Especial |
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por
Guaraci de Lima Silveira |
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¿Los Espíritus ven a Dios?
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Desde siempre el hombre buscó un contacto con Dios. A Él
le dio varios nombres. Se dice que esta búsqueda es "la
marca del autor en su obra". Sí, somos obras del Creador.
Sin embargo, la mayor parte de la humanidad no se
percibe así. Antes, se identifican como seres autónomos
salidos de una cuna y puestos en el mundo para vivir
aventuras dándose bien o no sobre ellas. Y en esto la
vida, se convierte en un juego peligroso en el que casi
siempre la búsqueda de placeres rastreros son las
propuestas inmediatas de cada uno. Es obvio que todavía
estamos lejos de una perfecta sintonía con el que nos
creó, pero, al menos, debemos saber que Él nos creó.
Cuando el Espíritu llega a este nivel de entendimiento,
innumerables propuestas nuevas le surgen. Lo que antes
estaba limitado por las montañas o por la línea del
horizonte se vuelve ahora un desvelar de continentes
hasta entonces
impenetrable. El mundo es el mismo para todos, pero la
individualidad es diferente, ilimitada, sin obstáculos,
sólo caminos. El ego inferior aprisiona al ser en sus
pequeños nichos donde se siente cómodo, mientras que la
individualidad representada por el ego superior
despierta el ser para su digna y correcta identidad. El
problema es salir de los nichos de las acomodaciones
para los avances espirituales.
Esa búsqueda del alma por sí misma constituye un
elemento de notoria plasticidad. Mientras los rígidos,
obtusos y mal identificados con el todo, nos sentimos
como peces atrapados en un lago lodoso, jurando ser allí
el cielo de la existencia. En el momento en que deseamos
soltar y transitar hechos aves libres, el cielo de la
existencia se transforma en otro, mucho mejor, superior,
más allá... El problema es que no sabemos dialogar con
nosotros mismos. Solamente actuamos como borrachos del
momento, haciendo cumplir en nosotros la ley de la
supervivencia, ley establecida para los principios de la
evolución y obsoleta para los avances espirituales.
Carl Gustav Jung así describió su búsqueda por su alma:
"En la segunda noche llamé a mi alma. Estoy cansado, mi
alma. Ya dura mi caminar, mi búsqueda por fuera de mí.
Pasé a través de las cosas, descubrí la miscelánea. Pero
en mi viaje equivocado a través de las cosas, descubrí a
la humanidad y al mundo. Encontré gente. Y te reencontré
a ti, mi alma, primero en imagen en la persona y,
después, a ti misma. Me encontré allí donde menos se
esperaba. Tú me has hecho ver verdades de las cuales
nada sospechaba antiguamente. Me hiciste recorrer
caminos cuya longitud interminable me habría asustado si
su conocimiento no estuviera escondido en ti. Anduve
durante muchos años, tanto que olvidé que poseía un
alma. ¿Dónde estabas tú en este tiempo? ¿Qué más allá te
abrigaba y te daba guarida? ¡Oh, que tú tengas que
hablar a través de mí, que mi lenguaje y yo seamos para
ti símbolo y expresión! ¿Cómo debo descifrarte? ¿Quién
eres tú, niño? Como niño, como niña, mis sueños te
representaron, nada sé de tu misterio. Perdona, si hablo
como en sueño, como un borracho. Tú aseguraste mi fe
cuando estaba solo y al borde de la desesperación. Tú
hiciste con que en todos los momentos decisivos yo
creyese en mí mismo. ¿Tú eres Dios?
Este grito del Jung bien podría ser el de todos nosotros.
Caminamos sin la mínima voluntad de saber quién
realmente somos. Los desencarnados que no conocen las
verdades espirituales y no poseen una identificación
consigo llegan al mundo espiritual en condiciones
lamentables. Van de un estampido intermedio en los oídos
a lances de desesperación en una vigilia insana a sus
despojos mortales o aún a una alucinada búsqueda de
atención de los que quedaron. No saben, no aceptan y no
ven lo que les sucedió, aun siendo la desencarnación un
acto natural. La naturalidad de este acto es desconocido
o negado y por eso, por sus verdades irreductibles, el
Espíritu sufre mientras el mundo sigue girando y sus
apuntes en el inconsciente no cesan de hacerse. Más
tarde, recuperados, verán cuántos años perdidos en los
umbrales de la espiritualidad porque no se prepararon
para la vida y la llevaron de la forma que deseaban o
creían que era.
Los espíritus de magnánima bondad se acercan a nosotros
y hablan tratando de instruir y hasta conducirnos. La
carga de los demonios o de los diablos se había
apoderado del inconsciente colectivo y, cuando se habla
de Espíritus, casi siempre oímos: los demonios... ¡Diablos!
¡Qué lástima! Ellos ni siquiera saben la etimología de
tales palabras y las divulgan hechos voraces pregoneros
de las destrucciones y de las escatologías. ¡No se
permiten una postura real y digna en relación a la
verdad! Y pienso en lo que será de aquellos que anuncian
tal mentira y maldad. ¿Qué desean realmente? ¿Quienes
son ellos? ¿Ignorantes o perversos naturales actuando en
una sociedad carente de Dios? Aquí, muy cerca de
nosotros, está el mundo espiritual. Venimos de él y
regresaremos a él. Una encarnación es sólo un lapso de
tiempo en el conjunto de la existencia plena y real del
Espíritu. Esto es bien confirmado por las Terapias de
Vidas Pasadas o por las Experiencias de Casi Muerte.
Quien duda, que pruebe lo contrario.
Necesitamos buscar a Dios dentro de este enmarañado de
hablar y posturas. Él y sólo Él sabe conversar con cada
uno de nosotros, dado que somos individuales con Él.
Busquemos El Libro de los Espíritus y veremos en la
pregunta 244 la indagación de Allan Kardec si los
Espíritus ven a Dios. La respuesta es: "Sólo los
Espíritus superiores lo ven y comprenden. Los Espíritus
inferiores lo sienten y adivinan. Lo que nos llama la
atención en esta respuesta es que Dios es posible ser
visto, dentro de la exuberancia de su existir. Los
Espíritus Superiores son aquellos que ya han vencido las
etapas rudimentarias de la evolución y avanzaron
estudiando y sirviendo, condicionándose a nuevas fases.
Todavía se producen en nuestro medio las predicaciones
de la muerte, del nihilismo, de las penas eternas, de
los ángeles volando con sus arpas, etc. Visiones tacañas,
infantiles e ilusorias. El universo es nuestra casa y el
posee todos los elementos que necesitamos y
necesitaremos en nuestro caminar. ¡Todos nosotros
veremos a Dios un día! ¡Entonces, caminemos!
Volviendo al Libro de los Espíritus y a la pregunta
244-a, Allan Kardec pregunta: "Cuando un Espíritu
inferior dice que Dios le prohíbe o permite una cosa, ¿cómo
sabe que la orden viene de Dios? Sagaz esta indagación.
Pues que ponemos en nuestras lecturas diarias el nombre
de Dios sin al menos identificarnos debidamente con Él.
Esta es la respuesta: "Él no ve a Dios, pero siente su
soberanía, y cuando una cosa no debe ser hecha o una
palabra no debe ser dicha, recibe una intuición, una
advertencia invisible, que lo inhibe de hacerlo.
Vosotros mismos tenéis presentimientos que son para
vosotros como advertencias secretas, para hacer o no
algo. Lo mismo sucede con nosotros, pero en grado
superior, pues comprendes que, siendo más sutil que tu
esencia la de los Espíritus, podemos recibir más
fácilmente las advertencias divinas.
Esta respuesta es muy clara. Dios nos conduce para el
regreso a Él. El gran problema es que, siendo aún
inferiores, casi siempre no deseamos esta conducción,
prefiriendo hacerla por nosotros mismos. Y así nos vamos
engañando que somos seguidores de Él, mientras seguimos
tan sólo nuestras propuestas casi siempre movidas por
pasiones intempestivas. Observamos en la respuesta
anterior que los Espíritus superiores son advertidos en
sus andanzas por la espiritualidad y acogen esas
advertencias como una reubicación al camino correcto.
¿Somos nosotros? En los Centros Espíritas cuando alguien
es advertido por una conducta no alineada con las
propuestas del Evangelio, casi siempre surgen las
susceptibilidades y los infelices alejamientos. O bien,
cuando un director es advertido, suele cerrar las
puertas de las oportunidades de crecimiento para el que
lo hizo. Necesitamos incluso leer y estudiar a Kardec
como nos advierte Bezerra de Menezes, porque Kardecista
es la Leyenda de Ahora.
"¿La orden es transmitida directamente por Dios, o por
intermedio de otros Espíritus?" - pregunta Kardec en la
pregunta 244-b. La respuesta es contundente y necesita
ser analizada: "No viene directamente de Dios, pues para
comunicarse con Él hay que merecerlo. Dios transmite sus
órdenes por los Espíritus que están más elevados en
perfección e instrucción. Ahora entendemos mejor la
pregunta 625 del mismo libro cuando Jesús nos es
presentado por Guía y Modelo. En sus palabras
encontramos siempre alusiones al Padre que lo envió para
salvar las ovejas aún descarriadas del inmenso rebaño.
La pregunta es: - ¿Queremos ser salvados de nosotros
mismos para vislumbrar la presencia divina en nosotros?
En la pregunta 245 Allan Kardec pregunta si la "Vista de
los Espíritus está circunscrita, como en los seres
corpóreos". La respuesta es: "No. Es una facultad
general”.
Este conjunto de informaciones nos lleva a reflexionar
sobre la soberana necesidad de asumir una postura
diferente ante la vida que nos ha sido dada por Dios.
San Agustín, en el cap. III de El Evangelio según el
Espiritismo - el artículo 19, nos dice: "Al mismo tiempo
que todos los seres vivos progresan moralmente,
progresan materialmente los mundos en que ellos habitan.
Quien pudiera acompañar un mundo en sus diferentes
fases, desde el instante en que se aglomeraron los
primeros átomos destinados y constituyéndolo, lo vería
recorriendo una escala incesantemente progresiva, pero
de escalones imperceptibles para cada generación, y a
ofrecer a sus habitantes una morada cada vez más
agradable, a medida que ellos mismos avanzan en la senda
del progreso”. Así, todo es creado por Dios para sus
hijos. Él necesita de nosotros, así como nosotros lo
necesitamos. Reflexionemos al respecto.
Crecer espiritualmente es desprenderse de las fases
primarias de la evolución. Una vez conocedores de un
hecho, debemos buscar otros y otros conocimientos y
vivencias. Joanna de Ángelis nos informa que la
inteligencia es
el resultado de nuevos momentos convirtiéndose en su
señor. Jacques Lacan, psicoanalista del siglo pasado,
nos dice que el inconsciente es establecido por líneas.
Podemos entonces concluir que en esas líneas están
escritos el conjunto de aprendizajes y vivencias que nos
hacen inteligentes. Y más aún podemos deducir que,
cuanto más experiencias dañinas vivamos, más líneas
torcidas vamos poniendo en nuestros inconscientes que
fatalmente perturbarán el consciente. Un consciente
perturbado es lo mismo que un barco a la deriva en medio
de las tormentas. Así, la vivencia de buenos momentos,
espiritualizadores y enriquecedores, es la medida
correcta para aquel que de hecho desea ver a Dios.
Jesús nos dijo y Marcos anotó en su evangelio, capítulo
1, v. 15: "Se cumplió el tiempo y está llegando el Reino
de Dios; arrepentíos y creed en el Evangelio. Y de eso
hablado hasta nuestros días ya pasaron más de 2.000
años. De ahí que concluyamos que el Reino de Dios está
aún más cerca. La Tierra está cerrando otro de sus
gloriosos ciclos y en el próximo el arrepentimiento de
los errores y la práctica del Evangelio serán piedras
angulares para aquel que desea permanecer aquí. Y lo que
más nos encanta es que todo nos es informado. Dios
encuentra medios y personas para decirnos esas grandes
verdades y no podemos quedarnos ajenos a ellas.
Puede alguien preguntarse: "¿Dónde podemos encontrar la
prueba de la existencia de Dios?" Kardec lo hizo y
recibió por respuesta en la pregunta 4d 'El Libro de los
Espíritus: En un axioma que aplicáis a vuestras
ciencias: no hay efecto sin causa. Buscad la causa de
todo lo que no es obra del hombre y vuestra razón os
responderá. Estamos rodeados de estas pruebas de la
existencia de Dios en cada lugar y en las personas.
Hagamos un examen en nosotros y en lo que nos falta para
nosotros entregarnos definitivamente a la búsqueda
personal de Dios. Necesitamos sentir a Dios para que un
día, como Espíritus superiores, podamos verlo en esencia
y gloria. Así, nuestros días serán amenizados por la
certeza de que vale la pena vencer las amarguras del
presente sin revolvernos contra el aguijón que nos
propulsa para los tiempos futuros. El amor es la esencia
de la vida y a él debemos apegarnos y así estaremos
capacitando para el momento de ver a Dios.
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com
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