Tema: Reforma Íntima
La virtud se aprende
Como vimos semanas atrás, la ardilla Lila y el monito
Mico eran amigos y vivían en el mismo árbol.
Lila era toda organizada y Mico, al contrario, muy
desordenado.
Todos seguramente recuerdan que una vez Mico fue picado
por una abeja y la pasó muy mal. Y solo pudo salvarse
porque pidió ayuda a Lila, que tenía el remedio contra
la alergia dentro de la fecha de validez y sabía dónde
estaba guardada la medicina. Lila también tenía el
teléfono de emergencia del hospital y sabía qué hacer. Por
eso pudo ayudar a su amigo.
Mico quedó muy asustado con esa experiencia y, cuando se
recuperó, tomó la decisión de cambiar sus hábitos y ser
más disciplinado.
Comenzó su cambio comprando el remedio para la alergia y
decidió colocarlo en el armario, en un lugar muy
visible.
Pero el armario estaba lleno de ropa arrugada y hasta
sucia, entonces Mico sacó todo de ahí y lo lanzó encima
de la cama. Llevó algunos trajes sucios al baño, para
juntarlos con otros que estaban ahí, pero eran tantos
que algunos se cayeron por el camino.
Puso la ropa en un balde con agua para lavarla. Algunos
trajes estaban con barro y ensuciaron el agua y la otra
ropa. Como el balde estaba muy lleno, el agua sucia se
derramó. Cuando Mico fue a buscar el jabón, marcó todo
el piso con pisadas de suciedad.
Decidió hacer una pausa y tomar un lonche. En la cocina,
la situación no era mejor. La vajilla estaba siempre
sucia, encima del lavadero o de la mesa. Abrió la
refrigeradora y no encontró nada para comer. Se había
olvidado de hacer las compras. Por eso había ido a coger
las bayas del árbol el día anterior y acabó llevándose
la picadura de la abeja.
Mico decidió salir para comprar comida. Compró muchas
frutas y semillas, pero quedó cansado de cargar todo a
su casa en lo alto del árbol.
Además de cansado, ya tenía hambre. Mico comió las bayas
y decidió tomar una siesta. Pero su cama todavía estaba
llena de ropa. Entonces se echó en el sofá.
Cuando despertó, su casa todavía estaba toda
desordenada. Mico continuó su trabajo. Lavó buena parte
de la vajilla sucia, limpió más o menos las pisadas de
suciedad por la casa y guardó algunas cosas en sus
lugares. Pero no le dio tiempo de arreglar la ropa, y
tuvo que tirarlas al piso para poder dormir en su cama.
Al día siguiente, Mico tuvo que ensuciar alguna vajilla
para comer y usar ropa limpia, que también quedó sucia.
Por otra parte, ese día llovió fuerte y trajo un poco de
hojas dentro de casa. Mico también se olvidó de recoger
la ropa lavada que
estaba colgada. Todo
quedó mojado y sucio.
Mico, en pocos días, se dio cuenta de que no estaba
logrando dejar su casa en orden. Había muchas cosas que
hacer. A veces, no sabía qué hacer primero. Pronto
acabó desanimado y desistiendo ser organizado.
Un día, encontró a Lila y ella trajo el tema:
- ¿Cómo vas, Mico? ¿Tu casa está quedando como querías?
- ¡No, Lila! ¡lamentablemente no! – respondió el monito
triste. – Descubrí que no sirvo para esto. Yo quisiera
haber nacido con tu don. Admiro mucho tu casa, tu
trabajo organizado, tu puntualidad. Pero yo no soy así,
no sirve, tengo que conformarme.
Lila se asombró con la respuesta de su amigo. Y, por
querer su bien, comenzó a explicar, gentilmente:
- Sabes, Mico, yo estoy frecuentando hace algún tiempo
el Centro Espírita y allá estoy aprendiendo cosas muy
interesantes. Según la Doctrina Espírita, todos nosotros
somos creados iguales por Dios. Él no da dones a unos y
a otros no. Las virtudes que poseemos son nuestras
conquistas, son cosas que aprendemos durante nuestra
evolución. Entonces, yo no soy mejor que tu porque puedo
ser organizada. Yo tuve ese aprendizaje. Probablemente
porque desde pequeña mi mamá me fue enseñando. Nosotros
éramos muchos hermanos y ella nos exigía que fuéramos
disciplinados, pues ella no podía hacerlo todo sola. Eso
terminó siendo bueno para mí. Fui creciendo y ya podía
organizarme.
- Pues sí, Lila, ¡pero yo no! Y ahora que lo intenté, no
lo logré – dijo Mico.
- ¿Sabes otra cosa que yo aprendí con el Espiritismo,
Mico? – dijo Lila, buscando alentar a su amigo. – Las
virtudes que ya conquistamos deben ser utilizadas para
ayudar al prójimo. Entonces, si tu quieres, puedo
ayudarte – concluyó sonriendo.
Mico se llenó de alegría. Con Lila a su lado, sería
mucho más fácil.
- ¡Claro que quiero, Lila! ¡Sería muy bueno! ¡Muchas
gracias! – respondió Mico, feliz.
Los dos se pusieron de curdo en todo y, en la hora
acordada, Lila llegó a casa de Mico con cajas, bolsas de
basura, etiquetas y una agenda.
Lila enseñó a Mico a hacer listas de tareas y
prioridades. Dio varios consejos de cómo hacer, con
mayor eficiencia, los servicios domésticos. Enseñó a
Mico a planificar para llegar con antelación a los
compromisos. También arreglaron juntos un lugar a cada
cosa y sacaron fuera, o separaron para donar, todo lo
que él ya no usaba.
En poco tiempo, la vida (y la casa) de Mico había
cambiado para mejor. Él se esforzaba bastante y se
sentía realizado con el progreso que iba haciendo.
De vez em cuando él pensaba:
- Lila y la Doctrina Espírita están en lo cierto. ¡La
virtud se aprende y se conquista!
Traducción:
Carmen
Morante
carmen.morante9512@gmail.com
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