Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 Tema: Caridad/Amor a los animales


El zorzal amigo


A Dorita le gustaba pasar las tardes en su patio. Un día vio algo que le llamó la atención. Buscó a su mamá para mostrárselo.

- Mamá, ven a ver algo que encontré en el patrio. ¡Rápido!

- ¿Qué es, querida? ¿Por qué tanta prisa? – preguntó la mamá.

- Es un pajarito, en una rama del melocotonero, y le pasa algo. ¡Debe estar lastimado! – dijo Dorita.

La mamá salió para ver.

- ¡Allí está! – señaló Dorita. – Mira, no se mueve, ni cuando me acerco a él. Mira cómo está en una sola pata. La otra pata parece tener algún problema.

- Tienes razón, hija. Hay algo extraño con ese pajarito. Ve a buscar la escalera, por favor.

Dorita trajo la escalera y su mamá subió. Con mucho cuidado, se acercó más y más a la avecita, temiendo que ésta escapara. ¡Pero se asombró! El zorzal no voló. Se quedó quieto en una sola pata, hasta que la señora lo tomó suavemente y lo trajo hacia abajo.

- Su piernita está lastimada – constató la mamá.

- ¿Y ahora, mamá? – preguntó Dorita, preocupada.

- Ahora voy a preparar un emplasto y vendar su pierna – respondió la mamá.

Ellas cuidaron del pequeño zorzal, con cariño y delicadeza, y después lo pusieron de pie, apoyado en la otra pierna. Dorita le trajo unas migajas y agua también. Pero el ave, sin embargo, espero para comer o beber. Moviendo sus alas, se alzó en los aires y voló lejos.

- ¿Estás viendo? – preguntó la mamá. – El pobrecito debió estar esperando ayuda.

- Yo quería que se quedara – dijo la niña. Pero se fue lejos, y creo que nunca más lo volveremos a ver.

Pasaron los meses. El otoño dio lugar al invierno y a éste le siguió la primavera. Y con la Navidad, el colegio, las vacaciones y los días de fiesta y otras cosas más, la niña se olvidó del pequeño zorzal.

Una bella mañana, Dorita entró corriendo a casa otra vez, muy emocionada.

- ¡Mamá, ven a ver! – gritó. – ¡Nuestro zorzal volvió con nosotros! Lo vi en el melocotonero. ¡Estoy segura de que es él!

La mamá corrió hacia afuera con ella y miró buscando entre las ramas del árbol ahora muy bonito con el nuevo follaje.

- ¡Tienes razón! – exclamó. – Es nuestro pequeño zorzal. Lo reconocería en cualquier parte. ¡Qué bueno que volvió! ¿Sabes lo que está haciendo?

- No, respondió Dorita.

- Creo que está haciendo un nido. Apenas ha comenzado y, si tenemos cuidado de no asustarlo, seguirá con la construcción.

La mamá tenía razón. El zorzal era hembra. Ella terminó de construir su nido, puso unos huevos y de ellos nacieron tres crías. Ella los alimentaba y, cuando ya se hicieron grandes y fuertes, todos volaron, alejándose y dejando el nido vacío.

- Bueno, esta es, por cierto, la última vez que veremos a nuestra zorzal – dijo la mamá de Dorita.

Pero no fue así. En la primavera siguiente ella volvió, construyó otro nido y crió a su familia. Al año siguiente hizo lo mismo. Por algunos años el pajarito volvió en el tiempo correcto para hacer su nido y poner sus huevos, como si supiera que ese era un lugar seguro. Dorita y su mamá pasaron a considerarla un miembro de la familia.

- Mamá, - preguntó Dorita, - ¿por qué la pequeña zorzal siempre regresa?

- Hija mía, esa ave, a pesar de ser una humilde criaturita de Dios, no se olvidó de la bondad que recibió en la hora de su sufrimiento.

- Mamá, ¿será que un pajarito tiene sentimiento de gratitud? ¡Me pongo tan contenta porque ella siempre vuelve para hacer su nido aquí!

- Hija, sea como fuera, esa avecita se sintió segura y bien tratada aquí. Y nosotras recogemos el fruto de nuestra buena acción, teniendo ahora la alegría de su presencia, la música de su canto y la belleza de observarla con sus crías. Cuando ayudamos a alguien o hacemos que otros sean felices estamos colaborando con la creación Divina. Y quien haga la voluntad de Dios siempre recibe de vuelta mucha alegría.

 

Texto (adaptado) de Cândida Chirello.



Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com
 

 


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