Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Mirando por el lado espiritual

 
El aprendizaje de Livia


Livia estaba en la sala cuando su padre llegó después del trabajo.

- ¡Hola, hija! ¿Cómo fue tu día? ¿Todo fue bien? – preguntó él.

Ese día, por la mañana, Livia había ido con su madre al laboratorio para hacerse un examen de sangre.

- ¡Ah! ¡Todo fue bien, sí! – respondió ella. – La señorita fue muy amable conmigo. Dolió mucho menos de lo que yo esperaba.

- ¡Qué bueno, hija! A veces, las personas imaginan que va a ser mucho peor de lo que termina siendo.

Livia, entonces, cambiando de tema, dijo:

- Sabes papá, allá en el laboratorio, sentí pena por un muchacho.

- ¿Por qué, Lí?

- Porque él vino en una silla de ruedas. Un hombre y una mujer lo trajeron y creo que estaba muy enfermo. Tenía todo el cuerpo todo torcido. No podía hablar, solo hacía unos ruidos. Se quedaba meciéndose. Y cuando comenzó a ponerse nervioso la mujer que lo cuidaba le dio un chupete. En verdad, ni siquiera era joven. Ya era un poco viejo porque tenía cabellos blancos.

La niña continuó:

- La mujer era muy cariñosa con él, pero él tiró su cartera al piso. Mamá se levantó para ayudar a recoger todo que se había caído y la mujer dijo que él estaba nervioso porque tenía hambre. Pero ella no podía darle comida por el examen que le iban a hacer. Solo ella entendía lo que él decía. Dijo que él estaba pidiendo agua, pero ella sabía que lo que él quería era café.

Livia siguió contando:

- Cuando ellos entraron a para hacer el examen, el hombre que estaba con ellos continuó conversando con mamá. Le dijo que ellos tres eran hermanos y que esa mujer cuidaba a su hermano que nació enfermo, desde que ellos eran niños. Su madre había muerto y su hermana continuó cuidándolo toda su vida. Nunca se casó, ni se enamoró de nadie, ¡solo cuidó de él! ¡Debías verlo, papá, sentí pena de él y de ella!

El papá hizo una pequeña pausa, considerando todo lo que Livia había contado, y entonces dijo:

- Querida, pienso que este es un buen momento para que usemos los conocimientos que hemos aprendido en el Centro Espírita, yo en las charlas y tú en las clases de evangelización. ¿Cuál es el más importante, el mundo material o el espiritual? ¿Cuál es nuestra verdadera vida?

- La vida espiritual – Livia respondió.

- Exacto, la vida aquí en la Tierra es solo un paso, hasta muy rápido, si consideramos la vida inmortal del espíritu – dijo el padre, que continuó explicando:

- Nosotros no tenemos cómo saber por qué ese hermano nació con esos problemas en su cuerpo físico. Pero sabemos que las dificultades y sufrimientos, si son bien vividos, pueden mejorar mucho la condición moral del espíritu. Entonces, Livia, no es el caso de mirarlo con pena. Podemos rezar por él, pidiendo a Dios que lo ayude a tener fueras para que pase bien por esa prueba que va a ayudar a su espíritu a evolucionar. Él es un espíritu exactamente como nosotros, hijo de Dios, con dignidad y con el destino de llegar a la perfección. Por otra parte, hija, él tiene algo muy valioso, que pocas personas tienen: otro espíritu encarnado junto a él, que lo ama tanto, que fue capaz de dedicar su encarnación para ayudarlo en su proceso de depuración.

Livia miraba a su padre fijamente, prestando atención en lo que decía:

- En cuanto a ella, hija, parece ser un espíritu que, en esta encarnación, está ejercitando la donación. Y también el ejercicio del amor incondicional, que es aquél en el cual tú no amas a una persona porque es bonita, o graciosa, o inteligente o rica, nada de eso. ¡La persona ama al otro! ¡Solo eso! Sin condiciones. Es el amor puro, el amor que Dios tiene por nosotros. Entonces, tampoco debemos mirarla a ella con pena, sino con admiración. Un día vamos a lograr actuar así también. Tenemos que tener pena de las personas que tienen salud, dinero, poder y están teniendo crímenes, haciendo el mal. ¡Eso sí!

Y, para concluir, el padre dijo:

- Lí, el conocimiento del Espiritismo es como los anteojos que ayuda a las personas a ver mejor la realidad, pues considera la vida espiritual que es la verdadera vida. ¿Entendiste, hija?

La niña respondió que sí y sonrió. El padre sonrió también y ella le dio un abrazo. Gracias al joven del laboratorio, Livia había aprendido bastante ese día.

  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


Material de apoio para evangelizadores:

Clique para baixar: Atividades

marcelapradacontato@gmail.com




 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita