Tema: Mirando por el lado espiritual
El aprendizaje de Livia
Livia estaba en la sala cuando su padre llegó después
del trabajo.
- ¡Hola, hija! ¿Cómo fue tu día? ¿Todo fue bien? –
preguntó él.
Ese día, por la mañana, Livia había ido con su madre al
laboratorio para hacerse un examen de sangre.
- ¡Ah! ¡Todo fue bien, sí! – respondió ella. – La
señorita fue muy amable conmigo. Dolió
mucho menos de lo que yo esperaba.
- ¡Qué bueno, hija! A veces, las personas imaginan que
va a ser mucho peor de lo que termina siendo.
Livia, entonces, cambiando de tema, dijo:
- Sabes papá, allá en el laboratorio, sentí pena por un
muchacho.
- ¿Por qué, Lí?
- Porque él vino en una silla de ruedas. Un hombre y una
mujer lo trajeron y creo que estaba muy enfermo. Tenía
todo el cuerpo todo torcido. No podía hablar, solo hacía
unos ruidos. Se quedaba meciéndose. Y cuando comenzó a
ponerse nervioso la mujer que lo cuidaba le dio un
chupete. En verdad, ni siquiera era joven. Ya era un
poco viejo porque tenía cabellos blancos.
La niña continuó:
- La mujer era muy cariñosa con él, pero él tiró su
cartera al piso. Mamá se levantó para ayudar a recoger
todo que se había caído y la mujer dijo que él estaba
nervioso porque tenía hambre. Pero ella no podía darle
comida por el examen que le iban a hacer. Solo ella
entendía lo que él decía. Dijo que él estaba pidiendo
agua, pero ella sabía que lo que él quería era café.
Livia siguió contando:
- Cuando ellos entraron a para hacer el examen, el
hombre que estaba con ellos continuó conversando con
mamá. Le dijo que ellos tres eran hermanos y que esa
mujer cuidaba a su hermano que nació enfermo, desde que
ellos eran niños. Su madre había muerto y su hermana
continuó cuidándolo toda su vida. Nunca se casó,
ni se enamoró de nadie, ¡solo cuidó de él! ¡Debías
verlo, papá, sentí pena de él y de ella!
El papá hizo una pequeña pausa, considerando todo lo que
Livia había contado, y entonces dijo:
- Querida, pienso que este es un buen momento para que
usemos los conocimientos que hemos aprendido en el
Centro Espírita, yo en las charlas y tú en las clases de
evangelización. ¿Cuál es el más importante, el mundo
material o el espiritual? ¿Cuál es nuestra verdadera
vida?
- La vida espiritual – Livia respondió.
- Exacto, la vida aquí en la Tierra es solo un paso,
hasta muy rápido, si consideramos la vida inmortal del
espíritu – dijo el padre, que continuó explicando:
- Nosotros no tenemos cómo saber por qué ese hermano
nació con esos problemas en su cuerpo físico. Pero
sabemos que las dificultades y sufrimientos, si son bien
vividos, pueden mejorar mucho la condición moral del
espíritu. Entonces, Livia, no es el caso de mirarlo con
pena. Podemos rezar por él, pidiendo a Dios que lo ayude
a tener fueras para que pase bien por esa prueba que va
a ayudar a su espíritu a evolucionar. Él es un espíritu
exactamente como nosotros, hijo de Dios, con dignidad y
con el destino de llegar a la perfección. Por otra
parte, hija, él tiene algo muy valioso, que pocas
personas tienen: otro espíritu encarnado junto a él, que
lo ama tanto, que fue capaz de dedicar su encarnación
para ayudarlo en su proceso de depuración.
Livia miraba a su padre fijamente, prestando atención en
lo que decía:
- En cuanto a ella, hija, parece ser un espíritu que, en
esta encarnación, está ejercitando la donación. Y
también el ejercicio del amor incondicional, que es
aquél en el cual tú no amas a una persona porque es
bonita, o graciosa, o inteligente o rica, nada de eso.
¡La persona ama al otro! ¡Solo eso! Sin condiciones. Es
el amor puro, el amor que Dios tiene por nosotros.
Entonces, tampoco debemos mirarla a ella con pena, sino
con admiración. Un día vamos a lograr actuar así
también. Tenemos que tener pena de las personas que
tienen salud, dinero, poder y están teniendo crímenes,
haciendo el mal. ¡Eso sí!
Y, para concluir, el padre dijo:
- Lí, el conocimiento del Espiritismo es como los
anteojos que ayuda a las personas a ver mejor la
realidad, pues considera la vida espiritual que es la
verdadera vida. ¿Entendiste,
hija?
La niña respondió que sí y sonrió. El padre sonrió
también y ella le dio un abrazo. Gracias al joven del
laboratorio, Livia había aprendido bastante ese día.
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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