Espiritismo para
los niños

por Marcela Prada

 
Tema: Honrar padre y madre


Honrar al padre y a la madre


Dora era una buena niña. Pero su papá estaba preocupado por ella. Desde hacía algún tiempo, iba notando que su hija a veces no tenía buenos modales con su mamá.

La mamá de Dora era muy dedicada a la familia y principalmente a su querida hija. Sin embargo, Dora no comprendía eso y muchas veces reaccionaba mal a los cuidados que recibía.

Todas las mañanas, la mamá levantaba a Dora con cariño, le preparaba el desayuno, separaba un uniforme muy limpio para vestirla, le hacía una lonchera deliciosa y llevaba a su hija hasta la puerta del colegio. Después, preparaba su almuerzo con las comidas que a ella le gustaba comer, cuidaba los horarios, la higiene, ayudaba en las tareas del colegio, cuidaba a las amigas que iban a jugar y se ocupaba de una infinidad de detalles relacionados con su rutina. Pero Dora no veía nada de eso.

Para ella, su mamá vivía molestándola, mandándola a cepillarse los dientes, lavarse las manos, tomar un baño o ir a la cama a la hora de dormir. Pensaba que su mamá no quería comprar las cosas que ella le pedía cada vez que salían juntas y también que no dejaba a Dora quedarse mucho tiempo en los juegos electrónicos, como a ella le gustaría.

En esos momentos, Dora se irritada. Respondía mal a su madre. A veces, hasta gritaba o repetía lo que ella decía, burlándose y desoyendo sus orientaciones.

Por eso, el papá llamó a Dora para conversar y le dijo:

- Hija, has aprendido en la evangelización sobre las enseñanzas de Jesús, ¿verdad?

- ¡Sí, papá! – respondió ella.

- ¡Qué bueno! ¡Son enseñanzas muy importantes, pues nos enseñan las propias leyes de Dios! ¿Pero sabías, Dora, que hace más de mil años antes de Jesús otro hombre, llamado Moisés, también enseñó a su pueblo algunas leyes de Dios?

- ¡No, papá! No sabía - dijo la hija.

El papá continuó:

- Antiguamente, no existían leyes como hoy. Las personas hacían lo que querían. Pero había muchas peleas, muertes e injusticias. Entonces, Moisés, que fue la primera persona en hablar al pueblo sobre las leyes de Dios, escribió mandamientos, es decir, reglas que las personas deberían cumplir para vivir mejor. Eran apenas diez, y hablaban cosas básicas como “no matar”, “no robar”, “no mentir”. Y uno de esos diez mandamientos era este: “Honrar al padre y a la madre”. ¿Sabes lo que eso significa, hija?

- ¿Qué es para respetar al padre y a la madre? – preguntó Dora, indecisa.

- ¡Exacto! – incentivo el papá – e incluso más que respetar. Reconocer la importancia de los padres, cuidar de ellos cuando necesitan y siempre tratarlos bien. Por eso, hija, mira esto: Moisés, muchos años atrás, escribió ese mandamiento. Después, Jesús, que fue el Espíritu más evolucionado que haya nacido en la Tierra, lo confirmó. Y Allan Kardec, que codificó nuestra religión espírita, también lo realzó, escribiendo un capítulo entero en su libro El Evangelio según el Espiritismo con ese título: “Honrar al padre y a la madre”. Por tanto, hijita, esa es una enseñanza que debemos respetar. Yo quiero que te acuerdes de eso y siempre trates muy bien a mamá. Comprende que todo lo que ella hace es deseando tu bien, incluso si te desagrada en ese momento. ¿Está bien?

Dora, entonces, entendió por qué su papá estaba teniendo toda esa conversación con ella y tuvo que prometer que mejoraría sus modales.

Los días pasaron. Dora intentaba cumplir la promesa, pero muchas veces se olvidaba y trataba mal a su madre nuevamente, teniendo que ser reprendida.

Un día, el teléfono sonó y trajo la noticia de que su abuela estaba muy enferma y fue internada en el hospital. Su mamá era la única hija que la señora tenía y la única persona que podía cuidar de ella. Siendo así, la mamá de Dora tuvo que ir de prisa a la ciudad donde su abuela vivía, que quedaba a muchas horas de viaje.

Fue entonces que la rutina cambió en la casa de Dora. Su papá se levantaba en la mañana, pero el tiempo era poco para todas las actividades y Dora tuvo que hacer muchas cosas solas. En la tarde, después del colegio, ella almorzaba en casa de su vecina (que se dispuso a ayudarlos) y pasaba toda la tarde ahí, hasta que su padre llegara al comienzo de la noche.

Al comienzo, a Dora hasta le gustó. Pensó que estaría libre para hacer lo que ella quisiera. Pero no fue así lo que sucedió. En casa de la vecina, ella tenía que hacer la tarea de la escuela sola y tenía dificultades. Después de algunos días, ya no tenía uniformes limpios y hasta tuvo que vestir uno usado. La comida de la vecina era muy diferente. A ella no le gustaba, pero tenía que comer para no quedarse con hambre.

En poco tiempo, Dora ya sentía mucho la falta de su madre. Hablaba con ella por teléfono, pero ella no podía volver, pues la abuela todavía estaba muy mal.

Los días pasaban, y Dora sentía cada vez más nostalgia. A la hora de dormir, hasta lloraba pensando en su mamá. Ahora que estaba sin ella, Dora podía darse cuenta mejor lo bueno que era tener cerca a una persona que nos ama, nos protege, nos cuida y se preocupa por nuestra seguridad, salud y bienestar.

Dora también se acordaba de la conversación con su papá y ahora podía entender mejor la enseñanza “Honrar al padre y a la madre”. Ella sabía que su mamá también estaba cumpliendo ese mandamiento yendo a ayudar a la abuela cuando ella estaba enferma.

Después de casi un mes, felizmente la abuela mejoró y su madre podía volver a casa. El día de su llegada, Dora fue con su padre a encontrarla en la carretera. Le dio un abrazo tan fuerte que parecía que no la iba a soltar más.

La mamá vio que Dora estaba bonita y que hasta había crecido. Pero ella estaba diferente también. Desde ese día en adelante, nunca más su papá necesitó preocuparse por su comportamiento con su mamá.
 

  

Traducción:
Carmen Morante
carmen.morante9512@gmail.com


 


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