Tema: Reencarnación
El Lobo Malo Reencarnado
El Lobo Malo, después de engullir a la abuela, se acostó
en su cama y esperó que llegara su nieta, Caperucita
Roja.
Cuando ella llegó, engañó a la niña, fingiendo que era
la abuela y también se la comió. Después de ese doble
refrigerio, sintió mucho sueño y se durmió ahí mismo,
para hacer la digestión.
Pero al Lobo no le fue bien, pues el cazador del bosque,
que ya estaba en su búsqueda, llegó y, dándose cuenta de
lo que había pasado, le abrió la barriga con un
cuchillo. Sacó de ahí a Caperucita y la abuela, que
estaban asustadas, pero vivas. Colocó, entonces, piedras
pesadas en su lugar, cerró la barriga del lobo y, antes
de que se diera cuenta, él y ellas salieron.
Cuando el Lobo despertó, sintió mucha sed y fue hacia
una laguna. Por estar muy pesado, se desequilibró, cayó
en el agua y murió ahogado.
En verdad, como nadie muere, quien murió fue su cuerpo,
es decir, él desencarnó. El Lobo (en espíritu), después
de haber estado inconsciente por un tiempo, despertó en
el mundo espiritual.
El paisaje que él veía ahora no era igual al del bosque.
Era más feo, oscuro, y escuchaba a otros lobos aullando,
que parecían malvados como él. Buscó otro mejor lugar,
pero no podía encontrarlo. Pensó en pedir ayuda, pero no
se acordaba de nadie que fuera su amigo o que le
agradara. Se acordó de todas las maldades que había
hecho. Se sintió muy triste. Le hubiera gustado haber
actuado de otra manera. Pero ahora era tarde. Su tiempo
en la Tierra había terminado y su cuerpo muerto.
Desolado, él lloró arrepentido. Fue
entonces que comenzó a ver una luz. Era
un buen espíritu que se acercaba.
El espíritu le explicó que el arrepentimiento sincero
del Lobo lo había llamado, pues él era el encargado de
ayudar a los lobos malvados a volverse buenos.
- ¿Qué? – se extrañó el Lobo. - ¿Tú quieres ayudarme a
volverme bueno? ¡No servirá! Yo soy malo, fui creado
malo y siempre lo seré.
El buen espíritu, entonces, respondió:
- No, amigo mío, estás equivocado. Tú, como todos
nosotros, fuiste creado por Dios, que es bueno y no crea
a nadie malo. Solo cometiste errores, pues aún tienes
que evolucionar y aprender a ser bueno, ¡solo eso!
El Lobo se extrañó de aquellas palabras, pero decidió
aceptar la invitación del mensajero de bien para
acompañarlo hasta el Instituto de Regeneración, donde
encontraría personas especializadas que podrían
ayudarlo.
Llegando allá, fue bien recibido y atendido por un
hombre con aire bondadoso y sabio, que cogió la ficha
del Lobo.
- Vamos a ver cómo fue tu última encarnación – dijo, y
pasó a describir todo, desde el nacimiento, infancia,
juventud, actos practicados, hasta su desencarnación en
la laguna.
Cuando terminó de leer, el Lobo, avergonzado por las
maldades que había practicado y pensando que era un caso
perdido, comenzó a llorar.
Los nuevos amigos intentaron conversar con él.
Explicaron que él tendría nuevas oportunidades, que todo
error puede ser reparado, y que Dios no desiste de
nadie. Pero el Lobo estaba inconsolable, creyendo que
estaría para siempre solo y triste. Fue, entonces, que
su nuevo amigo le reveló que él era del equipo de
planeamientos reencarnatorios. Su trabajo era planear
las mejores oportunidades para que cada uno pudiera
aprovechar al máximo sus nuevas encarnaciones,
promoviendo su aprendizaje moral, la reconciliación con
el prójimo y deshaciendo los errores cometidos.
El Lobo no comprendía cómo eso era posible. No sabía
nada sobre reencarnación, evolución o planeamiento, pero
sintió una pizca de esperanza y dejó de llorar para
escuchar mejor lo que el buen espíritu decía:
- Mi amigo Lobo, ven conmigo a la otra sala. Para
fortalecer tu confianza y llenarte de valor para tus
nuevas experiencias, decidí mostrarte lo que planeamos
para ti.
El Lobo, ya más calmado, lo siguió hasta la sala del
tele-porvenir, un equipo semejante a un televisor, capaz
de mostrar escenas del futuro planeado por ellos.
El Lobo se sentó, curioso, y comenzó a ver. Pronto
aparecieron escenas del bosque, que él conocía tan bien.
Vio al cazador, que había sido su enemigo por muchos
años. Apareció, entonces un cachorro de perro pastor,
perdido por el bosque. El cazador, sin reconocer al Lobo
de otros tiempos, ahora en el cuerpo de ese bello
animalito, se lo llevó a casa y cuidó de él.
Él creció y se volvió un gran perro guardián, con el
temperamento todavía un poco salvaje, pero un fiel amigo
del cazador.
Vivieron juntos durante algunos años. Hasta que un día,
el ex Lobo Malo vio una enorme cobra lista para dar el
salto. Avanzó sobre ella para proteger al cazador y
recibió la mordida en su lugar. El perro desencarnó,
pero recibió la gratitud y el cariño de quien se había
vuelto ahora en su gran amigo.
El Lobo Malo se emocionó mucho, pero continuó viendo,
pues pronto surgieron nuevas escenas.
Él aparecía ahora en el cuerpo de un perro de tamaño
mediano, sin raza definida. Su dueña era una señora bien
viejita y cariñosa, que pronto él reconoció como la
abuela de Caperucita Roja. El Lobo se alegró viendo
algunas escenas de compañerismo y cuidado entre ellos.
Su temperamento ya era más dócil, le gustaba recibir
abrazos de la abuela, pero era rabioso con los extraños.
Enseguida le fue mostrado el día en que un ladrón
intentó invadir la casa de la abuela. Con bastante
valentía, se lanzó contra el hombre. El ladrón huyó,
pero, en la lucha, logró golpear con un palo al perro de
la abuela, que quedó bastante herido.
La abuela agradecida cuidó de él con mucho cariño, pero,
aun así, él desencarnó. Dejó el cuerpo nuevamente, pero
se llevó consigo un nuevo fuerte lazo de amistad y
cariño que se había formado. .
Ante la tela del tele-porvenir, el Lobo lloraba de
emoción. Y
las escenas siguieron...
Reencarnó después como un perrito pequeño y peludo,
desde cachorrito con temperamento dócil y despierto. Fue
dado de regalo a la actual Caperucita Roja, ahora una
jovencita, que quedó enamorada de él.
El perrito no se parecía ni de lejos al Lobo Malo que
había sido. Jugaba, daba lamidas cariñosas, buscaba la
mano de las personas para recibir cariño. Conocía ahora
los sentimientos de amistad, confianza, fidelidad y
dedicación. Daba y recibía amor y era muy feliz.
La proyección terminó y el Lobo, conmovido, preguntó:
- ¿Voy a ser así?
- Eso es lo que planeamos, pero dependerá de ti, de tu
libre albedrío. Si su arrepentimiento fue sincero,
tendrás fuerzas para realizar tu regeneración y
evolucionar – respondió su bienhechor.
- ¡Sí fue sincero! – afirmó el Lobo. - ¡Van a ver!
El Lobo agradeció el auxilio que estaba recibiendo y muy
pronto fue encaminado a otros departamentos que lo
prepararían para reencarnar. Ciertamente muchas cosas
todavía estaban por venir, pero días mucho más felices
lo esperaban pronto.
Adaptación del libro, de Roque Jacintho, El Lobo Malo
Reencarnado, publicado por la Editora FEB.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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