Alfred Adler (1870-1937) fue un médico psiquiatra,
miembro original del pequeño grupo de médicos que se
encontraba en la casa de Freud en las noches del jueves,
para discutir temas psicológicos. No obstante, cuando
surgieron las diferencias teóricas y personales entre
Adler y Freud, Adler abandono el círculo de Freud y
estableció una teoría opuesta, la cual se volvió
conocida como Psicología individual. En cuanto
aun era miembro del círculo restringido de Freud, se
convirtió al protestantismo. Sin embargo, aparentemente,
él no mantuviese convicciones religiosas profundas, ni
se haya referido explicitamente a la dimensión del
Espíritu, su teoría se identifica, en gran parte, con
los principios espíritas. Por eso, decidimos establecer
un diálogo entre sus ideas y el pensamiento kardecista.
En síntesis, la teoría adleriana dice lo siguiente:
todas las personas nacen con tendencia innata para la
complitud y la totalidad. Incluso los bebés poseen un
impulso innato en dirección al crecimiento, a la
complitud o al éxito. Las personas, por su naturaleza,
son continuamente impulsadas por la necesidad de superar
sentimientos de inferioridad y atraídas por el deseo de
complitud. El sentimiento de inferioridad, identificado
en todas las criaturas, surge derivada de la fragilidad
y dependencia del niño al nacer. Las deficiencias
físicas, naturales del individuo en los primeros años de
vida, activan complejos de inferioridad, que motivan a
personas a luchar por la superioridad o por el logro.
Individuos que no son psicológicamente saludables
procuran el éxito para toda la humanidad.
En su teoría, Adler, por tanto, identificó dos caminos
principales para superar el complejo de inferioridad. El
primero es el intento socialmente no productivo de
obtener superioridad personal; el segundo envuelve
interés social y busca al éxito o a la perfección para
todos.
Algunas personas luchan por la superioridad con poça o
ninguna preocupación por los otros; sus objetivos son
personales y sus esfuerzos son motivados, en gran parte,
por todo aquello que pueden conseguir para sí mismas.
Asesinos, ladrones, estafadores, parásitos familiares o
sociales son ejemplos obvios de personas que luchan por
el engaño personal. Algunas personas crean disfraces
inteligentes para su lucha personal y pueden, de forma
consciente o inconsciente, esconder su postura
autocentrada por detrás del manto de la preocupación
social.
En contraste con las personas que luchan por la ganancia
personal, hay aquellos individuos psicológicamente
saludables que son motivados por el interés social y por
el éxito de toda la humanidad. Esos individuos están
preocupados con objetivos que van más allá de sí mismos,
son capaces de ayudar a los otros sin exigir o esperar
una recompensa y tienen la capacidad de ver a los otros
no como oponentes, sino como personas con quien pueden
cooperar para el benefícios social. El proprio éxito no
es obtenido a costa de los otros, sino es una tendencia
natural a moverse en dirección a la complitud y a la
perfección.l
Las personas luchan por la superioridad personal o por
el éxito colectivo para compensar sentimientos de
inferioridad, sin embargo la manera como ellas luchan es
resultado de la propia personalidad. La personalidad es
construída a partir de materiales brutos ofrecidos por
la hereditariedad y por el ambiente. Entre tanto, esas
fuerzas no responden de forma absoluta por la manera de
pensar, sentir y obrar de las personas. La personalidad
es producto de una fuerza creativa, o sea, la
capacidad de la persona de moldear libremente su
comportamiento y construir la propia personalidad.
Incluso que la fuerza creativa sea influenciada por las
fuerzas de la hereditariedad y por el ambiente, ella es,
en último análisis, responsable por la personalidad de
las personas. Las fuerzas de la naturaleza y la
educación nunca pueden privar a una persona de poder
establecer un objetivo único o escoger un estilo proprio
de alcanzar el objetivo. Cada persona usa la
hereditariedad y el ambiente como los ladrillos y el
cemento para construir la personalidad, pero el proyecto
arquitectónico refleja el estilo propio de aquella
persona. La fuerza creativa vuelve a cada persona un
individuo libre; es un concepto dinámico que implica
movimiento, y ese movimiento es la característica más
relevante de la vida. Toda la vida psíquica envuelve
movimiento en dirección a un objetivo, movimiento con
una dirección.
Y, finalmente, un último principio básico de Adler: el
valor de toda actividad humana debe ser visto según el
punto de vista del interés social. Interés social es la
condición natural de la especie humana y la unión que la
conecta a la sociedad. La inferioridad natural de los
individuos necesita de su unión para formar una
sociedad. Sin la protección y la nutrición de un padre o
madre, un bebé perecería. Sin protección de la familia o
del clan, nuestros ascentrales habrían sido destruídos
por animales que eran más fuertes, más feroces o dotados
de sentidos más agudizados. El interés social, por
tanto, es una necesidad para la perpetuación de la
especie humana y del bienestar colectivo.
El interés social fue el criterio de que se valió Adler
para medir la salud psicológica. Según él, el interés
social es la única escala a ser usada en el juicio del
valor de una persona. Los individuos saludables son
genuinamente preocupados con las personas y poseen un
objetivo de éxito que abarca el bienestar de todos.
Interés social, para Adler, no es sinónimo de caridad y
altruísmo, sin embargo actos de la filantropia puedan
estar vinculados al interés social. Una mujer, recuerda
Adler, puede donar regularmente grandes sumas de dinero
para los pobres, no porque ella sienta sintonía con
ellos, sino, al contrario, porque ella desea mantener
una separación de ellos.
Algunos aspectos pueden ser destacados en el resumen de
arriba, por si identificaran, de forma sorprendente, con
las ideas espíritas: el atributo de la perfectibilidad,
las diferencias básicas en el estilo de vida humano, la
presencia del Espíritu en la construcción de la
personalidad y el principio de la solidaridad humana
como necesidad humana.
El atributo de la perfectibilidad
En Obras Póstumas se puede leer el siguiente
texto de Kardec:
Desconocemos el origen y el modo de creación de los
Espíritus; apenas sabemos que ellos son creados simples
e ignorantes, esto es, sin conciencia y sin conocimiento
del bien y del mal, sin embargo perfectibles y con igual
aptitud para adquirir todo y conocer todo, con el
tiempo.
Podemos admitir, por el texto, que el Espíritu es creado
con tres atributos: la simplicidad, la ignoracia y la
perfectibilidad. Simples, porque es único, formado de
una sola parte, homogéneo. Ignorante, porque sin
experiencias, sin conocimiento o adquisición.
Perfectible, porque dotado de la potencialidad del
progreso, de un proyecto íntimo de desarrollo, de un
propósito en dirección a más diversidad. Nos parece que
Adler, intuitivamente, se reporta al atributo kardecista
de la perfectibilidad en admitir una tendencia innata en
todas las criaturas a la complitud y a la totalidad.
Según él, esa tendencia, identificada, en la infancia,
con la fragilidad natural del bebé, hace surgir en él un
complejo de inferioridad, que va a guiar su vida
psíquica.
Estilos de vida
Adler admite que la forma como el individuo va a lidiar
con su complejo de inferioridad va a definir su estilo
de vida y la riqueza (o no) de su existencia,
proponiendo dos tipos bien distintos: los autocentrados,
egoístas, ocupados únicamente con sus intereses y los
centrados en el bienestar colectivo, solidarios y
altruistas. Esa teoría de dos personalidades en las
extremidades de un espectro existencial es vista en
Kardec:
El hombre carnal, más preso a la vida corpórea que a la
vida espiritual, tiene, en la Tierra, penas y gozos
materiales. Su felicidad consiste en la satisfacción
fugaz de todos sus deseos. Su alma, constantemente
preocupada y angustiada por las vicisitudes de la vida,
se conserva en una ansiedad y en una tortura perpetuas.
La muerte lo asusta, porque él duda del futuro y porque
tiene que dejar en el mundo todos su afectos y
esperanzas. El hombre moral, que se colocó por encima de
las necesidades fictícias creadas por las pasiones, ya
en este mundo experimenta gozos que el hombre material
desconoce. La moderación de sus deseos le dan al
Espíritu calma y serenidad. Dichoso por el bien que
hace, no hay para él decepciones y las contrariedades,
que le deslizan por sobre el alma, sin ninguna impresión
dolorosa dejaran. (LE,
ítem 941)
Hombre carnal y hombre moral, en la denominación de
Kardec, pueden ser metaforicamente considerados como las
dos puntas de un espectro. Entre ellas se encuentra la
gran mayoría de las almas reencarnadas en la Tierra.
Construcción de la personalidad
Adler no definió en que consiste la fuerza creativa,
y fue criticado por eso. Según los críticos, la
expresión fuerza creativa es especialmente
ilusoria, una fuerza mágica que toma los materiales
brutos de la hereditariedad y del ambiente y moldea una
personalidad única. Tal concepto, según los críticos es
simplemente una ficción y no puede ser estudiado en el
ámbito científico.
Creemos que el concepto de fuerza creativa se
identifica con el mismo concepto de Espíritu, del
pensamiento kardecista. Genes y ambiente no consiguen
explicar todo aquello que somos. En la estructuración de
nuestra personalidad tenemos que considerar la poderosa
influencia del Espíritu, que trae para la corporiedad su
historia, sus tendencias, gustos e inclinaciones.
Según el codificador del Espiritismo, las diversas
facultades de un individuo son manifestaciones de una
misma causa que es el alma, o sea, el Espíritu encarnado
(LE, ítem 366). Según las cualidades del alma y
las del Espíritu encarnado, el hombre de bien es la
encarnación de un buen Espíritu y el hombre perverso la
de un Espíritu impuro (LE, Introducción, ítem VI). Añade
Kardec que la inteligencia igualmente es un atributo
esencial del Espíritu y que el Espíritu se refleja en el
cuerpo, que es modelado por las cualidades del Espíritu.
Examinando las predisposiciones instintivas, Kardec
comenta que la fuente de las facultades innatas está en
la individualidad reencarnada, pues el alma trae,
uniéndose al cuerpo, lo que adquirió, sus cualidades
buenas o malas (RE, 1860, pag. 209). El Alma es
el ser inteligente; en ella está la sede de todas las
percepciones y de todas las sensaciones; siente y piensa
por sí misma; es individual, distinta, perfectible,
preexistente y sobreviviente al cuerpo (RE, 1866,
pag.21).
Solidaridad humana
La fraternidad y la preocupación como el bienestar
colectivo son puntos muy fuertes en el pensamiento
kardecista, tal cual pensaba Adler, al presentar el
concepto del interés social. Kardec fue enfático
en ese particular. El hombre vale por aquello que hace
en beneficio del prójimo y de la colectividad. Al
indagar de los Espíritus al respecto de la más meritoria
de todas las virtudes, recibió de ellos la siguiente
respuesta:
Hay virtud siempre que hay resistencia voluntaria al
arrastramiento de las malas inclinaciones. La sublimidad
de la virtud, sin embargo, está en el sacrificio del
interés personal, por el bien del prójimo, sin
pensamiento oculto. La más meritoria es la que asienta
en la más desinteresada caridad. (LE,
ítem 893)
Nota del autor:
Las informaciones sobre Alfred Adler
fueron extraídas del libro Teorías de la personalidad,
de Jess Feist, Gregory Feist y Tomi-Ann Roberts, octaba
edición, Artmed, 2015.
Traducción:
Isabel
Porras - isabelporras1@gmail.com