Especial

por Anselmo Ferreira Vasconcelos

La inexplicable persistencia del ateísmo

Entre tantas hazañas producidas por el telescopio Hubble, algunas merecen especial distinción. Me refiero a diez imágenes absolutamente impresionantes. Son fotos simplemente exuberantes, es decir, verdaderas obras maestras esculpidas en pleno cosmos por un excepcional artista celestial: Dios. En ellas podemos percibir un poco de la grandeza del Creador manifestada en los contornos y colores de la Galaxia del Sombrero, que dista 28 millones de años luz de la Tierra, y es dotada de una apariencia de aliento (a propósito, ella alberga 800 mil millones de soles y posee un diámetro de 50.000 años luz); de la Nebulosa de la Hormiga, esencialmente compuesta de una nube de polvo cósmico y gas, nuestra Galaxia, y de la Tierra, entre 3.000 a 6.000 años luz; de la Nebulosa Esquimó, que se asemeja a un rostro circundado por un sombrero o gorro arrugado, o sea, un anillo formado por estructuras o restos desagregados de estrellas muertas, y lejos cerca de 5.000 años luz de nuestro planeta; de la Nebulosa Ojo de Gato, que tiene una apariencia de ojo esbelto tal cual la del hechicero Sauron de la película El Señor de los Anillos; de la Nebulosa Ampolla, distante 8.000 años luz, y que presenta un singular estrangulamiento en el medio debido a los vientos que la modelan; de la sorprendente Nebulosa del Cono, que tiene 2,5 años luz de longitud, el equivalente a 23 millones de vueltas alrededor de la Luna; de la Tormenta Perfecta, es decir, una pequeña región de la Nebulosa del Cisne, distante 5.500 años luz (compuesta de un océano de hidrógeno, así como de pequeñas cantidades de oxígeno, azufre y otros elementos); la Noche Estrellada, así denominada por recordar el famoso cuadro de Van Gogh; del enigmático remolino de ojos "furiosos", es decir, dos galaxias que literalmente se funden (llamadas NGC 2207 e IC 2163), distantes 114 millones de años luz en la lejana constelación del perro mayor; y, por fin, de la Nebulosa Trifid, un maravilloso "cuarto de niños estelar", situado a 9.000 años luz de la Tierra, y lugar donde nacen las nuevas estrellas (Fuente: https://fla.st/2ZJuhXP
- Accedido en 25 diez. 2018.)
A pesar de tan expresivas obras cósmicas, hay un contingente considerable de criaturas humanas que dudan de la existencia de un poder mayor que rige todo el universo: son los ateos que aún se hacen presentes en la Tierra. Las estadísticas indican que hay cerca de 749,2 millones (11% de la población mundial) de ellos en nuestro orbe. Ellos representan el 85% de la población de Suecia, el 81% de Vietnam, 80% de Dinamarca, el 72% de Noruega, el 65% de Japón, el 61% de la República Checa, el 60% de Finlandia, el 54% de Francia y el 52% de Corea del Sur.
Los países con mayor número absoluto de ateos son: China (181,8 millones), Japón (82 millones), Rusia (69 millones), Vietnam (66 millones), Alemania (40 millones), Francia (32 millones), Estados Unidos 26,8 millones), Inglaterra (26,5 millones) y Corea del Sur (25 millones). Es importante destacar que el 8% de los brasileños son ateos, agnósticos y sin religión. En términos de sexo, los ateos se subdividen en 56% hombres y 44% mujeres. En el área científica se estima que alrededor del 10% así se denomina.
Otro dato sorprendente fue revelado por un estudio conducido por el Núcleo de Tendencias e Investigación del Espacio Experiencia FAMECOS / PUCRS de 2015, denominado Ideas y Aspiraciones del Joven Brasileño sobre Conceptos de Familia. El trabajo se centró en 1.500 jóvenes, siendo el 82,5% de la muestra situada en el grupo de edad de 18 a 24 años y el 17,5% de 25 a 34 años. La investigación trajo el foco que el 19,3% se declaró ateo y el 6,2% agnósticos, es decir, más de 1/4 no puede desarrollar una noción elemental de Dios en sus vidas. A propósito, escribo sobre ese asunto porque recientemente conversé con una joven - bachiller en Biología por la USP - que me confesó ser atea. Me dice con toda la claridad posible que sentía ser objeto de prejuicio en relación a su opinión. Por mi parte, admito haber quedado perplejo a priori por descubrir a una persona que haya estudiado esa área del saber, y no haber logrado vislumbrar la "mano de Dios" impregnando la naturaleza.
Recobrándome rápidamente del choque inicial, busqué argumentar aludiendo a los perceptibles signos divinos que a todo abarca. No fui exitoso, porque encontré una intransponible barrera por parte de mi interlocutora. Le pregunté si había tenido educación religiosa en la infancia, y ella me confirmó positivamente. Le pregunté aún si había leído la obra La Génesis, de Allan Kardec, que presenta un riquísimo tratado sobre la divinidad, entre otros asuntos, y ella también hizo un gesto afirmativo. Al cabo de esto, sólo me quedaba preguntarle si algún contenido había tocado en las fibras de su ser. Para mi decepción, ella rechazó taxativamente cualquier aprovechamiento. En realidad, insinuó que yo pretendía convencerla. Yo, más que deprisa, le informé de que, en materia de fe, nosotros es que nos convencemos.
Me sentí obligado a hablarle sobre Jesús, su luminosa obra, sus milagros, la visión del Tabor, las apariciones poco después de su muerte traicionera, el crecimiento exponencial del movimiento cristiano, etc. Sin embargo, me di cuenta de diferentes signos de desdén de parte de la muchacha. Ante el cuadro de radicalismo por mí divisado, así como la inutilidad de cualquier discusión, comprendí que, desgraciadamente, no había nada más que hacer ... Lamenté profundamente que todavía existan en la faz de la Tierra seres humanos que ni siquiera logran sentir la presencia de Dios en sus corazones e inteligencia. Además de no tener capacidad para explicar los cruciales fenómenos de la vida, niegan vehemente la existencia de una fuerza superior. Por eso, oré fervorosamente por la chica que aún no ha descubierto a Dios.
Imaginé las durísimas experiencias que ella enfrentará en esa amarga fase de turbulencia planetaria, con sus duras expiaciones colectivas e individuales, sin una fe, sin una creencia, sin una luz interior para consolarla en las horas de dolor y desesperación. Pobres de espíritu, pienso yo, son las criaturas que se cierran cabalmente a las llamadas de lo más alto a la razón. Infelices son los que se oponen sistemáticamente a los rayos del amor universal.
En verdad, mejor sería si aceptaran la sensata recomendación del filósofo espírita J. Herculano Pires, presentadas en el libro Liberación Espiritual:
"El hombre debe contenerse en los límites de sí mismo, cuidar de sus imperfecciones, mejorarse. Basta con saber que Dios existe, y que es justo y bueno. De ello no puede dudar, porque 'por la obra se reconoce al obrero’, su propia conciencia le dice que existe, y la ley general de la evolución comprueba su justicia y su bondad. [...]".
En efecto, si hay algo que nunca faltó a la humanidad fue el envío de misioneros divinos atestiguando la existencia de Dios. En verdad, nunca fuimos abandonados por el Creador; Dios siempre nos suplió con su infinito amar. Como correctamente destacó el Espíritu Emmanuel, en el libro El Camino de la Luz (psicografia de Francisco Cândido Xavier), "Todas las razas de la Tierra deben a los judíos ese beneficio sagrado, que consiste en la revelación del Dios Único, Padre de todas las criaturas y Providencia de todos los seres.
El sabio mentor recuerda igualmente que:
"El gran legislador de los hebreos trajo la determinación de Jesús, con respecto a la simplificación de las fórmulas iniciáticas, para la comprensión general del pueblo; la misión de Moisés fue hacer accesibles al sentimiento popular las grandes lecciones que los demás iniciados eran obligados a ocultar. Y, de hecho, en el seno de todas las grandes figuras de la antigüedad, se destaca su aspecto como el primero en rasgar el velo que pesa sobre los más altos conocimientos, filtrando la luz de la verdad religiosa hacia el alma simple y generosa del pueblo”.
Avanzando aun más en la aclaración del asunto, Emmanuel propone que:
"El Nirvana, examinado en sus expresiones más profundas, debe ser considerado como la unión permanente del alma con Dios, propósito de todos los caminos evolutivos; nunca, sin embargo, como sinónimo de imperturbable tranquilidad o beatifica realización del no ser. La vida es la armonía de los movimientos, resultante de los intercambios incesantes en el seno de la naturaleza visible e invisible. Su mantenimiento depende de la actividad de todos los mundos y de todos los seres. Cada individualidad, en la prueba, como en la redención, como en la gloria divina, tiene una función definida de trabajo y elevación de sus propios valores. Los que aprendieron los bienes de la vida y cuantos los enseñan con amor, multiplican en la Tierra y en los Cielos los dones infinitos de Dios.
Así pues, Emmanuel nos lleva, finalmente, a concluir que "Toda la realidad es la del Espíritu y toda la paz es la del entendimiento del reino de Dios y de su justicia".
Allan Kardec, a su vez, revela en la obra de su autoría arriba mencionada (Capítulo II), con mucha agudeza, que "[...] Dios no se muestra, sino que se revela por sus obras”.
El codificador del Espiritismo dedujo en sus estudios que:
"[...] La existencia de Dios es, pues, una realidad comprobada no sólo por la revelación, como por la evidencia material de los hechos. La gente salvaje ninguna revelación ha tenido; sin embargo, creen instintivamente en la existencia de un poder sobrehumano. Ellos ven cosas que están por encima de las posibilidades del hombre y deducen que estas cosas provienen de un ente superior a la humanidad. ¿No demuestran razonar con más lógica que los que pretenden que tales cosas se han hecho a sí mismas?
Kardec observa, con plena razón, que:
"[...] Para comprender a Dios, aún nos falta el sentido, que sólo se adquiere con la completa depuración del Espíritu. Pero si el hombre no puede penetrar la esencia de Dios, puede tener como premisa su existencia. El hombre puede entonces por la razón llegar a conocerle los atributos necesarios y concluir que esos atributos sólo pueden ser divinos, deduciendo de ahí quién es Dios”.
Gracias al hercúleo esfuerzo del codificador somos informados que Dios es la expresión de la suprema inteligencia; es eterno; es inmutable; es inmaterial; es omnipotente; es soberanamente justo y bueno; es infinitamente perfecto; y es único. Los argumentos recogidos por Kardec son tan elocuentes que estamos naturalmente conducidos a concluir que "Así es como, comprobada por sus obras la existencia de Dios, por simple deducción lógica se llega a determinar los atributos que lo caracterizan".
Y ahí reside la cuestión clave listada por Kardec: deducción lógica. ¿Cómo nosotros, espíritus impuros e imperfectos, queremos tener la pretensión de tener acceso directo al Creador? Normalmente, el escéptico, en su arrogancia peculiar, piensa sin considerar, sin embargo, las premisas necesarias para ello, es decir, la conquista intransferible de la fe y su propio desarrollo espiritual.
Además, el ateo, en su inconmensurable ignorancia, no puede concebir que "... la naturaleza entera está sumida en el fluido divino. [...] ", como destaca Kardec. El Espíritu Emmanuel pondera, con absoluta razón, en Camino, Verdad y Vida (también psicografiado por Francisco Cândido Xavier) que "Quien no puede creer en Dios está enfermo. [...]". Más aún: "El hombre nada puede sin Dios". Por eso, creo que sólo individuos muy presuntuosos y los insipientes no sienten a Dios. Vivir divorciado de Dios es caminar sin dirección. En paralelo, hasta la limitada ciencia humana ya es capaz de concebir a Dios como uno de los stakeholders. Puesto esto, advierte Emmanuel que "En el fondo, hay un solo Padre que es Dios y una gran familia que se compone de hermanos "(Capítulo 20). Para él, "La vida debería constituir, por parte de todos nosotros, rigurosa observancia de los sagrados intereses de Dios" (Capítulo 21).
El iluminado mentor espiritual enseña que: "Dios es el Padre magnánimo y justo. Un padre no distribuye padecimientos. Da corrección y toda corrección perfecciona "(Capítulo 26). Concomitantemente, Emmanuel aclara que "O 
bien fluye incesantemente de Dios y Dios es el Padre de todos los hombres. [...] "(Capítulo 42). Recurriendo una vez más a la lógica, él propone que "Dios es el Creador Eterno cuyos designios permanecen insondables a los demás. Por su 
amor desvelado se crean todos los seres, por su sabiduría se mueven los mundos en lo Ilimitado "(Capítulo 54). De este modo, no podemos, por medio de nuestros limitados sentidos y conocimientos, definir o delinear algo por encima de nosotros. Especialmente nosotros que estamos en los primeros peldaños del pensamiento trascendental.
Ciertamente tendremos muchas revelaciones en el momento apropiado... De todos modos, Emmanuel comenta también (Capítulo 61) que:
"Los hombres no comprendieron, aún, que la oportunidad de cooperar en los trabajos de la Tierra los transforma en los administradores de la gracia de Dios. Llegará, sin embargo, la época en que todos se sentirán ricos. La noción de 'capitalista' y 'obrero' estará renovada. Se entenderán ambos como eficientes servidores del Altísimo.
Por lo tanto, descubrir a Dios es deber y misión de cada ser inteligente. Es el primer gran paso en la senda del Espíritu inmortal. Reencontrarlo dentro de nosotros tal vez sea nuestra mayor conquista, pues a través de ella otras importantes serán obtenidas en el tiempo debido. Dios es iluminarse. Además, nadie puede conocerse a sí mismo sin la ayuda del Creador. Negación, por otro lado, es signo de desinteligencia y profundo retraso espiritual. Como bien explica el Sr. Herculano Pires, en la referida obra arriba destacada:
"La negación de Dios es, para el espiritismo, como la negación del sol. El ateo, el incrédulo, no es un condenado, un pecador irresistible, sino un ciego, cuyos ojos pueden ser abiertos, y realmente lo serán. Porque Dios es necesariamente 
existente, según el principio cartesiano. Nada se puede entender sin Dios. Él es el centro y la razón de ser de todo lo que existe. Quitar a Dios del Universo es como quitar el sol de nuestro sistema. Simplemente absurdo".
De ese modo, por lo tanto, sólo nos resta concluir que la persistencia del ateísmo en la Tierra, en pleno tercer milenio de la era cristiana, se debe sólo y tan sólo al inexplicable descuido de ciertos humanos que se cierran a la luz de la sabiduría universal.

                 
Traducción:
Isabel Porras
isabelporras1@gmail.com

 
 

     
     

O Consolador
 Revista Semanal de Divulgação Espírita