atormentarnos y
asustar haya visto el concepto diseminado de “alma en
pena”, excepción hecha a las apariciones de los
“ángeles”, muchos tienen dificultad en comprender y
aceptar su propia naturaleza. No percibieron aun seres
también Espíritus en esencia, individualizaciones del
principio espiritual anteriormente mencionado,
encontrarse provisionalmente ligados a un cuerpo de
carne, viviendo un pequeño capítulo de sus existencias
y, en breve tiempo, estarán también del lado de allá, no
impropiamente llamado “Reino de los Muertos”.
Esta visión representa la
verdad, por cuanto la mayoría teme a las almas del otro
mundo, habiendo inclusive algunos espíritas que “mueren
de miedo” de ver Espíritus; siendo así, los neófitos se
resisten en aceptar que los Espíritus continuan haciendo
parte del Universo, aunque ahora sin cuerpos físicos; no
son muertos resucitando de las tumbas o sepulcros para
asustarnos y perseguir. Entre tanto, imaginan aun a los
Espíritus como entidades al margen de la creación. Se
comenta sobre los Espíritus y surgen múltiples
interrogaciones: ¿vinieron de dónde, dónde habitan estos
tales, quién son en realidad, qué hacen hace tanto
tiempo en el más allá?
Conforme es previsto en
las leyes eternas, acabarán también aprendiendo por
medio de estudios, aulas o exposiciones, que
verdaderamente algunos Espíritus buscan atraparnos
temporalmente, son así llamados obsesores, y más,
cuando descubren que estos pueden ser numerosos, sin
esclarecimientos doctrinarios, llegan a apavorarse.
Felizmente, por otro lado, tomaron conocimiento también
sobre la existencia de muchos otros Espíritus cuya
función o misión es de ayudarnos, son nuestros guiasespirituales,
más allá de estos, están también los Espíritus
familiares y los simpáticos, todos en síntesis deseando
apenas nuestro bien y nuestro progreso; ¿más quién los
dirige si es que hay organización en estos grupos de
seres pareciendo todo observar y todo indicando estar en
todas partes, indagan curiosos?
Es preciso asistir a
continuadas conferencias doctrinarias, leer y bien
estudiar la literatura espírita, de modo a asegurarse,
certificarse, convencerse de que también se volvieron
inmortales a partir del momento de su individualización
por Dios, haciendo igualmente parte de este colectivo de
seres siempre vivos llamados Espíritus, entidades estas
continuamente creadas por Dios, siendo Este el
organizador mayor de todo y de todos.
En función de estas
temporales y esperadas incomprensiones, cuando se
abordan temas doctrinarios, y se hace mención a El
libro de los espíritus, mencionando una pregunta
aquí, otra allá, con sus respectivas y sabias respuestas
de los Espíritus, surgen otras cuestiones: ¿al final
quién son estos que dictaron esta inmensidad de textos,
ideas, conceptos, formulando incontables teorías a este
francés con nombre de bautismo Denisard Hipolyte Leon
Rivail(1), nacido en Lyon, todavía, conocido
popularmente por Allan Kardec?
¿Cuándo se dice ser la
Doctrina de los Espíritus, juzgan, pero no fue Allan
Kardec quién escribió, organizó, codifico y publicó El
libro de los Espíritus? ¿Entonces cómo puede este
libro pertenecer a los Espíritus y no al francés Allan
Kardec? ¿Él no es el autor?
Es preciso un tiempo de
convivencia y madurez dentro del movimiento espírita,
ejercitando la lectura atenta o incluso el estudio de
libros y mensajes, participando continuamente de las
reuniones doctrinarias, para poco a poco comenzar a
sentirse parte de este universo de seres espirituales.
Con todo, en cuanto esto
no se da, se sienten descolocados, y en función del
entendimiento aun incompleto de la Doctrina, aceptan
inclusive la posibilidad de algunos Espíritus encarnados
ser priviligiados dentro de la creación, los llamados
médiums, sin embargo, sabemos no lo son, pues estos
últimos poseen capacidad de hablar, ver, sentir e
interobrar con estas otras individualidades, los
llamados Espíritus desencarnados.
Adicionalmente, si
supiesen ser posible existir comunicación mediúmnica con
un Espíritu aun encarnado, incluso estando distante el
cuerpo de esta particular entidad, muy probablemente
dirían: ¡No, esto es imposible, debe haber alguna otra
explicación, pues si el Espíritu está aquí presente,
manifestándose, entonces sólo puede estar muerto!
Es de notarse en la fase
inicial de visita a las Casas, muchos en ellas
comparecen en la esperanza de apartar, de verse libres
de los así llamados Espíritus, popularmente conocidos
por “apoyos”, muchas veces, en función de desatinados
haber informado estar tales entidades acompañándoles,
“fantasmas” estos considerados como únicos responsables
por todas las dificulatades y aflicción enfrentadas en
el día a día de ellos.
Todavia, gradualmente, en
la medida de sus continuados esfuerzos en aprender, y
aprender nuevos conceptos, los iniciados espíritas pasan
de la condición de deslumbramiento y cuestionamientos
para la condición de observadores atentos y algunos
inclusive de participantes activos en las múltiples
actividades ofrecidas en las Casas espíritas.
La fase de los primeros
porqués y de las interrogaciones se va apagando
lentamente, dando lugar a una posición más dinámica y
segura, en el lugar de la pasividad característica,
cuando comparecían a la Casa apenas para recibir
orientaciones, informaciones, consejos, pases, quién
sabe tener una botella de agua fluidificada y todo el
tipo de apoyo posible de ser obtenido.
A partir de esta nueva
fase, si aun no las obtuvieran, pueden elaborar por sí
mismos respuestas a muchas de aquellas intrigantes
preguntas formuladas en el pasado, por cuanto:
1. comprenden que los
llamados muertos nada más son aquellos que nos
antecedieron en el viaje para el lado de allá, pudiendo
aparecer eventualmente, y bajo ciertas condiciones, a
algunos y no a otros, y en la medida en que fueran
concienzándose de la existencia de ellos aceptándolos
naturalmente, se espera, no más miedos, al final son
todos nuestros hermanos;
2. descubren haber
muchas moradas en la casa del Padre, siendo estas
ocupadas tanto por Espíritus encarnados como
desencarnados agrupándose por la ley de las afinidades,
todas regidas por las determinaciones de Dios, y como
los Espíritus vienen siendo creados continuamente por el
Sempiterno, están por todas partes.
3. constatan no ser
llamados obsesores Espíritus dedicados
eternamente al mal por naturaleza, estos se encuentran
temporalmente apartados del buen camino, también siendo
hijos legítimos de Dios, por cuenta de esto, no se
desencaminaran perpetuamente, por cuanto, conforme
alertó Jesús, ninguna oveja del rebaño se perderá;
4. perciben no haber
los Espíritus venido de algún lugar especial,
determinado rincón olvidado del Universo, son apenas los
seres vivos llegados al reino hominal, creados simples e
ignorantes hace muchos milenios atrás por el mismo Dios
que nos creo y, ahora, naturalmente, continuan la
particular jornada de evolución, creciendo siempre
intelectualmente, sin embargo de inmediato no siempre
moralmente, rumbo a la adquisición de la relativa
perfección susceptible de ser alcanzada;
6. aceptan ser la
patria espiritual la única y verdadera, pues todos
estamos destinados a habitar y permanecer en este
referido plano, el etéreo será nuestra morada final,
cuando concluimos el ciclo de las encarnaciones
necesaria a consolidar nuestro aprendizaje en los mundos
materiales. En cuanto no alcanzamos esta condición
permanecemos en el plano espiritual, el llamado periodo
de la erraticidad, aguardando el momento más adecuado
para reingresar en la carne, o reencarnar, unos
esperando pasivamente, otros activamente, estudiando,
trabajando y fortaleciéndonos para un nuevo periodo de
pruebas y expiaciones en la Escuela Tierra;
6. entienden que el
cuerpo no es dueño del Espíritu, sino al contrario se
da, el segundo es el dueño del primero, siendo así, el
Espíritu se puede apartar o emancipar del cuerpo, su
herramienta de trabajo, parcialmente y temporalmente,
provocando los fenómenos de las apariciones registradas
en nuestra Historia, incluso a distancia de su cuerpo,
además de eso, constatan ahora que nosotros no tenemos
un Espíritu, somos Espíritus;
8. y, finalmente,
concluyen por cuál razón Allan Kardec, así denominado
cuando estuvo encarnado entre el pueblo de los Druidas
en la antigua Galia en la época de Julio Cesar, antigua
designación del actual nombre francés Hippolyte Léon
Denizard Rivail(2), haber titulado el primer
libro de la Codificación como lo hizo, pues el Sabio de
Lyon se colocó humildemente como elemento de unión entre
los Espíritus superiores desencarnados colaboradores en
los variados textos, y toda la Humanidad. Espíritus
estos de avanzada evolución, incluyendo a Jesús, el
Maestro de los maestros, Espíritu Puro, coordinador de
todo el trabajo.
Este es un proceso bien
característico y esperado de muchos buscando la
Doctrina, nada que extrañar, sea por curiosidad, otros
aun por necesidad, pero al final, si todo anda bien
durante esta caminata inicial, se aceptan también como
integrantes de la clase de los Espíritus, formando parte
de este todo, se ven como elementos de la creación, en
suma, finalizan viendose como Espíritus inmortales,
hijos del mismo Padre.
A partir de este momento,
tienen el camino abierto para interesarse más por el
Espiritismo, pasan a buscar por iniciativa propia
aumentar los conocimientos, reconocen ser este conjunto
de informaciones oceánica, formando por una parte
religiosa, otra filosófica y una tercera científica,
todo abordando, sobre cualquier asunto emitiendo una
coherente opinión, y cuando la humanidad aun no está
apta para recibir novedades explicadas por las leyes
eternas, los Espíritus nos dejan con las interrogaciones
a ser esclarecidas en un futuro oportuno, cuando fuera
más adecuado.
En esta hora, muchos
finalmente entienden, sienten ser el conocimiento de la
primera obra básica de la Doctrina imprescindible para
bien conducir a la propia vida, sin cualquier perjuicio
de las otras cuatro obras fundamentales y de las obras
subsidiarias. Aquella contiene una fuente aparentemente
inagotable de explicaciones y, en este instante, El
libro de los espíritus se vuelve un compendio
universal, pasan a amarlo, ¿por qué no? Este libro no
pertenece más a aquellos que lo dictaron en el siglo
retrasado; se transforma en un libro de uso común,
diario, de cabecera; aunque sea especialísimo debido a
su contenido, se percibe también como Espíritus, pues de
hecho todos somos y El libro de los espíritus se
transforma entonces de ahí en adelante en ¡El
libro de todos nosotros!
Notas:
(1) Mantuvimos la
ortografia registrada en los dos certificados originales
de nacimiento, sin embargo esta ortografía no sea la
usada por la mayor parte del movimiento espírita.
(2) Esta
es la ortografía normalmente utilizada por el movimiento
espírita.