Con ocasión de la transferencia de los despojos del
cuerpo de Allan Kardec al cementerio Père-Lachaise, en
París, un año después de su fallecimiento, gran número
de espíritas se reunió y le prestó un homenaje.
Era el 31 de marzo de 1870, y se inauguraba allí un
monumento druídico, erguido para honrar la memoria del
organizador del Espiritismo. Alexandre Delanne - padre
de Gabriel Delanne -, amigo íntimo de Allan Kardec, no
pudiendo estar presente por graves cuestiones de salud,
envió una carta a los fiscales de la ceremonia. En ella,
Alexandre Delanne justifica su ausencia y narra varios
pasajes de la vida de Allan Kardec, muy poco conocidos,
en que se podía "evaluar la bondad de su corazón,
evaluar su carácter tan firme como justo, la
benevolencia de que usaba en sus relaciones, su
prudencia y su extrema delicadeza.
Son relatos de quienes convivieron cerca de doce años
con el maestro y evidencian su generosidad y
desprendimiento, tanto desde el punto de vista material
y moral.
Registro de la Historia
Muchas personas en el mundo ya escribieron sobre la
conducta ética y los reveses por los que pasaron grandes
nombres de la historia humana. Una consulta por
Internet, hoy, nos coloca frente a frente con las
biografías dramáticas de los injustificados de todos los
tiempos, figuras que son exhaustivamente citadas y hasta
homenajeadas internacionalmente, pero muy poco seguidas.
Sus ejemplos de vida brillan en el panteón de la
historia, menos en el pensamiento, en las ideas y en el
día a día de las nuevas generaciones.
Vale decir que hay en esas personalidades algunas
características que las identifican: el amor por la
justicia, la solidaridad hacia los humildes, la búsqueda
incesante de la paz, el esfuerzo por el progreso de las
ciencias, la lucha por la erradicación de la miseria
material y moral de la humanidad, entre otras
motivaciones altruistas.
La historia muestra que muchos de aquellos que han
propuesto -en este nuestro mundo inferior- disminuir las
distancias entre los hombres, aproximándolos socialmente
unos de otros; derribar las barreras de las divisiones
combatiendo los prejuicios y el odio de ellos derivados;
emancipar a los Espíritus a través de la educación,
pagan un alto precio por eso, a veces con la propia
vida.
El bueno de Kardec no escapó de la villania
A pesar de ser el hombre que era, ético e íntegro, Allan
Kardec no escapó de la villanía de los malvados de
turno, livianos en aquel tiempo como en los días de hoy.
Alexandre Delanne, al final de esa carta, denuncia
triste: "Y, en verdad, ¿quién más que él, tan bueno, tan
noble, tan grande en sus palabras como en sus acciones,
fue objeto de la injuria y de la calumnia?
"Sus críticos -continuó el amigo de Kardec-, que de él
no conocían sino su bandera, procuraron perderlo en la
opinión pública, sin al menos investigar si los rumores
que se extendían tenían algún fundamento" (...).
Posiblemente alrededor de 1859, consolidado el éxito de
El Libro de los Espíritus, ya con edición nueva revisada
y ampliada, fue que comenzaron los ataques al gran
benefactor. Ante las muchas incursiones que se sucedían,
Kardec estableció un criterio: no respondía a las que
eran claramente de mala fe. Y se lanzaba en defensa de
la Doctrina en cuanto a las que presentaban argumentos
equivocados, pero honestos, corrigiendo punto por punto
los contenidos de las agresiones.
Con el fin de ridiculizarlo le tachaban irónicamente de
profeta, sumo sacerdote, papa de la "nueva religión que
surgía en París". Kardec jamás se apropió de cualquiera
de estos títulos, considerándolos como calumnia de los
adversarios que querían alcanzar el Espiritismo,
golpeándolo.
Kardec perdona al obispo
En octubre de 1861, una remesa de trescientos libros
enviados por Kardec al librero Maurice Lachâtre,
establecido en Barcelona, fue quemada en una plaza
pública por orden del intolerante obispo de la ciudad
española. Una verdadera afrenta al libre pensar, a la
libertad religiosa, en lo que se llamó entre los
espíritas, el "auto de fe de Barcelona".
Sin embargo, menos de un año de su muerte y el religioso
inquisidor se comunica en la Sociedad Parisiense de
Estudios Espíritas. Arrepentido, insinúa reconocer su
error y pide una oración en su favor: - "Orad por mí.
Orad, porque es agradable a Dios la oración que es
dirigida por el perseguido en favor del perseguidor”.
Kardec le perdona.
Campaña contra el Espiritismo
"Si París es la cabeza, Lyon será el corazón de la
Doctrina", dice Allan Kardec refiriéndose a su ciudad
natal, donde era fuerte la adhesión al Espiritismo,
principalmente de la población obrera, y por eso era
también allí intensa la oposición.
La iglesia católica lidera los ataques a la Doctrina y
promueve en Lyon una serie de conferencias en que
obispos de todas partes y profesores de facultades de
teología atacan violentamente el Espiritismo. En la
iglesia de Saint-Nizier se dice que "el Espiritismo
destruye a la familia, degrada a la mujer, predica el
suicidio, el adulterio y el aborto, preconiza el
comunismo y disuelve la sociedad".
En la capilla Margaux, el padre Lapeyre destila: "El
Libro de los Espíritus predica el comunismo, el reparto
de los bienes, el divorcio, la igualdad entre los
hombres y sobre todo entre el hombre y la mujer "(...).
¡Oh! Las distorsiones conceptuales juntaban verdades y
mentiras con la intención de confundir a la población y
provocar la indignación irreflexiva.
Una verdadera cruzada contra el Espiritismo se desdobla
en todas partes. Incontables sermones, pronunciamientos,
escritos, actos de violencia e intolerancia son
desechados contra las nuevas ideas, siempre con el apoyo
de parte de la prensa que hacía eco del movimiento de
cólera y calumnias.
"En todos los tiempos las persecuciones fueron las armas
de las causas malas y de los que toman el triunfo de la
fuerza bruta por la razón", dijo Allan Kardec en un gran
artículo publicado en la Revista Espírita de marzo de
1863, en el que analiza la campaña movida por los
opositores del Espiritismo, además anticipadamente
anunciada por los Espíritus.
Los mismos y antiguos argumentos
Es de impresionar, pasados más de ciento cincuenta años,
la semejanza con lo que leemos y oímos en los medios de
los días actuales, mucho menos en relación al
Espiritismo, más en relación a cuestiones sociales y
políticas.
Como se ve, son antiguos esos argumentos contra el
progreso de las ideas, los avances sociales, contra el
desarrollo de las causas humanitarias y el desvelar de
la verdad, propuestas que el Espiritismo defiende en el
campo de las relaciones humanas. Reaparecen
periódicamente en algunas sociedades, cuando sectores
reaccionarios y poco evolucionados moralmente, ligados
al pasado y temiendo el futuro, quieren mantener o
restablecer modelos antiguos que alimentan sus intereses
en relación al poder, fortuna y supremacía.
El consejo de Erasto
El Espíritu Erasto, importante miembro del equipo que
trabajó con Allan Kardec en la construcción de la
Doctrina Espírita, le aconseja no preocuparse demasiado
con las agresiones de los adversarios, pues este combate
desvariado e insensato despertaba aún más el interés de
la población en querer saber de qué trataba el
Espiritismo.
Allan Kardec sentía, como cualquier ser humano sentiría,
los efectos de esa campaña ultrajante, pero jamás dejó
que la persecución y la mala voluntad de los hombres
interrumpieran o desviasen el trabajo que sabía tenía
origen divino. Jamás renunció a su compromiso con la
verdad y nunca se alejó de los sentimientos de gratitud,
lealtad y confianza en los Espíritus superiores que
siempre lo acompañaron y guiaron su vida.
Un “amor racional”
En varias ocasiones los Espíritus se mostraron
satisfechos con la conducción que Allan Kardec daba a
los trabajos de la Codificación, y lo manifestaron con
palabras de estímulo. Espíritu evolucionado, Kardec se
portó a la altura de la misión que recibió de las altas
esferas de la espiritualidad.
Él no disponía solamente de inteligencia inusual y
facilidad de razonar con lógica, sino también una enorme
capacidad de amar al semejante. Un amor humilde,
discreto y profundamente fraterno, que sorbió de la
comprensión
perfecta de las enseñanzas morales de Jesús. Un "amor
racional" - si puede usarse esa expresión -, que nada
tiene que ver con el amor frío, calculista, interesado,
de la mayoría de los humanos.
Este amor puede ser sentido en declaraciones que hizo,
donde su corazón testimonió contra el orgullo y los
prejuicios que afrontan la igualdad entre los hombres,
como ésta, en la que discursaba para una gran platea
constituida principalmente por obreros: "Hombres de la
más alta posición me honran con su visita, pero nunca, a
causa de ellos, un proletario se quedó en la antecámara.
Muchas veces, en mi salón, el príncipe se sienta al lado
del obrero”.
¿Que quiere decir eso? Es el propio Allan Kardec quien
responde: "¡Para mí, un hombre es un hombre, esto sólo!
Mido su valor por sus actos, por sus sentimientos, nunca
por su posición social. Pertenezca a las más altas
esferas de la sociedad, si actúa mal, si es egoísta y
negligente de su dignidad, es a mis ojos, inferior al
trabajador que procede correctamente "(...).
Y con la sinceridad que lo caracterizaba, reniega la
hipocresía de las convenciones sociales y exalta la
excelencia de la humildad: (...) "yo aprieto más
cordialmente la mano de un hombre humilde, cuyo corazón
estoy oyendo, que la de un potentado cuyo pecho
enmudece. La primera me calienta, la segunda me hiela.
La comprobación del tiempo
Alexandre Delanne, en la conclusión de la carta citada
al inicio de este artículo, afirma aquello que el tiempo
ha venido a comprobar, para gloria de la justicia y del
bien mayor: "Él (Kardec) sostuvo su bandera tan alta y
tan firme, que ningún descrédito pudo alcanzarlo, y el
lodo con que lo querían cubrir no embarró sino las manos
de los panfletarios".
Innegablemente, Allan Kardec es un ejemplo a seguir. Su
obra filosófica fue construida sobre los cimientos
morales indestructibles del Evangelio, con la mano de
obra cualificada de los Espíritus superiores por el
contrario. Su humilde recelo, al principio, de no
corresponder a las expectativas ante una misión tan
grandiosa, fue totalmente superado por el éxito, al
final del trabajo.
Allan Kardec, desde la juventud, demostró superioridad
de ideales, donando su vida a la Educación de los
hombres. Se preocupó con todos, pero en especialmente
con los simples, los humildes, con eso siguiendo los
pasos de Jesús. Enseñó, aclaró, protegió, ayudó,
defendió, perdonó, amó. "Agredido, disculpó; calumniado,
no rechazó; perseguido, comprendió. Sin embargo, nunca
se estremeció, y la suya era una existencia digna, pura,
trabajadora, rica de experiencias luminosas” (1).
Ante todo lo que fue expuesto, usando una expresión hoy
muy común en las redes sociales para definir posiciones,
afirmo: "Allan Kardec me representa".
(1) Arthur Conan Doyle, Historia del Espiritismo,
capítulo 21. Anna Blackwell Records, traductora de
las obras de Allan Kardec en Inglés.
Consultas:
-Reformador,
março de 1991, FEB.
-André Moreil, Vida
e obra de Allan Kardec, Edicel, 1986.
-Allan Kardec, Obras
póstumas, LAKE, 17ª edição.
-Allan Kardec, Revista
Espírita, março de 1863, “Luta entre o passado e o
futuro”, Edicel, 1986.
-Allan Kardec, Revista
Espírita, fevereiro de 1863, “Sermões contra o
Espiritismo”, Edicel, 1986.
-Allan Kardec, Viagem
espírita em 1862, “Discurso I pronunciado nas
reuniões gerais dos espíritas de Lyon e Bordeaux”, O
Clarim, 2ª edição.