Especial |
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por
Claudia Gelernter |
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Hace muchos años, pasaba por una fase de inconformidad.
Quería decir al mundo lo mucho que era yo cristiana, que
Jesús era maravilloso, de cómo lo que Él enseñó contenía
toda la verdad, la más pura verdad... y cuando me
encontré con personas de otras religiones que no
comulgaban conmigo, después
me quedaba disgustada. Se percibía que el asunto causaba
malestar, me callaba, pero no sin sentirme vedada,
incomprendida, injustificada. Quería gritar al mundo las
bendiciones que habían tocado mi alma, desde niña.
Quería "salvar" a las personas de la ignorancia, como si
yo fuese un pozo de sabiduría...
Fue cuando decidí hacer una visita a un querido amigo,
el señor Spártaco Ghilardi, en São Paulo. Spártaco, hoy
en el Mundo Espiritual, fue un gran amigo de Chico
Xavier y fundador del Grupo Espírita Batuíra, en São
Paulo. Durante mi visita, escuchó mis lamentos con toda
aquella paciencia que yo aun no había conseguido en la
vida.
Al final de mi discurso, con pocas palabras, fue
inmediatamente al punto: "Mi hija... para ser cristiana,
no tienes que escribir el nombre de Cristo en tu frente.
Sólo haz lo que tienes que hacer."
Nunca más me olvide de esto.
De aquí para allá me dediqué a estudiar (también) las
muchas tradiciones de sabiduría, la vida de los grandes
maestros. Y encontré, en todos ellos, puntos en común
con lo que Jesús nos enseñó. Y es justamente en estos
puntos de conexión que percibo mi corazón cantar.
Fui percibiendo que la Verdad se puede encontrar en
todas las culturas, en todas las épocas... y mi orgullo
ha ido disminuyendo, como debe ser.
Hasta que, en determinado momento de la vida, necesité
preguntarme: "¿Por qué soy cristiana? ¿Por qué no escogí
otra filosofía cualquiera para guiar mi vida, entonces?
Reflexionando, percibí que en Jesús desprendiendo todos
los puntos en los que encuentro sentido: sobre lo
sagrado que está en el cuerpo, en la mente, en el campo
social y en la espiritualidad. En Jesús aprendí sobre el
perdón, la aceptación, la reencarnación, o el
acogimiento a los marginados, el sentido de la educación,
etc. Todos los conceptos me caen bien en el alma,
formando una filosofía robusta, impecable, que no puede
ser alterada, aunque en la práctica de los religiosos,
la realidad a veces sea diferente...
Entendiendo que él representa “El Camino, la Verdad y la
Vida” (Ju, 14:6), como afirmó, poco antes de la
Crucificación.
Sus ejemplos y palabras traen estos tres elementos, tan
esenciales para llegar a nuestro objetivo final: nuestro
estado más divino - la angelitud.
Cuando pienso en el "Camino", luego me viene a la mente
algo como "un suave recorrido, donde la paz se hace
presente". Pienso en un viaje, en el que el día está
claro, los árboles hermosos, los pájaros en el cielo, el
sol brillando... la naturaleza está exuberante, el
camino, tranquilo, el coche cómodo, el corazón abierto
para todo ello. Un viaje en el que puedo estar abierta y
presente, con la mente contemplativa y agradecida.
Aunque el tiempo se cierre, las nubes oscuras aparezcan,
puedo ver la belleza también en esto. Se necesita
reducir la velocidad debido a al camino más peligroso,
sin problemas. Aun así, la paz. Si hay alguien que
necesita algo, puedo parar, ayudar y luego seguir. Todo
eso sin desconectarme de lo bueno, de lo bello. Y la
mejor parte: este camino me lleva a un lugar aún mejor...
El Camino propuesto por Jesús es también de espinas,
bien lo sé, pero para eso existe un porqué. Y,
consolador que es, el Maestro advirtió que serán
bienaventurados los que sigan en este camino... porque,
a pesar del dolor y del llanto, nada de desesperación,
desequilibrios, sensaciones de desamparo.
Cuando pienso en la cuestión de Él que se titula la
verdad, recuerdo a los evangelios, de las parábolas que,
de manera simple y directa, hablan de Dios, de la vida,
de lo esencial. Recuerdo sus lecciones junto a los
desvalidos, a los desesperados y orgullosos. De cómo el
ego recibe atención especial, con sus defensas e
ignorancias, siendo señalado por Jesús como el gran
obstáculo a la verdad. Cuando busco releer e interpretar
la vida de Jesús, percibo la Verdad no como concepto,
sino como realización, como práctica. Él vivió lo que
dijo - por eso lo llamamos Maestro.
¡Y sí, Jesús es Vida! No sólo porque resucitó muertos,
sino porque demuestra la vida verdadera, la que podemos
vivir tanto en la Tierra y en los mundos espirituales.
Vida como experiencia sagrada, como oportunidad de
aprendizaje, de cambio, de trabajo. Vida que nos enseña
la ley de la impermanencia, el valor de la propia
existencia. Vida que, desde la perspectiva de la muerte
del cuerpo, puede llenarse de significado y valor,
cuando la observamos con sabiduría.
Cuando percibimos la Vida desde la óptica de Jesús, la
valoramos, como un momento sagrado.
En el libro Jesús en el Hogar, de Neio Lúcio -
psicografia Francisco Cândido Xavier -, existe un
capítulo titulado "El Talismán Divino". En él, Isabel,
la querida prima de María, madre de Juan, el Bautista,
en determinado momento, indaga: "¿Señor, tendrás contigo
algún talismán de cuya virtud podamos disfrutar? ¿Algún
objeto mágico que nos pueda favorecer?”
¿Cómo emitir alguna crítica a lo que ella pide al
Maestro? ¿Quién de nosotros no desearía un talismán
capaz de retirar de nosotros todos los dolores,
facilitando la vida?
Para nuestro asombro, Neio Lúcio afirma que Jesús
respondió a aquella pregunta inusitada con un "sí". ¿Qué
tal talismán existe y que puede producir efectos
realmente "milagrosos?". Dijo Jesús que cuando lo usamos
con sabiduría, podemos llegar más rápidamente al "Reino
del Padre", pues tal talismán nos ofrece los dones del
amor, desvelando la verdad, permitiendo siembras de
alegría, con oportunidades de paz, de trabajo, de acceso
a los grandes Maestros, etc.
Confieso que, leyendo el comienzo de este capítulo, la
curiosidad se hizo grande. ¿Cuál sería ese tal "talismán
divino"?
Jesús responde: -Este bendito talismán, Isabel, es
propiedad común a todos. "Es la hora que estamos
atravesando”... Cada minuto de nuestra alma permanece
revestido de prodigioso poder oculto, cuando sabemos
usarlo en el infinito bien, porque toda grandeza y toda
decadencia, toda victoria y toda ruina son iniciadas con
la colaboración del día. (...) El tiempo es el divino
talismán que debemos aprovechar... "
Por lo tanto, en la vida la única herramienta real,
eficiente, capaz de mejorar las cosas se llama "tiempo".
Herramienta que debemos usar con sabiduría, con respeto
y atención.
De hecho, creo que aquí vale la pena pensar en la
diferencia entre "pasar el tiempo" e "invertir el tiempo".
En el primer caso, tocamos la vida, displicentes, como
robots programados sólo para la experiencia material. Ya
cuando estamos lúcidos, que se centran en lo que
realmente importa, cuidamos de nuestro aspecto material,
de manera sagrada, pero no sólo: damos la debida
atención a los aspectos psíquicos, sociales y
espirituales, conscientes de que todo importa para
nuestro progreso global, real, continúo. Hemos invertido
nuestro tiempo sagrado con todo lo que realmente
importa.
El tiempo, el aquí y el ahora, lo que sembramos hoy es
la certeza de cosecha, en el mañana.
Siendo así, si tomamos a Jesús por lo que él mismo
afirmó: como siendo el Camino, la Verdad y la Vida,
debemos entender que, en el tiempo bien vivido, podemos
recorrer este camino, conociendo y viviendo la verdad,
cuidando de vivir con sabiduría. Algo como el
pensamiento básico de la ingeniería: en el menor tiempo
posible, con el mayor aprovechamiento posible, con el
menor gasto posible (dolores y errores), obtener el
mejor resultado posible.
Y, cuando así lo percibimos, cuando tomamos este modelo
como siendo nuestro ideal (viviendo dentro de lo nuestro
mejor posible), somos cristianos, aun sin jamás
pronunciar el nombre del Cristo. Así como aquel día,
muchos años atrás, mi querido amigo Spartaco me contó...
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com
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