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La obsesión y el Espiritismo
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La obsesión –
Cuando un pensamiento negativo se vuelve recurrente y
hace residencia en la mente de un individuo eso le
causará perturbaciones y malestar, físico y espiritual.
La psiquiatria enuncia que pensamientos fijos desembocan
en obsesión (del Latín obsessio, obsessionis) y
que la persona solamente consigue liberarse con ayuda
profesional.
Vulgarmente la palabra obsesión es usada para significar
una idea fija en alguna cosa, generando un estado mental
enfermo.
En el diccionario1 encontramos:
Obsesión — persecución, vejación. Preocupación con
determinada idea, que domina enfermando el espíritu, y
resultante o no de sentimientos recalcados; idea fija.
Ya la psicologia registra sobre la obsesión:
- es derivada de un transtorno obsesivo compulsivo. El
diagnóstico del comportamiento obsesivo es alcanzado a
la vista de las perturbaciones causadas por la ansiedad,
oriundas de pensamientos e idea que insisten en
repetirse, yendo y volviendo sin parar, al punto de
causar malestar en el individuo (o paciente, en el
caso), cuando no, volviéndolo candidato a contraer
enfermedades físicas.
El paciente se percibe preso de una idea recurrente,
pero no consigue librarse de ella, ocupando gran parte
de su tiempo con esa idea, por lo que sufre con eso, ya
que sus actividades normales son perjudicadas, o incluso
no realizadas.
Pero es en el Espiritismo que se encuentran reflexiones
más profundas, con demostración del proceso obsesivo,
catalogando sus causas (orígenes, a veces en vidas
pasadas). Además de eso, las enseñanzas espíritas
ofrecen los medios para la desobsesión: supresión
reciproca de tan grave disturbio psicosomático entre
obsesor y obsesado, al preconizar la autoreforma de
ambos, por la observancia de las Leyes Divinas.
De hecho, la Doctrina de los Espíritus trata hartamente
de la obsesión, colocando a la disposición de los
interesados incontables y esclarecedoras obras
literarias, tanto de autores espirituales bondadosos
(por psicografia), como estudiosos encarnados. Apenas
como ejemplo, cito dos obras profundas y didácticas,
editadas por la Federación Espírita Brasileña: Desobsesión,
del Espíritu André Luiz y Obsesión/Desobsesión,
de Suely Caldas Schubert. ¡Utilísimas para grupos
mediúmnicos y médiums adoctrinadores!
Es de Allan Kardec
(pseudónimo del profesor Hippolyte Leon Denizard Rivail,
consagrado intelectualmente francés – 1804-1869), la
definición espírita, genérica: Obsesión:
Es la acción persistente que un Espíritus malo ejerce
sobre un individuo. Presenta caracteres muy diversos,
desde la simple influencia moral, sin perceptibles
señales exteriores, hasta la perturbación completa del
organismo y de las facultades mentales. Obstruye todas
las facultades mediúmnicas; ...(...) La acción
malhechora (de los espíritus malos que pululan en torno
de la Tierra) forma parte de los flagelos que la
Humanidad se ve atrapada en este mundo2.
El autor espiritual Manoel Philomeno de Miranda, por la
psicografia de Divaldo Franco, en el cap. 30 del libroSimientes
de Vida Eterna, Ed. LEAL, Salvador/BA, comenta que
la obsesión se procesa en los siguientes trámites (no
necesariamente en el orden de abajo), todos observables
en nuestro día a día y más particularmente en las
reuniones mediúmnicas:
- De desencarnado para encarnado;
-De encarnado para desencarnado
- De desencarnado para desencarnado
- De encarnado para encarnado.
Suely Caldas Schubert, médium y escritora espírita, en
su ya mencionado libro Obesión/Desobsesión3,
con mucha propiedad comenta las expresiones arriba y
otra – obsesión recíproca – expuesta en la
narración del Espíritu André Luiz (“persecución
recíproca” entre encarnado y desencarnado)4.
Varios autores espíritas
se refieren a la auto-obsesión, expresada por
manias, neurosis, fobias, hipocondria, etc., comenzando
por Kardec, cuando aseveró: “el hombre no raramente es
el obsesor de sí mismo”5. Aun el Espíritu
André Luiz, refiriendose también a la auto-obsesión,
lanza una alerta en “cuanto a las dolencias fantasmas”6
De modo general se intuye que sentimientos negativos
repetitivos originan procesos patológicos, físicos y
espirituales.
Hecho es que en todas circunstancias citadas de
obsesión, lo que resulta es que se trata de un estado
psíquico mórbido.
De entre los incontables sentimientos infelices que
asolan a la humanidad, tres emergen exponencialmente
como obsesivos, porque más fuertemente se fijan: la
venganza, la envidia y la codicia. Una vez que ellas
surgen en el pensamiento y el alma les concede
pasaporte, se adentran en la mente y allí se fijan. Son
eficientes promotoras de obsesión...
La venganza –
La venganza es una de las ideas fijas de más largo
tránsito, tanto en el plano material, como en el
espiritual. En los cerca de treinta años de frecuencia
en reuniones mediúmnicas de amparo a Espíritus
visitantes desequilibrados note que, en la mayoría de
los casos la venganza, surge como el móvil de la
obsesión entre desencarnados sobre encarnado. Eso
es porque la venganza tiene una peculiaridad
peligrosísima, en términos de evolución espiritual entre
los envueltos: ella siempre acarrea condiciones de
perjudicar al obsesado, en el plano material; sólo
que...con el tiempo, aquel reencarna y este desencarna,
de ahí refluyendo el mismo proceso, con señal cambiada,
esto es, el obsesado de ayer pasa a ser el obsesor de
hoy, sobre aquel que lo era. Esa alternancia tiende a
veces a persistir por mucho tiempo, ambos juzgándose
plenos de razón en esa acción.
En esos infelices cometimientos hablan alto las
enseñanzas de Jesús, enalteciendo la bendición del
perdón, de que el Divino Amigo dio el mayor ejemplo de
todos los tiempos en este planeta, cuando, inocente,
sufrió en el Gorgota la injuria más grave, también de
todos los tiempos.
En ese contexto, a uno y otro agente de la obsesión es
aconsejado el perdón, siendo esa la única condición para
la reconquista de la paz. Sin el perdón, por bondad, la
Providencia Divina delegara al dolor el beneplácito
pedagógico del sufrimiento al obsesor y al obsesado,
como infalible inductor a la concienciación del equivoco
en que incurren.
Tarde o temprano, lo cierto es que un día ambos se
corregirán.
La envidia –
La envidia tiene como blanco el deseo de también poseer
el bien, igual o mejor, material o inmaterial, de
alguien que ya lo tiene.
Cuando aquello que es envidiado es un bien material, la
envidia, en muchos casos, se ha constituído en motor
propulsor de acciones, por regla desajustadas, que
conducen al envidioso a conquistar e incluso superar el
bien envidiado, si fuera preciso, obrando ilícitamente.
Bien material conquistado... Es bien que “precisa” ser
mostrado.
Esa ansiedad que hace del envidioso un exhibicionista.
Lo que, en la mayoría de las veces, lo lleva a las
líneas de la justicia y luego a la prisión, pues bienes
materiales repentinos o excesivos no son difíciles de
tener origen de excusa identificada.
Cuando hay envidia de bienes abstractos de otros, sin
posibilidad de identica adquisición, sea por méritos,
por compra, transferencia, hurto o robo, el caso cambia
radicalmente de figura.
— ¿Qué bienes abstractos serían esos?
— Varios.
Cito pocos ejemplos: del éxito o belleza, de artista,
escritor, músico o investigador, afamados; de alto cargo
profesional; de posición social de destaque; de alto
salario; del amor de un pretendiente (a), de un novio
(a), de un marido, de una persona; de la oratoria
aclamada públicamente.
— ¿Y la envidia de tales bienes abstractos tiene de
diferente?
— Es que en esos casos quien quiera para sí o el bien, o
la fama, o el afecto, o el amparo, o el amor de almas
afines, está luchando con sentimientos.
Punto pacífico: el envidioso, de pronto, demuestra
inseguridad.
Si seguro fuera, al ver un bien material con alguien y
deseara uno igual, diría para sí mismo: “a partir de
ahora voy a batallar para conseguir eso también y Dios
ha de ayudarme”.
Y si el bien es abstracto, pensaria: “la felicidad de
él, ciertamente por merecimiento”.
Fuera de esa postura, obsesión a la vista...
La codicia –
La codicia es prima-hermana de la envidia.
Posesión de la riqueza no siempre es motivo por el deseo
de exhibición pública, pero sí, por fuerte inducción
causada por la rebeldía de juzgarse más merecedor del
que tantos millonarios.
Ahí, no es raro, surge el desvio de apropiación
indebida, vía hurto o robo, no necesariamente de
aquellos millonarios, sino por la vía que se muestra más
viable, como la corrupción, formación de banda,
prevaricación, etc.
Una vez recorriendo en ese engañoso camino, el codicioso
tiene su paz detonada, autocandidatándose a la
obsesión...
Juntas, envidia y codicia, hace millares de años viene
transtornando mentes, desencadenando traiciones,
tragedias, disoluciones familiares, crisis sociales y
hasta guerra entre países. Instaladas en la mente de los
envidiosos/codiciosos, cualquier valor – pequeño, medio
o grande -, excluye de esas mente la lección del noveno
mandamiento, desde la llamada “Ley Mosaica”, aquella que
recomienda no codiciar “cosa alguna que pertenezca a tu
prójimo”7.
La diferencia entre ambas es que la envidia desea poseer
un determinado bien de otros (material, social,
profesional, abstracto, etc.), al paso que la codicia
ambiciona riquezas, muchas riquezas.
Envidia y codicia se esconden, se disfrazan, pero por
regla, en poco tiempo acaban por emerger. Eso es porque,
en la imposibilidad de los agentes encarnados no
alcanzar éxito en sus equivocadas tareas, competentes
obsesores encarnados o desencarnados, viviendo los
mismos deseos les sugieren en la mente la solución por
el crimen: el ocultar, el hurto, o hasta el robo, esto
es, sin, o con violencia. Es la obsesión.
Delante del fracaso, todos los envueltos en la envidia o
en la codicia se vuelven altamente infelices, viviendo
amargados, rebeldes, frustrados contra “el destino”, o
hasta incluso, culpando a los cielos.
Formas-pensamientos –
El Espiritismo tiene como verdad que ideas negativas,
fijas, terminan en obsesión, más allá de crear seres
mentales: serían las llamadas formas-pensamiento,
sobre las cuales ofrecen útiles reflexiones:
En La Génesis (1868),
de Allan Kardec, está registrado en el cap. XIV, ítem
14: Por los
pensamientos los Espíritus imprimen a los fluidos
espirituales tal o cual dirección, aglomerándolos,
presentando una apariencia, una forma.
Se ve aun en el ítem 18: El
pensamiento del encarnado actúa sobre los fluidos
espirituales, como el de los desencarnados, y se
transmiten de Espíritu a Espíritu.
Y en el ítem 20: El
pensamiento, por tanto, produce una especie de efecto
físico que reacciona sobre el moral.
En el libro Universo y
Vida, del autor espiritual Áureo, psicografia de
Hernani Sant’Anna, p. 80, 5ª Ed., 1998, FEB, Rio/RJ, se
encuentra: Es
necesario entendamos que las formas-pensamientos (sic)
no siempre son concentraciones energéticas fácilmente
desagradables. Conforme la naturaleza ideo-emotiva de su
estructura y la intensidad y Constancia de los
pensamientos de que se nutren, se pueden volver
verdaderos carcinomas, monstruosos “seres” automatizados
y actuantes, ciertamente transitorios, pero capaces, en
ciertos casos de subsistir hasta por milenios enteros de
tiempo terrestre, antes de deshacerse.
Cualquiera que sea la nomenclatura para un pensamiento
fijo, o una obsesión, se comprende eso como fijación
mental, una eficiente barrera capaz de suspenderle la
acción es aquella de la conducta sugerida por Jesús,
cuando aconsejó que estuviésemos en constante oración y
vigilancia: “Vigilad y orad, para que no entreis en
tentación, pues el espíritu está presto, pero la carne
es débil” (Mateo, 26:41).
El Cristo, que sabía de todas las cosas del mundo y lo
que pasa en el alma humana, aconsejaba enfaticamente la
prudencia y que el hombre orase y vigilase su
pensamiento.
No objeta la razón deducir que el Maestro así procedia
para enseñar y alertar sobre el equivoco de aquel que
juzga no ser pecado sólo pensar, sin hacer algo
errado o prohibido.
Otro factor que sobresale sobre la actividad de una
forma-pensamiento es su propiedad corporativa: en el
camino en dirección al blanco, o simplemente siendo
lanzada aletoriamente a la psicoesfera, su corriente
electromagnética mental, cruzando o encontrando con
otros que tengan iguales vibraciones e intensidad, en el
mismo instante se acopla a ellos. Ahí ya no tiene apenas
la fuerza del origen, pero sí, está mucho más potente.
Corporificando esas reflexiones, nada impide deducir que
por las propiedades del espíritu, de sintonía o barrera
(receptividad o repulsión) a las corrientes mentales que
circulan incesamente por toda la psicoesfera terrena, se
tiene que el resultado, invariablemente, será
determinado por la intención, tanto de la fuente
emisora, como del objetivo buscado.
Espíritus misioneros, permanentemente preocupados en
ayudar al prójimo, tienen asesoría de protectores
espirituales, los cuales trabajan también en tiempo
integral al servivio de Jesús.
Así es que el incansable trabajador en la siembra del
bien tiene fortalecido el ánimo y la perseverancia, cual
bendecido escudo que impide el asedio de fuerzas del
mal, de que procedencia sean.
La desobsesión –
Conforme las premisas del Espiritismo, la cura de la
obsesión requiere cambio de la tela mental, tanto del
obsesor, como el obsesado, extirpando de ahí
pensamientos negativos de cualquier especie,
sustituyéndolos por ideas constructiva, preferentemente
cristianas. Si apenas realiza tal autoreforma moral, el
vínculo obsesivo estará roto, en balde los esfuerzos de
la otra parte del proceso.
¡De gran ayuda a ambos será la práctica del perdón y de
la caridad!
Ayuda catalizadora también será encontada en los Centros
Espíritas, donde reuniones mediúmnicas específicas para
la desobsesión proporcionan esclarecimiento de los
orígenes de ese estado mórbido, desatanto el nudo mental
(generalmente entre obsesor y obsesado), desde que ambos
acepten, o sólo uno, la invitación para nuevas posturas,
necesariamene evangélicas.
La práctica mediúmnica y doctrinaria en los Centros
Espíritas buscan caritativamente amparar, esclarecer e
inducir a Espíritus enfermos a cambiar su afligido
comportamiento, para rescatar la paz. Intuyendo al
médium adoctrinador por la presencia de la obsesión al
atendimiento del plano espiritual le es aconsejada la
sublime psicoterapia del perdón y del amor al prójimo.
Ese mismo procedimiento es aplicado a los encarnados,
cuando comparecen al Centro Espírita en busca de bálsamo
espiritual, si en el “atendimiento fraterno” y en
evaluada entevista, el entrevistador detecta o intuye
que se trata de obsesión.
A ambos – obsesor y obsesado – con sentimiento único de
ayudarlos a librarse de la perturbación espiritual, les
es invariablemente aconsejado un santo remedio:
¡Evangeloterapia!