El Espíritu Pascal, en El Evangelio según el
Espiritismo, cap. En el sentido de que el hombre sólo
posee verdaderamente lo que es de uso del alma, es decir,
la inteligencia, los conocimientos, las cualidades
morales, atributos que no le pueden ser retirados, ya
que la evolución espiritual es individual e
intransferible, no siendo posible a nadie adquirir
títulos de ennoblecimiento para pasarlos a otro.
De esta forma, "el perfeccionamiento del Espíritu es
fruto de su propio trabajo. No pudiendo, en una sola
existencia corporal, adquirir todas las cualidades
morales e intelectuales que lo han de conducir al
objetivo, él lo alcanza por una sucesión de existencias,
en cada una de las cuales da algunos pasos hacia
adelante, en el camino del progreso.
Tal sucesión de existencias ocurre en diversos mundos,
"apropiados a los diferentes grados de adelantamiento de
los Espíritus y donde la existencia corporal presenta
condiciones muy diferentes".
En el caso de la Tierra, sabemos que pertenece a la
categoría de los mundos de expiaciones y pruebas, por lo
que no es de extrañar que nuestra existencia aquí
marcada por varios hechos turbulentos, o muchas cosas
que prueban nuestra capacidad de resignación, de ahí se
dice comúnmente que es necesario tener paciencia de Job
para soportar todo.
La expresión, en efecto, se remonta a una de las
historias más antiguas narradas en la Biblia. Job era el
hombre más rico de la región en que vivía. Poseía miles
de ovejas y camellos, cientos de rebaños de bueyes y
asnos, una inmensa propiedad, siete hijos, tres hijas y
gran cantidad de criados. Era considerado un hombre
bueno, justo y temeroso de Dios.
La fe de Job fue severamente probada cuando el mal lo
alcanzó de diferentes formas.
En un mismo día, su propiedad fue invadida y saqueada,
sus rebaños fueron robados, sus empleados asesinados y
sus hijos e hijas murieron cuando la casa se derrumbó
sobre ellos, en medio de un viento muy fuerte venido del
desierto.
Job se entristeció profundamente, se postró en el suelo
y oró. No se rebeló. Reconoció que todo lo que había
sido dado por Dios y que el Señor había hallado por
sacar todo de él. De esa forma, afirmó su fe y mostró
resignación a la voluntad del Padre. Sin embargo, las
problemáticas continuaron. Él tuvo el cuerpo cubierto de
llagas. Era la temida lepra.
Su esposa, atormentada por el dolor, dijo que debía
maldecir a Dios y morir. Sin embargo, Job permaneció
firme en su fe. La esposa, revuelta, lo abandonó. Solo,
aislado, Job fue visitado por tres amigos que, en vez de
consolarlo, intentaron convencerlo de que Dios lo estaba
castigando por sus muchos pecados.
Job discrepó de ellos, reafirmó su fe en la bondad y
justicia divinas y aún oró al Señor para que no
castigara a sus amigos.
Por su fe inquebrantable, por su paciencia en soportar
todo, después de algún tiempo, el Padre Celestial le
permitió la restitución de la salud, curándolo de la
lepra. Después, Job consiguió recuperar, y duplicados,
todos sus bienes.
Se volvió a casar y tuvo diez hijos, concluyendo su
vida, años más tarde, en felicidad.
Por eso, cabe citar al Espíritu Emmanuel, para quien la
verdadera paciencia "es siempre una exteriorización del
alma que realizó mucho amor en sí misma, para darlo a
otro, en la ejemplificación.
Este amor es la expresión fraternal que considera a
todas las criaturas como hermanas, en cualquier
circunstancia, sin despreciar la energía para esclarecer
la incomprensión, cuando esto sea indispensable.
De hecho, en el momento en que se encontraba solo y que
fue visitado por los amigos, que lo indujeron a creer
que estaba siendo castigado por Dios, Job, al discrepar
de ellos, usó de energía para esclarecer la
incomprensión.
Además, Job consideraba usufructuario de los bienes que
Dios le había concedido, ya que sabía que lo que el
Creador le había dado podía retirarle.
El usufructuario es "aquel que tiene derecho al
usufructo; quien puede gozar de un bien, mueble o
inmueble, que no le pertenece.
En el libro Calma, Emmanuel asevera que, ante las Leyes
de la Tierra, la propiedad, pertenezca al grupo social o
al individuo, es siempre acreedora de respeto; sin
embargo, ante la Creación Divina, "la idea del usufructo
es un gran factor de paciencia al corazón".
Al considerarnos usufructuarios de los bienes concedidos
por la Divina Providencia, tendremos condiciones de
atribuir a esos recursos su debido valor y, como Job, si
tal vez estamos desprovistos de ellos, nos resignaremos
ante la voluntad de Dios, y nos revestiremos de
paciencia, riqueza real que debemos esforzarnos por
adquirir, por bien de nuestra propia evolución.
Cabe aun mencionar otra riqueza real: la calma.
En El Evangelio según el Espiritismo, cap. V, ítem
XXIII, el Espíritu Fénelon acentúa que el hombre vive
incesantemente en busca de la felicidad en la Tierra,
pero ella le huye de las manos, ya que la felicidad sin
mezcla no existe en este planeta.
A pesar de ello, refiere el Espíritu nombrado que el
hombre puede gozar de relativa felicidad, siempre y
cuando no la busque en las cosas perecederas y sujetas a
las mismas vicisitudes inherentes a su existencia en la
Tierra, sino en los gozos imperecederos del alma, que
son los preambulos de las alegrías celestes.
De este modo, prosigue Fénelon aduciendo que el hombre,
en vez de buscar la paz del corazón, única felicidad
real en este mundo, se muestra ávido de todo lo que le
agita y perturba, y singularmente acaba creando para sí
tormentos que le corresponde a él mismo evitar.
Además, cuestiona el Benefactor si habrá mayores
tormentos que los que derivan de la envidia y de los
celos, aseverando que, para el envidioso y el celoso, no
hay reposo, porque siempre están febril.
Por otro lado, porque debemos tener siempre como
referencia la conducta de Espíritus elevados, con el
alcance de tener buenos ejemplos, citar un trecho de la
cuestión 967 de El Libro de los Espíritus: "967. ¿En qué
consiste la felicidad de los buenos Espíritus? En
conocer todas las cosas; no tener odio, ni celos, ni
envidia, ni ambición, ni ninguna de las pasiones que
hacen la infelicidad de los hombres. [...] Los que son
bastante adelantados comprenden la
felicidad de los que avanzaron más que ellos, y a ella
aspiran, pero eso es para ellos motivo de emulación y no
de envidia. Saben que de ellos depende alcanzarla y
trabajan con eso fijo, pero con la calma de la
conciencia pura [...].
Los Espíritus Superiores son tranquilos porque ya
construyeron la serenidad interior, a costa del esfuerzo
propio en la búsqueda de la comprensión y la
autocomprensión, que se mantienen "por la tolerancia
hacia los errores ajenos y hasta por la autoaceptación
de nuestros propios errores, para saber corregirlos sin
tumulto y pérdida de tiempo".
Por lo tanto, se comprueba que la calma es indisociable
de la comprensión, de modo que, al comprendernos y
comprender a los demás, conseguiremos mantenerse más
proactivos que reactivos.
De esa suerte, en los días tomentosos, en que todo
parece soplar y contrariar nuestra voluntad, debemos
utilizar la riqueza de la calma para no quejarnos o
actuar intempestivamente, y, a semejanza de Job,
mantener fidelidad e total confianza en Dios.
Sin embargo, estemos también atentos a la necesidad de
no crear males para nosotros mismos, como se mencionó,
en la certeza de que a muchos tormentos se ahorra "aquel
que sabe contentarse con lo que tiene, que nota sin
envidia lo que no busca parecer más de lo que es. Ese es
siempre rico, porque, si mira hacia abajo de sí y no
hacia arriba, ve siempre criaturas que tienen menos que
él. Es calmado, porque no crea para sí necesidades
quiméricas. ¿Y no será una felicidad la calma, en medio
de las tempestades de la vida?”.
Aunque Fénelon se ha referido a la calma como una
felicidad, deducimos que ella es también una riqueza
real, adquisición del Espíritu que ya logró el
autocontrol.
La paciencia y la calma son, pues, dos riquezas reales
que hacen nuestra existencia más leve y libre de los
tormentos voluntarios, porque hay males que son
inherentes a la existencia en el cuerpo de carne y, en
consecuencia, no debemos crear otros más allá de éstos.
Bibliografia:
KARDEC, Allan. El Espiritismo en su expresión más
simple y otros opúsculos de Kardec; traducción de
Evandro Noleto Bezerra. 2. ed. 1ª reimpr. En el caso de
las mujeres.
KARDEC, Allan. El Evangelio según el Espiritismo:
con explicaciones de las máximas morales del Cristo en
concordancia con el Espiritismo y sus aplicaciones a las
diversas circunstancias de la vida; traducción de
Guillon Ribeiro da 3. ed. francesa, revisada y
modificada por el autor en 1866.129. De acuerdo con lo
establecido en el artículo anterior. En el caso de las
mujeres.
KARDEC, Allan. El Libro de los Espíritus:
Filosofía espiritualista; traducción de José Herculano
Pires, revisada y anotada por el traductor para aclarar
y actualizar los problemas del texto. 67. ed. Sao Paulo:
LAKE de 2010.
XAVIER, Francisco Cândido. Calma. Dictado por el
Espíritu Emmanuel. [s.l.]: Editora GEEM, 1979.
XAVIER, Francisco Cândido. El Consolador. Dictado
por el Espíritu Emmanuel. 29. yd. 5. imp. Brasilia: FEB,
2017.