Tengo aun muchas cosas que deciros, pero actualmente no
las podéis soportar
“(...) Oiréis con vuestros oídos y nada entenderéis;
mirareis con vuestros ojos y nada vereis.” (Mt.,
13:13)
En ciertas ocasiones, hasta incluso el Colegio
Apostólico quedaba sin norte con las palabras de Jesús;
sea vista, por ejemplo, cuando Él hace referencias a los
acontecimientos que se darían en Jerusalén por ocasión
del cierre de Su misión.
He ahí el registro de la perplejidad1: “pero
ellos nada comprenderán de todo eso; aquel lenguaje les
era oculto y no entendieron lo que Él les decía”.
Sólo más tarde, después de la concretización de los
hechos es que se les aclaró el entendimiento. Sería
extemporánea la comprensión antes de ellos. Así, todo
obecede a una determinación lógica, secuencial,
coherente, ordenada, para que las etapas no sean
quemadas. De ahí el esclarecimiento de las cosas, que
aun ignoramos ser suministradas en suaves y oportunas
dosis homeopáticas. La luz demás ciega. Se da lo mismo
con las revelaciones de los Espíritus. Ellas obeceden a
un regimen de oportunidad, según nuestra capacidad de
asimilación. Jesús que sabía de las cosas, anunció2: “tengo
aun muchas cosas que deciros, pero, actualmente no las
podéis soportar”.
Por otro lado, esclarece el Maestro Lionés3:
“este anunciado – no ha de contestar – es uno de los más
importantes, del punto de vista religioso, por cuanto
comprueba, sin la posibilidad del menor equívoco, que
Jesús no dice todo lo que tenía que decir, por la razón
de que no Lo habrían comprendido ni incluso Sus
apostoles, ya que a ellos es que el Maestro Se dirigia.
Si les hubiese dado instrucciones secretas, los
Evangelios harían referencia a tales instrucciones.
Ahora, desde que Él no dice todo a Sus apostoles, los
sucesores de estos no habrán podido saber más de lo que
ellos, con relación a lo que fue dicho; al haberse
posiblemente engañado, como al sentido de las palabras
del Señor o dado interpetración falsa a Sus
pensamientos, muchas veces velados bajo la forma de
parábolas. Las religiones que se fundaron con base en
el Evangelio no pueden, pues, decirse poseedoras de toda
la verdad, por cuanto Él, (Jesús) reservo
para Sí el complemento ulterior de Sus pensamientos. El
principio de la inmutabilidad, en que ellas se firman,
constituye un desmentido a las proprias palabras de
Jesús.
Bajo el nombre de Consolador y de Espíritu de Verdad,
Jesús anunció la venida que había de enseñar todas las
cosas y de recordar lo que él dijera. Luego, no estaba
completa Su enseñanza. Y, lo de más, prevé no sólo que
quedaría olvidado, como también que sería desvirtuado lo
que por Él fue dicho, ya que el Espíritu de Verdad
vendría a recordar todo y, de combinación con Elías,
restablecer todas las cosas, esto es, ponerlas de
acuerdo con el verdadero pensamiento de Sus enseñanzas.
¿Cuándo tendrá que venir ese nuevo revelador? Es
evidente que si, en la época en que Jesús hablaba a los
hombres no se encontraban en estado de comprender las
cosas que les restaban decir, no sería en algunos años
apenas que podrían adquirir las luces necesarias para
entenderlas. Para la inteligencia de ciertas partes del
Evangelio, excluido los preceptos morales, se haría
menester conocimientos que sólo el progreso de las
ciencias facultaría y que tenían que ser obra del tiempo
y de muchas generaciones. Si, por tanto, el nuevo Mesías
hubiese venido poco después del Cristo, hubiera
encontrado el terreno aun en las mismas condiciones y no
habría hecho más que el proprio Cristo. Ahora, desde
aquella época hasta nuestros días, ninguna gran
revelación se produjo que haya completado el Evangelio y
esclarecido sus partes oscuras, indicio seguro de que el
Enviado aun no apareciera.
¿Cuál deberá ser ese Enviado? Diciendo: “pediré a mi
padre y Él os enviará otro Consolador”, Jesús
claramente indica que ese Consolador no sería Él, pues,
de lo contrario, diría: “volveré a completar lo que
os he enseñado”no sólo tal no dice como añadió: a
fin de que quede eternamente con vosotros y el estará en
vosotros. Esta proposición no podría referirse a una
individualidad encarnada, ya que no podría quedar
eternamente con nosotros, ni, aun menos, estar en
nosotros. Comprendiéndola, sin embargo, como referencia
a una doctrina, la cual, en efecto, cuando la hayamos
asimilado, podrá estar eternamente con nosotros, como
patrimonio intelectual inalienable. El Consolador es,
pues, según el pensamiento de Jesús, el advenimiento de
una doctrina soberanamente consoladora, cuyo inspirador
ha de ser el Espíritu de Verdad.
El Espiritismo, como quedó demostrado en el libro
básico “La Génesis”, cap. I, nº. 30, todas las
condiciones del Consolador que Jesús prometió. No es una
doctrina individual, ni de concepción humana; nadie
puede decirse su creador. Es fruto de la enseñanza de
los Espíritus, enseñanza la que preside el Espíritu de
Verdad. Nada suprime del Evangelio: antes lo completa y
esclarece. Con el auxilio de las nuevas leyes que
revela, conjugadas esas leyes a las que la Ciencia ya
descubrirá, hace que se comprenda lo que era
ininteligible y se admita la posibilidad de aquello que
la incredulidad consideraba inadmisible. Tuvo
precursores y profetas, que le presintieron la venida.
Por la fuerza moralizadora, él prepara el reinado del
bien en la Tierra.
La doctrina de Moisés, incompleta, quedó circunscrita al
pueblo judío; la de Jesús, más completa, se esparció por
toda la Tierra, mediante el Cristianismo, pero no
convirtió a todos; el Espiritismo, aun más completo, con
raíces en todas las creencias, convertirá a la
humanidad. Diciendo a Sus apostoles: “otro vendrá más
tarde, os enseñará lo que ahora no puedo enseñar”, proclamaba
Jesús la indispensable necesidad de la reencarnación.
¿Cómo podrían aquellos hombres aprovechar las enseñanzas
más completas que futuramente sería suministrada; cómo
estarían aptos a comprenderla, si no tuviesen que vivir
nuevamente?Jesús hubiera preferido una cosa
inconsecuente si, de acuerdo con la doctrina vulgar, los
hombres futuros hubiesen de ser hombres nuevos, almas
salidas de la nada por ocasión del nacimiento. Se
admite, al contrario, que los Apóstoles y los hombres
del tiempo de ellos hayan vivido después; que aun hoy
reviven, y plenamente justificada estará la promesa de
Jesús. Habiéndose desarrollado al contacto del progreso
social, la inteligencia de ellos puede presentemente
comportar lo que entonces no podía. Sin la
reencarnación la promesa de Jesús fue ilusoria”.
Continua más adelante el insuperable Maestro Lionés4:
“la gran e importante ley de la reencarnación fue uno de
los puntos capitales que Jesús no pudo desarrollar,
porque los hombres de su tiempo no se hallaban
suficientemente preparados para ideas de ese orden y
para sus consecuencias. Con todo, sentó el principio de
la referida ley como lo hizo relativamente a todo lo
demás. Estudiada y puesta en evidencia en los días
actuales por el Espiritismo, la Ley de la
Reencarnación constituye la llave para el entendimiento
de muchos pasajes del Evangelio que, sin ella, parecen
verdaderos contrasentidos.
Es por medio de esa Ley que se encuentra la explicación
de las palabras de arriba, admitidas que sean como
textuales. Una vez que ellas no pueden ser aplicadas a
las personas de los Apóstoles, es evidente que se
refieren al futuro reinado del Cristo, esto es, al
tiempo en que Su doctrina, más bien comprendida, fuera
ley universal.
Diciendo que algunos de los allí presentes en la ocasión
verían su advenimiento, Él forzosamente Se referia a los
que estarán reencarnados de nuevo en esa época. Los
judíos, sin embargo, imaginaban que les sería dado ver
todo lo que Jesús anunciaba y tomaban al pie de la letra
Sus frases alegóricas.
Además, algunas de Sus predicciones se realizaron al
debido tiempo, tales como la ruína de Jerusalén, las
desgracias que le siguieron y la dispersión de los
judíos. Su visión, sin embargo, se proyectaba mucho más
lejos, de suerte que, cuando hablaba del presente
siempre aludía al futuro.
La moral que los Espíritus enseñan es la del Cristo,
pues no hay otra mejor”.
“(...) Tengo aun muchas cosas que deciros. Pero
presentemente no las podéis soportar Jesús (Ju., 16:12).
Aprendemos con Allan Kardec5 ser “el
Espiritismo una ciencia nueva que viene a revelar a los
hombres, por medio de pruebas irrecusables, la
existencia y la naturaleza del mundo espiritual y sus
relaciones con el mundo corpóreo. Él no lo muestra, no
más como una cosa sobrenatural, sin embargo, al
contrario, como una de las fuerzas vivas y sin cesar
actuantes de la Naturaleza, como la fuente de una
inmensidad de fenómenos hasta hoy incomprendidos y, por
eso, relegados para el dominio de lo fantástico y de lo
maravilloso. Es a esas relaciones que el Cristo alude en
muchas circunstancias y de ahí viene que mucho de lo que
Él dice permaneció ininteligible o falsamente
interpretado...
El Espiritismo es la llave con el auxilio de la cual
todo se explica de modo fácil.
El Maestro Lionés enseña6: el Espiritismo,
dándonos a conocer el mundo invisibles que nos cerca y
en el medio del cual vivíamos sin sospecharlo, así como
las leyes que lo rigen, sus relaciones con el mundo
visible, la naturaleza y el estado de los seres que lo
habitan y, por consiguiente el destino del hombre
después de la muerte, es una verdadera revelación en la
acepción científica de la palabra.
Por su naturaleza, la revelación espírita tiene doble
carácter: participa al mismo tiempo de la revelación
divina y de la revelación científica. Participa de la
primera, porque fue providencial a su aparición y no el
resultado de la iniciativa, ni del desígnio premeditado
del hombre; porque los puntos fundamentales de la
doctrina provienen de la enseñanza que dieron los
Espíritus. Participa de la segunda, por no ser esa
enseñanza privilegio alguno, sino suministrada a todos
del mismo modo; por no ser los que transmiten y los que
lo reciben seres pasivos, dispensados del trabajo de
observación y de la investigación, por no renunciar al
raciocinio y al libre albedrío; porque no les es
impedido el examen, más, al contrario, recomendado. En
una palabra, lo que caracteriza la revelación espírita
es el ser divino su origen y de la iniciativa de los
Espíritus, siendo su elaboración fruto del trabajo del
hombre”.
De la necesidad de la Tercera Revelación 7
“¿Cuál es la utilidad de la doctrina de los Espíritus,
una vez que no difiere de la de Cristo? ¿Precisa el
hombre de una revelación?” “Del
punto de vista moral, es fuera de duda que Dios otorgó
al hombre un guía, dándole la conciencia que le dice: “no
hagas a otros lo que no quieras que te hicieran”. La
moral natural está positivamente inscrita en el corazón
de los hombres; ¿sin embargo, saben todos leerla en ese
libro? ¿Nunca le despreciaran los sabios consejos y
preceptos? ¿Qué hicieron de la moral del Cristo? ¿Cómo
la practican incluso aquellos que la enseñan? ¿Reprobáis
que un padre repita a sus hijos diez veces las mismas
instrucciones, desde que ellos no la sigan? ¿Por qué
habría Dios de hacer menos que un padre de familia? ¿Por
qué no enviaría, de tiempo en tiempo, mensajeros
especiales a los hombres, para recordarles los deberes y
reconducirlos al buen camino, cuando de este se apartan? (Continúa
en la próxima edición.)
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KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de
Janeiro]: FEB, 2003, cap. XVII, itens 37 a 41.
-
KARDEC, Allan. O Evangelho Seg. o
Espiritismo. 125.ed. Rio [de Janeiro]: FEB,
2006, cap. I, item 5.
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KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de
Janeiro]: FEB, 2003, cap. I, itens 11 a 13.
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KARDEC, Allan. A Gênese. 43.ed. Rio [de
Janeiro]: FEB, 2003, cap. I, item 56.