Tomemos, nuevamente de La Génesis, en el cap. I,
ítem 29:
Pero ¿quién se atreve a consentir e interpretar las
Sagradas Escrituras? ¿Quién tiene ese derecho? ¿Quién
posee las necesarias luces, sino los teólogos?
¿Quién osa? En primer lugar, la Ciencia, que no pide
permiso a nadie para conocer las leyes de la naturaleza,
y pasa por encima de los errores y preconceptos.
¿Quién tiene ese derecho? En este siglo de emancipación
intelectual y de libertad de conciencia, el derecho de
examen pertenece a todo el mundo, y las Escrituras ya no
son el arca santa en la que nadie se atrevía a tocar el
dedo sin correr el riesgo de ser fulminado.
En
cuanto a las luces especiales necesarias, sin contestar
a las de los teólogos, y por más esclarecidos que fueran
los de la Edad Media y, en particular, los Padres de la
Iglesia, no fueron suficientes para dejar de condenar
como herejía el movimiento de la Tierra y la creencia en
las antípodas. (1) ¿Y sin ir tan lejos, los teólogos de
nuestros días no lanzaron un anatema sobre la teoría de
los períodos de formación de la Tierra?
Los
hombres sólo pudieron explicar las Escrituras con la
ayuda de lo que sabían: nociones falsas o incompletas
que tenían sobre las leyes de la naturaleza, más tarde
reveladas por la Ciencia. Por esa razón, los mismos
teólogos, con mucha buena fe, se engañaron sobre el
sentido de ciertas palabras y hechos del evangelio. Al
querer, a toda costa, encontrar en él la confirmación de
un pensamiento preconcebido, giraban en círculos, sin
abandonar el propio punto de vista, retornando siempre
al mismo círculo, sin abandonar sus ideas, de tal modo
que sólo veían lo que querían ver. Por más sabios
teólogos que fueran, no podían comprender las causas
dependientes de leyes que ignoraban.
Pero ¿quién juzgará las diferentes interpretaciones,
muchas veces contradictorias, dadas fuera de la
Teologia? El futuro, la lógica y el sentido común. Los
hombres, cada vez más esclarecidos a medida que nuevos
los hechos y nuevas leyes van siendo reveladas, sabrán
separar los sistemas utópicos de la realidad. La ciencia
hace conocer algunas leyes; el Espiritismo permite
conocer otras; todas son indispensables para la
comprensión de los textos sagrados de todas las
religiones, desde Confucio y Buda hasta el Cristianismo.
En relación a la Teología, ella no podrá, con seriedad,
alegar contradicciones de la Ciencia, pues no siempre
está de acuerdo consigo misma. (2)
Este discurso de Kardec es clarísimo en cuanto a la
necesidad en el avance de los estudios de los textos
bíblicos tomando como base las nuevas leyes que la
Ciencia y el Espiritismo hacen conocer. ¿Hasta cuándo
las interpretaciones de los teólogos del pasado
prevalecerán? Este es nuestro reto:
[...] Todas las Escrituras encierran grandes verdades
bajo el velo de la alegoría y, por haberse apegado a la
letra, es que los comentaristas se transviaron. Les
faltó la clave para ellos comprender el verdadero
sentido. Esa clave está en los descubrimientos de la
Ciencia y en las leyes del mundo invisible, que el
Espiritismo viene a revelar. De aquí en adelante, con la
ayuda de estos nuevos conocimientos, lo que era oscuro
se tornaría claro e inteligible. (3)
Sigamos adelante, vamos a restablecer las enseñanzas de
Jesús en su verdadero sentido, pero para ello es
necesario abandonar al Jesús mítico, creado por los
teólogos de antaño y mantenido por los actuales, para
seguir al Jesús histórico, que es el verdadero.
Algunos puntos teológicos refutados por Kardec
Por
el hecho del Codificador, en El Evangelio según el
Espiritismo, haber tratado solamente de la enseñanza
moral de Jesús, algunos cohermanos piensan que él nada
se cuestionó en cuanto a las interpretaciones teológicas
entonces vigentes en su época, muchas de ellas todavía
hoy siguen siendo enseñadas en las iglesias dichas
cristianas.
A
modo de información: El ESE contiene 28 capítulos de los
cuales 20, es decir, el 71%, tiene algún fragmento del
Sermón de la Montaña (SM); si analizamos por la cantidad
de versículos, el SM tiene 111 (Mateo 5, 6 y 7), de
ellos 95 son mencionados en el ESE, o sea, 86%.
En
algunos puntos en El Libro de los Espíritus, entre las
obras que le desarrolla las partes, encontramos dos en
que comentarios de Kardec se destacan por sus
cuestionamientos a la teología vigente: El Cielo y el
Infierno (08/1865) y La Génesis (01/1868).
Posteriormente, fue publicado el libro Obras Póstumas
(01/1890), conteniendo varios manuscritos de su acervo
particular, en el que encontramos varios textos inéditos
en que también se ve sus críticas a las interpretaciones
teológicas.
En
el cap. V - Consideraciones sobre la pluralidad de las
existencias, de El Libro de los Espíritus, Kardec deja
bien claro que Juan el Bautista fue el profeta Elías
reencarnado, lo que significa decir que combatió la
teología dominante que no acepta el principio de la
reencarnación. En El Evangelio Según el Espiritismo,
cap. IV - Nadie podrá ver el Reino de Dios y si no
naciera de nuevo, refuerza esto, es decir, que Elías
reencarnó, volviendo en la personalidad de Juan el
Bautista El principio doctrinario de la reencarnación,
es cierto, hiere los dogmas de todas las iglesias
cristianas, ya que todas ellas predican la vida única.
En
El cielo y el infierno, tenemos a Kardec discurriendo,
de manera contraria a la interpretación corriente sobre:
el cielo, el infierno, doctrina de las penas eternas,
ángeles, demonios y en cuanto a la prohibición de evocar
a los muertos.
En La
Génesis, vamos a encontrar al Codificador,
cuestionando los siguientes puntos: la génesis mosaica,
los milagros de Jesús, la tentación de Jesús, la
aparición de Jesús después de la muerte y la
desaparición del cuerpo de Jesús.
De
los milagros, hay uno que juzgamos muy interesante, pues
viene al encuentro de lo que hablamos hace algún tiempo.
Se trata de la supuesta transformación del agua en vino
realizada por Jesús en las Bodas de Canaán. Tomaremos
estos párrafos de los comentarios de Kardec:
47.
Este milagro, mencionado en un solo Evangelio, el de
Juan, es indicado como el primero que Jesús hizo y, por
ese motivo, debería ser uno de los más destacados. Es
necesario que haya producido bien poca sensación para
que ningún otro evangelista hable de él. Un hecho tan
extraordinario habría impresionado al más alto punto a
los invitados y, principalmente, al jefe de la casa, que
parece ni siquiera haberse notado.
Considerado en sí ese hecho tiene poca importancia en
comparación con aquellos que testimonian verdaderamente
las cualidades espirituales de Jesús. Suponiendo que las
cosas hayan pasado como se les informa, es notable que
sea el único fenómeno de ese género que haya producido.
Jesús era de una naturaleza bastante elevada para
ocuparse de efectos puramente materiales, propios sólo
para suscitar la curiosidad de la multitud que lo habría
comparado a un mago. Él sabía que las cosas útiles
conquistarían más simpatías y le traerían más adeptos
que las que pudieran pasar como resultado de una gran
habilidad o destreza, pero nunca tocarían el corazón.
Si
bien, en rigor, el hecho puede ser explicado, hasta
cierto punto, por una acción fluídica, que el magnetismo
ofrece ejemplos, habrían intercambiado las propiedades
del agua, dándole el gusto del vino. Pero esta hipótesis
es poco probable, ya que, en ese caso, el agua, teniendo
sólo el gusto del vino, habría conservado su color, lo
que no dejaría de notarse. Es más racional ver ahí una
de esas las parábolas tan frecuentes en las enseñanzas
de Jesús, como la del joven pródigo, la del festín de
las bodas, y tantas otras. Él habría hecho, durante la
comida, alguna alusión al vino y al agua, de donde tomó
una instrucción. Lo que justifica esta opinión son las
palabras que el mayordomo le dirigió: "Todo hombre sirve
al principio el buen vino y después que hayan bebido lo
suficiente se sirve entonces el inferior. Pero para
vosotros, habéis reservado el buen vino hasta esa hora.
"(4)
De
la palabra del mayordomo al novio - "Todo hombre sirve
al principio el buen vino y después que hayan bebido lo
suficiente se sirve el inferior. Pero para vosotros,
habéis reservado el buen vino hasta esa hora. "- es que
se encuentra el significado de esta parábola: Jesús, o
sus enseñanzas, tanto hace, es el buen vino, el de mejor
calidad.
En Obras
Póstumas, en el cap. Estudio sobre la naturaleza del
Cristo, el Codificador presenta sus argumentos que
golpean de frente contra el dogma de la divinidad de
Jesús, y, por tanto, en el de la Trinidad. Esclarece que
nada tenemos en los Evangelios que pueda apoyar la
divinidad de Jesús, al contrario, varias de sus
declaraciones demuestran que él fue un enviado
(mensajero).
El
dogma de la divinidad de Jesús se basó en la igualdad
absoluta entre su persona y Dios, pues él mismo es Dios.
Este es un artículo de fe. Ahora bien, estas palabras,
que Jesús tantas veces repitió: Aquel que me envió, no
sólo comprueban una dualidad de personas, sino también,
como ya lo hemos dicho, excluyen la igualdad absoluta
entre ellas, porque el que es enviado necesariamente
está subordinado al que envía. Con el obedecer, aquel
practica un acto de sumisión. [...]. (5)
La
creencia en la divinidad de Jesús y en la Trinidad son
principios doctrinarios de todas las iglesias
cristianas, así, Kardec, al refutar tales ideas, derriba
estas dos creencias, hecho que nunca lo dejó obligado y
ni que haya hecho algo en que el sentimiento de respeto
y de amor al prójimo no fuera la base de su acción.
Pero veamos algo interesante que Kardec había colocado
un poco antes:
Nada habiendo él escrito, sus únicos historiadores
fueron los apóstoles que, tampoco escribieron nada
cuando el Cristo aún vivía. Ningún historiador profano,
suyo contemporáneo, habiendo hablado a su respecto
ningún documento más existe, además de los Evangelios,
sobre su vida y su doctrina. Aquí sólo es que se ha de
buscar la clave del problema. Todos los escritos
posteriores, sin exclusión de los de San Pablo, son
sólo, y no pueden dejar de ser, simples comentarios o
apreciaciones, reflejos de opiniones personales, muchas
veces contradictorias, que, en ningún caso, podrían
tener la autoridad de la narrativa de los que recibieron
directamente del Maestro las instrucciones. (6)
Observe bien, querido lector, Kardec está diciendo que
los escritos de Pablo contienen apenas “simples
comentarios o apreciaciones, reflejos de opiniones
personales”, lo que contrasta com la visión que muchos
espíritas tienen del Apóstol de los gentiles.
Veamos lo que el exegeta Bart D. Ehman, en Pedro,
Pablo y María Magdalena, dice sobre los escritos de
Pablo:
[...] hace mucho tiempo los estudiosos piensan que
algunas epístolas del Nuevo Testamento atribuidas a
Pablo fueron en verdad escritas bajo pseudónimo,
redactadas por otras personas en su nombre. Eso es
porque ellas, en su mayoría, representan puntos de vista
contrarios a los de las epístolas indiscutiblemente
paulinas. En realidad, seis epístolas se pusieron en
duda, casi la mitad de todo el corpus de textos
paulinos: 2 Tesalonicenses, Efesios, Colosenses, 1 y 2
Timoteo y Tito. [...]. (7)
Por
lo tanto, los que tienen todos los textos paulinos como
inspirados o representando alguna revelación divina,
pueden estar esparciendo cosas no más acorde con la
realidad, surgida, obviamente, después de que la crítica
textual se inclinó sobre ellos.
Un
poco más al frente Ehrman nos esclarece:
La
Biblia fue escrita en una época y en un lugar
específico, arrancarla de su contexto y fingir que de
alguna manera sus palabras van automáticamente aplicarse
a nuestra propia época y al lugar donde vivimos, sin
ningún cambio, es pura locura (para no ser muy
contundente). (8)
Así, debe quedar claro la necesidad de contextualizar
los relatos bíblicos, y para eso, muchas veces, es
precioso separar la cizaña del trigo, so pena de no
entrar en el verdadero sentido de lo que el autor quiere
decir o narrar.
Conclusión
En
varias ocasiones hemos oído justificación de este tipo:
"Hay cuestionamientos en relación a la Biblia, que no
deben ser hablados en reuniones públicas, serían
apropiados a público restringido formado para estudios
específicos. Los temas de las conferencias en las
reuniones públicas deben ser sólo las morales, que
alivian y / o provoquen elevación de pensamientos por
parte de los oyentes.
En
principio se puede concordar con ese tipo de idea, pero
viendo las cosas con más agudeza, creemos que, dentro de
la Casa Espírita, no se debe tener ninguna preocupación
a no ser la de decir la verdad, nos corresponde sólo la
caridad de hacer lo posible para dosificarla, pues "La
verdad es como la luz: es preciso acostumbrarse a ella
poco a poco, sino ofusca." (9)
Entendemos que si nada podemos decir, entonces,
tendremos, por ejemplo, que renunciar a afirmar que
Jesús es nuestro modelo y guía, silenciar en cuanto a la
reencarnación, entre varios otros puntos doctrinarios.
Además, considerando que las personas dedicadas al
esclarecimiento del prójimo, creemos que no es todo
improbable que muchas de ellas puedan, en algunas
situaciones, estar siendo asistidas por buenos Espíritus
que se interesan por el progreso de la Humanidad,
teniendo en cuenta que "Las nuevas ideas sólo
fructifican cuando la tierra está preparada para
recibirlas." (10)
[1] Nota da Transcrição: Quando a Terra era considerada
fixa no centro do Universo, considerava-se absurda e
herética a ideia de habitantes vivendo do lado oposto
dela, pois estariam de ponta-cabeça e cairiam do
planeta. (N. do E.)
[2] KARDEC, A. A Gênese, p. 54-55.
[3] KARDEC, Obras Póstumas, p. 354.
[4] KARDEC, A Gênese, p. 337.
[5] KARDEC, Obras Póstumas, p. 142.
[6] KARDEC, Obras Póstumas, p. 136.
[7] EHRMAN, Pedro, Paulo e Maria Madalena, p.232-233.
[8] EHRMAN, Pedro, Paulo e Maria Madalena, p. 292-293
[9] KARDEC, O Livro dos Espíritos, p. 287.
[10] KARDEC, O Céu e o Inferno, p. 9.
Referências bibliográficas:
EHRMAN, B. D. Pedro, Paulo e Maria Madalena. Rio de
Janeiro: Record, 2008.
KARDEC, A. O Céu e o Inferno. Brasília: FEB, 2013.
KARDEC, A. O Evangelho Segundo o Espiritismo. Brasília:
FEB, 2013.
KARDEC, A. O Livro dos Espíritos. Brasília: FEB, 2013.
KARDEC, A. Obras Póstumas. Rio de Janeiro: FEB, 2006.
KARDEC, A. Viagem Espírita em 1862. Matão, SP: O Clarim,
2000.
PAROSCHI, W. Crítica Textual do Novo Testamento. São
Paulo: Vida Nova, 1993.
PIRES, J. H. Concepção Existencial de Deus. São Paulo:
Paideia, 2003.