Tengo aun muchas cosas que deciros, pero actualmente no
las podéis soportar
“(...) Oiréis con vuestros oídos y nada entenderéis;
mirareis con vuestros ojos y nada vereis.” (Mt.,
13:13)
La moral que los Espíritus enseñan es la del Cristo, por
la sencilla razón de que no hay otra mejor. ¿Pero,
entonces, de qué sirven las enseñanzas de ellos, si
apenas repiten lo que ya sabemos? Otro tanto se podría
decir de la moral del Cristo, que ya Sócrates y Platón
enseñaron hace casi quinientos años antes de Él y en
términos extremadamente parecidos. Lo mismo se podría
decir también de las de todos los moralistas, que nada
más hacen que repetir la misma cosa en todos los tonos y
bajo todas las formas. ¡Pues bien! Los Espíritus vienen
– muy simplemente – a aumentar el número de moralistas,
con la diferencia de que, manifestándose por todas
partes, tanto se hacen oír en la barraca como en el
palacio, así por los ignorantes como por los instruídos.
Lo que las enseñanzas de los Espíritus añaden a la moral
del Cristo es el conocimiento de los principios que
rigen las relaciones entre los “muertos” y los “vivos”,
principios que completan las nociones vagas que se
tenían del alma, de su pasado y de su futuro, dando por
sanción a la doctrina cristiana las propias leyes de la
Naturaleza. Con el auxilio de las nuevas luces que el
Espiritismo y los Espíritus esparcen, el hombre se
reconoce solidario con todos los seres y comprende esa
solidaridad; la caridad y la fraternidad se vuelven una
necesidad social; el hace por convicción lo que hacía
únicamente por deber, y lo hace mejor.
Cabe aquí una pregunta: “¿cuál es la utilidad de esas
manifestaciones o revelaciones, una vez que los
Espíritus no saben más de lo que nosotros, o no dicen
todo lo que saben?” 1
Los Espíritus se abstienen de no darnos lo que podemos
adquirir por el trabajo. Por otro lado, hay cosas cuya
revelación no les es permitida, porque el grado de
nuestro entendimiento no las comprende. Fuera de esto,
las condiciones de la nueva existencia en que se
encuentran les dilatan el círculo de las percepciones:
ellos ven lo que no veían en la Tierra; liberados de los
obstáculos de la materia, dispensados de los cuidados de
la vida corpórea, aprecian las cosas de un punto de
vista más elevado; la perspicacia de que gozan abarca
más vasto horizonte; comprenden sus errores, rectifican
sus ideas y se desembarazan de los prejuicios humanos.
Es en esto que consiste la superioridad de los Espíritus
con relación a la humanidad corpórea y de ahí ven la
posibilidad de ser sus consejos – según el grado de
adelantamiento que alcanzaran, más juiciosos y
desinteresados que los encarnados. El medio en que se
encuentran les permite, además iniciarnos en las cosas
que ignoramos, relativas a la Vida Futura y que no
podemos aprender en el medio en que estamos. Hasta el
presente, el hombre apenas formuló hipótesis sobre su
porvenir; tal es la razón de porqué sus creencias a ese
respecto se fraccionaron en tan numerosos y divergentes
sistemas, desde el nadismo hasta las concepciones
fantásticas del infierno y del paraíso. Hoy, son los
testimonios oculares, los propios actores de la vida de
más allá de la tumba que nos vienen a decir en qué se
volverán y sólo ellos lo podían hacer.
(...) Permitió Dios fuese erguido el velo que ocultaba
el mundo invisible al mundo visible. Nada tiene de
extra-humanas las manifestaciones: es la humanidad
espiritual que viene a conversar con la humanidad
corporal y, entre otras cosas, decirle: “nosotros
existimos, luego la nada no existe; he lo que somos y lo
que sereis; el futuro os pertenece, como a nosotros.
Camináis en las tinieblas, vinimos a esclareceros el
camino y trazaros la guía; andais al acaso, vinimos a
apuntaros la meta. La vida terrera era, para vosotros,
todo, porque nada veís más allá de ella; venimos a
deciros, mostrando la vida espiritual: la vida terrestre
nada es. Vuestra visión se detenía en la tumba,
nosotros os desvelamos, para allá de este, un esplendido
horizonte. No sabéis por qué sufrís en la Tierra;
ahora, en el sufrimiento, ved la justicia de Dios. El
bien ningún fruto aparente producía para el futuro. En
adelante, el tendrá una finalidad y constituirá una
necesidad; la fraternidad, que no pasaba de una bella
teoría, asienta ahora una ley de la Naturaleza. En fin,
al termino de la vida, decís eterno adiós a los que os
son queridos: ahora, les direis: “hasta pronto”.
Ni sólo, entre tanto, la vida futura dicen respecto a
los frutos que el hombre debe coger de ella. El los
saboreará en la Tierra, por la transfomación que estas
nuevas creencias ha de necesariamente operar en su
carácter, en sus gustos, en sus tendencias y, por
consiguiente, en los hábitos y en las relaciones
sociales. Poniendo fin al reino del esgoísmo, del
orgullo y de la credulidad, ellas preparan el del bien,
que es el Reino de Dios, anunciado por el Cristo”.
Moisés abrió el camino; Jesús continuó la obra; el
Espiritismo la concluirá
“(...) Mucho se pedirá a aquel a quien mucho se
hubiera dado y mayores cuentas serán tomadas a aquel a
quien más cosas se haya confiado”. – Jesús (Lc.,
14:48).
Según Kardec2, “si el Cristo, no puede
desenvolver Su camino de manera completa, es que
faltaban a los hombres conocimientos que ellos sólo
podían adquirir con el tiempo y sin los cuales no lo
comprenderían; hay muchas cosas que habrían parecido
absurdas en el estado de conocimiento de entonces.
Completar Su enseñanza debe entenderse en el sentido de explicar
y desarrollar, no en el de juntarles verdades
nuevas, porque todo en el se encuentra en estado de
gérmen, faltándole sólo la llave para aprenderse el
sentido de las palabras”.
Continua el maestro lionés3: “el Espiritismo,
partiendo de las propias palabras del cristo, como este
partió de las de Moisés, es consecuencia directa de Su
doctrina. La idea vaga de la vida futura, añade la
revelación de la existencia del mundo invisible que nos
rodea y puebla el espacio, y con eso precisa la
creencia, le da un cuerpo, una consistencia, una
realidad. Define los lazos que unen el alma al cuerpo y
levanta el velo que ocultaba a los hombres los misterios
del nacimiento y de la muerte. Por el Espiritismo, el
hombre sabe de dónde viene, para dónde va, por qué está
en la Tierra, por qué sufre temporalme y ve por todas
partes la justicia de Dios. Sabe que el alma
progresa incesantemente, a través de una serie de
existencias sucesivas, hasta alcanzar el grado de
perfección que la aproxima a Dios. Sabe que todas las
almas, teniedo un mismo punto de origen, son creadas
iguales, con idéntica aptitud para progresar, en virtud
de su libre albedrío; que todas son de la misma esencia
y que no hay entre ellas diferencia, sino en cuanto al
progreso realizado; que todas tienen el mismo destino y
alcanzarán la misma meta, más o menos rápidamente, por
el trabajo y buena voluntad”.
Las revelaciones son, por tanto, suministradas
paulatinamente en el transcurrir de los milenios cuando
la oportunidad de ellas se hace inmediata,
necesaria...”.
Kardec completa4: “la primera revelación tuvo
su personificación en Moisés, la segunda en el Cristo,
la tercera no la tiene en individuo alguno. Las dos
primeras fueron individuales, la tercera colectiva; ahí
está el carácter esencial de gran importancia. Ella es
colectiva en el sentido de no ser hecha o dada como
privilegio a persona alguna; nadie, por consecuencia,
puede proponerse como su profeta exclusivo; fue
esparcida simultáneamente, por sobre la Tierra, a
millones de personas, de todas las edades y condiciones,
desde la más baja hasta la más alta de la escala.
“(...) La enseñanza de los Espíritus, reproduciendo las
máximas del Cristo bajo diferentes formas,
desenvolviéndolas, para ponerlas al alcance de todos no
es circunscrito; todos, letrados o iletrados, creyentes
e incrédulos, cristianos o no, la pueden recibir, pues
que los Espíritus se comunican por todas partes. Ninguno
de los que lo reciban, directamente o por intermedio de
otros, puede pretextar ignorancia; no se puede disculpar
ni con la falta de instrucción, ni con la oscuridad del
sentido alegórico.
(...) A los espíritas, pues, mucho será pedido, porque
mucho ha recibido; pero también, a los que hubieran
aprovechado, mucho será dado.” 5
(...) Los Mandamientos de Dios, dados por intermedio de
Moisés, contiene el gérmen de la más amplia moral
cristiana. Los comentarios de la Biblia, sin embargo, le
registran el sentido, porque, practicada en toda su
pureza, no la habrían entonces comprendido. Pero, ni por
eso los Diez Mandamientos de Dios dejaban de ser un como
frontispício brillante, cual farol destinado a clarear
el camino que la humanidad tenía que recorrer.
La moral que Moisés enseñó era apropiada al estado de
adelantamiento en que se encontraban los pueblos que
ella se proponía regenerar, y esos pueblos, semisalvajes
en cuanto al perfeccionamiento del Alma, no habían
comprendido que se pudiese adorar a Dios de otro modo
que no por medio de holocaustos, ni que se debiese
perdonar a un enemigo. Notable del punto de vista de la
materia e incluso del de las artes y de las ciencias, la
inteligencia de ellos, muy atrasada se hallaba en
moralidad y no se hubiera convertido bajo el imperio de
una religión enteramente espiritual. Les era necesaria
una representación semimaterial, cual la que presentaba
entonces la religión hebraica. Los holocaustos les
hablaba a los sentidos, del mismo modo que la idea de
Dios les hablaba al Espíritu.
(...) Son llegados los tiempos en que se han de
desenvolver las ideas, para que se realicen los
progresos que están en los designios de Dios. Tienen
ellas que seguir la misma ruta que recorrieron de
libertad, sus precursoras. No se cree, sin embargo, que
ese desenvolvimiento se efectue sin luchas. No; aquellas
ideas precisan, para alcanzar madurez, de impacto y
discusiones, a fin de que atrayeran la atención de las
masas. Una vez eso conseguido, la belleza y la santidad
de la moral tocaron a los espíritus, que entonces
abrazaron una Ciencia que les da la clave de la vida
futura y abrir las puertas de la felicidad eterna”.
Moisés – Jesús - Espiritismo6
“Con extrema sabiduría
proceden los Espíritus Superiores en sus revelaciones.
No atacan las grandes cuestiones de la Doctrina sino
gradualmente, a medida que la inteligencia se muestra
apta para comprender la verdad de orden más elevado y
cuando las circunstancias se revelan propicias a la
emisión de una idea nueva. Por eso es que luego al
principio no dijeron todo, y todo aun hoy no dijeron,
jamás cediendo a la impaciencia de los más audaces, que
quieren los frutos antes de estar maduros. Fuera, pues,
superfluo pretender adelantarse al tiempo que la
Providencia señaló para cada cosa, porque, entonces, los
Espíritus verdaderamente serios negarían su concurso.”7
Joanna de Ângelis7 dice ser todos nosotros “(...)
Espíritus enfermos en tratamiento difícil, por
agradarnos la condición de infelicidad que nos es la
tónica favorita. Todavia, Jesús es el Médico Divino y Su
Doctrina es el medicamento eficaz de que nos podemos
utilizar con resultados inmediatos.
Si, entre tanto, en el tumulto en que nos afligimos,
hubiesemos perdido los oídos para escucharLo o el
paladar para el pan de Sus enseñanzas, busquemos una
roca solitaria, lejos de las tribulaciones, en el centro
de una isla, y hagámosno receptivos. Tal roca y tal isla
son la oración y la meditación al alcance de todos. Allá
el Escolapio Celeste nos diría otra vez, con la misma
seguridad del pasado: “sea lo que fuera que pidáis en la
oración, creed que obtendréis y concedido os será lo que
pidáis”.
Afirma8 el incomparable maestro lionés haber
“el hombre llegado a un punto en que la luz emerge por
sí misma debajo del celemín. Él se halla bastante maduro
para encararla; tanto peor para los que no osen abrir
los ojos. Llegó el tiempo de considerarse las cosas de
modo amplio y elevado, no más del punto de vista
mezquino y estrecho de los intereses de sectas y
castas”.
-
KARDEC, Allan. O
Evangelho Seg. o Espiritismo. 125.ed.
Rio: FEB, 2006, cap. XVIII, item 12.
-
KARDEC, Allan. O
Evangelho segundo o Espiritismo. 125.ed.
Rio [de Janeiro]: FEB, 2006, cap. I, item 9.
-
KARDEC, Allan. O Evangelho segundo o
Espiritismo. 125.ed. Rio: FEB, 2006,
Introdução – Tomo IV.