Tema: Cooperación x Competición
El castillo de
arena
Las hermanas Gaia y Serena vivían en una ciudad de la
costa y, siempre que podían, iban a la playa con sus
padres.
Ellas adoraban nadar y después sentarse en la arena para
hacer castillos. Cada una de ellas hacía el suyo, a su
manera.
Gaia hacía las ventanas y puertas con esmero. Colocaba
palitos de helado en los bordes, como si fueran los
estandartes.
Serena se dedicaba bastante a la parte superior del
castillo. Moldeaba la arena con las manos o con pequeños
moldes, para que cada torre quedara de una forma
diferente.
Los castillos que ellas hacían eran lindos. Pero,
lamentablemente, no siempre regresaban de la playa
satisfechas. Eso porque, cuando una terminaba y veía el
castillo de la hermana, pensaba que el de la otra estaba
más bonito. Se quedaban comparando los castillos y
pidiendo a los padres que escogieran el mejor.
Los padres siempre decían que los dos estaban muy
lindos, y que cada una tenía un estilo diferente.
Explicaban también que esa comparación es muy común
entre hermanos, pero que debe ser evitada porque no
ayuda en nada.
Un día, en la playa, viendo que la situación se repetía
con frecuencia, el padre las llamó a las dos y dijo:
- Hijas, ¿ustedes se acuerdan del juego de tenis que
papá estaba viendo ayer por la TV? Entonces, el tenis es
un juego genial, con jugadas sorprendentes y mucha
emoción, principalmente cuando el juego está bien
equilibrado. Pero es un juego de competición. Es decir,
uno juega contra el otro. Cuando un jugador gana y queda
feliz, al otro lado de la red está el otro jugador, que
perdió.
El padre continuó:
- Pero existe un juego, que también se juega con
raquetas y una bolita, que no se basa en la competición
y sí en la cooperación. Lo traje hoy para que jueguen
aquí en la playa.
El padre entonces sacó de la mochila el equipo de tenis
de playa y enseñó a las niñas a jugar:
- Aléjense un poco una de la otra. Ahora Serena tiene
que golpear la pelota, con la raqueta, y mandársela a
Gaira. Gaia tiene que golpearla de vuelta y ustedes
tienen que continuar pasándola una a la otra, sin dejar
que la pelotita caiga al suelo.
Al comienzo ellas lo encontraron difícil, pero pronto
comenzaron a divertirse. Pasaron a contar cuantos
rebotes lograban dar sin dejar que la pelotita caiga.
Necesitaban controlar la fuerza de los pases y la
dirección de la pelota para que la hermana también
pudiera rebotar de vuelta, con facilidad.
Cuando no iban bien y la pelota caía en el piso, las dos
se esforzaban más. Cuando
lograban dar varios pases seguidos, ellas se alegraban.
Después de jugar bastante, decidieron descansar. Se
sentaron en la arena para hacer sus castillos, como de
costumbre. El padre, entonces, propuso que las niñas
contruyeran el castillo juntas esa vez, y así lo
hicieron.
Construyeron un castillo enorme, con muchas ventanas y
torres bien hechas.
Trabajaron juntas, por mucho tiempo. Cuanto más bonito
el castillo quedaba, más se emocionaban y se esmeraban
en los detalles. Cavaban un poco alrededor de este y
hacían un puente. Al
final, incluso recogieron
conchitas para decorar los muros.
El resultado fue tan bonito que llamaron la atención de
quienes pasaban. Algunos niños venían solo para ver el
“gran castillo”.
Las niñas agradecían, satisfechas, los elogios.
Antes de irse, las niñas pidieron:
- Papá, ¿nos tomarías una foto?
El papá tomó varias fotos del castillo y de sus
sonrientes constructoras.
Después de todo, necesitaron registrar ese día especial
y la alegría de Gaia y Serena, cuando consiguieron
cambiar la competición por la cooperación.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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